Al mal desarrollo buen vivir
"Una crisis que es la posibilidad de transformar, quebrar las seguridades de las grandes teorías, movernos de los lugares cómodos del pensamiento. ¿Cómo podría ser la vida si ya no dominara la acumulación de capital? ¿Cómo accionar políticamente, de manera profunda y urgente? ¿Cómo comunicar el mundo que queremos? Nos preguntamos por la actualidad y buscamos releer críticamente las contribuciones teóricas y políticas del pasado, aquellas que se encuentran enraizadas o perdidas bajo tierra. Revisar las voces menos audibles, las más esquivas a lugares consagrados de las grandes teorías".
“Cuidar la semilla y la palabra” es el nombre que elegimos para esta segunda edición de la Cátedra Libre Ideas Menores, que surge en el 2018 con la intención de tejernos en ideas y en experiencias organizativas. Esto, en una búsqueda por generar reflexiones críticas que nos ayuden a comprender y andar este mundo en crisis.
Una crisis que es la posibilidad de transformar, quebrar las seguridades de las grandes teorías, movernos de los lugares cómodos del pensamiento. ¿Cómo podría ser la vida si ya no dominara la acumulación de capital? ¿Cómo accionar políticamente, de manera profunda y urgente? ¿Cómo comunicar el mundo que queremos? Nos preguntamos por la actualidad y buscamos releer críticamente las contribuciones teóricas y políticas del pasado, aquellas que se encuentran enraizadas o perdidas bajo tierra. Revisar las voces menos audibles, las más esquivas a lugares consagrados de las grandes teorías.
Durante el tercer y último módulo, “Al mal desarrollo, buen vivir”, tuvimos dos instancias. Un encuentro con el abogado de derechos humanos y soberanía alimentaria Marcos Ezequiel Filardi, integrante de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Escuela de Nutrición de la Universidad de Buenos Aires, del Museo del Hambre y de la Red de Abogadas y Abogados por la Soberanía Alimentaria (REDASA), al que denominamos “Cuando la semilla toca tierra” y un segundo encuentro con Lucía Maina y Débora Cerutti, de La tinta (Córdoba) que convidaron herramientas comunicacionales vinculadas al periodismo literario “Escribir desde el deseo en tiempos de crisis”. Durante el encuentro, visitamos la experiencia de Cuenta la Tierra y la Feria Agroecológica de Córdoba con quienes compartimos su recorrido organizativo a lo largo de los últimos años.
Ser comensales
En el año 1996 se aprueba por resolución de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación el ingreso de los transgénicos en Argentina. Ese mismo año tiene lugar la Cumbre Mundial de Alimentación en Roma, en un contexto de pleno neoliberalismo económico con un ajuste estructural del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, y desmantelamiento de los órganos de regulación y fiscalización nacionales: “Mientras el FMI, el BM y los gobiernos hablaban de seguridad alimentaria y proponían programas alimentarios focalizados para evitar la explosión social, sin preguntarse quién produce, cómo produce, para qué produce, para quién, produce, la Vía Campesina se pone de pie y dice ´nosotrxs vamos a hablar de soberanía alimentaria´”, cuenta para empezar Marcos Filardi.
Esta contextualización sirve para entender que debemos desentramar lo que entendemos por seguridad alimentaria, derecho a la alimentación adecuada y soberanía alimentaria. La soberanía alimentaria, nos dice Marcos, debe ser entendida como el derecho de los pueblos a definir libremente nuestras políticas, prácticas y estrategias de producción, de distribución y de consumo de nuestros alimentos.
¿Hemos pensado que comer una, dos, tres o cuatro veces al día es estar “ejerciendo nuestro derecho a una alimentación adecuada”? ¿Gozamos en efecto de un derecho a la alimentación? ¿Quiénes lo violan? ¿Quiénes son los que dicen qué es la alimentación adecuada? ¿Sabemos que somos titulares de un derecho humano a la alimentación adecuada que está reconocido legalmente? Marcos nos remite a la Constitución Nacional que reconoce el derecho humano a la alimentación adecuada al haber conferido jerarquía constitucional a distintos instrumentos de derechos humanos que explícita o implícitamente lo reconocen. Pero ¿qué significa este derecho?
Derecho a la alimentación adecuada: cuatro componentes
Marcos plantea que el derecho humano a la alimentación adecuada tiene cuatro componentes fundamentales: los alimentos deben estar disponibles, ser accesibles, adecuados y sustentables.
Disponibilidad: Implica que tiene que haber alimentos suficientes para satisfacer las necesidades alimentarias de toda la población: ¿a nivel global estamos produciendo alimentos suficientes? Si no pensamos en la calidad, sí, decimos junto a Marcos. Esto es importante, nos dice él, porque quienes nacieron después del año 1985 “fueron arrojados a un mundo de suficiencia alimentaria”. A partir de ese momento, la cantidad de alimentos disponibles no paró de crecer: “Ya no es un problema de falta de alimentos, es un problema de distribución y acceso y en consecuencia, es un problema netamente político”.
Escuchamos con frecuencia que Argentina produce alimentos para 400 millones de personas. Efectivamente lo han dicho presidentes, ministros de agricultura y lo repiten acríticamente los medios de comunicación, casi como un mantra religioso. Esta cifra está en el imaginario colectivo, a pesar de ser falsa, nos dice Marcos. Pero venimos de aprobar la ley que prorroga la Emergencia Alimentaria hasta el 2022, y se hace urgente reflexionar en torno al modelo productivo:
“Tenemos un modelo productivo que dedica el 60 por ciento de la tierra cultivada a un sólo cultivo, que es la soja, del cual el 98 por ciento se exporta, y el 2 por ciento es para el mercado local. Se exporta especialmente a China para el engorde de ganado porcino y para el biodiesel. Cuando Trump quiso restablecer el arancel al biodiesel quedó en evidencia que el 25 por ciento de toda la producción de oleaginosas de nuestro país tenía por objeto llenar tanques de nafta, los agrocombustibles que Claudia Nigro llama “la energía del hambre”, ¿estamos produciendo alimentos o bien usando tierras que podrían estar destinadas a producir alimentos para llenar tanques de nafta?”, plantea Marcos.
En 1996 entre el 5 y el 8 por ciento de la superficie era cultivada con soja en Argentina. Hoy, ocupa el 60 por ciento. Junto al algodón y el maíz, ocupan el 80 por ciento de la superficie cultivada. El pasaje de un cultivo que era marginal y pasó a ser el cultivo estrella, se llama sojización.
