Uruguay puede perder mercados internacionales


Prensa
LA REPUBLICA EN LA RED, Uruguay, 8-10-00



Uruguay puede perder mercados internacionales

Uruguay corre riesgo de perder mercados internacionales para sus productos

naturales, por su postura liberal y abierta a los procesos de manipulación

genética de sus cultivos. Los productos transgénicos, resultantes de las mas

sofisticadas técnicas, parecen hoy ya un fenómeno irreversible en el mundo

entero, pero enfrentan posturas contestatarias de movimientos

ambientalistas, científicos y productores y algunos sectores políticos.
Carim Hamed


Los focos de discrepancia se desarrollan tanto en el ámbito político-comercial como en el ambiental, tanto en Uruguay como en el mundo. Nuestro país se alineó a la postura mas liberal a nivel mundial, al participar en el denominado grupo de Miami (integrado además por Estados Unidos, Argentina, Chile y Australia) en el ultimo encuentro mundial sobre biodiversidad desarrollado en Montreal en enero del corriente. Sin embargo, voces políticas y de productores agrarios critican la decisión de transgenizar nuestros cultivos porque eso podría acarrear la pérdida de

mercados para nuestros "productos naturales".

"Transgénico no es una mala palabra", afirmo a LA REPUBLICA el presidente del Instituto Nacional de Semillas e integrante de la comisión de riesgo para el estudio de los transgénicos, Gustavo Blanco. Explico que su estudio, beneficios y complicaciones se deben analizar caso por caso de acuerdo a cada circunstancia y no generalizar. En nuestro país, dijo Blanco, la soja transgénica se viene usando desde hace buen tiempo, y los resultados han sido positivos. No se encontró --hasta el momento-- ninguna complicación con la soja, ni aquí ni en ninguna parte del mundo, lo que no quiere decir que posteriormente no surjan, como ocurre por ejemplo con algunos medicamentos, que tiempo después de usarse se le encuentran contraindicaciones. El experto uruguayo argumento a favor de los organismos modificados genéticamente (OGM) en primer termino para no estar a la zaga de los avances tecnológicos (política esta alentada por el presidente Jorge Batlle en mas de una oportunidad).

Además, sostiene que se reduce el uso de químicos agrícolas, que tiene un efecto positivo en el control de malezas y que abate los costos de producción, aunque la semilla sea mas cara. 
En contrapartida, el senador frenteamplista Enrique Rubio manifestó su preocupación ante el avance transgénico en nuestro país, ya que "puede traer enormes consecuencias para nuestra ganadería", debido a que Uruguay

promociona su carne como "carne natural" y que como tal tiene buenas perspectivas de comercialización en varios mercados, posibilidades que podrían perderse al dejar de ser "naturales". Lo mismo podría ocurrir con la miel y varios otros productos, señaló el legislador. 

Una visión similar sostiene Carlos Battello, asesor de la Asociación de Cultivadores de Arroz, quien señaló que en Uruguay, y particularmente en el caso del arroz (uno de los principales productos de exportación), las variedades de este grano modificadas genéticamente poco pueden ofrecer a nuestro país de positivo. Hay problemas endémicos en muchos otros países, como la maleza denominada arroz rojo, que no ocurren en nuestras producciones. Batello señala que anteriores trabajos de investigación del INIA y el LATU demostraron que podemos ostentar en el mercado internacional la categoría de arroz "ecológicamente amigable", con lo que podríamos entrar en el mercado de la Unión Europea.

 

El temor al uso de los transgénicos a nivel mundial se basa en que hoy estos nos son impuestos, pero no se ha estudiado suficientemente sus riesgos y los posibles costos que la humanidad pueda llegar a pagar por este avance tecnológico. El estudio completo puede requerir décadas o mas. 

Existe un riesgo ambiental imposible de calcular: la contaminación biológica. Se corre el riesgo de una disminución de la biodiversidad, debido a que los cultivos tansgenicos amenazan la diversidad al simplificar los sistemas de cultivos y promover la erosión genética. 

