Estados Unidos busca imponer apartheid científico para el Tercer Mundo, por Devinder Sharma
El nudo aprieta lentamente. Ha comenzado una ofensiva total, usando los tres instrumentos más importantes del poder económico – la Organización Mundial de Comercio ( OMC), el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) – en unión a gobiernos democráticamente elegidos pero severamente lesionados. Esta vez, el objetivo no es el petróleo sino obligar al mundo a aceptar alimentos y cultivos modificados genéticamente (MG)
La batalla por el control global de la cadena alimentaria ha comenzado
Este mes [mayo 2003] la administración de Estados Unidos disparó el primer misil, iniciando formalmente la denuncia contra la Unión Europea (UE) ante la OMC por la moratoria desde hace cinco años sobre la aprobación de nuevos cultivos biotecnológicos. Esta acción ha determinado el escenario para una confrontación sobre un tema cada vez más polémico.
Para el representante de comercio de Estados Unidos, Robert Zoellick la política europea es ilegal, perjudica la economía de los Estados Unidos al impedir el crecimiento de la industria biotecnológica y contribuye al hambre en los países en desarrollo.
Coincidiendo con el ataque frontal a través del comité de resolución de disputas se llevó a cabo lo que aparentemente es un ejercicio inofensivo para cerrar filas alrededor de políticas económicas deficientes. Directivos de la OMC, el FMI y el Banco Mundial se encontraron en Ginebra este mes para deliberar como plantear mayor “coherencia” en sus políticas a través de “la liberalización del comercio y los flujos financieros, la desregulación, la privatización y los presupuestos de austeridad”.
Como si no hubieran sido suficientes las condiciones de los préstamos del Banco Mundial y el FMI, forzando a los países en desarrollo a bajar sus barreras comerciales, cortar subsidios para sus productores nacionales de alimentos, y eliminar redes de seguridad para la agricultura rural, el Acuerdo de la OMC sobre agricultura podría ser usado muy efectivamente para permitir a Estados Unidos y otros 12 países exportadores deshacerse de alimentos alterados genéticamente con poco mercado. Semejante política podría destruir la autosuficiencia alimentaria de los países en desarrollo y expandir los mercados para las grandes compañías exportadoras de granos.
Sin embargo, las manipulaciones comerciales y financieras por si mismas no bastan. Con unas Naciones Unidas poco relevantes, semejante ofensiva global necesita aliados políticos. Por lo tanto, 180 países han sido invitados para reunirse en Sacramento, California, entre el 23 y 25 de junio, con una delegación por cada país que incluye los responsables de los ministerios de comercio, agricultura y salud. La invitación, que viene de la Secretaria [ministro] de Agricultura estadounidense Ann Veneman, es para educar (en realidad intimidar) a estos representantes elegidos democráticamente sobre las virtudes de los alimentos genéticamente modificados y la razón por la cual ellos deben dar apoyo a la lucha de las corporaciones transnacionales estadounidenses contra el hambre global. Y si eligen no hacerlo, entonces por qué deben permanecer callados, como hicieron mientras los Estados Unidos buscaban armas de destrucción masiva en Irak.
El triple ataque obligará a la UE a variar sus políticas hacia los cultivos y alimentos MG, a los cuales algunos grupos de consumidores llaman “Alimentos Frankenstein”; o enfrentar sanciones económicas a través de un rango de sectores. Para los Estados Unidos, el potencial de los mercados europeos para cultivos y semillas MG es de varios miles de millones de dólares por año. Para el resto del mundo, Veneman explicará las consecuencias -económicas y políticas- de no aceptar los frutos de esta tecnología “de vanguardia”, como la ingeniería genética es llamada cariñosamente. Este primer Ministerial MG no estará abierto al público.
Las maquinaciones para imponer los insalubres y riesgosos alimentos MG realmente comenzaron hace una década. Mientras, los Estados Unidos se han opuesto hasta ahora al Protocolo de Bioseguridad de Cartagena, firmado por más de 100 países. El Protocolo tiene el propósito de asegurar, a través de acuerdos sobre reglas y normativas internacionales, que los países tengan la información necesaria para hacer elecciones informadas acerca de los cultivos y alimentos MG. Los Estados Unidos intentaron de todas las maneras posibles que el Protocolo de Cartagena no fuera aprobado.
Se trate del Protocolo de Cartagena o del Protocolo de Kyoto, los Estados Unidos continúan definiendo el orden internacional. Incluso el Convenio de Diversidad Biológica fue ratificado por Estados Unidos en el momento en que comprendió que no tenía nada que perder ante la protección adecuada concedida a los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio (TRIPs).
Los Estados Unidos continúan guardando la colección de germoplasma de cultivos agrícolas más grande del mundo, alrededor de 600.000 muestras obtenidas de en su mayor parte de los países en desarrollo, en derecho sus verdaderos propietarios. Estas colecciones de plantas, supuestamente mantenidas en custodia, son la materia prima para la multimillonaria industria biotecnológica estadounidense. Además, la industria biotecnológica ha ganado solo de la biopiratería un estimado de $5,4 mil millones. Con la entrada en vigencia de las patentes biotecnológicas y la definición de micro-organismo extendida para incluir genes y líneas celulares, los Estados Unidos se han asegurado que cuando el Acuerdo TRIPS esté armonizado internacionalmente en el 2005, sea el comienzo del fin para la investigación en agricultura del sector público de los países en desarrollo.
