La revolución verde africana cosecha rechazos
La primera Revolución Verde agrícola fracasó en África. Ahora, fundaciones como Gates o Rockefeller anuncian una segunda Revolución Verde africana. Un informe de la organización ETC revela que detrás de este plan están quienes ya fracasaron en los años sesenta
El año 2004, el otrora secretario general de la ONU, el ganés Kofi Annan, encargó un informe para mejorar la agricultura en el continente negro. El Inter Academy Council fue el encargado de su elaboración a cargo de expertos africanos. Su conclusión fue que la Revolución Verde de los años 60 no funcionó en África, entre otras cosas porque las nuevas tecnologías se centraron en el maíz, arroz y trigo, que suponen el 20% de la producción africana. Su propuesta era mejorar los sistemas propios, permitiendo que los granjeros locales tomaran la iniciativa. El año pasado, sin embargo, el propio Kofi Annan saludaba y bendecía con solemnidad el anuncio mundial de las Fundaciones Gates y Rockefeller de promover una segunda Revolución Verde agrícola en África, que no tardó en ganarse el rechazo del Foro Social Mundial en Nairobi y del Foro de Soberanía Alimentaria en Mali, celebrados ambos este 2007.
En 2002, fue Canadá, como anfitrión de aquella cumbre, quien puso en la agenda del G-8 la necesidad de impulsar una fuerte inversión en la agricultura africana. La semana pasada, algunos esperaban que el G-8 diera en Alemania un empujón a este interés, máxime después de que en setiembre de 2006, con enorme repercusión mediática, la Bill y Melinda Gates Foundation se uniera a la Rockefeller Foundation para anunciar una inversión inicial de 150 millones de dólares para mejorar las semillas nativas y la distribución de semillas en África durante los próximos cinco años. O lo que es lo mismo, una segunda Revolución Verde.
El Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (ETC), una organización internacional civil con sede en Ottawa (Canadá), acaba de publicar un revelador informe titulado ``¿Revolución Verde 2.0 para África?'', en la que desvela los entresijos de esta ambiciosa operación, liderada por los mismos que «fracasaron» hace varias décadas en este mismo continente.
Alianza para una Revolución Verde para África (AGRA) es el pomposo nombre que ha recibido la iniciativa conjunta Gates-Rockefeller, a la que no han dudado en unirse después otros grandes mediáticos y adinerados como Google o la más dudosa Fundación Syngenta, perteneciente a la tercera mayor empresa de comercialización de semillas transgénicas del mundo y segunda de agroquímicos. Se da la circunstancia, además, de que dos ex empleados de la multinacional biotecnológica Monsanto fueron contratados como operadores de AGRA.
Estamos, advierte el grupo ETC, ante un entramado con muy dudosos fines. Canadá, impulsor de esta corriente, creó en su día una empresa denominada Biociencias para África del Este y África Central (BECA), a la que inyectó 30 millones de dólares. Su sede se construye hoy en el campus del Instituto Internacional de Investigación Pecuaria (ILRI), en Nairobi, precisamente, uno de los 15 institutos internacionales de investigación agrícola del Grupo Consultivo de Investigación Agrícola Internacional (CGIAR), que no son otros que «los arquitectos de la primera Revolución Verde fracasada en África». Un grupo que cumple 35 años y que fue creado por las fundaciones Ford y Rockefeller, promotores originarios de aquella Revolución Verde. El CGIAR ha atravesado malos tiempos en los últimos años, con problemas de financiación, y de ahí su búsqueda de compañías privadas, como Syngenta.
El laboratorio instalado en Nairobi por la apuesta canadiense BECA está justo al lado del invernadero abierto en 2004 por la firma biotecnológica Syngenta para cultivar un maíz transgénico, como parte, curiosamente, de un proyecto más amplio que busca nuevas variedades de maíz y financiado, entre otros, por CGIAR.
Así, a los 30 millones de dólares canadienses y los 12 millones de dólares invertidos en el invernadero por Syngenta, se unen 26 millones más aportados por las Fundaciones Gates y Rockefeller en nuevas instalaciones, también en Nairobi, dentro de su reciente anunciada Revolución Verde. E, incluso, la fundación establecida por Google y Acumen Fund está apoyando iniciativas en Kenya y otros países que podrían sumarse a esta gran iniciativa agrícola en el continente.
Inundar África de semillas OGM
El grupo civil ETC se cuestiona en su informe si «se trata de un plan sofisticado para inundar África con semillas transgénicas». Según esta asociación, «tanto Gates como Rockefeller adoran la alta tecnología y ambos han financiado investigación sobre transgénicos en el Sur global», con ejemplos como sus inversiones en sorgo, yuca o plátanos transgénicos. AGRA, el nombre que ha recibido su Revolución Verde, ha asegurado que no introducirá semillas modificadas genéticamente en África en los próximos cinco años. Pero ETC desconfía y entiende que «los africanos tengan que ser cautos».
Lo cierto es que razones para ello tienen, más allá de las dudas que siembran las fundaciones y entidades que están detrás de esta maquinaria verde. Un informe del propio Consejo Nacional de Investigación de EEUU, organismo consultivo de Washington, concluyó en noviembre del año pasado que la ciencia global se preocupa muy poco en estrategias para la mejora de los cultivos indígenas en África, en favor de cultivos procedentes de otras partes del mundo. Incluso sugerían que estas especies locales «podrían ayudar a solucionar la crisis de alimentos de África y mejorar las débiles comunidades rurales». En lugar de ello, se desarrollan nuevas variedades de arroz exclusivas para los agricultores africanos, siguiendo el modelo asiático, y todo con el beneplácito de la ONU.
El alma mater de la Revolución Verde de los años sesenta y setenta, el ya nonagenario Norman Borlaug, declaró que «sólo la biotecnología salvará al mundo» y renegó de «aquellos elitistas» que quieren negar a los agricultores africanos el acceso a semillas mejoradas, fertilizantes y agroquímicos.
A finales de febrero pasado, y a convocatoria de Vía Campesina -la mayor organización agraria mundial-, unos seiscientos agricultores representantes de numerosas asociaciones agrícolas y organizaciones de la sociedad civil se citaron en Mali para hablar de soberanía alimentaria y concluir con un rotundo rechazo a esta nueva Revolución Verde por ser una «amenaza seria a los campesinos, las semillas y las formas de vida de los pueblos del continente». Temen, afirma ETC, que «pueda convertirse en una revolución para los industriales agrícolas».
«La estrategia de Gates y Rockefeller sólo servirá para desposeer por completo a los agricultores africanos. Su receta es obsoleta», denunció la activista india Vandana Shiva en el Foro Social Mundial de enero. Remarcó que ensayar una Revolución Verde en África no ayudará a los campesinos, sino a las empresas productoras de pesticidas y a la industria multinacional de semillas. «Tuve que vender mis vacas para pagar los químicos», resumió un campesino etíope.
Fundaciones filantrópicas asumen las inversiones en África
La desinhibición de organizaciones como la ONU y los gobiernos están dejando las `ayudas' al continente africano en manos de las fortunas privadas. La misma semana que Gates-Rockefeller anunciaron su Revolución Verde, la fundación del multimillonario George Soros prometió 50 millones de dólares al proyecto «Aldeas del Milenio» para ayudar a aldeas rurales africanas; meses antes, la fundación Bill Clinton prometió ayuda a agricultores de Ruanda con fertilizantes y sistemas de riego; antes, la fundación Carter se asoció con un magnate japonés para lanzar el plan Sasakawa 2000 para llevar semillas y fertilizantes a África.