Guatemala: la soberanía alimentaria, una respuesta a las crisis
"Este recurrente tema de las crisis económicas globales, nos permite reflexionar acerca de la necesidad, vigencia e importancia de cuestionar el modelo económico impulsado desde arriba por empresas transnacionales, gobiernos y empresarios nacionales, contrastado con prácticas que desde abajo vienen realizando, milenariamente, poblaciones indígenas y comunidades rurales"
Nos llegan las noticias en la radio, prensa y televisión que estamos en medio de crisis; económicas, financieras, ambientales, alimentarias y políticas. Y me pregunto, ¿Cuándo no hemos estado en crisis?, si la población marginada, pobre y explotada, subsiste en permanentes crisis, ante la implementación de una política económica que se basa en una racionalidad que, además de acumular abultadas ganancias en pocas manos, amenaza la vida de millones.
Este recurrente tema de las crisis económicas globales, nos permite reflexionar acerca de la necesidad, vigencia e importancia de cuestionar el modelo económico impulsado desde arriba por empresas transnacionales, gobiernos y empresarios nacionales, contrastado con prácticas que desde abajo vienen realizando, milenariamente, poblaciones indígenas y comunidades rurales.
Las grandes empresas transnacionales y nacionales fomentan una sociedad basada en el consumismo, que en cada acto, contamina. Desde la devastación de los recursos naturales a través de actividades extractivas (agua, tierra, minería, hidroeléctricas) hasta la implantación de la cultura consumista desechable (envases, productos, empaques).
El modelo económico predominante fomenta y promueve un estilo de vida que se basa en la apariencia, el consumo y el acceso al dinero y la mercancía, como forma de "realización" que en los actuales tiempos, ha penetrado, los rincones más inhóspitos de Guatemala yel mundo. Es notable ver cómo en las comunidades, el encanto seductor de las empresas transnacionales de bebidas y comida chatarra, ha invadido territorios indígenas, cambiado patrones alimentarios tradicionales.
Pero también vemos cómo desde abajo subsisten y persisten prácticas que no han sido totalmente invadidas por la racionalidad del consumismo y se están constituyendo en alternativas para hacer frente no sólo a la racionalidad capitalista y sus crisis, sino a las instituciones y empresas que las fomentan.
Esta racionalidad de vida, presente en algunas comunidades rurales, indígenas y no indígenas, se basa en prácticas agrícolas que respetan la tierra y rechazan el uso de agroquímicos y de semillas "híbridas", mejoradas y transgénicas, valorando las semillas nativas y criollas. También rechazan el culto al consumismo, evitan el consumo de productos en envases desechables, toman distancia de las prácticas que dañan y erosionan los suelos, contaminan el agua y derrochan los recursos. Al contrario, respetan la naturaleza, valoran el conocimiento ancestral y cada vez más toman conciencia política de la lucha por el territorio y los recursos naturales, ante las pretensiones capitalistas, nacionales y transnacionales.
Las prácticas, resistencias y posiciones realizadas desde la cotidianidad de miles de campesinos y personas urbanas, se han constituido en un campo de lucha estratégico, para contrastar y rechazar la lógica utilitarista, consumista y contaminante impuesta y fomentada por las empresas transnacionales. También se constituye en una forma alternativa para enfrentar y transformar las crisis del capitalismo, en un estilo de vida basado en el respeto por la vida, las poblaciones y la naturaleza.
Para que estas prácticas contribuyan a la construcción de la soberanía alimentaria, es necesario dotar a los pueblos y comunidades que no tienen tierra ni agua, fomentar la organización y las prácticas comunitarias, la creación de parcelas integrales (frutales, verduras, plantas medicinales), revalorar la cultura culinaria ancestral y rechazar los insumos externos que generan dependencia, atentan contra la salud y contaminan la tierra y el agua.
La crisis económica y alimentaria no tendrá tanto efecto nocivo sobre las comunidades rurales y la economía campesina, si se fomentan y articulan prácticas que aporten a la construcción de la soberanía alimentaria. Es pues un campo de lucha que habrá que incorporar en todos los frentes posibles y en nuestra práctica cotidiana.