En defensa del maíz (y el futuro): una autogestión invisible, por Ramón Vera Herrera

El maíz no es una cosa: es, como la tierra, un tramado de relaciones. El embate contra el maíz es un intento por erosionar el tejido social que ha logrado que los campesinos sobrevivan por derecho y entereza. Todavía es incontrovertible que la mayoría del mundo es campesina -y para efectos prácticos alimenta al grueso de la población- pero es cierto que nunca antes el embate contra ellos fue tan frontal

En todo el mundo se quiere desaparecer a los campesinos, al conjunto de relaciones que conforman un modo de vida.

El corazón de un futuro posible pasa por la defensa del maíz tan atacado y de los campesinos que lo vive. Defender el maíz es defender la vida y la cosmovisión campesina-indígena y viceversa. En ese camino emprendido, la gente de las ciudades tiene un papel que comienza a reconocer, apenas. Esta vez, un proceso de resistencia ante las previsiones de las agroindustrias y las instancias de planificación mundiales y sus administradores encarnados en los gobiernos, culmina -en esta etapa- con un fortalecimiento de la relación entre diversos actores de la problemática, culmina encaminando un proceso que está lejos de haberse definido, pero que refuerza la visión de horizonte que los pueblos estrenan apenas hace pocos años.

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