Restituyendo microterritorios: Cuerpos, materialidades, memoria y sanación

Idioma Español
País Argentina

"De esa terrible época, han quedado algunas imágenes que son el testimonio mudo de la violencia y el genocidio que experimentaron los pueblos del Abya Yala. Hoy, constituyen la base material para trabajar la memoria mediante distintas formas de intervención, en una época en la que aún los pueblos originarios luchan por defender sus territorios."

“¿Qué te pasó en los ojos, Foyel? ¿Qué son esas nubes grises?¿De qué color las pinto? ¿Por qué ese labio apenas mordido, ese gesto de contraer la mandíbula, como queriéndote meter hacia adentro de vos mismo? ¿Quién te cortó la melena de esa forma, igual que hicieron con tus compañeros? Prometo bordarte un poncho hermoso. Pero también prometo otras cosas. Cada reacción ante las fotos reafirma una misión nueva: hay que dejar una copia para cada persona que participe del bordado, expandir la imagen como un virus” (Sebastián Hacher)

Finalizando el siglo XIX, la República de Argentina emprendió la llamada “Conquista del desierto”, campaña militar que persiguió la conquista de extensiones territoriales que hasta entonces continuaban siendo habitadas y administradas por los pueblos originarios mapuche, ranquel y tehuelche. Los sobrevivientes a esta conquista fueron encerrados en campos de concentración, obligados a trabajar como esclavos o a ser estudiados en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Conforme al paradigma vigente en aquella época, los científicos exhibían los cuerpos de quienes consideraban “salvajes” o “primitivos”, los medían y realizaban fotografía antropométrica para compararlos, reconocer su supuesto estadio de evolución, fundamentar su teoría del darwinismo social y justificar su dominación sobre ellos. De esa terrible época, han quedado algunas imágenes que son el testimonio mudo de la violencia y el genocidio que experimentaron los pueblos del Abya Yala. Hoy, constituyen la base material para trabajar la memoria mediante distintas formas de intervención, en una época en la que aún los pueblos originarios luchan por defender sus territorios.

Hace más de un año Sebastián Hacher, periodista, fotógrafo y bordador, inició un proyecto con la intención de intervenir fotografías tomadas a los caciques mapuche Inakayal, Foyel, Sayhueque y parte de sus familias, y “restituirles el alma que les fue quitada al momento de las tomas”, convocando abiertamente la participación de mapuches y no mapuches para el trabajo de bordado. La primera parte del proyecto, denominada Restitución, comenzó con la selección de once fotografías de prisioneros mapuche que fueron pintadas, impresas y finalmente, bordadas. Como Hacher afirma, mientras que pintar los “cuerpos es llenarse de preguntas (investigar, imaginar), bordarlas es responderlas”. El bordado permite visualizar lo que no llegó a revelarse y de cierta manera, curar las imágenes de los antepasados violentados.

En una segunda etapa de este proyecto, llamada Inakayal Vuelve, fueron bordados retratos del longko Inakayal, uno de los principales caciques mapuche que resistió a la conquista hasta el final, esta vez atravesando distintas localidades (Lago Pueblo, El Bolson, Bariloche, Paraje Foyel, Maquinchado, Ingeniero Jacobacci y Los Menucos).

Los retratos fueron copiados mediante una técnica antigua similar al cianotipo, llamada Van Dick Brown, cuyo resultado son imágenes en tonalidades café y sepia. Las condiciones totales para su rebelado, el sol o las nubes por ejemplo, hicieron de cada fotografía una imagen irrepetible. Por eso, cada participante del bordado se lleva una foto numerada, expresando la particular relación que cada participante construye con la memoria. Reemplazar este trabajo fino y artesanal por un laboratorio digital, se relaciona con el proceso ritual que atravesó Hacher en este proyecto, al trabajar sobre una imagen que había sido atrapada en condiciones de violencia y dominación; al convivir con la mirada de Inakayal e intentar imaginar el límite de la soberanía que tuvo sobre su imagen.

Las técnicas utilizadas en el proyecto, parecieron construirse en un proceso de diálogo constante entre los sujetos (los que están y los que ya no), la memoria y los objetos. El tamaño de los retratos impresos de Inakayal (50x60 cm) por ejemplo, estableció las particulares condiciones técnicas para el bordado, puestas en práctica mediante movimientos coordinados entre dos personas.

Actualmente, en diversos países de América, surgen colectivos cuyas prácticas textiles implican un relacionamiento distinto con la memoria y la textualidad. Son prácticas que exigen, cada vez más, su reconocimiento como prácticas textuales propias (como eran consideradas previamente a la colonización), pero además son llevadas a cabo a través de procesos corporales, emocionales y colectivos, que permiten curar individual y socialmente las heridas que nos dejan los actuales conflictos que experimentamos, a la vez de construir potenciales espacios para la organización.

En Colombia, la Red de Tejedoras por la Memoria y la Vida, es uno de los muchos ejemplos de colectivos de tejedoras que emplean el tejido como una forma de denuncia y reparación, habiendo surgido en iniciativas que persiguieron el trabajo entre mujeres que experimentaron el conflicto armado de forma directa. Isabel González, co-gestora del Costurero Tejedoras por la Memoria de Sonsón desde el año 2009, menciona que cada técnica elegida para el trabajo con las mujeres responde a las problemáticas sentidas: de esta manera, un taller de muñecas reactivó la memoria de sus infancias o el tejido del territorio permitió emplear cada herramienta para representar heridas irreparables o justamente su reparación. A la vez, Isabel emplea el término “disoñar” para señalar el carácter potencial de la práctica textil para diseñar un futuro anhelado.

De esta manera, el juego con la materialidad parece sugerirnos que retomar estas prácticas textuales ancestrales nos permite a la vez trabajar emocional, corporal y colectivamente nuestro pasado y nuestro futuro. El proceso manual parece expresar el hilo que nos une con generaciones pasadas y contextos geográficos alejados en los que se experimentan problemáticas similares.

♦ En el último de los viajes del proyecto Inayakal Vuelve, se pretende rebobinar la “marcha de la muerte” que los prisioneros realizaron a fines de siglo XIX, es decir, realizar un recorrido inverso al atravesado por los prisioneros hasta llegar a Nahuel Huapi, el último lugar donde vivieron en libertad, esta vez practicando el bordado en distintos puntos del camino. La muestra final tendrá lugar el 18 de septiembre de este año en Bariloche, rememorando 130 años de la muerte del longko Antonio Modesto Inayakal.

Para colaborar con el itinerario del proyecto Inayakal Vuelve, visita aquí

Esta nota fue basada en las siguientes fuentes:

http://inakayal.revistaanfibia.com/

https://www.facebook.com/inakayalvuelve/

https://sudamericarural.org...

https://porlatierra.org...

Temas: Pueblos indígenas

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