Para los productores, la creación de supermalezas es un riesgo latente. La transferencia a variedades silvestres de genes resistentes a herbicidas puede crear supermalezas, al producirse cruzamientos entre ellos. Las organizaciones ambientalistas advierten que el uso de plantas resistentes a herbicidas aumentara el uso de estos químicos, factores preponderantes en la contaminación de los suelos, el agua y los alimentos. 

Los principales impulsores de la manipulación genética son los grandes laboratorios transnacionales de las "ciencias de la vida", como Monsanto, Dupont, Novartis, entre otros, encargados de explotar económicamente los nuevos avances genéticos. Lo que puede resultar irónico de este asunto es que estas empresas, fabricantes de herbicidas y plaguicidas, no buscan evitar el uso de los mismos, sino que lo que obtienen con la manipulación genética son semillas resistentes a los plaguicidas. Resulta mas barato adaptar el vegetal a la química que al revés (el costo de desarrollar una nueva variedad de cultivo raramente llega a los 2 millones de dólares,

mientras que el costo de un nuevo herbicida excede los 40 millones). Por lo tanto, son las empresas productoras de herbicidas las que crearon cultivos transgénicos tolerantes a sus propios productos.

Monopolio multinacional

Una publicación realizada por las organizaciones Ceuta, Claes, Agronova y varias ONGs señala: "De la mano de las patentes, las empresas se apropian de la materia prima. La conquista se realiza en el campo molecular y las inversiones han sido tan enormes que la necesidad de retorno es implacable. De ahí las presiones y la urgencia para introducir los productos transgénicos". De acuerdo a la misma publicación, el proceso de concentración feroz que esta ocurriendo en el campo de la ingeniería genética dejaría a los productores y a las economías de los países del sur a

merced de una o dos transnacionales, que, amparadas en el marco legal de los derechos de propiedad intelectual contemplados primero en la ronda Uruguay del GATT y ahora en la OMC, se convertirían en dueñas de las fuentes de la seguridad alimentaria de nuestros países.

El pasado 26 de septiembre, el coordinador europeo de la entidad ecologista Amigos de la Tierra, el alemán Martin Rocholl, denuncio en Buenos Aires "presiones de compañías multinacionales para imponer alimentos transgénicos a los consumidores". Rocholl señaló a la agencia de noticias AFP que las grandes empresas son las principales interesadas en imponer los productos transgénicos. "Las grandes empresas hacen fuertes inversiones para introducir esas novedades en el mercado, que los impulsa a tratar de imponerla al consumidor, a quienes les deja poco margen de elección".

"Libertad violada"

"Se viola la libertad de los ciudadanos si no se informa, si no se etiqueta", señaló a LA REPUBLICA el edil de la VA Gabriel Weiss, en referencia a la polémica sobre si los productos que tengan elementos transgénicos deben o no especificarlo en las etiquetas de los mismos. Este tema también es polémico en el orden mundial, ya que en el encuentro de Montreal no se llegó a un acuerdo. El grupo de Miami es partidario de la no etiquetación, no así el resto de los países. Las voces a favor de la

etiquetación recurren al principio de precaución, principio Nº 15 establecido en la cumbre del Medio Ambiente de Rió 92, que sostiene que no debe liberarse en la naturaleza una tecnología hasta tener la total certeza de su inocuidad, aceptado virtualmente en todo el mundo, a través del cual por lo menos el consumidor debe enterarse de que el producto adquirido contiene elementos que no cuentan con un 100% de seguridad. En Uruguay no hay nada legislado al respecto y artículos de consumo como las papas fritas "Pringles" y los productos a base de soja "Ades" circulan libremente, sin que los consumidores sepan que tanto las papas como la soja han sido modificados genéticamente. Weiss señaló que la Junta tiene ya la idea de plantear la obligación del etiquetado, pero intentaran llevar a cabo una tarea conjunta con otras juntas departamentales para poder sacar algo a nivel nacional.

En la Conferencia de Montreal 130 países acordaron un texto que impone ciertas restricciones al comercio de organismos genéticamente modificados. Este protocolo permite a los países rechazar las importaciones de organismos transgénicos si existen dudas razonables sobre su seguridad para el medio ambiente o la salud.
Este acuerdo plasma el principio de precaución, que los países no precisan de evidencias especificas para vetar una importación, basta con las dudas o la falta de suficiente información.




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