Argentina: "el glifosato produce cáncer y malformaciones"
"El glifosato, herbicida clave de la industria sojera, produce cáncer y malformaciones neuronales, cardíacas e intestinales", así lo afirma una investigación del Laboratorio de Embriología Molecular a cargo del profesor Andrés Carrasco, que funciona dentro de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet)
La investigación refuta la supuesta inocuidad del agroquímico y empezaría a explicar las apariciones de enfermos de cáncer —en un número superior al normal— en distintas localidades de la Pampa Húmeda argentina donde aviones fumigando pasan muy cerca de las viviendas situadas al borde de las plantaciones.
Las intervenciones que ya tomó la Justicia de Córdoba y de Santa Fe con medidas cautelares que morigeran o impiden el uso de glifosato en algunos casos, ahora se encuentran con otra prueba inquietante que pone en crisis la lógica principal del cultivo de soja transgénica.
En una entrevista exclusiva con La Capital, Andrés Carrasco, biólogo e investigador principal de Conicet con varias décadas de trayectoria, reveló detalles de su investigación y planteó la contradicción hacia el interior del organismo madre de la ciencia argentina, el Conicet.
Además denunció que el Conicet tiene acuerdos económicos con la empresa multinacional Monsanto, una de las fabricantes del producto.
"El uso del glifosato ya provoca un problema de salud. Tenemos ese convencimiento porque ese es el relato que los pobladores hacen en sus comunidades. Desde el laboratorio, nos propusimos darle un marco académico y científico a estos estudios", introduce Carrasco.
—Si usar glifosato está provocando un problema de salud pública ¿qué habría que hacer?
—En medicina existe el principio de precaución. Ante una duda justificada, como en este caso, deberían tomarse medidas tendientes a limitar, disminuir el uso y los efectos del producto.
—En términos camperos, desensillar hasta que aclare.
—Para empezar, una medida concreta podría ser que el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), organismo que tiene a cargo el control de los herbicidas como el glifosato, cambie la calificación que estableció del glifosato como de "baja toxicidad", mientras que en Estados Unidos, el organismo de control equivalente lo tiene en "alta toxicidad" y la Organización Mundial de Salud lo califica como de "máxima toxicidad". Cuando usted califica a un herbicida con otro grado de toxicidad cambian las normas para su uso, incluso hasta llevarlo a la prohibición. De hecho, productos como el DDT no se pueden usar y a nadie se le ocurriría espolvorear los campos con el agente naranja.
—En Europa y en Estados Unidos el glifosato tiene banda roja, y en la Argentina goza de banda verde, y se usa en 17 millones de hectáreas del país sembradas con soja, más del 50 por ciento del total de campos cultivados de todo el territorio nacional, ¿por qué?
—Bueno, cambiar la calificación sería un primer paso muy importante. Ahora, mi trabajo es hacer investigaciones científicas pero no está entre mis atribuciones ponerle una banda roja al glifosato, para eso están las autoridades.
—Usted no está en el Senasa, pero tal vez perciba si hay algún atisbo de poner en discusión el tema.
—Mire, la verdad, hasta hoy, no hay debate, no hay discusión, no hay pensamiento crítico respecto del uso de este herbicida. Los productores de soja usan un paquete tecnológico que incluye una semilla transgénica y un agrotóxico. Mientras en el hemisferio norte se vienen ajustando las calificaciones de toxicidad del producto, en nuestros pueblos del interior de Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires, entre otras provincias, vemos cómo aumentan desproporcionadamente los casos de cáncer en pequeñas poblaciones, como sucede en Viña (partido de Arrecifes, provincia de Buenos Aires) donde tenemos 40 personas enfermas con cáncer sobre una población de 500 habitantes.
—¿Qué síntomas tienen los pacientes?
