Éxito sin transgénicos en Brasil
Al contrario, el "Informe Brasilero de Mercado: La industria de alimentos y los transgénicos" comprueba que esa política trae resultados lucrativos
El documento, producido por un periodista independiente, con prefacio del Instituto Ethos, cuenta la experiencia de 13 grandes empresas de alimentos que adoptaron una política de no utilizar organismos genéticamente modificados en sus productos.
El estudio se basa en declaraciones de 10 fabricantes de alimentos (Batavo, Brejeiro, Caramuru, Ferrero, Imcopa, Josapar, Perdigão, Sadia, Sakura y Unilever) y tres redes al por menor (Carrefour, Pão de Açúcar y Sonae). Todas juntas, tienen una facturación anual de más de R$ 54.700 millones.
Para Greenpeace, a pesar de que la aprobación de la Ley de Bioseguridad ha abierto un camino para la expansión de la soja transgénica en Brasil, muchas companías se dieron cuenta que la producción y la comercialización de productos sin organismos genéticamente modificados podía ser una alternativa ventajosa, inclusive en el mercado externo. Es el caso de Caramuru Alimentos, la mayor procesadora de granos de capital nacional de Brasil, que invierte, desde el 2000, en la producción y exportación de derivados de soja no-transgénicos (aceite, salvado y lecitina) hacia el mercado europeo. Caramuru también produce el primer y único aceite de soja comprobadamente no-transgénico del mercado brasilero.
El ejemplo de la industria de derivados de soja Imcopa es emblemático acerca de cómo la opción por productos libres de organismos genéticamente modificados puede transformar completamente, y para mejor, un negocio. En 1998, la empresa optó por trabajar solamente con el grano convencional y, en sólo siete años, su volumen de soja procesada aumentó ocho veces.
El informe muestra también que, a pesar de ser difícil mensurar el retorno de marketing o imagen resultante de la adopción de esta práctica, ninguna de las empresas consultadas quiso tener su nombre asociado con los productos transgénicos y todas temen el rechazo de los consumidores. Desde 2002, cuando Greenpeace encomendó la primera encuesta sobre la opinión de los consumidores brasileros en relación con los productos genéticamente modificados, el índice de rechazo a los productos transgénicos es superior al 70%, habiendo variado uno o dos puntos a lo largo de los años.