Los biocombustibles o más hambre para los pueblos
Estados Unidos es incapaz de producir en su territorio biomasa suficiente para satisfacer su apetito de energía, sin embargo, cultivos energéticos son sembrados en el Sur Global atendiendo a los intereses de la administración norteamericana
Así, grandes plantaciones de caña de azúcar, palma africana y soja ya están sustituyendo bosques, pastizales y praderas en Brasil, Argentina, Colombia y Paraguay.
El cultivo de la soja ha provocado la deforestación de 21 millones de hectáreas de bosques en Brasil; 14 millones en Argentina y dos millones en Paraguay. En respuesta a la presión del mercado global, próximamente se espera, solo en Brasil, la deforestación adicional de 60 millones de hectáreas de su territorio.
Desde 1995, el total de tierras destinadas a la producción de soja en Brasil se incrementó en un 3,2% anual equivalente a 320 mil hectáreas anuales. Hoy la soja --junto a la caña de azúcar-- ocupa un territorio mucho más extenso que cualquier otro cultivo en ese país sudamericano, con un 21por ciento del total del área cultivada. Según especialistas, el territorio total utilizado en ese cultivo se ha multiplicado 57 veces desde 1961, y el volumen de producción en 138 veces. En el caso de Paraguay, una buena parte de su bosque atlántico ha sido deforestado para el cultivo de soja que abarca el 29 por ciento de la utilización de las tierras agrícolas del país.
Enormes índices de erosión acompañan a la producción de soja, especialmente en áreas donde no se implementan ciclos largos de rotación de cultivos. Así tenemos que la pérdida de cobertura de suelo promedia las 16 toneladas por hectárea de soja en el oeste medio norteamericano.
Mientras, en Brasil y Argentina los promedios de pérdida de suelo se encuentran entre las 19 y 30 toneladas por hectárea, dependiendo del clima, entre otros factores.
A esto habría que agregar que existen variedades de soja resistentes a la acción de los herbicidas, lo que ha provocado que muchos agricultores hayan iniciado el cultivo en tierras frágiles expuestas a la erosión.
En Argentina el cultivo intensivo de soja ha llevado a un masivo agotamiento de los nutrientes del suelo, a tal punto que se estima que la producción continuada de ese producto ha provocado la pérdida de cerca de un millón de toneladas métricas de nitrógeno y 227 mil toneladas métricas de fósforo a nivel nacional, y a la vez el costo de recomposición de nutrientes con fertilizantes asciende hasta la fecha en unos 910 millones de dólares.
El monocultivo de esa gramínea en la Cuenca del Amazonas ha tornado infértil a una gran parte de los suelos de esa área geográfica. Es el caso de Bolivia, donde su producción se expande hacia distintas áreas del este y ya sufre de suelos compactos y degradados. Allí 100 mil hectáreas de tierras agotadas, antiguamente productoras de soja, han sido abandonadas para pastoreo, lo que conlleva a una mayor degradación de los suelos. De esta forma los esfuerzos monopolistas por pasar de los combustibles tradicionales a los biológicos con miras a una amplia expansión territorial hacia el sur de nuestro continente, está dando lugar a una completa devastación de regiones como la Amazonia. Así las cosas, mientras algunas naciones latinoamericanas incrementen el cultivo de la soja para la producción de biocombustibles, proporcionalmente se agudizarán los problemas ecológicos y algo más terrible aún, se intensificará la eliminación de grandes extensiones de terreno disponibles para la producción de alimentos para millones de seres humanos.
Se trata de un meditado plan para preservar la hegemonía estadounidense sobre las fuentes de energéticos pero a partir de la siniestra idea de más hambre para los pueblos.
Astrid Barnet (AIN, especial para ARGENPRESS.info)
Argenpress, Argentina, 30-10-07