El gran peligro de los biocombustibles. Hipotecar nuestro futuro
La iniciativa de Washington de masificar la producción de etanol ha desatado muchas polémicas. Pero también ha comenzado a producir efectos negativos en las economías de los países latinoamericanos: más precisamente en Colombia
En un artículo publicado en el día de ayer en el Periódico Granma, el legendario líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, volvió a expresar su desacuerdo a la iniciativa que busca convertir a los alimentos en combustible para automóviles.
Según Castro la propuesta del Presidente estadounidense, George W. Bush, que busca incrementar la producción a nivel mundial de etanol –al que Castro sostiene que según cálculos puede producir la muerte prematura por hambre y sed de alrededor de 3 mil millones de personas- no significa otra cosa que “la internacionalización del genocidio”.
“Los cinco principales productores de maíz, cebada, sorgo, centeno, mijo y avena, que Bush quiere convertir en materia prima para producir etanol, suministran al mercado mundial, según datos recientes, 679 millones de toneladas”, señalo el revolucionario cubano. A su vez los cincos países que más consumen estos productos necesitan 604 millones de toneladas anuales para alimentar a su población. O sea que al final sólo queda un remanente de menos de 80 millones de toneladas.
“Este colosal derroche de cereales para producir combustible, sin incluir las semillas oleaginosas, solo serviría para ahorrarles a los países ricos menos del 15 por ciento del consumo anual de sus voraces automóviles”, enfatizó Castro.
Seguidamente el líder cubano esboza. Si la propuesta de George W. Bush y compañía prospera: “¿De dónde sacarán los países pobres del Tercer Mundo los recursos mínimos para sobrevivir?”.
Por último el caudillo cubano recomendó que en vez de avanzar en el uso alternativo de combustibles a costa del hambre de las naciones pobres del mundo, los gobernantes de las potencias deberían comenzar con una campaña masiva de cambio de focos incandescentes por fluorescentes, para así obtener un significativo ahorro energético que sea beneficioso para la salud del planeta, que se ve amenazado por el cambio climático.
Quien también criticó la idea acerca de expandir la lógica de convertir alimentos en combustibles es el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega. El dirigente sandinista remarco que la cruzada del presidente estadounidense en defensa de los biocombustibles demuestra que “el mundo capitalista se encuentra bajo los dictados del consumismo”. Esta vorágine, que esta poniendo en jaque al planeta, no les permite darse cuenta que la naturaleza fue creada para crear alimentos y no para hacer funcionar automóviles.
“La gran batalla a librar es contra la lógica impuesta por el capitalismo, de acumular capital sin tener en cuenta a los pueblos que están sufriendo hambre”, denunció Ortega.
Sin lugar a dudas que la iniciativa de la Casa Blanca de masificar la producción de etanol ha desatado un gran número de polémicas, pero también ha comenzado a producir efectos negativos en las economías de los países latinoamericanos: más precisamente en Colombia. Hace pocos días el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) dio a conocer que la inflación del mes de marzo de 2007 fue del 1,21 por ciento. En lo que va de este año este índice, que ataca el poder adquisitivo de los colombianos, ya alcanzó el 3,21 por ciento y amenaza con sobrepasar tranquilamente el tope anual previsto por el Banco de la Republica, el 4 por ciento.
Según el Ministro de Agricultura de Colombia, Andrés Felipe Arias, esta situación es producto de las inclemencias climáticas -como el fenómeno del Niño- que llevaron a que se produjera una severa contracción en la oferta de alimentos. Sin embargo: “Un factor adicional fue la demanda de productos agrícolas para la producción de etanol”, destacó Arias.
El funcionario del gobierno de Uribe reportó, que la frecuente utilización de las áreas agrícolas para sembrar cereales útiles para la elaboración de biocombustibles, esta llevando a que se de una menor importancia al cultivo de alimentos necesarios para la población. Asimismo los productos empleados para el engorde de los animales (chanchos y vacas, por ejemplo), también se han encarecido debido al uso masivo de cereales. Esto a su vez ha desencadenado una distorsión en los precios de los productos derivados de la carne, pollos, entre otros productos.
En ese sentido, Arias pronosticó que el precio de los alimentos continuara en alza durante el transcurso del año, hasta que se de un reacomodamiento de las áreas utilizadas por los productores de biocombustibles.
De acuerdo al Director del Observatorio de Coyuntura Socioeconómica de la Universidad Nacional, Ricardo Bonilla, el incremento del índice de vida se debe a: “Factores coyunturales como el clima y, a estructurales, como el cambio de cultivos temporales por permanentes y a la destrucción del campo”. Según Bonilla, si esta situación continúa de esta manera el gobierno de Álvaro Uribe dentro de poco tiempo deberá comenzar a importar alimentos.
Mientras -como se desprende de las declaraciones del Ministro Arias- los sectores agrícolas colombianos cada día se vuelcan más hacia el etanol. En el departamento de Chocó se desató una crisis humanitaria debido a numerosos casos de desnutrición, donde según denuncias de la Defensoría del Pueblo, en esa región solamente entre enero y marzo de este año murieron 49 niños a causa del hambre.
El resto de Colombia tampoco queda afuera de este flagelo, ya que de acuerdo a un estudio realizado el año pasado por el Programa Nacional de Desarrollo Humano de las Organizaciones Unidas (ONU) un 13,6 por ciento de los colombianos, es decir alrededor de seis millones de personas, padece de enfermedades producto de la falta de alimentación.
No es una paradoja que a pesar que millones de sus compatriotas muchas veces no tienen para comer, en Colombia los sectores afines al campo hayan decidido apoyar la propuesta de la Casa Blanca que busca convertir a los alimentos en combustibles para autos. Y muchos gobiernos latinoamericanos parecen ir por la misma senda.
¿Qué es más importante: la vida de un ser humano, o que el gobierno de Estados Unidos, gracias al etanol, pueda continuar con su política consumista-devoradora de los recursos naturales, que deteriora la salud del planeta?
En este caso esa pregunta tendría que responderla el presidente Álvaro Uribe, pero en un futuro ¿también lo tendrán que hacer otros mandatarios de la región?
Por ahora Uribe, parece no darse cuenta (o no quiere darse cuenta) que muchas veces, por cumplir los preceptos de Washington, se termina perjudicando los intereses de la misma población colombiana.
Por Matías Mongan - Desde la Redacción de APM
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