México: ¿qué hacen estos genes transgénicos en el maíz silvestre?
Los alimentos transgénicos u organismos modificados genéticamente (OMG) no sólo enfrentan a ecologistas e industria, también a científicos. En esta disputa, un nuevo estudio publicado en Molecular Ecology vuelve a sembrar las dudas sobre esta tecnología. En concreto han hallado genes transgénicos en alrededor del 1% de las cerca de 2.000 muestras que tomaron de la región
Se trata de un trabajo de Elena Álvarez-Buylla, de la Universidad Nacional Autónoma de la Ciudad de México, que confirma que genes transgénicos han llegado hasta el genoma de muchas de las variedades de maíz silvestre tradicionales de México. En concreto han hallado genes transgénicos en alrededor del 1% de las cerca de 2.000 muestras que tomaron de la región.
Protesta contra los transgénicos
Para la comunidad científica especializada, este estudio —y sobre todo sus resultados— tiene especial importancia, pues responde a una cuestión abierta en noviembre de 2001. La revista Nature publicó un artículo de los investigadores Ignacio Chapela y David Quist, de la Universidad de California, en Berkeley, donde se aseguraba que habían encontrado el ADN de maíz genéticamente modificado en las variedades autóctonas cultivadas en las pequeñas explotaciones en Oaxaca, México (Nature vol. 414, p 541). En el mismo estudio se aseguraba que los genes se encuentran dispersos en todo el genoma del maíz, lo que implica que se están transmitiendo a través de múltiples generaciones de maíz silvestre.
"Inicialmente, no hay transgénicos si no hay humanos que los produzcan y los liberen. Una vez liberados en el ambiente, los transgénicos se reproducen y entrecruzan con organismos dentro de su propia especie, así como parientes silvestres fuera del área de cultivo. Además, la transferencia genética horizontal lleva estas secuencias de ADN a otros organismos aún cuando no sean parientes cercanos de la planta inicial. No tenemos prácticamente ningún medio de dar seguimiento a este fenómeno, ni mucho menos a las consecuencias que tal movimiento pueda tener", explica el mismo Chapela.
Esto evidentemente hizo 'levantarse en armas' a los ambientalistas, pero también a la industria biotecnológica. La revista, ante las supuestas presiones de esta última, decidió salir por la tangente y publicó dos cartas críticas de científicos en su sitio web y una nota del editor diciendo que permitía a sus lectores "juzgar la ciencia por sí mismos".
Una de las cartas, firmada por Matthew Metz, microbiólogo de la Universidad de Washington en Seattle, y uno de los críticos, afirmaba que Quist y Chapela eran "fervientes activistas en contra de la ingeniería genética".
Ante las críticas, Chapela publicó nuevos resultados que confirmaban la conclusión inicial, aunque la nota del editor afirmaba que uno de los críticos que revisaron el 'paper' no estaba de acuerdo. Cosa extraña, ya que el primer artículo original fue revisado durante cuatro meses mediante el sistema de revisión por pares y nadie lo había criticado. Nature finalmente desautorizó su 'paper' y publicó un segundo estudio realizado por otros investigadores desacreditando el primer estudio.
Sin embargo, ahora rebatir los resultados va a ser más difícil. Que los genes de maíz genéticamente modificado han llegado hasta las variedades silvestres en las zonas rurales de México es lo que corrobora el nuevo estudio de Álvarez-Buylla y no sólo eso, sino que además sugiere que tales fugas pueden ser más graves de lo que se pensaba.
Según Daniel Ramón, director científico de Biópolis, "el trabajo de Álvarez-Buylla, Pineyro-Nelson y colaboradores me parece impecable y ayuda a entender los anteriores resultados de los grupos de Quist y Chapela y Ortíz-García y colaboradores. La conclusión del trabajo es clara: hay transgenes que han entrado en poblaciones de maíz de Oaxaca. Desde luego no tenemos todavía suficiente información para estimar las frecuencias de plantas transgénicas en estas regiones, pero haberlas las hay", y añade que "las conclusiones científicas son obvias: este trabajo permite disponer de mejores herramientas para estudios de confinamiento, se deben poner límites en zonas sensibles (como los centros de origen) y aún necesitamos tener más estudios".