Perú: ejes básicos en la discusión sobre los transgénicos
Uno de los principales problemas en el debate sobre los transgénicos es que no hay debate. Y es que salvo algunos espacios abiertos para analizar las repercusiones y alcances que tendría el cultivo de esos productos en el país, lo que prevalece es la desinformación y la falta de transparencia pese a que involucra un tema nuevo, polémico y medular en una sociedad como la nuestra
En principio, como se concluyó en la mesa redonda que realizó El Comercio la semana pasada --titulada Transgénicos: Definición de Políticas de Estado--, no hay un reglamento de bioseguridad en agricultura que garantice, en general, que los productos del campo preserven el bienestar de las personas. Sin embargo, lo más alarmante es que si bien contamos con la Ley de Prevención de Riesgos Derivados del Uso de la Biotecnología, esta no se puede aplicar porque su reglamento, que se dio en el 2002, no se ha publicado.
Por eso, como hemos reiterado en esta columna, resulta indispensable que el Gobierno publique una versión preliminar del mencionado reglamento para motivar un debate amplio, técnico y profundo que enriquezca la norma antes de promulgarla.
Eso no es todo. Actualmente, las normas relacionadas con los transgénicos no solo funcionan exclusivamente en el papel, sino que los organismos vinculados a su aplicación y regulación no se han preocupado por explicar y orientar a los consumidores sobre las propiedades de unos cultivos que muy pronto podrían estar a la venta y en la mesa de los peruanos. Esto va en contra no solo de la abundante legislación que cautela y garantiza la defensa del consumidor, sino en contra del derecho de los peruanos a estar informados sobre los alimentos que consumen. Es más, sin información, no tendrán la opción de aprobar o rechazar el uso de los transgénicos. Como se concluyó en nuestra mesa redonda, no hay un consenso científico sobre los daños colaterales que podrían causar los cultivos no orgánicos a la salud, pero tampoco es claro cuáles son sus eventuales beneficios.
El Perú tiene, pues, que definir cuanto antes una política real y responsable, sólidamente fundamentada en criterios científicos y ecológicos, sobre los parámetros que regirían la introducción o exclusión de los transgénicos en el país.
Cualquier medida que se adopte, evidentemente, deberá atender las demandas de los mercados internacionales que, a pesar de la vorágine globalizadora, valoran hoy más que nunca lo natural y lo saludable. Asimismo, habrá que sopesar las potencialidades y capacidades de la biodiversidad peruana, y prever los problemas ambientales que eventualmente podrían afectarla.
También tendrá que definirse si el Perú cerrará definitivamente sus fronteras a los cultivos transgénicos o si permitirá que coexistan con los orgánicos, previa aplicación de algunas medidas de orientación ya propuestas, como el etiquetado de los productos que entre sus componentes cuenten con transgénicos.
Finalmente, como demostró la mesa redonda de El Comercio, cualquier medida que se adopte deberá reunir dos requisitos: ser multisectorial, porque diversas son las repercusiones de los transgénicos; y nacer de un amplio debate, para que el consumidor elija libremente lo que le conviene y quiere consumir.