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Debemos incorporar en nuestra escala de valores la importancia de la conservación de los bosques para la calidad de vida y del ambiente
Aunque no es novedad y se pueda pensar que existe un cierto acostumbramiento en la gente a la idea de que las superficies boscosas del planeta se reducen de manera inexorable, la importancia del tema exige multiplicar los esfuerzos para revertir esta nefasta tendencia. Pero los datos oficiales de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) nos presentan un panorama de lo que está ocurriendo. La superficie boscosa total alcanza unos 4.000 millones de hectáreas, lo que equivale al 30% de la superficie terrestre. Sólo el 36% de ella corresponde a bosques sin señales visibles de impacto humano negativo. En ellos los procesos naturales siguen su curso normal. En otras palabras, incidiendo de manera muy clara y beneficiosa en el ciclo del agua, asegurando la protección de la tierra contra la erosión, permitiendo que la diversidad biológica se conserve y continúe su camino evolutivo, manteniendo su contribución esencial con los procesos reguladores del clima y de la calidad del aire, garantizando la supervivencia de pueblos cuyos estilos de vida están íntimamente ligados a las selvas.
FAO presentó un informe confirmatorio de todos los temores que el tema genera desde hace tiempo. "La Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales 2005" recoge datos del último lustro. Entre los más preocupantes está que la superficie forestal mundial se reduce en unos 13 millones de hectáreas por año. Aunque esta disminución se contrarresta en números netos con unos 7 millones de hectáreas de reforestación o crecimiento natural, la destrucción sufrida por los bosques naturales no puede ser compensada con reforestación, porque la calidad del bosque cultivado es notoriamente inferior al salvaje. Y cuando hablamos de calidad nos estamos refiriendo a los procesos naturales más arriba reseñados.
Dentro del panorama mundial nuestra Latinoamérica posee el peor registro de deforestación. De sus 924 millones de hectáreas de bosques —el 23% del área forestal de todo el planeta—, cada año pierde 4,7 millones. Se trata de una cifra abrumadora y corresponde nada menos que al 65% de la pérdida mundial neta anual. En ese contexto, Brasil lidera con mucha ventaja ya que en su territorio ocurre la desaparición anual de 3,1 millones de hectáreas de bosques.
Mientras tanto, el informe también da buenas noticias. La reforestación en China ha sido tan importante que Asia pasó de tener 800.000 hectáreas de bosques menos por año a lograr una ganancia neta de un millón. En Europa los bosques siguen aumentando. En el período 2000-2005 la superficie forestal creció en 660.000 hectáreas por año, con situaciones bien desparejas. España incrementó en casi 300.000 hectáreas anuales, mientras que Rusia perdió 96.000.
Lo más preocupante de este panorama son las razones por las cuales nuestra región pierde sus riquísimas selvas. Coadyuva una fatídica mezcla de necesidad y oportunismo. Sectores muy importantes de nuestros pueblos deben luchar por todos los medios para escapar del zarpazo de la pobreza. Al mismo tiempo, innumerables empresas nacionales y extranjeras aprovechan la situación a su favor por ausencia de políticas de estado en materia de conservación de la biodiversidad, falta de buenos controles oficiales, marcos legales que no se cumplen y distintos grados de corrupción política.
La pérdida de los bosques no debe mirarse con resignación sino con rebeldía.