Colombia: La naturaleza de la paz
En los diálogos de paz de Colombia, hay un primer tema que es central: la política de desarrollo agrario integral, la tierra, que de inmediato lleva a imaginar la naturaleza y los bienes naturales.
La razón de esa importancia es que la cuestión agraria es núcleo del histórico conflicto político armado colombiano, al que atraviesa la disputa por la tierra. Dos rasgos centrales de ese núcleo son una alta concentración de la propiedad y un proceso de contrarreforma agraria que se vive en las últimas décadas. En este último aspecto hay ingredientes como el uso de la fuerza de las armas o el de dineros derivados de actividades ilícitas para intimidar a los movimientos campesino, afrocolombiano e indígena que luchan por la tierra y para provocar el desplazamiento en zonas de interés de las élites rurales.
Las cifras oficiales demuestran varias tendencias imparables: hacia la concentración de la propiedad, hacia el acaparamiento de tierras, hacia el aumento de aquellas dedicadas a los cultivos agroexportadores (palma aceitera, caña de azúcar, banano, entre otros), hacia la disminución de la producción de alimentos y el aumento de los desplazamientos forzados de las comunidades campesinas asentadas en los departamentos con mayor concentración de la propiedad rural.
Como en el resto del continente, en Colombia, las políticas agrarias han conducido a que los agricultores capitalistas sean los beneficiarios de la “liberalización de los mercados de tierras, de la mano de obra y del capital, de la creciente apertura de la economía a la competencia internacional, del nuevo impulso exportador y de la eliminación de medidas de apoyo al sector campesino [...] Los agricultores capitalistas pudieron explotar mejor que los agricultores campesinos las nuevas oportunidades que ofrecieron los mercados”, puesto que han contando con “más tierra, más capital y recursos técnicos, con mejores lazos con los mercados nacionales y en especial los indternacionales, con su mayor influencia sobre la política agrícola” (Thorp, 1998: 252).
A las viejas causas del conflicto se suma el modelo extractivista. Hay una relación directa entre este modelo y el problema agrario en Colombia; las actividades propias de este modelo “están provocando un mayor desplazamiento forzado de campesinos, indígenas y afrocolombianos, para fomentar la explotación de nuevos yacimientos de minerales y energéticos; se presiona la venta de las tierras que se utilizarán en la mina y en las zonas de amortiguación, con procesos basados fundamentalmente en el uso de la violencia” (Cordaid, 2012: 12). Así mismo, se evidencian formas de acaparamiento y
extranjerización de la tierra por parte de empresas transnacionales, y formas de acaparamiento y concentración de aguas: por proyectos hidroeléctricas, por servicios ambientales, para embotellamiento del agua. Pero al mismo tiempo emergen nuevas narrativas en las resistencias, específicamente concernientes a las luchas por el agua y por el territorio.
Lo anterior nos remite a una reflexión: los conflictos ambientales han tenido mucho de implícito, todavía falta generalizar sus propias categorías de explicación, que sólo más recientemente comenzaron a nombrarse con un relativo estatus. Hoy, es necesario decir las cosas de manera explícita, trazar fronteras más claras y hablar con mayor precisión acerca de lo que significa introducir las nociones de lo propiamente ambiental o ecológico, o lo específico de los bienes naturales en relación con los temas de la guerra y de la paz.
Otra reflexión que se deriva de lo dicho es que el significado de estos conflictos ambientales se ha entremezclado con las nociones anteriores sobre las luchas por la tierra, las ha interpelado y las ha complementado. Y en esta dinámica ha incidido notoriamente el desarrollo político y teórico de lo propiamente campesino, incluidos aquí los mundos indígena y afrocolombiano. Esto ha permitido entonces introducir con más conciencia la noción de territorio, de la que han hablado ya con mucha más antigüedad los pueblos indígenas.
Preparado por gro.tasnec@noicanidrooc, coordinadora general con aportes de gro.tasnec@auga y gro.tasnec@senoicacilbup.
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