Colombia: Carimagua y los agrocombustibles
“La estación experimental Carimagua ahora está abandonada y a la oferta de algún megaproyecto de 17 mil hectáreas por parte del Ministerio de Agricultura. La otrora visión exclusiva del CIAT hacia la ganadería vacuna en el Llano ha quedado rezagada ante los megaproyectos agrícolas. Cambio de época, 40 años de burocracia internacional científica a la vera de la sabana. Es el viraje del Banco Mundial (el CIAT, su órgano en Colombia) hacia los agrocombustibles, según los intereses del imperio”
Esta semana estuve presente en la pertinente presentación del libro Agrocombustibles: Llenando tanques, Vaciando territorios, enmarcado en la campaña del mismo nombre liderada por censat – Agua Viva y el Proceso de Comunidades Negras (PCN). Este libro (del cual recomiendo su lectura para acercarse desde varias perspectivas hacia el tema) comenta en varios artículos y ensayos los contundentes impactos y conflictos ambientales generados por la invasión de los “agronegocios”, encabezados por los megaproyectos de monocultivos agrícolas para la producción de carburantes.
Del citado libro me llamó mucho la atención la audaz propuesta plasmada en el artículo de Hildebrando e Irene Vélez sobre la construcción de un Movimiento de Víctimas del Cambio Climático, y además de lanzarse al ruedo y de lleno en nuestro medio para proponer la denominación y el concepto de agrocombustibles en vez de la falaz palabra de “biocombustibles”, que se ha esgrimido como la punta de lanza de una supuesta estrategia de salvación hacia el cambio climático y la reducción de gases de efecto de invernadero (GEI), cuando realmente constituye la perpetuación de las prácticas insostenibles que han configurado la actual crisis ambiental global.
En uno de los artículos más interesantes del libro, el maestro Mario Mejía Gutiérrez hace unas consideraciones generales sobre la sustentabilidad de monocultivos en megaproyectos agrícolas como la palma africana ( Elaeis guineensis) y el caucho (género Hevea) en varias regiones geográficas colombianas, con énfasis en la Orinoquia colombiana.
En mencionado artículo escrito y concebido a finales de 2007, ya se presagiaba lo que podría acontecer con los predios de Carimagua, Meta, antes de saberse todo el novelón de esta semana y que nos sirve para contextualizar un poco más de lo que realmente significa este lugar. A continuación cito las palabras de Mejía:
“ La estación experimental Carimagua ahora está abandonada y a la oferta de algún megaproyecto de 17 mil hectáreas por parte del Ministerio de Agricultura. La otrora visión exclusiva del CIAT hacia la ganadería vacuna en el Llano ha quedado rezagada ante los megaproyectos agrícolas. Cambio de época, 40 años de burocracia internacional científica a la vera de la sabana. Es el viraje del Banco Mundial (el CIAT, su órgano en Colombia) hacia los agrocombustibles, según los intereses del imperio”.
Visité este lugar hace unos años y conozco parte de su historia. Es cierto que es un lugar con suelos pobres y ácidos, pero con un potencial enorme para actividades agroforestales, silvopastoríles e incluso agrícolas si se les da a estas tierras un buen manejo en los ámbitos agrícola y ecológico. También se encuentra en una zona de conflicto armado, debido a su carácter estratégico, en donde históricamente han hecho presencia la guerrilla y recientemente grupos paramilitares. De hecho, en la entrada de Carimagua se encuentra instalado un batallón del Ejército.
La Orinoquia colombiana y el contexto de Carimagua
No hay que ser genio para saber de las verdaderas intenciones que tiene el gobierno colombiano en cabeza del Ministerio de Agricultura hacia el manejo de estas tierras. Por algo la Procuraduría General de la Nación y el sistema judicial independiente de este país prendieron las alarmas ante semejante anuncio y lograron reversar la decisión (por ahora) de entregar en concesión dichas tierras, que originalmente iban a ser entregadas a víctimas de desplazamiento forzado (mal llamados desplazados).