¿Cómo hace un cultivo para, en 23 años, llegar a ocupar el 60 por ciento de la superficie cultivable? ¿Sobre qué avanza? Sobre los bosques nativos, selvas y humedales. Sobre terrenos que estaban destinados a otros cultivos: pasamos de un sistema de policultivo, con una gran diversidad de cultivos como trigo, avena, centeno, lino a un sistema de monocultivo. Sobre la ganadería, que se reconvirtió con el fenómeno del feedlot.
“El fenómeno de la sojización combinado con el avance de la ciudad desde el centro a la periferia, hizo que se fueran achicando los periurbanos donde tenía lugar gran parte de la producción frutihortícola local. Todo esto hizo que hubiera menor disponibilidad de alimentos producidos en nuestro país”, afirma Marcos.
Pero el sistema frutihortícola también está mirando todo el tiempo la exportación. Desde la Cátedra de Soberanía Alimentaria se preguntan entonces: ¿qué queda para el mercado interno? Si a esa cantidad la tuviéramos que distribuir por los 45 millones de habitantes ¿qué le queda a cada habitante? Ahí entendemos, nos dice Marcos, que no hay disponibilidad suficiente para darle a cada persona en nuestro país la cantidad de frutas y verduras que el propio Estado argentino recomienda que deberíamos consumir. Hay un déficit en los alimentos más importantes para nuestra nutrición, fruto del modelo productivo.
Accesibilidad: No alcanza con que los alimentos estén ahí, sino que la gente debe poder acceder a ellos. La accesibilidad debe ser física: tiene que ver con interrogarnos nuestros modelos de ordenamiento territorial en torno a la producción alimentaria, dice Marcos. Hoy, continúa, tenemos un modelo con bolsones regionales de producción a escala de determinados alimentos y luego alimentos que circulan kilométricamente a través de cientos de miles de camiones por día que van a trasladar esa producción de una punta a la otra de un país tan extenso como la Argentina.
La circulación kilométrica y la especialización tiene sus costos, que se refleja en los precios (logística) y en el impacto ambiental porque genera gases de efecto invernadero responsables del cambio climático, manifiesta Filardi. ¿Seguiremos profundizando ese modelo o estableceremos marcos normativos y políticas públicas para proteger, dinamizar e incrementar los cinturones verdes productivos?
La accesibilidad, además de física, deber ser económica: tenemos que poder acceder a los alimentos o a los medios necesarios para obtenerlos. En ese sentido, nos invita primero que nada a hacernos una serie de preguntas vinculadas a esos medios:
Tierra. En un país donde la concentración de la tierra ha sido una constante histórica, y que nunca ha tenido una reforma agraria, ¿qué política de tierra tenemos?
Semillas. ¿Qué política de semillas nos damos? ¿Vamos a concebir a la semilla como la base de toda cadena alimentaria, de la reproducción de la vida misma y en consecuencia como un patrimonio común de los pueblos al servicio de la humanidad, o vamos a verla como una mera mercancía, insumo patentable, objeto de derechos de obtentor y patentes?
Agua. Sin agua no podemos vivir, nosotros como especie y los demás seres vivos con los que compartimos nuestra casa común; ¿qué política hídrica y de qué calidad tiene que ser esa agua?
Saberes. ¿Qué política de saberes nos damos? ¿Tecnociencia, academia? ¿O vamos a un modelo de intercambio de saberes de “campesinx a campesinx” y de valorización de los saberes ancestrales de nuestros campesinos y pueblos originarios?
Ahora, quienes no producimos nuestros alimentos –en el segundo país con mayor población urbana del mundo- ¿Cómo nos alimentamos? Nos preguntamos una y otra vez con Marcos. Y la mayoría respondemos “comprando”. ¿Dónde? En esa entidad llamada “mercado”: “¿Por qué no vamos a una despensa estatal, que nos provea de verduras agroecológicas? Porque vivimos en una economía de mercado capitalista donde la alimentación es una mercancía. Es bueno darle nombre porque es el condicionante de nuestras relaciones sociales”, afirma Filardi.
Entonces para que haya accesibilidad económica a la alimentación, en esta economía de mercado capitalista, debe haber ingresos suficientes para pagar los precios de los alimentos que fija el mercado. Entonces, todo lo que repercuta en los ingresos y todo lo que repercuta en los precios de los alimentos incidirá directamente en el ejercicio del derecho humano a la alimentación adecuada.
¿Qué deberíamos hacer si genuinamente queremos garantizar nuestro derecho a la alimentación adecuada en esta economía de mercado capitalista? ¿Cómo hacemos para que la gente tenga dinero en el bolsillo? ¿Qué política de trabajo, de salarios, de seguridad social, de sindicalización tenemos? ¿Cómo eso va a repercutir en el bolsillo como medio de cambio para una alimentación adecuada? ¿Qué posibilidades tenemos los sectores de menores ingresos, pobres e indigentes de, con esos ingresos magros, ir al mercado y frente a una inflación, acceder a una alimentación adecuada?
Todas estas preguntas formuladas por Marcos nos quedan dando vueltas por el cuerpo. Hoy, sabiendo que 4 de cada 10 personas vivimos bajo la línea de la pobreza y 1 de cada 10 personas estamos por debajo de la línea de indigencia en Argentinay que los precios de los alimentos no paran de crecer, se torna cada vez más difícil acceder a la alimentación: “Los resultados de eso está en los cuerpos. Cuerpos de clase que marcan la desigualdad inherente a nuestra sociedad. Los ricos flacos, los pobres gordos, diría Patricia Aguirre. Nos llenamos, acallamos las tenazas del hambre, pero no nos alimentamos”.
Adecuación: el derecho a la alimentación exige que la alimentación sea “adecuada”: cuantitativamente (la cantidad suficiente) cualitativamente (que esté libre de sustancias nocivas que nos puedan enfermar) y culturalmente (que se corrresponda a nuestras tradiciones como comensales)..
Sustentabilidad: Que la posibilidad de alimentarnos acá y ahora no ponga en riesgo el ejercicio delderecho a la alimentación adecuada por parte de las generaciones venideras, es lo que Marcos plantea como el cuarto pilar fundamental de un derecho a la alimentación. ¿Cuáles van a ser las posibilidades de nuestros hijos de producir alimentos?
“Todos los días perdemos especies que se extinguen. El modelo productivo agroindustrial representa más del 55 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. En los últimos años hemos perdido el 75 por ciento de la biodiversidad. Estamos conviviendo en este momento con la sexta extinción masiva en esta era llamada antropoceno”, dice. Y agrega que la agroindustria está destruyendo también a los polinizadores: abejas, avispas, pájaros, seres que brindan un servicio ecosistémico del que depende el 70 por ciento de nuestros alimentos para existir. Este modelo pone en riesgo nuestras posibilidades de supervivencia como especie.
