Argentina: la Naturaleza no tiene dueños, pero sí fieles protectores

Idioma Español
País Argentina

Desde que el sistema productivo comenzó a ser voraz, las comunidades enfrentan al monstruo que destruye a su madre tierra. Entregan su vida por la pachamama porque de ella depende su cultura

Luchas en el norte argentino

Para los Pueblos Originarios, el hombre es un ser más dentro de la naturaleza, allí radica su apego por el medio natural. Ellos conciben la tierra como un espacio identitario, como la base de la cultura. Por esta razón las comunidades originarias del departamento jujeño de Santa Catalina, en Argentina están alzando sus voces para impedir el avance de empresas de la puna jujeña, dedicadas a la explotación minera a cielo abierto.

Los pueblos piden en su petitorio, que se ponga fin a la minería contaminante, porque las empresas están “generando de este modo, la desertificación y muerte de la fitogreografía, zoogeografía y socio-geografía en las zonas donde ya están instaladas”.

La falta de interés existente en la cultura occidental por el impacto ambiental de las actividades mineras, se explica teniendo en cuenta que dicha cultura concibe al hombre como el centro de la naturaleza y su tarea es dominarla. Ese pensamiento dista de la cosmovisión de los pueblos indígenas, respecto a la defensa y el respeto del medio ambiente.

En los reclamos llevados a cabo en Jujuy, los nativos expresaron un no rotundo a la minería a cielo abierto, a gran escala, contaminante y radiactiva, porque utilizan todo el caudal de agua de las comunidades y además contaminan las reservas hídricas de la Quebrada del Humahuaca.

En el comunicado presentado en la legislatura jujeña, las comunidades originarias manifestaron estar de acuerdo con la minería artesanal, realizada por las personas de cada comunidad, porque permite un ingreso económico capaz de apaciguar las necesidades básicas, de una canasta con productos indispensables para el sustento diario de las familias. Pero no pueden concebir la minería como una actividad industrial, porque contamina y arruina el medio ambiente, lo cual pone en crisis la sustentabilidad de sus raíces.

En un congreso sobre la tierra, llevado a cabo hace 4 años, las etnias presentes explicaron su vínculo con la “madre naturaleza”. Dejaron en claro que los pueblos originarios son hijos de la tierra y que por eso es sagrada. “Afirmamos que no somos dueños de la tierra sino parte de ella, que no la queremos para explotarla sino para convivir con ella, para trabajar cuidando la naturaleza, con un desarrollo equilibrado para el bienestar común de la humanidad", sostuvieron.

A partir del rechazo encabezado por comunidades originarias, sobre explotaciones de uranio en la Quebrada de Humahuaca, la legislatura jujeña, comenzó a analizar proyectos para limitar e incluso prohibir la minería a cielo abierto en toda la provincia.

El diputado y titular de la Comisión de Ecología, de la legislatura provincial, Pablo Baca, manifestó su interés en la búsqueda por limitar la actividad minera en Jujuy para “evitar nuevos conflictos y situaciones que pongan en riesgo el derecho a un medio ambiente sano y equilibrado, o afecten la sustentabilidad de comunidades que desde tiempos ancestrales sostienen formas propias de desarrollo económico que se verían amenazadas por la minería”.

Ante la falta de respuestas concretas, estas comunidades han comenzado a recurrir a herramientas legales para poder hacer frente a la mano devastadora de las empresas, que sólo buscan lucrar con la madre tierra. Por eso exigen que se cumpla la Ley Nacional 25.675, sancionada en el 2002, sobre preservación y protección de la diversidad biológica.

Cabe destacar que con respecto a las actividades mineras y las expresiones de las comunidades aborígenes, la legislación argentina e incluso la internacional, indica que se le debe otorgar espacio de participación a los aborígenes, por su vínculo estrecho con la naturaleza, de acuerdo a lo contenido en la declaración de los Derechos Universales de los Pueblos Indígenas.

Los representantes de las comunidades de El Angosto, La Ciénaga, San Francisco, Cabrería, San Juan de Oros, Oratorio, Puesto Grande, Hornillos, Yoscaba, Pasajes, Cieneguillas, Rodeo y Santa Catalina, de la provincia de Jujuy, exigen que el gobierno realice las evaluaciones pertinentes sobre el impacto ambiental, siguiendo lo que establece el artículo 11 y 13 de la Ley General de Ambiente.

Rechazar la explotación a cielo abierto, no es un capricho de los pueblos originarios, ya que está comprobado que es una actividad de alto impacto ambiental, social y cultural.

De acuerdo a lo explicado por el vicepresidente de la Fundación Ambiente, Cultura y Desarrollo (ACUDE), Federico Kopta, la minería a cielo abierto “genera contaminación química -que incide en el agua, con soluciones ácidas, soluciones alcalinas, con metales pesados que son tomados de la roca-, y además también se liberan partículas que pueden ingresar a los pulmones”.

La minería a cielo abierto, mediante métodos de lixiviación, es una actividad, donde el agua es utilizada como materia prima, a la que se le agregan tóxicos como el cianuro o el ácido sulfúrico, para poder separar los metales de la roca. Pero muy poco parece importar el grado de toxicidad de las sustancias.