Pero para dimensionar aún más las características de esta zona, quiero compartir con los lectores algunos datos que ayudan a comprender que es lo que realmente está en juego, por lo menos para el caso de Llanos Orientales de Colombia.
La Orinoquia colombiana, mejor conocida como los Llanos Orientales, es una vasta región que cuenta con aproximadamente 17 millones de hectáreas (un 25% del territorio nacional). Geográficamente, los Llanos pertenecen a la cuenca del río Orinoco. Autores como Ripstein et. al. (2001) proponen que la región contiene tres sistemas de tierras o paisajes: piedemonte, llanuras aluviales y altillanuras (o sabanas bien drenadas o no inundables). Quiero que los lectores de ahora en adelante tengan en cuenta esta clasificación.
Las tierras que corresponden a Carimagua corresponden al paisaje de la altillanura. En la Orinoquia colombiana por lo general se le denomina llanura o sabana inundable a las tierras que están en la margen norte del río Meta y altillanura (o sabanas no inundables) a las que están hacia el margen opuesto. Esto ha determinado las características de los suelos y el uso de los mismos en cada margen.
La altillanura colombiana (que corresponde al 53% de la Orinoquia en el país) ha tenido origen en una co-evolución con el fuego, el clima y los fitófagos (por lo general insectos que consumen materia vegetal). El uso actual de estas tierras es la de la ganadería vacuna extensiva. Solo el 10 % de este tipo de llanura está cubierta por las matas de monte y morichales (bosques de galería o bosques riparios), que sin embargo, han estado sometidos a presión agrícola por el método de corte y quema denominado conuco (Mejía-Gutiérrez, 2006).
Sin embargo la colonización y apropiación de tierras en esta región, no ha distado de la aplicación de métodos de la agroindustria asociados al monocultivo (primero con métodos de la revolución verde, ahora con transgénicos) y ya se empiezan a ver los primeros impactos ecológicos y sociales. Prácticamente el uso ancestral indígena de la altillanura para la agricultura ha desaparecido y los campesinos que han poblado estas zonas han sido víctimas de la apropiación violenta de sus tierras, dejando los campos vacíos.
Recurriendo a los conocimientos del maestro Mejía, la palma usada para la generación de bio-diésel se adapta perfectamente a climas húmedos todo el año o a climas húmedos con períodos secos (clima hiperestacional), como el que se presenta en la altillanura. Y por la característica de monocultivo y las del suelo del lugar, de seguro se recurrirá de insumos externos (agro-tóxicos o incluso manipulación genética) que impactarán al suelo y al ecosistema de forma implacable.
Se suma a ello que actualmente la mejor opción para el establecimiento de megaproyectos de agrocombustibles en el país es la altillanura de la Orinoquia, donde la tierra todavía se cotiza a precios muy bajos por hectárea, dependiendo de la disponibilidad de títulos legales y de la proximidad de vías de comunicación, que son muy precarias en esta región (Mejía Gutiérrez, 2008).
Es preciso recordar que Carimagua no es el único caso. Marandúa, Las Gaviotas (que en la región se encuentra relativamente cerca de Carimagua), entre otros (que contemplan la producción de etanol a partir de la yuca y de origen animal) se sumarían a todo lo que ha venido pasado en Colombia con la producción de agrocombustibles, en especial caso con la palma africana. Las Gaviotas, al igual que Carimagua, han sido centros de experimentación en agricultura en donde se han desarrollado, entre otros, experimentos de plantaciones forestales.
La discusión
El real punto de debate, y en eso coincidimos varias personas (entre ellas el citado Mejía), no es si las tierras son o no productivas o aptas para la agricultura o la ganadería, sino quién se apropia de ellas y la forma en cómo se está haciendo este proceso, del cual ya hemos visto su modus operandi en otras regiones como el Chocó-Biogeográfico y la Costa Norte de Colombia, casos que reseña también el libro de censat – Agua Viva y el Proceso de Comunidades Negras (PCN).
