De los transgénicos a la biología sintética

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Los transgénicos están passé. Al menos ése es el parecer de los científicos y empresarios en el nuevo campo de la biología sintética. Conocida también como “synbio” o “biología 2.0”, la biología sintética va más allá de la ingeniería genética, tecnología que se usa para alterar organismos existentes para crear organismos genéticamente alterados (transgénicos). Lo que busca la biología sintética es construir organismos nuevos desde cero

“Usando una computadora tipo laptop, información pública de secuencias genéticas y ADN sintético ordenado por correo, prácticamente cualquiera tiene el potencial para construir genes o genomas enteros de la nada”, informó el Grupo ETC, organización no gubernamental con sede en Canadá. En junio de 2007 tomó lugar en la ciudad suiza de Zurich el Tercer Encuentro Internacional de Biología Sintética, en el cual hicieron su presentación en sociedad varias iniciativas, como la fundación “Emergence” y el proyecto “Tessy” (“Towards a European Strategy for Synthetic Biology”), que promueven la biología sintética en Europa. De Estados Unidos participó el “Synthetic Biology Engineering Research Center” ( www.synberc.org), institución financiada por la Fundación Nacional de las Ciencias.

Además de gobiernos y corporaciones transnacionales, también tenemos un puñado de científicos-empresarios montándose en el tren de la biología sintética. Están formando empresas, como LS9, Amyris y Codon Devices, utilizando fondos públicos y capital de riesgo. Ellos aseguran que la biología sintética se puede utilizar para crear organismos artificiales que harán de todo, desde combatir la malaria hasta producir combustible. El más prominente y farandulero de estos tecno-capitalistas de nuevo cuño es el polémico J. Craig Venter, quien se hizo famoso haciendo un mapa del código genético humano con su compañía Celera Genomics.

En 2005 Venter fundó la compañía Synthetic Genomics, que aspira a crear microbios sintéticos que producirán combustibles como etanol e hidrógeno. El “Institute for Biological Energy Alternatives”, un ente sin fines de lucro fundado por Venter, recibe fondos del programa Genomas para la Vida del Departamento de Energía de Estados Unidos, que desarrolla el uso de plantas y microbios para faenas variadas desde generar energía hasta remover carbono de la atmósfera.

La mitad del capital inicial de “Synthetic Genomics” vino del magnate mexicano Alfonso Romo. El señor Romo tiende a aparecer dondequiera que se mueven los capitales de la biotecnología. Fundó en 1991 el Grupo Púlsar, poderoso conglomerado con operaciones en más de 110 países y grandes intereses en agroindustria, biotecnología y bioprospección.

En 1994 Romo fundó la empresa Seminis ( www.seminis.com), un gigante de la agroindustria que en poco tiempo llegó a ser el mayor desarrollador, cultivador y mercader de semillas de frutas y vegetales del mundo, controlando 40% del mercado de semillas de vegetales de Estados Unidos, incluyendo 75% de los tomates vendidos en ese país, más numerosas variedades de lechuga, repollo, melón y espinaca. Hoy día tiene ventas en 156 países, sus réditos de 2007 fueron de $606 millones, y posee 20% del mercado mundial de semillas de vegetales.

Desde 2005 Seminis es subsidiaria del gigante de biotecnología Monsanto. La compra de Seminis, a un costo $1,400 millones, hizo de Monsanto la compañía de semillas más grande del mundo.

Biopiratería

Venter ya es bien conocido por los grupos de sociedad civil latinoamericanos, que lo han acusado de biopiratería. En 2004 navegó a Bermudas, México, Costa Rica, Panamá, Chile y las Galápagos en el Sorcerer 2, su laboratorio flotante de 90 pies de largo. Los participantes en el Foro Social de las Américas, que tomó lugar ese año en Ecuador, denunciaron la expedición como un intento de patentar y privatizar la biodiversidad.

“La expedición de Venter en busca de microbios pone sobre la mesa serias cuestiones aún sin resolver en torno a la soberanía sobre los recursos genéticos y la privatización de éstos mediante su patentamiento,” dijo Silvia Ribeiro, del Grupo ETC. “La pretensión de Venter es una de las mayores amenazas para la privatización y comercialización de la vida, por lo cual nos oponemos a su presencia acá y en el resto de países de la región”, declaró Lucía Gallardo, de Acción Ecológica, un grupo ambientalista ecuatoriano.

Romo también ha sido acusado de biopiratería. Por varios años fue miembro de la junta directiva de Conservación Internacional ( www.conservation.org), uno de los grupos conservacionistas más adinerados del mundo. Con sede en Wáshington DC y operaciones en más de 40 países, CI administra áreas naturales protegidas y proyectos de bioprospección y ecoturismo en varios continentes, ha recibido fondos de corporaciones como McDonald’s, Exxon, Citigroup, Ford, Sony y el ya mencionado Grupo Púlsar, y su junta directiva tiene ejecutivos de Starbucks, Hyatt, Wal Mart, JP Morgan, UBS e Intel.

CI “representa el caballo de Troya de grandes corporaciones transnacionales y del gobierno estadounidense”, según el Centro de Análisis Político e Investigaciones Sociales y Económicas de México (CAPISE). “La estrategia de CI es recabar información y comprar grandes extensiones de tierra con altos potenciales de bioprospección, lo que le permite administrar los recursos naturales y/o estratégicos y ponerlos a la disposición de las grandes transnacionales.”

Peligro

La idea de organismos sintéticos novedosos levanta banderas rojas para los críticos de la biotecnología. Preocupa a muchos que la biología sintética se mueve a toda velocidad, sin debate en la sociedad o supervisión regulatoria. Advierte el grupo ETC: “En última instancia la biología sintética significa herramientas más baratas y ampliamente accesibles para construir armas biológicas, patógenos virulentos y organismos artificiales que podrían representar graves amenazas para la gente y el planeta. El peligro no es solamente bioterror, sino el ‘bio-error’.”

“La creación de nuevas formas de vida entraña complejidades enormes. ¿Cómo podría evitarse su liberación accidental al ambiente o cómo podrían evaluarse los efectos de su liberación intencional? ¿Quién los va a controlar, y cómo? ¿Cómo se fiscalizará la investigación? ¿Deberíamos rediseñar la vida de esta manera cuando los cuestionamientos ambientales y en torno a la seguridad humana son tan vastos? ¿Quién debería decidir?”

En 2006 una coalición internacional de 35 organizaciones, incluyendo científicos, ambientalistas, sindicalistas, expertos en guerra biológica y defensores de la justicia social exhortaron al debate público, regulación y fiscalización de la biología sintética. Los firmantes explícitamente rechazaron las propuestas de “autorregulación”.

“No se puede permitir que científicos que crean nuevas formas de vida actúen como juez y jurado”, declaró Sue Mayer, directora de GeneWatch UK. “Las posibles implicaciones sociales, ambientales y de armas biológicas son demasiado serias como para ser dejadas en manos de científicos con bien intencionados pero con intereses propios. Se necesitan debate público, regulación y fiscalización.”

Claridad Puerto Rico, Puerto Rico, 19-6-08

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