La Asociación “La Huella Gaucha”, manifestó que lo que buscan con sus reclamos es un “marco legal, regulatorio de la actividad, similar al que ya disponen Mendoza, Río Negro, Tucumán, La Rioja, Chubut, La Pampa y próximamente Córdoba”, para frenar principalmente la contaminación del agua.

Otro dato a tener en cuenta con respecto a la explotación minera, es que además de contaminar, el uso de energía es muy elevado. La Minera Bajo de la Alumbrera, en Catamarca, por ejemplo, consume más del 80 por ciento de la energía que produce la central hidroeléctrica neuquina “El Chocon”.

El problema de las comunidades aborígenes, es que no son escuchadas, y muy poco importan sus exigencias, porque según Ariel Méndez, de la Red Puna, “el gobierno provincial (en Jujuy) alienta cuatro polos productivos: la industria del azúcar y el tabaco, el turismo y la minería. Todas ellas atentan contra nuestros territorios y nuestra forma de vida”.

Los reclamos de los pueblos originarios en relación al medio ambiente, son constantes y eso se debe a que los modelos de producción, no respetan a la Madre Tierra, lo cual pone en peligro su cultura.

El referente del pueblo Diaguita, Benito Espíndola, explicó que para los pueblos originarios “el significado de tierra no es sólo el espacio de producción, para nosotros es el origen, es nuestra madre, la Pachamama. Somos parte de la tierra. El concepto de cosmos es mucho más amplio, territorio no es tierra, sino que tiene que ver con los elementos naturales, un lugar en el cual desarrollar nuestra cultura. Alude a la superficie, al subsuelo, el espacio aéreo. También consideramos todos los elementos (agua, fuego, tierra) los bienes naturales, la biodiversidad y el conocimiento ancestral que los pueblos tienen”.

Tan amenazado ven su futuro, que los delegados de los pueblos originarios de más de 20 etnias de Argentina, Brasil, Bolivia, Perú y Paraguay aprobaron un documento sobre la protección del medio ambiente, que fue entregado en la última Cumbre de Presidentes del Mercado Común del Sur (Mercosur), realizada en Tucumán.

Con respecto a la minería, el documento entregado rechazaba rotundamente la actividad porque “sólo ha generado muerte y desolación de nuestros pueblos y territorios con la contaminación del las aguas, flora, fauna y el aire”, y además exigían la anulación del convenio binacional minero entre Argentina y Chile, así como también la reforma del Código Minero nacional.

En la jurisdicción del departamento de Tilcara, la empresa Uranio del Sur S.A., presentó en junio una solicitud para comenzar a realizar tareas de cateo en casi 10 mil hectáreas. Esta asociación, está subsidiada por la empresa suiza Uranio AG, que además tiene 22 concesiones mineras en La Rioja y San Luis, lo cual se traduce en la explotación total de 171.000 hectáreas.

Los pueblos originarios, que no conciben la tierra como un producto y mucho menos como una mercancía, con sus acciones buscan frenar el avance inminente de empresas multinacionales, que buscan enriquecerse sacrificando la vida natural, sin importar el peligro que eso implica tanto a nivel ecológico como cultural.

“El modelo extractivo de desarrollo, sobre la base de explotar nuestros recursos naturales, es un saqueo al país, pero también es directamente opuesto a nuestro modo de vida. Para ese modelo de saqueo, necesitan nuestros territorios, pero nosotros no nos quedaremos de brazos cruzados”, advierte la organización Mapuche-Tehuelche 11 de Octubre, de Chubut.

Estas comunidades, también son víctimas del desmonte, de la actividad minera a cielo abierto, de la contaminación del agua y de la venta de tierras a extranjeros, porque todas estas acciones anti-naturales ponen en riesgo su subsistencia cultural.

Este es un problema que se extiende por todo el país, por las riquezas naturales que están en juego. La situación en el norte - de la comunidad Kolla y Guaraní- en la Patagonia argentina, es vivida por los Mapuches y Tehuelches, que enfrentan conflictos territoriales y tratan de resistir y frenar el avance multinacional.

A nivel nacional, existen 24 pueblos indígenas que están organizados para detener a la topadora que arrasa con la naturaleza y la cultura. Pero su accionar no es suficiente, porque lógicamente siguen dependiendo de las decisiones del Estado, que sin dudas debería evitar la destrucción natural, porque tiene las herramientas necesarias para ponerle fin a la depredación ambiental.

El artículo 41 de la Constitución Nacional, afirma que “Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades que satisfagan las necesidades presentes, sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo”. Sin embargo la destrucción ambiental es cada vez mayor, porque la prioridad sigue siendo ganar dinero, y las explotaciones mineras, casualmente, generan ganancias fabulosas.

Un proverbio indígena expresa: “cuando hayas talado el último árbol, atrapado el último pez y contaminado el último río, te darás cuenta que no puedes comer dinero”. La lucha de los pueblos originarios en defensa de la naturaleza, no va a terminar hasta que el hombre entre en razón y entienda que sin un equilibro ambiental no es posible la vida.

Agencia Periodistica del Mercosur, Internet, 2-8-08

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