Eventos poco gratos
Evento es lo que se aplica a una semilla cuando se hace una modificación genética. Hay aprobados 60 eventos transgénicos en nuestra historia argentina, afirma Marcos. Y continúa diciendo: “Prácticamente el 100 por ciento de la soja es transgénica. El 96 por ciento del maíz es transgénico. El 100 por ciento del algodón es transgénico. El tomate transgénico no tiene autorización comercial, pero esto no significa que no exista. De hecho, todos los transgénicos, antes de ser autorizados, ya estaban en nuestros mercados. Legal o ilegalmente”.
Más allá del discurso de la biotecnología, la gran mayoría de los eventos transgénicos son largados al mercado para tolerar la aplicación de agrotóxicos: “Eso es lo que se llama paquete tecnológico. Una cosa no funciona sin la otra”, sentencia Marcos.
La máquina de hacer dinero bajo fuego
La primera soja que se lanza en 1996 es la Soja RR1. ¿Para qué ha sido modificada genéticamente esta soja que ocupa el 60 por ciento de la superficie cultivada en nuestro país? Para tolerar el glifosato, herbicida no selectivo, producto químico que mata todas las hierbas. Fue introducido al mercado por Monsanto en el año 1976, prometiendo que era biodegradable, inocuo, de baja toxicidad.
Monsanto es una empresa química nacida en Missouri en 1901, que entre sus antecedentes tiene el agente naranja, exfoliante que se usó en la guerra de Vietnam para dejar expuesto al Vietcong y destruir las fuentes de alimento existentes en la selva. Los efectos fueron devastadores, persistiendo hasta la actualidad, con tres generaciones afectadas por la exposición al agente naranja. Mientras los soldados estadounidenses que combatieron en Vietnam fueron indemnizados por nueve empresas químicas, entre ellas Monsanto, los vietnamitas están todavía esperando una indemnización de parte de Estados Unidos. Entonces, esta empresa luego lanza el glifosato, que es probablemente el mayor escándalo sanitario de los últimos tiempos”.
Cuando Marcos habla de escándalo sanitario, se refiere al éxito comercial que logró Monsanto en la ubicuidad de este producto químico: “Es el agrotóxico más usado en todo el mundo, porque se usa para prácticamente todo: en la yerba para limpiar los yerbales, en las plantaciones de té, en jardinería, parquización, en campos de golf, en producción frutícola, hortícola y además, desde la introducción de los transgénicos se empieza a usar para ello”.
Al lanzar el glifosato en el año 76, Monsanto lo presenta como inocuo y de baja toxicididad: se hace masivo su uso y obtiene gran éxito comercial. Hace unos años, Andrés Carrasco hizo pública en Página 12 una investigación sobre glifosato en la que develaba que aún a pequeñas dosis era cancerígeno para los embriones de anfibios. Al día siguiente, el embajador de Estados Unidos en Argentina envió un cable al Departamento de Estados Unidos intitulado “Monsanto money maker under fire” (la máquina de hacer dinero de Monsanto bajo fuego).
Lo que se está demostrando cada vez más, advierte Filardi, es que el glifosato está lejos de ser inocuo y biodegradable. Ya la Organización Mundial de la Salud, en el 2015, determinó que es un probable cancerígeno para los seres humanos. Marcos nos invita a visitar la Antología toxicológica del glifosato compilada por Eduardo Rossi y Fernando Cabaleiro, que reúnen más de 1100 trabajos científicos que demuestran distintos efectos tóxicos del glifosato. Existen hoy, sólo en Estados Unidos, más de 83 mil juicios encaminados contra Monsanto por el uso de glifosato. En los juicios, Monsanto está siendo condenado por el fraude de haber engañado a los usuarios y consumidores y haber generado en consecuencia distintas patologías.
De hecho, existen documentos internos de la empresa que revelan que la misma sabía que los productos podían ser cancerígenos y lo ocultó deliberadamente a los consumidores y usuarios. Estos documentos fueron conocidos como “Monsanto papers” y hoy se encuentran traducidos al castellano en la página del medio La Vaca por Anabel Pomar (www.monsantopapers.lavaca.org).
De 1976 a 1996 Monsanto comercializó de forma exclusiva el glifosato, hasta la fecha de expiración de la patente, en la que el glifosato pasó a ser de código abierto, es decir, distintas empresas comenzaron a hacerlo (entre ellas YPF). Durante esos primeros 20 años, dice Marcos, Monsanto inundó el mundo con glifosato convirtiéndose en el producto más ubicuo de todo el mundo, hasta el punto que podría estar en la mayoría de los cuerpos de los siete mil millones de habitantes del planeta.
Y en el año 96, cuando expira la patente, la misma multinacional introduce la semilla de soja tolerante al glifosato en Estados Unidos, con una sentencia de la Corte Suprema que permitía, por primera vez en la historia de la humanidad, patentar una semilla. El juez que dicta el fallo venía de Monsanto y, al irse de la Corte Suprema, vuelve a Monsanto, alerta el abogado.
La puerta giratoria
Ahora Monsanto fue comprada al 100 por cien por Bayer. Un documental de Gaby Weber explica cómo Monsanto trasladó sus pasivos a Bayer. ¿Qué pasó en esa compra? Esto sucede después de la fusión de Dow con Dupont y la formación de ChemChina con Syngenta. Una de las hipótesis es que se buscaba tener competitividad en un mercado que iba a ser cada vez más concentrado. La otra es que Black Rock, fondo de inversión tanto de Monsanto como de Bayer, fuerza esa fusión para que pague Bayer y Bayer vaya a la quiebra: “Aunque parezca mentira, desde el inicio de los juicios, sobre todo cuando fue la primera condena, las acciones de Bayer cayeron un 30 por ciento. Los pasivos ambientales también los compró. Va a haber una catarata de juicios en todo el mundo y es una posibilidad no muy remota de que Bayer vaya a la quiebra porque no va a poder tener el capital suficiente para enfrentar esa cantidad de juicios”, afirma Filardi. Hoy hasta los propios accionistas de Bayer están demandando al directorio por una inversión posiblemente ruinosa.
También se está demostrando en documentos de la propia empresa el lobby y la persecución a científicos para intentar mostrar que el Round Up no es cancerígeno. Del producto más ubicuo, la empresa no tiene un solo trabajo científico que demuestre su inocuidad.
