El campo mexicano, en ruinas

Idioma Español
País México

El campo mexicano se encuentra en estado crítico a consecuencia de las políticas neoliberales impuestas desde los años 80. Se estima que unos 50 mil productores son expulsados anualmente de sus tierras por la falta de oportunidades

El retiro de subsidios, la indiscriminada apertura comercial y el poco interés oficial por este sector han puesto de rodillas a los productores agrícolas, quienes dependen ahora de las remesas enviadas por sus familiares desde Estados Unidos o de plano han tenido que vender sus tierras para pagar sus deudas. Esta situación ­documentada por los reportajes que hoy publicamos, preparados por las reporteras Matilde Pérez y Karina Avilés­ ha obligado al país a gastar millonarios recursos para importar cada vez más alimentos, lo cual provoca la caída en los precios, pero no reduce los costos de producción. El problema se ha agudizado en los recientes años pese a las afirmaciones del presidente Vicente Fox de que el campo se está recuperando, pues el sector presenta indicadores de crecimiento superiores al promedio nacional.

Académicos, diputados e investigadores del campo aseguran que la devastación del sector agropecuario se debe a un modelo económico desigual ­que margina la integración territorial y obstaculiza la soberanía alimentaria­ aplicado por las autoridades de "manera consciente", como denunció el diputado Víctor Suárez Carrera, asesor de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras del Campo. Productores e investigadores distinguen tres etapas en este proceso de descomposición. En la primera, entre 1982 y 1988, los precios de garantía cayeron abruptamente mientras los insumos se incrementaron al grado de marginar a muchos productores. En la segunda, de 1988 a 1994, las autoridades retiraron los vitales créditos rurales y profundizaron la apertura comercial, lo que determinó que los agricultores nacionales tuvieran que competir en condiciones desventajosas con las importaciones, sobre todo estadunidenses, las cuales reciben millonarios subsidios. La tercera etapa, de 1994 hasta la fecha, caracterizada por la modificación de la ley federal de la reforma agraria, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la desaparición de Conasupo, fue prácticamente el tiro de gracia para numerosos campesinos. Los sucesivos gobiernos desde hace dos décadas, respaldados por las elites norteñas y agroempresariales, han establecido un modelo agropecuario copiado del estadunidense, favoreciendo la exclusión y las desigualdades mantenidas con base en programas asistenciales precarios, factores que algunos analistas han denunciado como una estrategia para mantener una población manipulable. Asimismo, la política imperante ha sido privatizar los organismos estatales dedicados al campo con miras a ahorrar recursos destinados al fomento del sector.

Las consecuencias han sido devastadoras. Datos recabados por varias universidades del país refieren que en la reciente década desaparecieron 3 millones 700 mil productores comerciales con rentabilidad ­ahora tan sólo quedan 300 mil­, 4 mil 500 de los 15 mil ranchos porcícolas quebraron y el número de cabezas de ganado se contrajo 30 por ciento. En consecuencia las importaciones de cárnicos aumentaron 113 por ciento, 40 por ciento del consumo nacional. Además, entre 1982 y 2001 el precio del maíz disminuyó 56.2 por ciento; el trigo, 46; el frijol, 37, y la soya, 62.4 por ciento. El PIB agropecuario y forestal ha sufrido importantes contracciones: en 2001 fue 14.3 por ciento inferior al de 1981.

Pero las pérdidas económicas no son las únicas consecuencias de las políticas aplicadas al campo. La clase campesina se encuentra sumergida en un proceso de extinción en números y en términos culturales. Muchos pueblos del país están en el abandono debido a que sus habitantes emigraron a las ciudades o a Estados Unidos ante la imposibilidad de seguir trabajando sus tierras y mantener a su familia. Gran cantidad de productores que aún mantienen sus parcelas han experimentado retroceso tecnológico en sus modos de producción: fertilizantes y maquinaría agrícola ya no están al alcance de sus bolsillos.

Este negro panorama derrumba la visión de Fox de que la crisis del campo no es grave. Lejos de mejorar, la situación del campesinado es cada día más desesperada. La ceguera del gobierno federal amenaza con poner al sector ­y con él a todo el país­ al borde del caos

La Jornada, México, 3-1-05

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