Carne de corporación
No sólo con granos, también de carne se enriquecen los agronegocios. En una reciente reunión celebrada en Billings, Montana, organizaciones de pequeños ganaderos de México, Estados Unidos y Canadá, de consumidores, activistas sociales y centros de estudio comparten su experiencia y sus análisis.
Lo que afecta a los pequeños ganaderos de Canadá y Estados Unidos, lo explican con gran contundencia los analistas de la National Farmers Union canadiense. Veamos.
El precio del ganado al productor ha caído a niveles de los años de la gran depresión: de 174 dólares por 100 libras, que fue el promedio del periodo 1942-1989, a sólo 89 dólares por 100 libras para 2007-2008. No sólo eso, ahora también los trabajadores de las empacadoras reciben 22 por ciento menos por su trabajo y los consumidores pagan más por un corte de carne o una hamburguesa. ¿A qué se debe todo esto?
La respuesta a este proceso de enriquecimiento explicable de las corporaciones y empobrecimiento explicable de los granjeros comienza con C: concentración corporativa, integración comercial continental y oferta cautiva.
Desde los años 80 comenzó en Canadá la compra de empacadoras locales de carne por parte de corporaciones trasnacionales. Primero llegó la Tyson Foods, luego la Cargill, finalmente la XL (Nilsson Brothers). En la actualidad las tres sacrifican y procesan 89 por ciento del ganado canadiense. En Estados Unidos, en la década de los 70, las cuatro principales compañías procesaban menos de 30 por ciento del ganado. Ahora procesan 81 por ciento. En ese mismo periodo lo que los granjeros estadunidenses reciben por su ganado cayó en 78 por ciento.
La concentración se da también entre los distribuidores al menudeo de la carne. En el país vecino en la década pasada se ha doblado tal concentración al punto que sólo cinco firmas concentran 48 por ciento del mercado: Wal-Mart, Kroger, Supervalu/Albertson, Safeway y Ahold. Esto ha significado la caída de la participación de los granjeros en cada dólar de carne que se vende: en 1999 recibían 24 por ciento; ahora sólo 16 por ciento.
Con respecto a la integración continental y a los tratados de libre comercio a Canadá le ha ido en la ganadería como a México en la agricultura. Si bien desde 1989 las exportaciones canadienses se multiplicaron por cinco en cuanto a volumen y por ocho en cuanto a valor, los ingresos netos de las familias granjeras por ese concepto se han colapsado en 77 por ciento.
Finalmente está lo que llaman la oferta cautiva (captive supply). Se trata de las maniobras que llevan a cabo las grandes corporaciones empacadoras para deprimir el precio que pagan al productor por su ganado: una es que ellas mismas crían y engordan parte del ganado que procesan, para autocomprárselo a bajo precio y deprimir el mercado; la otra son los contratos a futuro que hacen con los pequeños ganaderos en los que no se fija un precio base ni se organizan subastas públicas como antes para fijar dichos precios.
El resultado: la economía política del ganado de carne en Norteamérica es que las grandes corporaciones empacadoras y no los granjeros han sido las grandes beneficiarias del libre comercio y las políticas agrícolas, como las farm bills. Un ejemplo, tan sólo entre 1997 y 2005, época de bajos precios del maíz y de la soya, principales alimentos del ganado, implicaron un ahorro neto en los costos de producción de los procesadores industriales de cerdo, res, pollo, leche y huevo de cerca de 35 mil millones de dólares.
Para los ganaderos y consumidores mexicanos las cosas son un tanto diferentes… para peor. Las mismas corporaciones gigantes del empaque de la carne de res, cerdo y pollo se han adueñado ya de 40 por ciento de nuestro mercado. Su fórmula es muy sencilla: vendiendo lo mejor del animal en Estados Unidos obtienen ganancia y pueden vender acá a precio dumping las partes menos valoradas allá, los despojos y las vísceras, desplazando con esta competencia desleal a los productores mexicanos. Es el caso de los porcicultores y de buena parte de los productores de carne de res.
Por otro lado, el gobierno mexicano acaba de dejar de ir una buena oportunidad al oponerse a la regla de etiquetado de origen de la carne importada a Estados Unidos. No sólo favoreció a las corporaciones que compran nuestros becerros para bajar el precio que pagan a los productores de allá. También dejó ir la oportunidad de que exijamos etiquetado a los productos que nos envían de allá para ver qué tan libres están de hormonas, antibióticos y transgénicos.
Por eso, la reunión de ganaderos y activistas de los tres países se une a una demanda cada vez más generalizada: renegociación del TLCAN en materia agropecuaria, legislación para impedir la concentración de los agronegocios en la cadena alimentaria y defensa del derecho de cada país a trazar sus políticas agropecuarias y a proteger los productos alimentarios que considere estratégicos.
Fuente: La Jornada