República unida de la soja
La aprobación de la semilla transgénica de soja la impulsó Felipe Solá de manera escandalosa, sólo en base a información proporcionada por Monsanto, recuerda Marcos. Y agrega que esa soja argentina, por contrabando, se fue a Brasil, Paraguay, Boliviay Uruguay. Así se fue conformando “la república unida de la soja”: la empresa Syngenta, hoy ChemChina, publica en Clarín una imagen de las 50 millones de hectáreas destinadas a la soja transgénica en Latinoamérica. El uso de agrotóxicos en ese período aumentó un 1.400%. Hoy se estima que se usan 500 millones de litros de agrotóxicos (entre 200 y 350 millones son de glifosato): si bien no hay estadísticas oficiales y nadie recoge oficialmente esos datos, sí podemos afirmar que somos el país que más agrotóxicos por persona usa en el mundo. Respecto de transgénicos somos el tercer país productor mundial, después de EEUU y Brasil.
Se vuelcan 500 millones de litros de agrotóxicos de 4918 formulados distintos de unos 400 ingredientes distintos. Somos un laboratorio a cielo abierto: están experimentando con nuestros cuerpos.
Impactos del modelo en la salud
Marcos se detiene a analizar los impactos de este modelo de sojización. En primer lugar, nos habla de una intoxicación ambiental aguda y crónica debido a los agrotóxicos: “La intoxicación crónica es silenciosa, gota a gota, se va incorporando en nuestros cuerpos, produciendo graves impactos sobre nuestra salud mediante enfermedades crónicas como cánceres. Esto ha sido trabajado por la doctora Delia Aiassa, que analizó las alteraciones celulares que pueden derivar en cáncer, los daños genéticos en trabajadores rurales y en niños”.
Las malformaciones, agrega, se convierten en la segunda consecuencia más grave del modelo: la provincia de Misiones, por citar un caso, tiene hasta siete veces la media nacional de malformaciones y eso tiene que ver con los productos químicos que se usan para el tabaco, por ejemplo.
Otras enfermedades son neurodegenerativas, porque un lugar donde se anidan los agrotóxicos es en el cerebro y el cerebelo, que es tejido graso, generando por ejemplo Alzheimer, Parkinson, autismo, etc. Hay estudios que marcan una asociación con estas enfermedades. Después existen enfermedades del sistema endocrino como hipotiroidismo, trastornos de fertilidad y abortos espontáneos, enfermedades de la piel, respiratorias, de los ojos, también asociadas a esa exposición crónica a los agrotóxicos.
Hay un efecto acumulativo de estas sustancias. Los más afectados son los que están en contacto directo con estos productos: trabajadores rurales, habitantes de pueblos fumigados. Córdoba es en ese sentido, una de las provincias que tiene mayor cantidad de pueblos fumigados.
El pejerrey por glifosato muere
Los peces que se comen unos a otros, van acumulando y potenciando la presencia de agrotóxicos. El último eslabón de la cadena somos nosotrxs humanxs, que los comemos. Lo mismo pasa con los cerdos, los pollos y también con las excreciones. Nuestros cuerpos pueden en parte eliminar estos agrotóxicos y en parte no, nos dice Marcos. Somos 45 millones de personas expuestas a los agrotóxicos tanto en el campo como en la ciudad. Llueve glifosato, respiramos glifosato: “Estos agrotóxicos también están en todos los cursos de agua, en el agua que bebemos, el aire que respiramos, los alimentos que comemos. Son omnipresentes. Datos del Senasa, que realizó relevamientos de agrotoxicos, demuestran que el 63% de alimentos analizados tenía residuos de agrotóxicos”, afirma Filardi, a la par que nos cuenta de algunas acciones realizadas para visibilizar esta situación, como la Campaña Mala Sangre que nace en Mar del Plata, o el Tribunal internacional Monsanto, impulsado por la sociedad civil, que enjuició y responsabilizó a la multinacional por violación a los derechos humanos, ecocidio, y si bien no se llegó a información sobre crímenes de guerra, estableció su vínculo con el agente naranja.
¿Puede un alimento cargado de agrotóxicos ser reconocido como alimento adecuado por las leyes internacionales? No. El alimento tiene que ser libre de sustancias nocivas. Si ese alimento viene con agrotóxicos, es una violación a nuestro derecho a la alimentación adecuada, sentencia Marcos.
La carne que comemos
“La sojización también tuvo un impacto en la transformación de la carne. En Argentina hay un patrón alimentario dominante en el que la carne ocupa un lugar privilegiado” señala el abogado. Y agrega que antes teníamos una ganadería vacuna que se alimentaban de pastizales naturales y que luego los animales fueron encerrados en feedlots y comenzaron a ser alimentados con soja y maíz transgénicos con residuos de agrotóxicos. Los feedlots son además “un centro de tortura, de violación, de crueldad animal”, dice.
La primera afectada es la vaca y toda la cadena trófica de los eslabones siguientes, es decir, nosotrxs: “En el feedlot el animal no se mueve y la grasa queda entreverada en el músculo. Nosotrxs la comemos, lo que significa que comemos más grasa saturada, asociada a sobrepeso, obesidad, enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares por el tipo de producción. Hoy, el 75% de la carne que se consume es de feedlot. Además, al estar todos los animales juntos las posibilidades de que se enfermen todos es más alta, por eso se usa una gran cantidad de antibióticos, para evitar esto y también como estímulo del apetito: comen más en menos tiempo”.
Marcos Filardi identifica este como uno de los peores problemas sanitarios de los próximos años, porque a partir del consumo de todas esas leches y carnes, del agua y de otros cultivos, estamos ingiriendo una cantidad de antibióticos que generan resistencia bacteriana, porque ya no tenemos antibióticos para lidiar con esas bacterias que se hacen cada vez más fuertes. Al respecto dice: “En el G20 se planteó como problema, incluso los sectores de mayor poder están evaluando esta situación porque miles de personas mueren por resistencia bacteriana. La Universidad de La Plata está revelando que los suelos abonados con excremento de animales terminan afectando a los cultivos, que tienen presencia de antibióticos. Los antibióticos que consumen los animales quedan un 10 por ciento en el cuerpo (y pasan a las carnes y leches de esos animales) y el resto se excreta y pasa al suelo y de ahí al agua, etc. Un alimento con presencia de antibióticos tampoco es un alimento adecuado y es una violación del derecho a la alimentación”.
Frutas y verduras
Las frutas y verduras no sólo tienen agrotóxicos, comienza advirtiendo Marcos. El problema está también, en que obtienen sus nutrientes del suelo, cuerpo vivo cuyo empobrecimiento está asociado a la desmineralización y pérdida de fertilidad: “Esa pérdida de fertilidad se trata de combatir con fertilización sintética. Cuando se habla de las propiedades de un alimento eso ya no existe porque es algo situado, vinculado al ambiente. Por ejemplo, la espinaca ya no tiene el mismo hierro porque el suelo ya no lo tiene”.