En palabras de Ismail Serageldin, presidente anterior del Grupo Consultivo de Investigación Internacional sobre Agricultura (CGIAR): “En el momento en que las patentes sobre productos y procesos de alimentos y agricultura entren en vigencia, estaremos ante un apartheid científico contra el Tercer Mundo.” La investigación agrícola, que ha sido provechosa en la conducción de la autosuficiencia alimentaria en muchos países del Tercer Mundo en la era de la post-revolución verde, está siendo gradualmente desmantelada. El mismo CGIAR está bajo gran presión de las transnacionales agrícolas, que lo ven como el principal obstáculo para consolidar su control y manipulación sobre los recursos filogenéticos agrícolas.
Mientras la prioridad en las investigaciones vaya cambiando de las necesidades nacionales hacia las estrategias la industria biotecnológica - como en el caso de la India - desafortunadamente será cuestión de poco tiempo antes de que los países en desarrollo se vuelvan a encontrar en una terrible dependencia de las importaciones para satisfacer las necesidades alimentarias. La ayuda alimentaria para las poblaciones hambrientas está directamente relacionada con la satisfacción de las necesidades humanitarias urgentes de aquellos que están necesitados. Por lo tanto, no debe ser ocasión para impulsar los intereses comerciales de las corporaciones biotecnológicas (especialmente mientras queden afuera de los consensos internacionales como el Protocolo de Cartagena), ni para imponer cultivos MG para exportar, ni por cierto para encontrar salidas para los excedentes nacionales.
Los Estados Unidos literalmente pulsearon con cuatro países africanos para que aceptaran comida MG en la plenitud de la escasez de comida que prevaleció en las regiones del sur y centro del continente el año pasado. Incluso intentaron forzar a la Federación Internacional de la Cruz Roja para levantar la restricción a los alimentos MG para dar de comer a los hambrientos en África. Esa estrategia no funcionó. Zambia lideró la resistencia contra la comida MG, diciendo que preferían que sus pobres murieran antes que alimentarlos con alimentos insalubres.
Los Estados Unidos finalmente han encontrado una manera de forzar a los países africanos a someterse. El senado de Estados Unidos ha aprobado una ley, titulada El liderazgo de los Estados Unidos contra el HIV/Sida, Tuberculosis, y Malaria, promulgada en 2003, que enlaza la ayuda financiera para combatir el HIV/Sida con la aceptación de alimentos MG. La Sección 104 A dice: “Los individuos infectados con el HIV tienen más altos requerimientos nutricionales que los individuos que no están infectados, especialmente con respecto a la necesidad de proteínas. También, existe evidencia para dar indicios de que los beneficios totales de la terapia para tratar HIV/Sida pueden no alcanzarse en individuos que están malnutridos, en especial las mujeres embarazadas y que están amamantando”. En la oración siguiente se lee: “Por consiguiente la percepción del Congreso es que debe ser aceptada la asistencia alimentaria de Estados Unidos por los países con gran población de individuos infectados o viviendo con HIV/Sida, especialmente países africanos, para ayudar a alimentar a tales individuos.” El objetivo subyacente es muy claro: los Estados Unidos pueden detener la ayuda humanitaria para el HIV/Sida, a menos que los países receptores primero acepten alimentos MG.
Este no es un esfuerzo aislado. La Fundación Rockefeller, a través del nstituto Madison, radicado en los Estados Unidos, había lanzado con anterioridad un proyecto llamado Iniciativa Madison. Bajo la apariencia de ayuda y sostén humanitario, la Iniciativa Madison estaba dirigida a presionar en favor de los cultivos MG aprovechando la creciente inseguridad alimentaria proveniente de la vulnerabilidad en aumento de las economías afectadas por el HIV/Sida. El supuesto básico es que el HIV/Sida ha cobrado un precio alto de hombres robustos del medio rural en la mayoría de las partes de África. Como resultado, no hay suficiente mano de obra para encargarse de las operaciones agrícolas como la fumigación de pesticidas. Por lo tanto, estos países tienen que aceptar los cultivos MG como el maíz Bt, que según ellos requiere menos fumigación química.
En 1986, los Estados Unidos promulgaron una legislación similar, llamada Enmienda de Bumper, que prohibió “actividades de desarrollo agrícola, consultas, publicaciones, conferencias, o capacitación en conexión con el crecimiento y la producción en un país extranjero de un artículo agrícola para exportación que competiría con un artículo similar cultivado o producido en los Estados Unidos”. Como resultado, fue detenido el apoyo de Estados Unidos para la investigación y desarrollo de cultivos que puedan competir con aquellos cultivados en los EEUU.
No es de extrañar, por lo tanto, que la Organización para la agricultura y alimentación (FAO) de Naciones Unidas, el CGIAR y otros numerosos programas agrícolas de países en desarrollo carezcan de apoyo financiero. Mientras los programas de investigación nacional cierran por escasez de fondos, el campo queda abierto para que lo ocupe la industria biotecnológica.
Nunca antes el mundo ha sido forzado a aceptar tecnologías – cualquiera sea el riesgo que pudieran implicar, y esto incluye la energía nuclear – en el nombre del desarrollo sustentable. Nunca antes un país ha intentado alimentar a la fuerza a los hambrientos creando un falso panorama de hambrunas inminentes. Nunca antes la ciencia y la tecnología han sido sacrificadas de manera tan vergonzosa ante el crecimiento comercial y el lucro.
*Devinder Sharma es un analista de políticas de alimentos y comercio de Nueva Delhi. Sus artículos pueden verse en www.dsharma.org
Traducción: Ingrid Kossmann