¡Salvar nuestras semillas!, por Francisca Rodríguez

"Patria o Muerte" significa hoy en día para nosotros preservar nuestra semilla, defender nuestra tierra y nuestra agua, porque o salvamos la tierra y nuestras semillas o morimos en el intento. Porque campesinas y semillas somos una unidad. Si se destruye una, se destruye a ambas

Publicado en Revista Biodiversidad, sustento y culturas N° 37

Por eso nuestra tarea es una sola: VENCER. Vencer al capitalismo, al patentamiento, a la usurpación, al despojo, a la manipulación de la vida que hace la biotecnología controlada por el capital.

Patrimonio es un bien común con valor simbólico, con valor espiritual, con significado; y las semillas son nuestro patrimonio, son nuestras vidas y es nuestro deber cuidarlas, conservarlas, defenderlas de la globalización depredadora del capitalismo aniquilador. Este es nuestro reto y este es nuestro mandato.

Hace siete años, en la Primera Cumbre Mundial de la Alimentación, Vía Campesina lanzó un concepto revolucionario: el de "Soberanía Alimentaria". Porque Soberanía Alimentaria implica todo. Soberanía Alimentaria es la lucha por la tierra; es la lucha por el agua; es la lucha por la semilla; es la lucha por la vida. En la Segunda Cumbre Mundial de la Alimentación, Vía Campesina le puso el corazón a la Soberanía Alimentaria llamando a la Campaña Mundial de la Semilla para que éstas sean declaradas Patrimonio de la Humanidad. Quedó demostrado que, a pesar de la realización de la Cumbre, el problema de la alimentación no se ha resuelto. Al contrario, la falta de alimento en el mundo se ha agudizado y hoy en día se agrava, producto del avasallamiento de las empresas transnacionales que pretenden convertir los alimentos de la humanidad en un arma de dominación económica y política.

Heredamos las semillas de nuestras abuelas y nuestras madres como un regalo. De ellas recibimos los conocimientos de cómo cuidarlas, sembrarlas, mejorarlas, compartirlas y cocinarlas. Mujeres y hombres de la tierra hemos sido educados en la ética de la semillas. Las semillas se conservan, se cuidan, se siembran y se comparten. Son un don para la colectividad, no son monopolizables, no son apropiables, no son privatizables. No se pueden modificar genéticamente transgrediendo las leyes de la naturaleza, la que no combina en un mismo individuo genes de plantas y de animales o de bacterias, como lo hacen las transnacionales en la actualidad con las semillas transgénicas. Las semillas viven en la solidaridad y en la libertad, conversan con mujeres y hombres que entienden su lenguaje y entregan sus secretos en la belleza y armonía de la tierra. Por ello nuestros campos son variados en texturas, colores y aromas y se entremezclan de oficios y faenas y de enseñanzas y saberes, traspasados y recreados de generación en generación.

El capitalismo es incapaz de organizar algo tan complejo, bello y variado como la diversidad agrícola. Por eso industrializa el suelo, trata a la tierra como materia inerte, cambia el significado de la agricultura y de la alimentación y rompe con las leyes de la naturaleza envenenando plantas, animales y personas. Explota y aniquila campesinos; privatiza el agua; usurpa la biodiversidad; concentra la tierra en las corporaciones transnacionales; militariza territorios; criminaliza a los defensores de la tierra; destruye diversidad y vida mediante tratados comerciales. Transgrediendo todos los principios y leyes de la naturaleza y de las divinidades, modifica genéticamente las semillas.

Semillas y gente de la tierra nos necesitamos mutuamente, nos hemos criado y alimentado mutuamente, dando origen a diversas culturas, a distintas cosmovisiones acompañados de la luna y el sol, siguiendo los ciclos de la naturaleza, conversando con la lluvia y las estrellas, haciendo caminos al agua y conviviendo con los árboles. Somos las Agricultoras y Agricultores del mundo los guardianes de la tierra y las semillas. Porque sin semillas no hay agricultura, sin agricultura no hay alimentación, y sin alimentación no hay pueblos. La Vía Campesina se ha comprometido a salvar nuestras semillas producidas por los saberes tradicionales: las semillas criollas, las semillas conservadas y desarrolladas por hombres y mujeres sabias. Y por eso nos hemos comprometido a luchar contra todas las formas de privatización de las semillas y el conocimiento que va con ellas; y contra la multiplicación, siembra y distribución de las semillas transgénicas en todo el mundo. Repudiamos y rechazamos la ayuda alimentaria con semillas transgénicas que el gobierno de Estados Unidos ha enviado a los países africanos.

Los gobiernos y las Naciones Unidas han sido capturados en términos políticos, económicos y culturales por las corporaciones transnacionales. La OMC se ha apoderado de las políticas mundiales y eliminó la justicia, la solidaridad, la ética del respeto a la vida y a la naturaleza de su lenguaje. El tratado de las semillas de la FAO, recientemente firmado, es insuficiente, ambiguo y su contenido no merece nuestra confianza. El sistema oficial formalizado en el tratado de las semillas no sólo no es confiable sino también, mediocre.

Los campesinos tenemos derechos y deberes
con las semillas que el tratado no contempla; de allí la urgencia e importancia que seamos las propias mujeres campesinas, hombres del campo y pueblos indígenas quienes elaboremos nuestro propio código de responsabilidades y derechos en relación a las semillas. Ha llegado la hora que sea el mundo campesino, el mundo indígena, el que fije sus propias reglas de intercambio, producción, manejo y conservación de sus semillas, basado en su código de conducta que se inspira en valores y principios de la naturaleza y en los principios de la Soberanía Alimentaria.

Como campesinas, campesinos e indígenas nos comprometemos a:

- defender nuestros derechos soberanos, a crear, mantener y elaborar nuestros propios sistemas de conocimiento;

- recuperar, rescatar, mantener y desarrollar nuestros diversos sistemas de conocimiento y a sus respectivos especialistas;

- enseñar a nuestros hijos e hijas los valores, principios y conductas que ellos necesitan para evitar así cualquier agresión a la tierra y cualquier forma de producción o relación con la naturaleza que afecte la sustentabilidad de los campesinos, de los pueblos indígenas, de las comunidades de pescadores y en definitiva, de toda la humanidad;

- redoblar la resistencia en la lucha y continuar con la desobediencia a las políticas agrarias impuestas por los gobiernos y por el gran capital;

- resistir la imposición de tecnología que atenta contra la vida en todas sus formas y dimensiones; e

- iniciar el camino de la autonomía campesina para asegurar la Soberanía Alimentaria, asumiendo una posición de insurgencia frente al modelo neoliberal.

La autora es integrante de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales Indígenas de Chile y miembro de la Coordinacion Internacional de Vía Campesina. Este texto es parte de su exposición en el Foro Social Mundial 2003 en la Mesa: "Tierra, Territorio y Soberanía Alimentaria".

Por mayor información: www.viacampesina.org
C.e.: nh.mbg@macaiv

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