Frente a la devastación hídrica en México, ¿qué hacer?

Idioma Español
País México

En México, diferentes estudios e indicadores estiman que el 70 por ciento de los cuerpos de agua se encuentran contaminados.

En numerosos esteros, lagos, lagunas y ríos del país se encuentran metales pesados de alta toxicidad como el mercurio, plomo, cromo, cadmio y otros compuestos dañinos como el tolueno y el benceno. La Comisión Nacional del Agua reconoció en 2013 que la contaminación de los ríos y otros cuerpos de agua tiene un impacto social negativo en por lo menos 24 millones de mexicanos. A su vez, el Programa Nacional Hídrico 2013–2018 reconoce que al menos 35 millones de habitantes se encuentran en situación de poca disponibilidad de agua en calidad y cantidad.

Para ejemplificar: el río Lerma que atraviesa varios estados, es considerado por diferentes estudios como el más contaminado de México, con presencia de zinc, vanadio, níquel, manganeso, plomo, cobre, cobalto, cromo y cadmio. La Secretaría de Salud ha detectado en habitantes de las comunidades de esta cuenca, presencia de fibrosis y edema pulmonar, dolor y debilidad muscular, atrofia óptica, disfunción renal, esterilidad y hasta muerte neonatal. A lo largo de su cauce, más de 7 mil industrias manufactureras y metalmecánicas depositan directamente sus aguas contaminadas al río. Además, las granjas porcícolas de Michoacán, Jalisco y Guanajuato contribuyen también a su deterioro, arrojando miles de toneladas de desechos sólidos a su caudal, generando innumerables casos de bronquitis crónica, laceraciones cutáneas, irritación intestinal, irritación pulmonar, asma, neumoconiosis y cisticercosis, entre otras enfermedades.

En Guanajuato, se arrojan diariamente al río Turbio hasta 500 toneladas de lodo industrial que contiene residuos de la industria del calzado, con desperdicios de carne y cebo. Una buena parte de las problemáticas de salud en el municipio de León tienen que ver con la toxicidad del río. Las autoridades ambientales no han incidido hasta el momento para que las industrias del calzado dejen de arrojar sus aguas contaminadas a este afluente.

En el norte de país, el río Sonora se ha convertido en uno de los casos más emblemáticos, cuando en 2014, una minera del Grupo México derramó sobre su cauce 40 mil metros cúbicos de sulfato de cobre, provocando lo que se ha catalogado como uno de los desastres ambientales más devastadores en la historia reciente del país. La población de los municipios Arizpe, Banámichi, Huepac, Aconchi, San Felipe, Baviácora y Ures está sufriendo los estragos principalmente en su salud y en la disponibilidad de agua para uso cotidiano. Las actividades agropecuarias también han sido afectadas y hasta el momento, las autoridades ambientales no han hecho lo necesario para obligar a la empresa a revertir este desastre ambiental.

Frente a la devastación hídrica se están generando propuestas desde la sociedad civil, como la iniciativa ciudadana “Agua para Todos, Agua para la Vida”, elaborada por académicos y organizaciones sociales, cuyos objetivos son crear instrumentos jurídicos y políticas públicas para poner fin a la contaminación, sobreexplotación y destrucción de cuencas y acuíferos, así como realizar acciones preventivas frente a situaciones de vulnerabilidad por inundaciones y sequías. Esta iniciativa busca también la recuperación de los derechos de los pueblos a sus cuerpos de agua, como sucede con otras iniciativas como los pueblos y comunidades que habitan en la ribera del río Atoyac, que atraviesa parte de Puebla y Tlaxcala, y que es considerado también como uno de los más contaminados del país.

Información histórica, arqueológica y antropológica permite demostrar que el aprovechamiento de las aguas del Atoyac es ancestral. Desde tiempos prehispánicos, en las tierras aledañas se aprovechaba su cauce y su humedad para producir maíz, frijol, calabaza, chile y tule, con lo que los pueblos de la región elaboraban petates y cestería. En 1614, el fraile Alonso de la Mota y Ecobar, visitando lo que hoy es Natívitas, escribió: “[…] el temple es frío y bueno; beben del río Atoyac, que es de buen agua. Son los indios ricos de grana, maíz y aves. Siembran maíz, es principio de lo que llaman la ciénaga de Tlaxcala: y ahora se han dado en sembrar trigo de riego, que se comienza a dar muy bueno y muy copioso en el acudir […]”. Las crónicas coloniales dejan ver claramente que el Atoyac era un río caudaloso, limpio, con capacidad para favorecer la agricultura de la región.

Sin embargo, el fastuoso cuerpo de agua que encontraron los españoles al llegar a la región ha dejado de existir. Los parques industriales que lo han contaminado en las últimas décadas, con la complicidad de los diferentes niveles de gobierno, no sólo violentan el derecho a la salud y al medio ambiente. También se ha vulnerado el derecho al territorio de los pueblos originarios que ancestralmente lo han resguardado. Sin embargo, existen importantes esfuerzos comunitarios, como el que han emprendido organizaciones como la Coordinadora por un Atoyac con Vida, que en los últimos años ha realizado un sinfín de acciones para exigir justicia ambiental, así como la recuperación del modo de vida campesino que está siendo desplazado por la industria y que solo es posible con un río caudaloso, sano, apto para la vida. Frente a la crisis alimentaria, la única opción sostenible es la producción campesina de alimentos libres de agrotóxicos, pero para eso es imprescindible que el gobierno le devuelva la vida a un río que durante al menos 10 mil años ha sostenido noblemente la producción agrícola de esta cuenca.

Fuente: La Jornada del Oriente

Temas: Extractivismo, Tierra, territorio y bienes comunes

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