México: "sentimos que el gobierno no puede ya destruirnos"
Balance de dos años de una junta de buen gobierno. Más educación y menos enfermedad, entre sus logros
"Estos dos años de trabajos, nos sentimos bien porque seguimos avanzando a pesar de las dificultades", dice un miembro de la junta de buen gobierno (JBG) Corazón del arcoiris de la esperanza.
-¿Cuáles son estas dificultades?
-Dificultades hay muchas, pero las más graves son las que el mismo gobierno de Fox nos está haciendo, porque busca adrede la división de nuestras comunidades. Lo hace a través de muchos 'proyectos', como les llaman. Los introducen para acabar con nuestra lucha y debilitar también a los hermanos que reciben su "ayuda". Pero seguimos avanzando.
-¿Otra dificultad sería la militarización?
-En eso no tenemos nada qué decir que no se sepa ya. Sigue igual la ocupación de los territorios indígenas.
Una decena de hombres, y una mujer, componen estos días la JBG. Sólo uno lleva la conversación, si bien consulta brevemente con sus compañeros algunas respuestas.
-Dentro de las comunidades, lo más frecuente que debemos resolver son conflictos de tierra, a veces de compañeros zapatistas; éstos no son difíciles. Vemos problemas de los no zapatistas, que vienen aquí y entre ellos llegan a acuerdo con la junta como intermediaria de las partes confrontadas. Buscamos servir para todos, sin distinción.
Sobre nuestras cabezas suenan interminables las notas de un son tradicional de los tzeltales, que provienen del auditorio del caracol Torbellino de nuestras palabras.
"Al cumplir dos años de nuestros trabajos como gobierno, nos sentimos con más ánimos para nuestra lucha."
-¿A pesar de las dificultades?
-Sentimos que el gobierno no puede ya destruirnos. Y como quiera, si nos trata de hacer daño, no le tenemos miedo. Ya dijimos que estamos dispuestos a morir si es necesario. Por eso mismo no nos pueden acabar. Y vamos adelante, aunque no lo quiera ver el gobierno de Fox.
Menciona brevemente los avances que la JBG considera significativos: "Tenemos escuelitas en todos los municipios autónomos, y queremos construir más. Ya contamos con un número suficiente de promotores de educación que cumplen muy bien su encargo. Tenemos orgullo de ellos. En salud, hemos avanzado mucho en la prevención, con resultados. También tratamos mejor las enfermedades de los compañeros, pero sobre todo vemos que se enferman menos seguido".
Con la formalidad con que efectivamente gobiernan, los miembros de la junta están organizados en el equipo de basquetbol Torbellino, y vienen de ganar. "Bueno, es decir, todavía no hemos perdido, pero el torneo acaba mañana."
Las fiestas aquí son como la vida. Ni más, ni menos. Centenares de hombres y mujeres tzeltales y tojolabales, en su mayoría jóvenes, inundan alegremente prados, laderas y edificios de madera del caracol, mientras transcurren los ya tradicionales torneos de basquetbol, volibol y futbol (éstos en la cancha del pueblo de Morelia), en los que participan equipos de los diferentes municipios autónomos, y hasta la JBG. Allí es donde el trabajo se había complicado para este enviado, pues se hacía tarde y la junta, que por ser fiesta no ha dejado de recibir visitantes de Estados Unidos, Italia, Francia, Cataluña y México, tenía un compromiso deportivo que cumplir.
Antes debí comparecer ante los y las compas de la Comisión de Información, compuesta por unos 20 campesinos, sentados muy formales en el aula donde laboran mientras se concluye la construcción de su nueva oficina. Me recibieron y escrutaron detenidamente, divertidos. Al menos eso me pareció. Sonreían discretamente. Dijeron: "Vas a ver la junta, pero antes vas a esperar". Y así fue.
Al anochecer, una repentina lluvia hace a la gente refugiarse en el auditorio, donde siete músicos llevan horas tocando quedito, como para sí, tranquilizadores y dulces sones tzeltales. Arpa, guitarra, maracas, tamborcillos. Mientras amaina el aguacero, un público numeroso que no se asume como tal los escucha en silencio. En su propio silencio, por ahora, rodean y casi ocultan a los músicos una marimba, grandes bocinas, una batería y varios instrumetos eléctricos que esperan la hora del baile.
Sencillos pero bien instalados toldos de plástico sirven de fugaz campamento para las familias indígenas. Hay puestos de comida, ropa tradicional y casetes de los grupos zapatistas del momento, como Nuevo Amanecer, Liberación y La Voz de los Armados de Razón y Fuego. En la cafetería del caracol, llena de indígenas y campamentistas de 10 países, las canciones revolucionarias tratan de imponerse al vocerío de los visitantes de modales expansivos. Muchos indígenas los observan, entretenidos, y se hablan entre sí en voz baja, como acostumbran.
Así, mientras el EZLN se interna en la ardua y controvertida preparación de su otra campaña para llevar al país un intento de "nueva política", las comunidades rebeldes mantienen, paso a paso, la resistencia y la vida autónoma que se han dado a sí mismas.