Brasil: treinta años de prisión para estanciero responsable de muerte de Dorothy Stang

Idioma Español
País Brasil

Perverso y cobarde. Esos son los términos que utiliza la sentencia judicial para definir a la persona que algunos párrafos después condenaría a treinta años de reclusión: el hacendado Vitalmiro Bastos de Moura –conocido como Bida-, responsable en el asesinato de la monja estadounidense Dorothy Stang, ocurrido en febrero de 2005 en el Estado de Pará, al nordeste de Brasil

 

Organizaciones religiosas, militantes sociales y grupos ambientalistas celebraron la esperada resolución judicial. El crimen de Stang se cometió en una de las regiones de Brasil con mayores niveles de violencia en el campo y hasta ahora la impunidad se había convertido en una mala costumbre. El triste episodio se ha convertido, además, en un símbolo de la lucha por la tierra.

 

“Se hizo justicia. Mi hermana estaría muy feliz, porque ella creía en el sistema judicial brasileño”, declaró a la salida del juzgado David Stang, un hermano de Dorothy que vive en Estados Unidos y que viajó a Belén, capital del estado, para escuchar la sentencia de los magistrados.

 

Uno de los jueces enfatizó que la actitud de Bida “niega la propia racionalidad humana”, mientras que definió a la víctima como una “anciana indefensa” que fue cobardemente asesinada con seis disparos en la cabeza.

 

El juicio demoró unas catorce horas y ahora llegará el turno de Regivaldo Pereira Galvão, conocido como Taradão, que está acusado de ser cómplice de Bida en este caso de homicidio doblemente calificado. Ambos habrían sido los encargados de contratar a sicarios para cometer el crimen y prometerles a cambio una recompensa, según informó el sitio del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST).

 

La monja nacionalizada brasileña pertenecía a la Misión de las Hermanas de Notre Dame de Namur y era admirada en Pará por su tarea como defensora de los derechos humanos. Desde su llegada a estos apartados parajes en 1972, también se supo ganar la antipatía de los terratenientes por denunciar crímenes ambientales y abusos laborales en las fincas amazónicas.

 

Poco tiempo después de su muerte, el hacendado Francisco Alberto de Castro, presidente del Sindicato de Ganaderos de Pará, fue consultado por una enviada especial del diario argentino Clarín acerca del sonado homicidio.

 

“Están convirtiendo en mártir a una monja que invadía tierras, una mujer que creaba desorden. Ella era el mayor problema que tenía la región”, decía Castro en aquel momento, como si quisiera “matarla de nuevo”, según la sensación de la corresponsal.

 

El artículo contaba que la noche del asesinato los “ricos” de la alejada región de Brasil lanzaron bengalas y convidaron con cerveza a los parroquianos de los bares. Todo esto sucedió en la localidad de Anapu, que la enviada de Clarín describía como una “tierra de nadie” donde la única ley imperante “es la del calibre 38”.

 

Radio Mundo Real, Internet, 15-4-10

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