OCNIS
Los ultraprocesados son el producto estrella del modelo agroindustrial dominante, dice Marcos. La última encuesta de salud revela que hay un cambio del patrón de consumo en el país hacia un incremento de objetos comestibles ultraprocesados, que Miryam Gorban (tomándolo de Claude Fishller) llama OCNIS, Objetos Comestibles No Identificados: “La gente deja de cocinar y recurre a ultraprocesados, que son fáciles de conservar, ricos, pero son muy dañinos para la salud. Los ultraprocesados desde el punto de vista del derecho internacional no son alimentos adecuados”.
Lo mismo ocurre con las gaseosas: “Somos el país récord de consumo de bebidas endulzadas, disputado con México y Estados Unidos. Un niño consume en sus primeros 8 años de vida la cantidad de azúcar que consumió su abuelo en 80 años de vida”, dice Marcos, citando a Soledad Barruti.
A todo esto se suma que en el año 2018 se autorizó la ionización de varios tipos de alimentos, un proceso que ya estaba autorizado para determinadas especias o verduras. “Ahora se amplió a toda clase de alimentos, entre ellos la carne, lo que permite producir carne larga vida, que puede estar un año en el supermercado. El ANMAT autorizó y exigió que se etiqueten esos alimentos. Ni nos dimos cuenta de esto, pasó desapercibido y está pasando”, advierte.
Genocidio por goteo
“La primera vez que yo escuché hablar de un modelo agroindustrial genocida fue a través de Miryam Gorban, que lo dijo en la Cámara de Diputados de la Nación y me acuerdo que, desde el equipo de la Cátedra, el término nos pareció muy fuerte. El término genocidio es muy fuerte. Sin embargo, realmente estamos sometiendo intencionalmente a nuestro pueblo a condiciones de vida que lo están matando, enfermando”, expresa Marcos. Y agrega que el concepto de “genocidio por goteo” lo incorporó “Meche Méndez, enfermera que atiende niños en el Hospital Garraham, que se ven afectados por agrotóxicos de zonas sojeras, que se mueren de leucemia y les hace acompañamiento en sus últimos días de vida”.
Los que ganan con el modelo: ¿quiénes?
Marcos aporta una lectura sobre la alta concentración económica que existe en Argentina a partir de una competencia oligopólica en nuestra alimentación: “Raj Patel dice que la cadena alimentaria tiene la forma de un reloj de arena. Muchos productores en la base, muchos consumidores en la cima y en el medio, en la parte más angosta, están los grandes actores que ejercen el poder dentro de la cadena alimentaria. ¿Quiénes son? Los que proveen los insumos, las empresas de logística, la industria alimentaria, los hipermercados y los supermercados. Esos actores, los intermediarios clásicos, son los que se llevan gran parte de la tajada. Le van a pagar al productor cada vez menos y le van a cobrar al consumidor cada vez más para maximizar su margen de ganancia. Esos actores son los grandes formadores de precios”.
¿Por qué se sostiene un modelo que es tan dañino? “El modelo económico dominante tiene grandes ganadores, gente que hace mucho dinero”. Marcos nos propone ponerle nombre a los responsables: las big five. Son cinco empresas que a nivel global oligopolizan la comercialización del 75% de los granos, cereales y oleaginosas Bunge, Cargil, ADM, Cofco, Dreyfuss.
¿Quiénes proveen los insumos químicos? Bayer-Monsanto, Dow-Dupont (Corteva), Syngenta comprada por ChemChina y Basf, indica Marcos: “Son cuatro empresas que concentran casi el 100 por ciento de los eventos transgénicos, el 75 por ciento de los agrotóxicos y el 70 por ciento de semillas comerciales”.
En cuanto a quiénes transforman esos cultivos primarios en procesados, el integrante de la CALISA señala que son 10 las empresas a nivel global a cargo de la industria alimentaria, mientras que la distribución está a cargo de cinco cadenas de hipermercados y supermercados, que ocupan un 75% de la distribución total a nivel mundial.
El gallinero
“El supermercado como modelo fue patentado en EEUU. Sanders, 1937. Reducción de costos y menos personal, garantizando una entrada y una salida. El patentamiento planteaba que si la gente elegía libremente, entre comillas, iba a consumir más. Era la forma de un gallinero, una entrada, una salida y un recorrido obligatorio. Hoy esto no es así, pero ahora WallMart pone un chip y ve qué recorrido hacemos con nuestro changuito; en función de eso cotizan lo que va en cada góndola. Wallmart tiene la segunda computadora más grande del mundo después del Pentágono. No hay ventanas, hay música para consumir. Está estudiada la temperatura, la luz, la organización de la góndola”, narra Filardi cuando empieza a describir algunos de los actores involucrados en este modelo de distribución.
Nos dice que también están las empresas de maquinaria agrícola, y por supuesto, la industria petrolera: “Actor silencioso, y sin embargo, comemos petróleo. Está presente en todo: fertilizantes sintéticos, agrotóxicos y también en las maquinarias agrícolas que se alimentan con combustibles fósiles”. Marcos nombra también cómo el petróleo es una piedra nodal del sistema productivo actual en la circulación kilométrica de alimentos a partir de las transportistas, y también en los ultraprocesados que tienen empaquetados en base a plásticos derivados de combustibles fósiles: “En cada acto de este modelo las petroleras facturan, y son las grandes ganadoras”.
Las farmacéuticas también están presentes en toda la cadena: “Hoy se venden más antibióticos para animales que para seres humanos. Las farmacéuticas son también las que introducen los factores de riesgo y venden los medicamentos para tratar crónicamente esas enfermedades que producen, para tratarlas químicamente toda la vida”, afirma Marcos.
En este contexto, la complicidad de los grandes medios masivos de comunicación se conjuga con el poder de las entidades bancarias: “De las 10 empresas más grandes del mundo, 8 son bancos. Asistimos a una financiarización de la vida. La especulación de alimentos que se hace en Chicago es la que introduce los comoditties”, advierte.
La salida
Ante este modelo agroindustrial dominante y sostenido por los grandes intereses del capitalismo global, Marcos afirma su convicción de que existe otro modelo posible: el de la soberanía alimentaria, que aboga en primer lugar por otro modo de producir alimentos en armonía con la naturaleza de la que somos parte, que es, en sentido genérico, la agroecología (que incluye agricultura ancestral, agroecología extensiva, biodinámica, agricultura regenerativa), modos infinitos de producir nuestros alimentos que no dependan de este paquete tóxico.
