Informe desastres 2011: “cada noche mil millones se acuestan con hambre”

Por ese camino, donde la especulación financiera se mete con los alimentos, se pide más apertura pero se subvenciona, y unas pocas empresas y supermercados manejan el sistema, “es improbable” lograr el primer Objetivo de Desarrollo del Milenio de la ONU: reducir a la mitad la proporción de personas que viven en la pobreza extrema y padecen hambre.

Así lo advierte la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja en su Informe Mundial sobre Desastres 2011, que se presenta hoy jueves en todo el mundo. El hambre y la malnutrición, dice la organización humanitaria, son “un desastre masivo y evitable”.

Según el trabajo, cada año mueren en el mundo unos 9 millones de niños antes de los 5 años. Casi un tercio de esas muertes es atribuible a la desnutrición y en su gran mayoría al hambre crónica, no a carestías repentinas. En la otra vereda, la obesidad adquirió proporciones epidémicas en el mundo rico, con la prevalencia más alta (26,7 por ciento de la población) en Estados Unidos.

“Los países deben gastar más en protección social. Las transferencias monetarias pueden tener un mayor efecto multiplicador que la ayuda alimentaria”, recomienda la organización, en sincronía con políticas como la de Argentina.

“Desastre masivo y evitable”

El año pasado, 925 millones de personas sufrían de hambre crónica, según la Organización de las Naciones Unidas para Agricultura y la Alimentación (FAO). Son más que a principios de la década de 1970. La mayoría en zonas rurales de las regiones de Asia-Pacífico, sobre todo en el subcontinente indio y el África subsahariana.

“Hoy en día -alerta el trabajo- el 15 por ciento de la población se acuesta con hambre”.
Un número creciente de hambrientos en el mundo vive en zonas urbanas y el problema también aqueja a personas de países de altos ingresos. Un ejemplo es que se gastaron 68 mil millones de dólares en cupones de alimentación para 40 millones de estadounidenses con hambre en 2010.

Es por eso, dice el informe, que “en muchos países es improbable” que se alcance “la modesta meta” de reducir a la mitad la proporción de personas que viven en condiciones de pobreza extrema y padecen hambre, el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de Naciones Unidas.

La desnutrición está aún más extendida. Aqueja a más de mil millones de personas mientras que, sorprendentemente, 1500 millones tienen sobrepeso.
Cada año mueren unos 9 millones de niños antes de cumplir los cinco años, un tercio por causas atribuibles a la desnutrición, la mayoría por hambre crónica. Se estima que 178 millones de pequeños en esa franja etárea padecen retraso en el crecimiento por la desnutrición.

David Nabarro, Representante Especial de Seguridad Alimentaria y Nutrición del Secretario General de la ONU sentenció: “los actuales niveles de subnutrición son un desastre masivo y evitable para millones de ciudadanos del mundo y es inexcusable y moralmente inaceptable que esa situación persista en nuestros días”.
El hambre y la desnutrición aumentan la vulnerabilidad a crisis y choques, debilitan la capacidad de producir alimentos o tener acceso a ellos a precios accesibles y socavan la salud y el potencial general del ser humano, revela la Federación.

“El mundo necesita un sistema un sistema alimentario que garantice la seguridad alimentaria de todo el mundo, pero diversos obstáculos lo impiden: el cambio climático, la creciente competencia por la tierra y el agua, y las desigualdades cada vez más pronunciadas”, afirma.

Uno de los principales problemas es que “el poder sobre el sistema está principalmente en manos de un pequeño número de empresas y cadenas de supermercados”.

Más inversión, menos especulación

Las previsiones dan a entender que para alimentar a una población mundial que tal vez pasará de 7 mil a más de 9 mil millones a mediados de siglo y satisfacer las cambiantes exigencias de la dieta habría que duplicar la provisión de alimentos. Por eso, “hay que invertir más en agricultura, pero sobre todo en África la cuestión es saber si hay que destinarla a los minifundistas y pastoralistas, o bien, a la agricultura a gran escala con alto coeficiente de capital”.

