¡Stop al genocidio en Brasil! Juegos Olímpicos 2016
Brasil, el país que evoca carnaval a ritmo de samba y paseos por Copacabana, despierta ahora expectación mundial por los Juegos Olímpicos de 2016. Pero basta con rascar un poco la superficie para que aparezca su lado más oscuro. Porque lo que su popular imagen no cuenta es el escandaloso trato a sus pueblos indígenas.
Sus estadios y pabellones deportivos se asientan sobre tierra indígena. Y buena parte de su riqueza procede de la desposesión de los indígenas y del robo de sus territorios.
Ahora Brasil planea un nuevo asalto a sus pueblos originarios. El objetivo: las tierras que los indígenas han conseguido conservar.
Los recintos deportivos
El estadio con mayor capacidad es el Maracanã, en Río de Janeiro, con cabida para 78.838 espectadores. Una cifra considerablemente superior a los 51.000 que conforman el pueblo indígena guaraní, el más numeroso de Brasil. Algunos de ellos viven a solo 50 kilómetros de Río.
Estadios y pabellones deportivos del sur
Los pueblos indígenas del sur de Brasil (los guaraní-mybás, los guaraní-ñandevas, los kaingangs, los xoklengs y los xetás) viven en diminutas parcelas de tierra, a raíz del robo de la mayor parte de sus territorios por los colonos.
Tribu amenazada: los xetás resultaron prácticamente exterminados en la década de los años 50 a medida que sus tierras fueron usurpadas. En 1999 solo quedaban ocho supervivientes: tres hombres y cinco mujeres, todos ellos emparentados entre sí.
Las tierras de los guaraníes fueron robadas por terratenientes ganaderos y agricultores de caña de azúcar, que han arrasado sus bosques. Los indígenas ya no tienen dónde vivir más que a los lados de las carreteras.
Maracanã, Río de Janeiro
Maracanã, el nombre del estadio más conocido de Río, es un término indígena tupi que significa loro (también puede referirse a maraca-na, una maraca con semillas que utilizan los guaraníes en sus ceremonias religiosas). Su nombre real es Estadio Mário Filho.
Cuando se iniciaron las obras de reconstrucción de cara al Mundial de fútbol de 2014, se expulsó a un grupo de 70 indígenas de diecisiete tribus diferentes que ocupaba una mansión abandonada del siglo XIX. Su hogar fue destruido para la construcción de un enorme aparcamiento y de un museo del fútbol. Los indígenas querían que el centro fuera preservado como un Centro Cultural Indígena.
Esta mansión colonial acogió el primer instituto de investigación cultural indígena de Brasil en 1910. Poco después se convirtió en la oficina central del Servicio de Protección del Indio, hoy en día reconvertido en FUNAI. Hasta 1978 fue la sede del Museo de los Pueblos Indígenas en Brasil.
Tribu extinguida: la tribu goitacá que vivió junto a la costa de Río fue exterminada durante el conflicto armado con los colonizadores europeos.
Estadio de Belo Horizonte
A unos 100 kilómetros al nordeste de la ciudad de Belo Horizonte se encuentra un territorio indígena llamado “Fazenda Guarani”, que habitan los krenaks y los pataxós. Ambos han sufrido enormes pérdidas mientras se resistían a la expansión de la frontera colonial.
En la década de 1960, el estado brasileño estableció dos prisiones secretas dirigidas por la policía militar para castigar y reformar a los indígenas que se resistían a la invasión de sus tierras. Un exrecluso las llamó campos de concentración donde se forzaba a los indígenas a trabajar y donde se los golpeaba y aislaba en solitarios confinamientos si se negaban a ello. “Yo fui prisionero aquí durante doce años. La policía nos golpeaba tanto a los krenaks que luego teníamos que bañarnos con agua y sal”. Manelão Pankararu.
Tribu amenazada: los krenaks hoy suman 350 personas.
Estadio de Manaos
Manaos, la capital del estado Amazonas, es la única ciudad amazónica que acoge los Juegos Olímpicos. El estadio ha sido construido imitando el estilo de una cesta indígena.
Tribu extinguida: Manaos recibió este nombre por el pueblo indígena extinguido manáos. Este pueblo luchó contra la dominación portuguesa en la zona, encabezado por su gran líder Ajuricaba, que unió a varias tribus en la resistencia pero que finalmente fue derrotado.
Manaos creció de forma masiva a finales del siglo XIX con la riqueza generada por la fiebre del caucho. Decenas de miles de indígenas fueron esclavizados y forzados a extraer el látex de caucho. Se cometieron atrocidades abominables contra los indígenas: miles murieron como consecuencia de la tortura, de las enfermedades y de la desnutrición. Algunos indígenas evitaron la esclavitud adentrándose en las remotas cabeceras de los afluentes que irrigan el Amazonas, donde sus descendientes todavía siguen evitando cualquier tipo de contacto con la sociedad nacional.
A 100 kilómetros de Manaos está la tierra de los indígenas waimiri-atroaris. Desde el siglo XVIII esta tribu ha resistido con valentía a los cazadores invasores y a los trabajadores del caucho, y muchos perecieron en violentos conflictos. Pero el contacto se estableció en la década de 1970 cuando el Gobierno construyó una carretera a través de su territorio. Centenares murieron por enfermedades contraídas y en violentos enfrentamientos con unidades del ejército enviadas a la zona para sofocar cualquier tipo de resistencia a la carretera. El General Gentil Noguera Paes dijo: “La carretera debe finalizarse, incluso si para ello tenemos que abrir fuego sobre esos indígenas asesinos. Ya nos han desafiado en gran medida y se están interponiendo en la construcción”. La Comisión Nacional de la Verdad de Brasil investigó las atrocidades contra los waimiri-atroaris durante este periodo y averiguó que 2.650 fueron asesinados entre 1960 y 1980, durante el régimen dictatorial militar.
Tribu amenazada: para 1988 la población waimiri-atroari había caído en picado de 6.000 integrantes a solo 374. En la actualidad son más de 1.500. Se piensa que al menos un grupo de indígenas no contactados habita en su territorio.
Tribu amenazada: a solo 370 km de Manaos hay dos pueblos indígenas aislados. En Brasil viven más tribus no contactadas que en ningún otro país: FUNAI estima que hay más de un centenar de grupos en aislamiento voluntario. Muchos, como los kawahivas y los awás, están huyendo a medida que madereros y ganaderos armados destruyen su selva.
La historia ignorada de los indígenas de Brasil
La página web de los Juegos Olímpicos ni siquiera menciona a los indígenas.
La línea del tiempo con que relatan la historia de Río de Janeiro comienza en el año 1500, cuando los europeos invadieron la tierra que ahora se conoce como “Brasil”. Ignoran de este modo los miles de años que los indígenas habitaron esta vasta región, y también la esclavitud, la violencia, la enfermedad y el genocidio a los que fueron sometidos durante siglos tras la llegada de los europeos.
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