“Abogamos por otro modo de distribuir los alimentos, que implica priorizar la producción para satisfacer las necesidades alimentarias, la producción local para abastecimiento local –con menores costos, menores emisiones de dióxido de carbono, mayor tejido rural-urbano-, y sacar los intermediarios mediante ferias, cooperativas de consumo, compras comunitarias. Otro modo de producción y distribución no sólo es necesario y posible sino que ya lo estamos construyendo en los territorios”, expresa.
Y agrega que la otra apuesta de la soberanía alimentaria es repensar nuestros bienes comunes no como mercancías sino puestos al servicio de nuestros pueblos. La consigna “tierra para quien la trabaja”, viene a plantear políticas de reforma agraria integral donde las semillas sean consideradas patrimonio al servicio de la humanidad y donde el agua y los alimentos no se negocien.
Frente al monstruo de mil cabezas
A lo largo de la Cátedra, compartimos distintas experiencias en las que cada unx de lxs presentes participa y aquellas cercanas, que conocíamos. Nombramos cientos de resistencias que pusieron o ponen el cuerpo para enfrentar este modelo de producción patriarcal, colonial y capitalista: Malvinas Argentinas, el pueblo que logró expulsar a Monsanto; el bloqueo de Gualeguaychú-Fray Bentos; la lucha contra Monsanto también en Río Cuarto; la lucha de las Madres de Barrio Ituzaingó Anexo; el freno a la minería en córdoba; el No a la Autovía de montaña en Punilla; el plebiscito contra la minería en Esquel; la lucha contra la megaminería en Andalgalá y Famatina, la lucha contra los monocultivos de pinos tóxicos en PuertoPiraí, y en Mendoza con la ley 7722, por nombrar sólo algunas.
“Cada experiencia podemos discutirla, hay casos donde uno diría a primera vista que se fracasó, pero a la vez hubo una movilización que generó un piso sobre el cual es mucho más fácil construir después”, analiza Marcos. Así, podemos hablar de redes con hermanas de otros territorios. Porque no se trata sólo de enfrentar al monstruo sino también de construir, entre otras cosas, modos de concebir la comensalidad.
De esta manera, identificamos cientos de experiencias en el ámbito de la producción de alimentos como la Unión de Trabajadorxs de la Tierra, Naturaleza Viva, cooperativas de yerbas, de agricultura familiar, de compras comunitarias, el Movimiento Nacional Campesino Indígena, la cooperativa San Carlos, el Colectivo de Trabajo Comunitario, el Campo La Aurora, entre otras tantas organizaciones que construyen en la ruralidad y las áreas periurbanas modelos de producción desde la soberanía alimentaria. Hay también redes, como la RENAMA, red nacional de municipios que apoyan y fomentan la agroecología. Desde allí reflexionamos sobre la necesidad de sanar, recuperar la tierra, poner en diálogo los saberes, las experiencias de otro modo de producción en el país.
También frente al modelo de distribución, conocemos varias experiencias que le escapan al supermercadismo en Córdoba y apuntan a un vínculo directo entre quienes producen y quienes consumen, entre ellas la Feria Agroecológica de Córdoba, Orgánicos de mi tierra, Yuyupa, Orgánicos sí o sí, el Almacén de la Cooperativa 1936, la Red Mujica, Red de la Ruta 5, la WallMarx, entre otras.
“En ese encuentro directo uno sabe qué está comiendo y cómo se produce. Podemos volver a preguntar en el contacto cara a cara”, nos dice Marcos. Y cuenta que en el primer patentamiento del supermercado, estaba prohibido para lxs cajerxs responder a las preguntas de quienes consumían: “El supermercado rompe con lo que se produce en el almacén del barrio, la única fuente para consultar qué comemos es la etiqueta del producto. Es un sistema armado para que vos no puedas preguntar. Hay una desvinculación entre la producción alimentaria y lxs comensales”.
La información y las reflexiones compartidas evidencian la emergencia de una nueva forma de comensalidad, que se alimente de un diálogo de saberes, del rescate de los saberes de nuestros pueblos originarios, de comunidades campesinas, de la ciencia digna, de los territorios en disputa, de distintos centros de formación, como los bachilleratos y las escuelas de agroecología. Desde allí, Marcos nos invita a dar vuelta este modelo dominante de producción, distribución y consumo.
Para ello, es necesario también otro periodismo, otra política de escritura nacida del desafío de encontrar nuevas formas de decir dónde estamos y de contar otros caminos posibles en tiempos de crisis.
Escribir desde el deseo
Débora y Lucía comienzan presentando el encuentro “Escribir desde el deseo en tiempos de crisis” como una combinación entre periodismo literario, crónica y herramientas de redacción de largo aliento. Entre la inmediatez y la creatividad, invitan a ser cronistas de las nuevas formas de comensalidad que propuso Marcos Filardi, de la narración de ese modelo de alimentación que tenemos y queremos transformar.
Comenzamos preguntándonos en qué momentos escribimos y qué es lo que nos mueve a escribir. La letra tiene que pasar por el cuerpo, desde un trabajo artesanal donde es preciso identificar que toda escritura tiene un sentido político, plantean las integrantes de La tinta. ¿Cómo hablar de glifosato, de las consecuencias del extractivismo, desde el deseo?
“Hay una imagen muy bella de Camila Sosa Villada en el libro “El viaje inútil” que es pensar la escritura como una ciudad construida encima de las ruinas, y yo agregaría como un refugio para las palabras de esos mundos que queremos preservar, de esos mundos que queremos que existan”, dice Débora retomando la idea de la escritura como un acto de rebeldía.
Y advierte que escribir desde el deseo no es escribir desde un deseo narcisista y neoliberal: la escritura es un acto colectivo donde se tejen diversas voces. Escribir desde el deseo es escribir respirando, al decir del escritor chileno Pedro Lemebel: “No hay palabra que salga ni abecedario que me funcione cuando el cuerpo se me derrumba”.
Los dolores, las broncas, la rabia tienen que alimentar nuestra escritura, plantean Lucía y Débora. Escribir desde el deseo no necesariamente es un acto placentero. A veces se nos retuercen las tripas. Pero es una escritura que nace desde adentro, en medio de una ebullición urbana, zigzagueando, moviéndonos como equilibristas. Leer y escribir son instrumentos de poder, además de conocimiento: “El deseo es una galaxia que se conjuga con otras galaxias deseantes, dijo en una entrevista Marcelo Percia (psicólogo que piensa y escribe sobre lo grupal, las estancias en común, la subjetividad, la sujeción, la locura, la normalidad). Y nuestra propuesta viene a convidarles escribir de manera constelada entre galaxias de deseos”, dice Débora.