“Un modelo idóneo es el de Brasil, que transformó pastizales hasta entonces improductivos en un paisaje de praderas donde el agronegocio representa el 70 por ciento de la producción agrícola del país, una de las experiencias más exitosas de la agricultura mundial”, destaca el informe.

Y dedica un espacio a los agroquímicos. “En la mayoría de los países, aumentar la producción agrícola utilizando cada vez más pesticidas y fertilizantes químicos aún se considera una solución. No cabe duda que las sustancias químicas acrecientan el rendimiento, pero es preciso establecer un equilibrio, porque ese tipo de producción es costosa en términos ambientales”, advierte.

Según la organización, los países donantes “consideran incuestionable que la clave del desarrollo rural reside en el sector privado”. Y a eso se suma “la hipocresía de la intervención masiva de los Estados miembros de la Unión Europea, Estados Unidos y Japón que otorgan enormes subsidios nacionales a sus agricultores”.

“Nuevas reglamentaciones pueden restringir la capacidad de los especuladores de ejercer un poder excesivo en los mercados de alimentos. Se debería dar prioridad a la protección de los grupos más vulnerables frente a fuertes subidas del precio de los alimentos”, reclama.

“Poderosas fuerzas del mundo globalizado hoy en día impulsan la volatilidad del precio de los alimentos”, explica. Son “las políticas energéticas de los países ricos, la inestabilidad política en países exportadores de petróleo, el afán de lucro que orienta las prácticas de las empresas financieras y el cambio climático”.

“Es improbable que se puedan abordar todas a la vez. La volatilidad llegó para quedarse, lo que dista mucho de la opinión que prevaleció en los últimos 30 años, según la cual los precios de los alimentos se mantendrían bajos y estables”, asevera.

“Gastar más en protección social”

Para la organización, los gobiernos deben establecer planes de acción para abordar el problema del hambre y la desnutrición. “Muchos aún no se comprometen siquiera a promover la protección social que es vital en 20 países donde el 80 por ciento de los niños presenta retraso en el crecimiento”.

“Los países deben gastar más en protección social. Las transferencias monetarias tienen un mayor efecto multiplicador que la ayuda alimentaria, pues generan empleo e ingresos. También habría que fijarse el objetivo de llegar a los niños cuanto antes y dar prioridad a los menores de cinco años y las mujeres embarazadas”.

Además, “los gobiernos deberían aumentar el apoyo a los sistemas de garantía de préstamos, los créditos subsidiados y el capital para los bancos. Limitarse a aumentar los recursos no basta, a causa de la corrupción y el derroche, lo que se aplica particularmente a la política agrícola”.

“La perspectiva de género es fundamental. Las políticas agrícolas tienen que hacer más para apoyar a las mujeres. Los gobiernos deberían proponerse mejorar la financiación pública de servicios de cuidado de niños”, recomienda.

Cambios en el sector humanitario

El terremoto de Haití, las inundaciones en Pakistán, y el terremoto y tsunami en Japón, catástrofes ocurridas en 2010 y 2011, “podrían dar lugar a cambios significativos en el sector humanitario”.

El sismo en Haití “puso al descubierto fragilidades sistémicas en relación con el desarrollo, el gobierno y la respuesta humanitaria, que dieron lugar a nuevas demandas de reformas”.

El terremoto en Japón “demostró a la comunidad internacional la relación que existe entre desastres naturales y vulnerabilidad humana. Pudo hacer sido un enorme colapso de sistemas, pues provocó un tsunami y esa combinación letal reveló la perspectiva de una fusión nuclear”.

“En la última década se hicieron significativos intentos de reforma de la capacidad humanitaria de la ONU y el resto del sistema, pero lo sorprendente son las reformas que no se hicieron”, según el informe presentado mundialmente hoy.

RENA, Internet, 22-9-11