Lo peor de todo es que existen alternativas comprobadas de autoabastecimiento y producción en la altillanura a partir de modelos agrícolas arbóreos y de tipo silvopastoril. Acá, la primera excusa expuesta por el Ministerio de Agricultura de que las tierras de Carimagua son pobres y no permiten una producción sostenible agrícola se cae por su propio peso. Además los estudios del CIAT generaron mucha información desde donde se puede partir a generar nuevas alternativas.
El Gobierno nacional debería preocuparse más por incentivar, junto a la academia científica, la generación de alternativas locales y endógenas de producción con principios agroecológicos, en vez de perpetuar un modelo agroindustrial depredador con los ecosistemas y con los campesinos y la gente más vulnerable a nivel rural. Se debe garantizar primero la alimentación y el sustento de la gente que el llenar las arcas de los poderosos y los tanques de los vehículos.
La posición del gobierno es cuestionable desde todo sentido, comenzando en que contradice su postura del año 2004, cuando afirmaba que estas tierras serían para gente víctima por desplazamiento forzado. Pese al freno puesto (por ahora) del caso de Carimagua, Árias, el Gobierno e interesados, no claudicarán. En el fondo no se mueven de su intransigente posición, ya que se están poniendo en juego grandes y jugosos intereses económicos. De todas formas este tema tiene un alcance más amplio, el cual sería muy interesante discutir y construir. Queda abierto el espacio para la discusión.
Hasta pronto.
Comentario de Brigitte Baptiste, docente e investigador de la Pontificia Universidad Javeriana
Debido a su conocimiento y experiencia, tanto en el tema como en la zona (Carimagua), Brigitte (Luis Guillermo) Baptiste nos ofrece un comentario al respecto:
La reciente declaración de entrega de las 17.000 hectáreas de Carimagua a empresarios palmicultores y de otros sectores, con la excusa de que el plan previo de entregarlo a desplazados no era viable por razones de viabilidad económica, desató una justa tormenta asociada más con el mensaje de desprecio que envía el gobierno central al tema de la justicia social que con otras razones. Sin embargo, el debate debe ir más allá y poner en evidencia la falta de criterios mínimos de la llamada clase dirigente para definir una alternativa de ocupación del territorio para el bien común.
Carimagua fue durante muchos años un centro de investigación agropecuaria dedicado a la producción de pasturas para el desarrollo de la predominante actividad ganadera en la región, en la cual se centraban todas las expectativas productivas del llano. Cuando el centro dejó de recibir recursos de cooperación internacional, cayó en desgracia, y la valiosa infraestructura del mismo fue abandonada, pese a que nominalmente su manejo recayó en Corpoica. Los proyectos de investigación, algunos de avanzada como los cultivos de marañón, mango o forestales, se fueron cerrando uno a uno, hasta que la única alternativa de sostenimiento fue el alquiler de las instalaciones a empresas de prospección petrolera y el alquiler o venta de pasto a terceros. Triste destino de un centro de excelencia internacional que en los años 70 llegó a tener decenas de doctorados trabajando allí, representando además una avanzada institucional y cívica en la Orinoquia.
Lo cierto es que la innovación prometida en sistemas productivos adecuados a las condiciones ecológicas de la Orinoquia no se produjo, y es ahora el sector privado el que avanza con las propuestas de palma y biocombustibles, ante la ausencia de una comunidad científica que pueda sugerir un manejo agroecológico regional alternativo, que sea capaz de generar equidad y sostenibilidad ambiental. La prueba de que planificar es un ejercicio inútil en Colombia, mientras las decisiones se tomen en el día a día de la competencia de los mercados y de los escasos actores que merecidamente o no, tienen la oportunidad de participar de ellos.
Referencias bibliográficas
censat – Agua Viva & Proceso de Comunidades Negras (PCN). 2008. Agrocombustibles: Llenando tanques, Vaciando territorios. Varios autores. Bogotá, Colombia.
Mejía Gutiérrez, M. 2006. Agricultura y ganadería orgánicas a condiciones colombianas: Retorno de los pobres al campo. Colombia.
Ripstein, G., G. Escobar & F. Motta. 2001. Agroecología y Biodiversidad de las Sabanas en los Llanos Orientales de Colombia. CIAT, CIRAD.