—Lo que se describe en la intoxicación, su fase aguda, es irritación, diarrea, dolores de cabeza, trastornos en vías respiratorias y en el aparato digestivo. Como el glifosato se acumula y no se degrada (no se le elimina) con el tiempo, el efecto se acrecienta y no es nada extraño que aparezca el cáncer o las malformaciones en los bebés, para el caso de mujeres embarazadas. Entonces, ¿qué se puede hacer? Precaución, prevenir y ver también cuánto glifosato se usa, porque nadie sabe cuánto es realmente. La recomendación del producto es colocar entre 1 y 2 por ciento en la solución con agua, pero en la práctica se incrementan hasta el 10 por ciento porque las malezas se hacen resistentes.
—Para formular la tesis de que el glifosato produce cáncer y malformaciones en humanos, ¿qué tipo de embriones usó en su investigación?
—Es un embrión anfibio, digamos una especie de rana especialmente desarrollada para estas investigaciones. En el laboratorio hace muchos años que nos dedicamos al estudio embriológico, y tanto el embrión de pollo como esta especie de ranas tienen gran efectividad para colegir qué pasaría en igual situación con humanos. Hace 80 años que se utilizan estos animales, además de ratones, y en algunos casos primates, para investigar al ser humano.
—¿Inferir que el efecto del glifosato en ranas es igual al que puede producir en embriones humanos es científicamente sólido?
—Absolutamente, hay una historia biológica que lo respalda. La formación de embriones vertebrados tiene gran similitud y es perfectamente válido inferir que las malformaciones que verificamos en las ranas también ocurran en embriones humanos ante el impacto del glifosato.
—¿Cómo se logró financiar la investigación?
—No hubo un dinero específico para esto porque no se trató de un estudio especialmente caro. Lo hicimos en el marco de las investigaciones aborda el Conicet, con los subsidios que ya tiene el instituto, con el presupuesto del Estado nacional.
—Si el Estado invierte por años en formar cuadros científicos y en sustentar investigaciones como lo que usted abordó, sería esperable que hoy, otra parte del Estado recoja esos resultados y actúe.
—Sería esperable, aunque tengo mis dudas. Le voy a decir algo peor, si hubiera pedido un dinero al Conicet para esta investigación probablemente no me la hubieran dado.
—¿Por qué?
—Porque el Conicet, la institución que me paga una parte de mi sueldo —la otra parte me la paga la Universidad de Buenos Aires—, tiene un convenio con Monsanto, que paga un premio por promocionar proyectos biotecnológicos que son de su interés. Se entiende, si la institución madre de la ciencia argentina, el Conicet, tiene un convenio con la empresa con la que ahora surge este conflicto, estamos en un problema.
—¿Qué expectativas tiene?
—Esperemos que pasen los días, que el tema se asiente y que aquellos que desde el Estado deberían hacerse cargo, se involucren y produzcan los cambios. Por ahora no soy optimista, hasta hoy no me llamó nadie del Conicet para decirme nada sobre este trabajo que tuvo tanta repercusión en los medios de comunicación. Nadie me llamó, nada. Silencio total.
—El silencio no es inocuo, ¿cómo lo entiende?
—Como un posicionamiento. Conozco bien mi territorio, conozco la dirección de mi institución, el Conicet. Y la realidad es que está en parte atravesada por los grandes intereses como los de Monsanto. Esta es una realidad, de lo contrario, no se explicaría por qué el Senasa no reaccionó ya. Acá no hay ingenuidad y es inevitable sospechar que hay otras razones de peso para que el glifosato siga teniendo calificación de baja toxicidad en la Argentina.
—Si el glifosato aplicado a la soja podría producir graves males, como lo establece su investigación, ¿cómo es posible que se consuma masivamente ese alimento y en principio no se reporten consecuencias?
—En Francia hubo un conflicto respecto de cómo había que lavar al poroto de soja para que fuera susceptible de consumo. Igual, hay que decir que la soja se usa esencialmente para consumo animal, otro sería el cantar si en Europa se empleara para consumo humano. Por cuestión de dosis, el problema con el glifosato no surge por la ingestión sino por inhalación del aerosol al fumigar, eso es lo grave.