El periodismo literario
Conocido también como “periodismo narrativo”, “narrativa de no ficción” o simplemente “crónica narrativa”, el periodismo literario es una puerta posible para construir y explicar con palabras esto que llamamos “realidad”. Un periodismo que investiga, entrevista, indaga en los datos, pero que también se hace cargo de una mirada propia, subjetiva y revuelve entre los recursos del arte y la ficción para crear su relato de los hechos: “Se trata de transmitir la experiencia desde lo sensible, usando los recursos de la literatura para contar una mirada subjetiva de la realidad”, afirma Lucía.
¿Periodismo narrativo o literario? Lucía aclara que el término periodismo narrativo contiene una redundancia porque el periodismo es en sí mismo narración: debe contar historias o basarse en ellas y recurrir al relato. En cambio, si hablamos de periodismo literario estamos destacando las raíces literarias de este tipo de periodismo, los recursos del arte de la literatura y la voluntad creativa que lo caracterizan.
Re-presentar: hacer presente el pasado
Debemos partir de afirmar que la objetividad es un mito que niega al periodista como sujeto, a la persona con su propia intención. El mito del objetivismo es parte de la cultura occidental, la cual se basó históricamente en la idea de que es posible acceder a verdades absolutas sobre el mundo, dice Lucía. “Este mito se basa en la idea de que existe un objeto separado de un sujeto y en que este es capaz de alcanzar un conocimiento objetivo de aquel como algo externo. Pero ese conocimiento es imperfecto y tentativo, hay siempre un salto de sentido, una traducción entre realidades internas y externas. No hay una sola realidad objetiva externa sino múltiples realidades subjetivas, innumerables experiencias”, afirma Lucía. Y aclara que esa “realidad objetiva” es en realidad un acuerdo intersubjetivo, una creencia generalizada sobre lo verosímil.
Es por esto que el periodismo literario va mucho más allá de una forma de escribir, plantea Lucía y señala que no debemos pensar la técnica separada de las ideas, porque cada estilo construye su propia realidad. Como dice el escritor Gustave Flaubert, “el estilo es una manera absoluta de ver las cosas”. El estilo de la objetividad, ese que leemos diariamente en las noticias de los medios masivos, está asociado a un lenguaje práctico o estándar con un carácter instrumental, que borra a quien escribe, en contraposición a un lenguaje poético o artístico. En este sentido, los recursos literarios nos permiten evidenciar nuestra subjetividad, explicar la calidad de la experiencia, ir a las causas, analizar la complejidad de cada tema y cada persona.
Lo que hacemos cuando hacemos periodismo es representar la realidad. Y por eso las fronteras entre la ficción y la no ficción son difusas muchas veces. Ante eso, al hacer periodismo literario es interesante la palabra facción, término que utiliza el teórico de la comunicación Albert Chillón y que se refiere a respetar las referencias, la verificabilidad de lo que contamos, concluye Lucía, y destaca la importancia de sostener un compromiso ético desde la intención de veracidad.
Crisis del periodismo tradicional
Hablamos de una crisis del periodismo tradicional para nombrar la transformación no sólo en cuanto a las formas escribir, sino también a los cambios de valores, costumbres y cosmovisiones. Nos enfrentamos con una realidad donde los nuevos medios audiovisuales y digitales avanzan sobre la prensa gráfica y donde las redes sociales han contribuido a que muchxs tengamos la posibilidad de compartir información. Pero estos cambios se dan en un contexto de una creciente concentración del mercado mediático y de una uniformización de la información, que es comprendida como mercancía, expresa Lucía. “Vivimos en un océano de información de un metro de profundidad”, al decir de Ramonet. Y es en ese océano donde existe una crisis de legitimidad y credibilidad de los medios masivos de comunicación, atravesados cada vez más por los intereses del poder y por el ritmo vertiginoso del consumo.
En este contexto aparece con fuerza el periodismo literario y sus aportes: un periodismo que investiga, que permite explicar complejidades, debatir valores, brindar herramientas para tomar con pinzas la “objetividad” del lenguaje periodístico que se intenta vender desde los medios hegemónicos.
Al respecto, compartimos una reflexión de la periodista Leila Guerriero: “Queda, por último, preguntarse si tiene sentido. Si en el reino de twitter y el online, si en tiempos en que los medios piden cada vez más rápido y cada vez más corto, el periodismo narrativo tiene sentido. Mi respuesta, tozuda y optimista, es que sí y, podría agregar, más que nunca. Sí, porque no me creo un mundo donde las personas no son personas, sino «fuentes», donde las casas no son casas, sino «el lugar de los hechos», donde la gente no dice cosas, sino que «ofrece testimonios». Sí, porque desprecio un mundo plano, de malos contra buenos, de indignados contra indignantes, de víctimas contra victimarios. Sí, porque allí donde otro periodismo golpea la mesa con un puño y dice qué barbaridad, el periodismo narrativo toma el riesgo de la duda, pinta sus matices, dice no hay malo sin bueno, dice no hay bueno sin malo. Sí, porque el periodismo narrativo no es la vida, pero es un recorte de la vida. Sí, porque es necesario. Sí, porque ayuda a entender”.
La crónica como género del relato periodístico literario
En el contexto mediático actual, hay un mestizaje cada vez mayor de los géneros tradicionales del periodismo, tanto de las características y recursos propios de cada género como a través de la combinación de información y opinión, plantea Lucía, y agrega que el periodismo literario y la crónica especialmente son expresiones de esa hibridación: de ficción y periodismo, de opinión e información y de géneros.
Para el mexicano Juan Villoro, la crónica es el ornitorrinco de la prosa: «De la novela extrae la condición subjetiva, la capacidad de narrar desde el mundo de los personajes y crear una ilusión de vida para situar al lector en el centro de los hechos; del reportaje, los datos inmodificables; del cuento, el sentido dramático en espacio corto y la sugerencia de que la realidad ocurre para contar un relato deliberado, con un final que lo justifica; de la entrevista, los diálogos; y del teatro moderno, la forma de montarlos; del teatro grecolatino, la polifonía de testigos, los parlamentos entendidos como debate: la “voz de proscenio”, como la llama Wolfe, versión narrativa de la opinión pública cuyo antecedente fue el coro griego; del ensayo, la posibilidad de argumentar y conectar saberes dispersos; de la autobiografía, el tono memorioso y la reelaboración en primera persona. El catálogo de influencias puede extenderse y precisarse hasta competir con el infinito. Usado en exceso, cualquiera de esos recursos resulta letal. La crónica es un animal cuyo equilibrio biológico depende de no ser como los siete animales distintos que podría ser”.
