Argentina: mejillones chinos invaden los ríos y la costa santafesina
El fenómeno no es reciente, se inició hace más 15 años. La creciente del último verano favoreció la reproducción. Tras la bajante, pueden observarse ejemplares muertos adheridos a rocas en la orilla de la laguna Setúbal. No son consumidos por el hombre y causan perjuicios a muchas industrias
Dorado, por su color; chino, por su origen o, un poco más difícil, Limnoperna fortunei, por su denominación científica. Así se conoce al “mejillón” de agua dulce que desde hace 15 años invade el río Paraná Medio y que hoy puede ser observado por cualquier habitante santafesino.
Al caminar por la costa de la laguna Setúbal, se los puede ver adheridos a distintas superficies: en los desagües, en ramas e, incluso, en pequeños trozos de material de concreto dispersos por la arena. Quedaron expuestos tras la bajante que experimentó el Paraná, luego de la crecida del último verano.
De la misma familia de los “mejillones” desarrollados en la costa marítima y que se consumen, no hay registros de que estos ejemplares sean comestibles en alguna parte del mundo. Ni siquiera en su lugar de origen: China.
La Prof. Inés Ezcurra de Drago es investigadora del Conicet y del Instituto Nacional de Limnología (Inali). En 1996, realizando muestreos en un cauce de la llanura aluvial del río Paraná Medio, encontró por primera vez esta especie en aguas santafesinas. Pero, ¿cómo llegaron desde el Lejano Oriente a invadir los cursos de agua de la Argentina?
“La hipótesis es que arribaron de China, a través de barcos de ultramar. Al llegar al puerto de Buenos Aires, han vertido el agua de lastre que traían en sus tanques para nivelar la embarcación sin filtrarla por una red que impida la invasión de especies”, explicó la especialista. El primer registro de Limnoperna fortunei se efectuó en el Río de la Plata en 1991 (Pastorino y Darrigran) y, desde allí, comenzó a distribuirse por los ríos de la Cuenca del Plata hacia el noreste, llegando a Brasil, Paraguay y Uruguay.
“Vino para quedarse”
El fenómeno del Niño de 1997/98, con la consecuente inundación de toda la llanura fluvial, produjo un “desarrollo exuberante de la almeja, debido a que las larvas de esta especie nadan y se desplazan en la columna de agua”. Cuando el río Paraná bajó, “aunque ya muertas, sus valvas se hicieron visibles para todo el mundo”, tal como ocurre por estos días.
Además de poseer un alto nivel de reproducción, el “mejillón dorado” tiene una gran capacidad de supervivencia y adaptaciones. Ezcurra explicó que, “tal como lo hacen los “mejillones’ marinos, Limnoperna fortunei segrega por el pie hilos de biso, que están compuestos por una proteína que, en contacto con el agua, se endurece y le permite adherirse a distintas superficies, como raíces de camalotes, ramas y trozos de rocas. Cuando son aún pequeños y miden la cuarta parte de un milímetro de longitud, tienen solamente 4, 5 ó 6 hilos. Pero, al aumentar su tamaño, pueden superar los 260 hilos. Los ejemplares de tamaño máximo (4 cm) superan los 300 hilos. Por eso da mucho trabajo sacarlos y siguen estando adheridos al sustrato aun muertos cuando bajan las aguas”.
Incluso en aguas bajas se han extraído ejemplares de boyas de navegación, en hilos de pesca enganchados a un ancla o, a los más juveniles, en granos de arena.
Un problema para industrias y represas
El “mejillón dorado” ha provocado grandes perjuicios económicos a las industrias que toman agua del río. “Para ellos, el impacto de su presencia ha sido muy negativo”, calificó la investigadora. (Ver “Un problema para Cervecería Santa Fe”).
“Como la larva puede nadar y desplazarse libremente en la columna de agua, no como las de almejas nativas que están, igual que los adultos, en los sedimentos de fondo, se introducen en las tuberías de toma de agua que tienen algunas industrias para refrigeración de instrumental o producción. Se han implantado dentro de los tubos, llegando a producir su obstrucción”.
A medida que los mejillones avanzaban hacia el norte, los problemas llegaron a las represas: primero, a Yacyretá; después, a Itaipú, y luego, a Salto Grande, con menor rapidez en esta última porque el río Uruguay tiene menor navegabilidad que el Paraná y el Paraguay. “Aquí se introducen en todo el sistema y tienen que ir rotando las turbinas para poder limpiarlas. Son problemas que generan, además, un elevado costo económico”.
Dieta para peces
Una especie invasora provoca consecuencias en la alimentación de la fauna ictícola autóctona. Los investigadores detectaron que hay varias especies de peces que los han incluido en sus dietas. “Por ejemplo, hemos encontrado al menos un mejillón en todos los “armados’ que estudiamos. Incluso, uno de ellos tenía un trocito de concreto con 165 ejemplares adheridos. Al ver sus intestinos, pensábamos que algunos ejemplares iban a morir. Sin embargo, nunca se habló de mortandad de armados”, dijo Ezcurra. Por la morfología de su boca, el “armado” puede consumirlos enteros; en cambio, la boga, por ejemplo, los tritura con sus dientes.
Que algunos peces los hayan incluido en su dieta “no implica que podamos afirmar que vayan a hacer un control de la especie, es decir, que puedan disminuir su proliferación. En realidad, es tal el potencial reproductivo que tienen que, por más que las ingieran distintos organismos, solamente disminuyen mínimamente las poblaciones. Vinieron para quedarse”, finalizó la especialista.
La Cervecería contrató buzos para eliminarlas
Cervecería Santa Fe invierte 6 mil pesos al año para controlar la invasión del “mejillón dorado”. En 1998, un par de años después de ser descubiertos en costas de la región, la industria comenzó a tener problemas en la toma de agua cruda del río y detectó la presencia de la almeja.
“Antes no habían afectado nuestras instalaciones, pero empezaron a aparecer en la toma de agua cruda del río de nuestra planta propia de tratamiento de agua”, informaron desde la empresa. Las consecuencias no tardaron en aparecer: “Se taparon cañerías, hubo reducción en su sección y un bajo rendimiento de las bombas”.
Para controlar la invasión, contrataron buzos tácticos que realizaron una limpieza mecánica y desobstruyeron las cañerías. “Esto nos permite trabajar normalmente”.
¿De qué se alimentan?
Limnoperna fortunei se alimenta de fitoplanton y de bacterias y hongos que cubren los sedimentos suspendidos en las aguas. El tiempo de supervivencia depende de las condiciones ambientales. Si tienen agua permanente pueden vivir entre 3 y 4 años.
¿Por qué no en el Salado?
Por distintos motivos, el mejillón dorado no ha colonizado los ríos Salado, Pilcomayo y Bermejo. En el primero, por la salinidad que posee; durante las crecientes más importantes del Paraná ha llegado sólo hasta el puente de la autopista Santa Fe-Rosario. En el río Pilcomayo por el pH y la salinidad y en el río Bermejo por la cantidad de sedimentos suspendidos que poseen sus aguas, según los resultados recientemente obtenidos por los investigadores.
Lía Masjoan moc.larotille@naojsaml