México: EZLN, un pasado muy presente
Hay pasados que avergüenzan y pasados muy presentes que dignifican. El EZLN
es de estos últimos
Fobaproa, rescate carretero, privatización aeroportuaria, corrupción institucionalizada, traición de los acuerdos de San Andrés, impunidad del crimen organizado, fracaso del sistema penitenciario, asesinatos no esclarecidos, extranjerización bancaria, violencia generalizada son, entre muchos otros, factores que significan un lastre de un pasado muy reciente, cuyos efectos sufre México. La incapacidad de las instituciones no es un supuesto, sino realidad.
El reciente "lapsus" presidencial al responder a una pregunta sobre el EZLN y declarar que el zapatismo es "asunto del pasado", tuvo que ser aclarado por la Secretaría de Gobernación. Aunque el EZLN ha demostrado que no necesita "bules para nadar", la respuesta colectiva sobre la vigencia zapatista fue contundente. Amigos y enemigos reconocieron la existencia de la organización que puso en el centro del debate nacional los temas del México olvidado y que ha demostrado en la práctica enorme capacidad de organización, ingenio, creatividad y dignidad. El intento por reducir y minimizar al zapatismo ha fracasado una y otra vez. El debate público sobre el tema fue amplio; cada quien declaró, aclaró y reclamó lo que le vino en gana, pero pocos o casi nadie se comprometió a abordar la sustancia del problema, que radica en el incumplimiento de los acuerdos de San Andrés, tema muy socorrido para efectos electorales, pero abandonado por instituciones políticas y gubernamentales.
Quienes participamos en la primera Cocopa nos comprometimos a luchar por el cumplimiento de los primeros acuerdos del proceso de negociación entre el gobierno y el EZLN. La iniciativa de modificaciones constitucionales en materia de derechos y cultura indígenas no fue una ocurrencia nuestra, sino que recoge literalmente el texto firmado entre las partes.
El proceso de negociación tampoco se realizó como un acto de samaritanismo gubernamental. La negociación se produjo bajo el amparo de la Ley para el Diálogo, la Paz y la Reconciliación en Chiapas con el respaldo de los tres poderes de la Unión. Por ello resulta vergonzante y ruin que los resultados de dicho proceso se hayan tirado a la basura para aprobar un texto constitucional que nada tiene que ver con el proceso de paz y sí mucho con una burla para todos aquellos que participaron en los diálogos de San Andrés.
¿Qué legislador se puede ufanar de haber aprobado una ley que no aceptan sus destinatarios? Ningún pueblo indígena, zapatista o no, está conforme con el texto aprobado por el Congreso de la Unión. ¿Cuesta mucho reconocer el error legislativo? ¿Qué Presidente puede sentirse satisfecho con haber turnado una iniciativa de ley al Congreso y no esgrimir los argumentos para su defensa? Frente a las causas que originaron el levantamiento armado en 1994, más que declaraciones se requieren hechos, no sólo de carácter material y social (sin dejar de reconocer su importancia), pero sobre todo de hechos que permitan construir una nueva relación entre el Estado y los pueblos indios, lo cual pasa necesariamente por la impostergable reposición del
procedimiento legislativo para aprobar lo pactado en San Andrés Larráinzar el 16 de febrero de 1996. Una nueva legislación no resolverá de facto los ancestrales rezagos, pero sí permitirá a las comunidades indígenas tener un marco jurídico que respalde su desarrollo institucional, alejado de los vaivenes sexenales o las modas filantrópicas, y sobre todo contribuirá a la consolidación de un nuevo pacto nacional.
Quienes descalificaron la iniciativa Cocopa y la acusaron de "balcanizar" el país son los mismos que han permitido el desmantelamiento del Estado mexicano y ahora son empleados de las trasnacionales que adquirieron los activos, que anteriormente eran parte del patrimonio nacional. Firmas estadunidenses controlan satélites y ferrocarriles; daneses, españoles, franceses y alemanes, los aeropuertos; el cártel internacional de los energéticos tiene en su poder permisos y concesiones para mercadear el consumo nacional de energía y abastecer, desde territorio mexicano, la demanda de Estados Unidos. Y los bancos están en manos extranjeras. Esos mismos minimizan al EZLN cuando calla y se molestan cuando habla. Hay quienes dicen que ya en este sexenio no hay nada que hacer, afirman que no existen condiciones. Pregunto: ¿cuál será el momento óptimo? Cumplir los acuerdos de San Andrés, es un imperativo nacional y una deuda de los partidos, del Congreso de la Unión y del Presidente de la República
para con los pueblos indios. No obstante, más allá de lo que la clase política haga o deje de hacer, el EZLN se ha convertido en referente nacional de la izquierda mexicana, con capacidad para procesar sus acuerdos, dirimir sus diferencias, así como construir y consolidar sus organismos de base. La creación de las juntas de buen gobierno y su funcionamiento interno han demostrado la capacidad organizativa y
autogestionaria del zapatismo, cuyo prestigio traspasa las fronteras nacionales.
Los zapatistas cuentan con el respeto de propios y extraños, pero sobre todo tienen la autoridad moral para formular propuestas, en medio de un panorama político errático, enrarecido por la ineficacia y la disputa estéril. Por ello, el EZLN es un pasado muy presente que dignifica la vida nacional.
La Jornada, México, 21-1-05