Para Pedro Lemebel, autor de crónicas imperdibles, su escritura “es una mezcla de estilos, un género bastardo, un pastiche de la canción popular, la biografía, el testimonio, la entrevista, las voces y los susurros de la calle. Con esos materiales, literarios o no, me muevo”.
A partir de esta mezcla, Débora aclara algunas características constantes de la crónica como género: estar en el lugar de los hechos, abordar temas con interés periodístico -entendido en un sentido amplio- y describir, son tres cuestiones ineludibles, dice. Y agrega que es preciso conectar lo anecdotario con lo macro, ubicar la historia que se cuenta en un marco de referencia histórico, político, social, cultural que permita contextualizar, y mostrar más que explicar para hacerle sentir al lector que está ahí.
Ahora, también existe una serie de variables que implican el narrar: se puede priorizar más lo informativo o lo narrativo y la opinión o mirada personal. También varía el modo en que se utilizan los recursos de composición y estilo que este periodismo recupera de la literatura: escenas, diálogos, caracterización o retrato de personas, descripción, argumentación y explicación, trama cronológica o centrada en tensión narrativa. La forma en que se presenta quien narra la historia también puede variar pero la primera persona es la más común y práctica, ya que hace explícita la mirada propia.
Tema y enfoque
Es necesario tener en cuenta que, cuando hacemos periodismo literario, hay todo un proceso de investigación. Lxs periodistas somos historiadorxs del presente, y ello requiere un trabajo interdisciplinario y en profundidad mediante una búsqueda de información pero también de marcos y categorías de las ciencias sociales y humanas que nos ayuden a entender, complejizar y explicar, afirman Débora y Lucía.
Norman Sims, en su antología Los periodistas literarios, afirma: “Como los antropólogos y los sociólogos, los reporteros literarios consideran que comprender las culturas es un fin. Pero, al contrario de esos académicos, dejan libremente que la acción dramática hable por sí misma (…). En contraste, el reportaje normal presupone causas y efectos menos sutiles, basados en los hechos referidos más que en una comprensión de la vida diaria. Cualquiera que sea el nombre que le demos, esta forma es ciertamente tanto literaria como periodística y es más que la suma de sus partes”.
Algunos elementos para una escritura desde el deseo
- La imaginación periodística, la sensibilidad y la mirada crítica son fundamentales: como destaca el sociólogo Carlos Zeller, es importante relacionar hechos para comprender y explicar información, ver qué se esconde detrás de las noticias para romper la jaula de hierro del poder y llegar a una construcción de realidad en base al interés común.
- De las preguntas periodísticas, buscamos responder especialmente al cómo y al por qué. De allí que para investigar debemos partir del tiempo social frente al tiempo de actualidad, a fin de situar las noticias en el marco de procesos y fenómenos sociales complejos.
- Es imprescindible contemplar una diversidad de voces: distintas personas y grupos sociales, voces anónimas, a la gente común, documentos, un poema, un fragmento de un texto académico, etc. Las fuentes pueden ser muchas y diversas.
- Acercarse a los lugares y las situaciones agudizando los sentidos, para ver más allá de lo que vemos normalmente y detectar los detalles.
- Tener una mirada subjetiva, singular, nos permite decidir qué mirar: no hay que verlo y contarlo todo, sino encontrar un aspecto, una pregunta, una anécdota de la que partir para construir nuestros relatos.
- La mirada subjetiva debe equilibrarse con una experiencia colectiva, trascender lo meramente personal, el yo, para conectar el relato con un interés común.
- Las fuentes ya no son fuentes sino personas, personajes que es necesario describir, caracterizar, teniendo en cuenta cómo hablan, sus costumbres, su personalidad, etc.
- Citar es narrar la voz ajena: ya sea que utilicemos citas directas o indirectas, diálogos o monólogos, siempre hacemos una traducción de la voz de otra persona al escribir y al decidir quiénes hablan, cómo lo hacen y qué es lo importante.
- El tema que elegimos debe ser como un centro de gravedad en el proceso de escritura: los recursos deben usarse en función del mismo sin perderlo de vista a medida que se escribe.
Tejer la trama
Hay distintas estructuras posibles a la hora de escribir una crónica, según el orden de la narración y la sucesión temporal de los hechos. A diferencia de la estructura clásica de una noticia basada en la pirámide invertida, donde lo más importante se ubica primero, en el periodismo literario construimos una trama en base a la tensión narrativa.
La trama no es la historia tal como ocurrió, explica Lucía, sino el conjunto de acontecimientos según el orden que le damos al escribir: “En una historia, tramar es entrelazar los acontecimientos y las relaciones de causa efecto. La trama es un argumento estructurado, preparado para contárselo a quien lee. El conflicto es el elemento clave, la columna vertebral que sostiene y ordena la trama”.
A su vez, Lucía y Débora brindan algunas herramientas de los distintos recursos textuales que se pueden utilizar: las escenas y diálogos que permitan generar un clímax; los datos contextuales que se presentan como un resumen o una pausa en el tiempo del relato a través de descripciones, informaciones, argumentos o explicaciones; y las figuras retóricas que permiten describir lugares y caracterizar situaciones o personajes, tales como la metáfora, la sinestesia y la comparación.
En el cierre del encuentro, las integrantes de La tinta destacan que la propuesta consiste en reconocer las particularidades y potencialidades del periodismo literario, no para desestimar otras formas del periodismo y la escritura, sino para dar cuenta de la diversidad de lenguajes, estilos y maneras en que podemos contar y representar la realidad y darse estrategias para decidir cuándo escribir una noticia, cuando una crónica literaria, un twitt o un meme.
El periodismo literario y la crónica en particular, convidan Lucía y Débora, requieren tiempos de producción, de escritura y de lectura distintos de los que estamos acostumbrados: implican detenerse, contemplar, investigar. El tiempo es clave para transformar la forma de comunicarnos. Ante tanto bombardeo de información, necesitamos tiempo. Necesitamos un periodismo sensible y creativo para poder transformar la manera en que nos acercamos y construimos la realidad.
La Cátedra Libre Ideas Menores es un proyecto de formación impulsado por la cooperativa La tinta y cuenta con el apoyo de la Biblioteca Popular Julio Cortázar y la Fundación Rosa Luxemburgo.
Fotografías: Colectivo Manifiesto. Licencia Creative Commons 4.0. Córdoba, Argentina. 2019.
Fuente: La Tinta