Consumo de alimentos transgénicos en Chile
Diariamente utilizamos productos fabricados en base a organismos genéticamente manipulados. Organizaciones ambientalistas exigen que se regule el acceso de estos alimentos al país y se investiguen los problemas que traerían al medio ambiente y a la salud de las personas
Poco es lo que se sabe a nivel de consumidores sobre los alimentos transgénicos, sus efectos en la salud pública y en el ecosistema. En Europa, la internación de este tipo de alimentos se encuentra absolutamente controlada y, en algunos casos, la producción y el consumo de ellos están prohibidos. En nuestro país, en tanto, hace años que la discusión se encuentra en la palestra, pero ambientalistas, políticos, empresas semilleras, agricultores y científicos no logran llegar a un acuerdo.
Los transgénicos son aquellos alimentos que han sido modificados genéticamente, es decir, se les ha introducido un nuevo gen que puede provenir tanto de una especie emparentada o de otra totalmente distinta. Esto se logra gracias a avanzadas técnicas de Ingeniería Genética que permiten la creación de organismos de manera no natural. Un ejemplo puede ser la obtención de los genes que le permiten a un pescado resistir el frío e incorporarlos a un tomate.
Actualmente existen tanto voces detractoras como a favor de su consumo. Quienes aprueban el uso de esta técnica destacan el favorable desarrollo de ventajas comparativas que pueden alcanzar especies frutícolas, vitivinícolas, forestales y vegetales. Sus detractores, en cambio, postulan que algunos productos producirían problemas de salud, como alergias o la transmisión de la resistencia a pesticidas a los humanos, o sea, elementos químicos que también están presentes en fármacos de uso médico. También se piensa que las propiedades se pueden expandir hacia otros cultivos cercanos transmitiendo genes y provocando un desequilibrio en el ecosistema.
El bioquímico Romilio Espejo, jefe del Laboratorio de Biotecnología del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile, asegura que “Hasta ahora, ninguno de los productos liberados ha demostrado tener un efecto nocivo en la salud. Lo que sí hay son alimentos que no llegaron al mercado. De hecho se han detenido algunas semillas que estaban en desarrollo porque producían alergias muy fuertes en algunas personas”, asegura.
En cambio, la bióloga de la Fundación Sociedades Sustentables y Coordinadora de la Red por un Chile Libre de Transgénicos, doctora María Isabel Manssur, asegura que “los riesgos que existen para la salud del ser humano son las alergias producidas por la incorporación de un gen alergénico a un organismo libre, el cual puede llegar a provocar la muerte en personas que padecen de este problema; efectos tóxicos impredecibles; y resistencia a antibióticos, por lo que debería existir mas investigación a largo plazo”, sentencia la doctora.
Los mayores cultivos agrícolas de origen transgénico son la soya y el maíz, de los que se generan numerosos ingredientes que se emplean en nuestra alimentación diaria. Los grupos ambientalistas exigen con gran insistencia que estos sean rotulados, pues consideran que cada día llevamos a nuestra mesa una gran cantidad de provisiones con organismos genéticamente modificados, pasándose a llevar el derecho a elegir informadamente, tal como se hace en la Unión Europea.
El doctor Espejo es enfático en manifestar que “Chile no va a tomar posición mientras no exista un acuerdo mundial. Pero una etiqueta que diga que contiene transgénicos no permite concluir nada. Es imperioso que exista una entidad seria que cumpla con el rol protector, que dicte normas adecuadas y que las haga cumplir. En Chile no tenemos a nadie que lo haga. Puede entrar cualquier alimento que traiga transgénicos con quién sabe qué consecuencias”, sostiene.
En el mundo existen 52 países que poseen legislación sobre bioseguridad y 33 que tienen las debidas regulaciones, pero en Chile no hay ninguna ley referente a los alimentos transgénicos. Según la doctora Manssur, esto se debe a que las compañías semilleras ejercen presión en la clase política para no ratificar el protocolo de bioseguridad, “pues no les interesa tener regulaciones de este tipo. El problema es que si se contaminan nuestros cultivos y no existe una normativa adecuada habrá conflicto con las exportaciones hacia las naciones que sí tienen controles al respecto y la imagen de Chile se verá perjudicada”. La profesional asegura que la normativa del SAG con respecto a este tema es muy débil, "porque no exige estudios de impacto ambiental y no protege a la agricultura convencional, pues hay muchos agricultores que no saben que tienen semillas transgénicas en sus predios”.
Además acusa que “hay una inercia e inamovilidad en las autoridades. No hay una directriz común debido a que la Presidenta Bachelet rompió el acuerdo que hizo con las organizaciones ciudadanas, que consistía en no abrir el país a los cultivos transgénicos. Esto se puede ver claramente con el permiso otorgado a una empresa para iniciar este año la siembra de 20 mil hectáreas de soya transgénica”, finaliza.