OGMs para adaptarse al cambio climático
Ministros de agricultura de los países del Mercosur debatieron el desarrollo de los llamados cultivos transgénicos como herramienta frente al binomio cambio climático-demanda de alimentos
Los ministros de agricultura de Argentina, Julián Domínguez; de Bolivia, Nemesia Achacollo; de Brasil, Wagner Rossi; de Chile, José Antonio Galilea; de Paraguay, Enzo Cardozo y de Uruguay, Tabaré Aguerre, se comprometieron garantizar el uso de Organismos Genéticamente Modificados (OGMs) o “transgénicos”. La decisión se tomó en el marco de la XIX reunión del Consejo Agropecuario del Sur (CAS), realizada a fines de octubre en Santiago de Chile.
La declaración firmada por los ministros, intitulada “Situación de la Biotecnología Agropecuaria en los países del CAS”, expresa que en el ámbito de la biotecnología “la adopción de los organismos genéticamente modificados se presenta como una herramienta para apoyar a la Región en el desafío de incrementar la producción de alimentos y adaptarse a los retos que plantea el cambio climático”.
“Esta oportunidad debe estar acompañada de instrumentos para analizar, evaluar y gestionar las oportunidades y la utilización de organismos genéticamente modificados en los países”, añade la declaración. En la misma se acuerda “profundizar y fortalecer los marcos regulatorios e instrumentos para garantizar la utilización de los organismos genéticamente modificados” y “solicitar a los organismos internacionales que brinden cooperación técnica y financiera en forma coordinada, para el desarrollo de los organismos genéticamente modificados de acuerdo con las demandas concretas de los países de la región”.
Este respaldo a la tecnología de transgénicos contrasta con la posición que llevan los movimientos sociales de pequeños productores y campesinos a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, del 29 de noviembre al 10 de diciembre, en Cancún, México. En la postura a exponer sostienen que la agricultura y el sistema alimentario industrial son los principales causantes del calentamiento global y la crisis climática.
El crecimiento experimentado por la utilización de esta tecnología en la agricultura alcanzó un área global cultivada de 134 millones de hectáreas el año 2009, de las cuales, el 34 por ciento corresponde a la superficie cultivada por los países del CAS.
Sin embargo, los jefes de las carteras de agricultura parecen más inclinados a adaptarse al cambio climático que a contrarrestarlo. En ese sentido, anunciaron la creación de un mapa de riesgo regional. La iniciativa, según el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de Argentina, Julián Domínguez, tendrá dos propósitos: “armonizar una estrategia común frente a las compañías de reaseguros que permita disminuir el costo de los seguros de riesgo de nuestros productores, y construir un protocolo de operación para la predicción del impacto del cambio climático”.
Domínguez subrayó, también, la importancia de la variabilidad climática: “el diagnóstico no es para el 2080, es para la próxima cosecha, estamos con la advertencia de una ‘niña’ que esperamos sea lo más atenuada posible sobre nuestras economías”.
En contraste, movimientos sociales como Vía Campesina sostienen que las agriculturas campesinas e indígenas, biodiversas y descentralizadas, son el factor más importante para enfrentar la crisis climática y salir de ella, además del hecho fundamental de ser las que alimentan a la mayor parte de la humanidad.
Pese a esto, la visión que predomina en las negociaciones internacionales sobre el clima recoge los intereses de las empresas en contra de esta posición. Silvia Ribeiro, investigadora del Grupo ETC de Canadá, alerta que “el intento ahora es integrar la agricultura y los suelos al comercio de créditos de carbono, lo cual significaría un nuevo subsidio a las trasnacionales de agronegocios, favoreciendo más a la agricultura industrial y mayor despojo a las formas de vida campesinas”.