Argentina, Córdoba: el bosque nativo, camino a la extinción
En Córdoba, el bosque nativo languidece. Y no se advierten señales halagüeñas para alimentar la esperanza de que pronto pueda recuperar el ánimo perdido
La tala de 880 hectáreas de caldenes en una estancia de Río Cuarto, el desmonte de un campo completo en la zona de El Guanaco, en el departamento Río Seco y de otros en Traslasierra, sumado a los incendios forestales intencionales que se suceden en toda la provincia, dan de lleno en las buenas intenciones de quienes proclaman, desde la esfera pública u organizaciones no gubernamentales, la necesidad de respetar al ambiente antes de que sea demasiado tarde para revertir las consecuencias de tanta desaprensión.
Córdoba tiene una rica tradición legislativa en materia de recursos naturales. Sin embargo, actualmente sólo conserva alrededor del 10 por ciento del bosque nativo que tenía a principios del siglo pasado, según un trabajo realizado por el biólogo Marcelo Cabido, docente de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UNC y miembro del Departamento de Diversidad Biológica y Ecología de esa unidad académica.
Por otra parte, desde la entrada en vigor, en marzo último, de la ley 9.219 que “prohíbe por el término de 10 años el desmonte total de bosques nativos en cada una de las parcelas –públicas o privadas– ubicadas en todo el ámbito de la provincia de Córdoba”, los inspectores del área Control de la Agencia Córdoba Ambiente vienen labrando actas de infracción de manera incesante en todo el mapa provincial. En uno de los operativos más resonantes, incautaron un cargamento de leña perteneciente al senador provincial por el departamento Río Seco, Carlos Moscoso (Unión por Córdoba), propietario de campos en esa región.
La realidad muestra que la irracionalidad y la inconsciencia actúan al margen no sólo de las leyes de la naturaleza sino también de las que sanciona el hombre para que los recursos que aporta sean utilizados de manera sustentable en el tiempo.
El desierto está cerca
“La tala y el desmonte generan problemas ecológicos, económicos y sociales debido a que los árboles son elementos constitutivos fundamentales en la mayoría de los ambientes de la provincia”, afirma Rafael Kopta, presidente de la Fundación Ambiente Cultura y Desarrollo. Esta entidad sin fines de lucro tiene por objeto ejecutar, apoyar y promover acciones tendientes a incentivar el desarrollo regional sustentable, especialmente el mejoramiento ambiental, educativo y socioeconómico, priorizando los sectores más pobres y las regiones menos desarrolladas.
El biólogo explica que el desmonte, por caso, al eliminar ambientes completos para dar otro uso al suelo, genera una alteración irreversible en la diversidad biológica y deja al suelo expuesto a los agentes erosivos que en áreas semiáridas como el centro y norte de Córdoba puede causar desertificación. También, al disminuir la infiltración del agua de lluvia debido a la falta de vegetación y a la disminución de la porosidad del suelo, favorece las inundaciones.
En cuanto a las consecuencias sociales negativas de la tala indiscriminada y el desmonte, Kopta recuerda que en la década del ‘50 se produjo el despoblamiento principalmente en las regiones norte y oeste de la provincia. Eso porque, entre otras razones, el bosque nativo constituye una fuente de recursos importante para familias con economía de subsistencia. “Mudos testigos de otras épocas son escuelas con capacidad para más de 100 alumnos y que actualmente apenas llegan a 10 chicos”, señala Kopta.
La extensión de la frontera agropecuaria, estimulada por el rédito inmediato de los granos y la carne, lleva a propietarios y arrendatarios a “limpiar” los campos, barriendo con el monte. Algunos recurren al incendio del bosque, extraen la leña quemada (que está permitido) y luego cambian el uso del suelo, afectándolo a la actividad agropecuaria.
La inconsciencia del valor de la preservación del monte nativo potencia un círculo vicioso en el que la pobreza propicia un uso incorrecto de ese recurso, lo que a su vez genera más pobreza.
De sostenerse el actual ritmo de destrucción, los ambientalistas más optimistas coinciden en que en unos 20 años el monte pasaría a ser un recuerdo en la geografía cordobesa.
Hoy languidece y no se advierten signos que permitan sostener la esperanza.