"Vivimos con decenas de miles de productos químicos cuyos efectos no se conocen con certeza"

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"En fechas recientes, se publicó en la editorial Icaria un libro muy valioso fruto de años de trabajo no sólo teórico. Se trata de El parque de las hamacas: El químico que golpeó a los pobres. Su autor es un activista social castellonense, Vicent Boix Bornay..."

Entrevista con Vicente Boix Borna, activista e investigador social

En fechas recientes, se publicó en la editorial Icaria un libro muy valioso fruto de años de trabajo no sólo teórico. Se trata de El parque de las hamacas: El químico que golpeó a los pobres. Su autor es un activista social castellonense, Vicent Boix Bornay, que desde que en 2001 viajó por primera vez a Nicaragua ha seguido muy de cerca los efectos, los negativos efectos en numerosas ocasiones, de los productos químicos utilizados para la producción de frutas en la región centroamericana. Durante décadas, compañías multinacionales de las que se abastecen comercios que nos rodean, y en ocasiones invaden, han explotado, esclavizado y envenenado, impunemente en muchas ocasiones, a los trabajadores y trabajadoras de América Latina.

Los temas denunciados en El parque de las hamacas y asuntos afines han sido los temas centrales de nuestra conversación.

Una entrevista radiofónica con el autor

Podemos empezar si le parece, por una cuestión de palabras y de libros. ¿De dónde el título de su libro más reciente? ¿Por qué El parque de las hamacas lleva como titulo “El parque de las hamacas”? ¿Qué parque es ese?

El parque en cuestión es el ubicado frente a la Asamblea Nacional de Nicaragua. Años atrás, los afectados por el agroquímico DBCP, iniciaron unas marchas de protesta desde sus hogares –ubicados mayoritariamente en el departamento de Chinandega- a la capital Managua…

Chinandega está al norte del país de Rubén Darío, creo.

Sí, sí, efectivamente. Tras recorrer los 150 km. entre ambos lugares, se establecían en dicho parque donde construían sus champas y colgaban sus hamacas. Buscaban de esta manera presionar a la clase política allí mismo, frente a sus narices, con el fin de que atendiera sus demandas y problemas.

Las estancias frente a la Asamblea se prolongaron por semanas y ante la voluntad inquebrantable de los afectados, las autoridades tuvieron que reaccionar. En numerosas ocasiones, esta peculiar acampada logró avances muy importantes que han permitido plantar cara a las transnacionales que fabricaron y usaron este producto.

Para mí, “El parque de las hamacas”, es el icono internacional de la lucha de los trabajadores afectados por el agroquímico DBCP. De ahí que el título sea un homenaje a todos ellos y se refiera a un lugar donde confluye la tragedia del pasado, la lucha del presente y la esperanza del futuro.

El subtítulo de su ensayo habla de un químico que golpeó a los pobres. Aunque hace un momento hacía referencia a él, ¿de qué producto químico se trata? ¿Por qué limita sus efectos sólo a las personas empobrecidas? Habla usted de que su crónica es una crónica de una tragedia anunciada. ¿Por quién estaba anunciada?

El producto se llama Dibromo Cloropropano (DBCP). Combatía una plaga denominada nemátodos que afectaba a muchos cultivos. Desde las mismas pruebas de laboratorio se detectaron sus efectos tóxicos, pero aún así se aprobó en USA y las transnacionales lo fabricaron y lo fumigaron. Por eso hablo de una tragedia anunciada, aunque silenciada.

Fue empleado en aproximadamente 15 países, principalmente del sur, aunque también en naciones del norte como USA y España (Islas Canarias). Fundamentalmente se aplicó en el cultivo de bananos y, por regla general, los peones que laboraban en las bananeras eran de escasos recursos económicos y sometidos a condiciones laborales penosas. En ese sentido, apenas ha cambiado la historia.

En el capítulo de agradecimientos no deja de sorprender que, por una parte, usted desee plasmar su reconocimiento a todas aquellas empresas implicadas que muy amablemente le proporcionaron una versión de la historia y que, por otra, recalque la falta de colaboración de personas relacionadas con esa lucha e incluso de altermundistas y políticos, dice usted, aburguesados en sus poltronas. ¿A qué se refiere concretamente? ¿Fueron tan amables como usted señala? En cuanto a los altermundistas, ¿qué quejas tiene usted en concreto? ¿No recibió apoyo, le negaron informaciones, no le tuvieron en cuenta?

Algunas transnacionales, no todas, sí que dieron su versión de los hechos. Sin embargo, intenté contactar con algunas personas relacionadas con grupos de afectados, formaciones políticas de izquierda y organizaciones sociales de diversa índole, que podrían haber enriquecido la investigación, pero no me llegó ni el acuse de recibo o en el mejor de los casos el contacto fue muy denso e impráctico. No conviene generalizar ya que también fueron muy pocos los casos y la mayoría de veces la respuesta fue positiva.

Hablemos un poco más del DBCP. ¿Cuándo se supo que su contacto con el ser humano por distintas vías producía gravísimos daños a la salud humana?

Ya en pruebas de laboratorio internas de las multinacionales, fechadas en 1958, se mencionaban efectos negativos detectados en animales de laboratorio. En 1961 se edita el primer estudio en una revista científica, que fue firmado por algunos autores que realizaron los ensayos para las empresas químicas fabricantes (Shell y Dow Chemical).

Este estudio fue controvertido porque las concentraciones máximas de exposición recomendadas por los científicos, con los años, resultaron ser muy altas y peligrosas para el humano. Es decir, existió cierta arbitrariedad.

Tras una serie de de cabildeos entre las empresas y las autoridades norteamericanas, el DBCP se aprobó en 1964. No obstante, en 1977 estalló el escándalo al descubrirse en USA que decenas de personas quedaron infértiles tras tener contacto con el agrotóxico en las factorías químicas.

¿Y se dejó de producir y distribuir, como señalan algunas de las empresas afectadas, en el momento que se tuvo conocimiento de ello?

Curiosamente, entre el escándalo de 1977 y la prohibición total pasarían dos años. El producto químico se siguió utilizando mientras se realizaron más pruebas e investigaciones. En ese periodo, hasta 1979, algunas empresas químicas anunciaron el cese de la producción aunque seguirían vendiendo el stock, y otras, por el contrario, planearon seguir con la fabricación del producto.

En cuanto a las transnacionales agroexportadoras, existe constancia de que al menos Dole Food siguió estando demasiado interesada en el DBCP después del escándalo de 1977 e incluso lo siguió fumigando en países del sur. Y si nos remitimos a referencias periodísticas que he podido encontrar, el DBCP se aplicó en el sur en los años 1980, 1983, 1986, 1991 y hasta en 1997.

¿Cuándo se produjo la prohibición de su uso en los países centroamericanos? ¿No fue poco después de que se supieran esos efectos perniciosos?

Depende de estados. Costa Rica descubrió el problema casi en sintonía con USA y lo prohibió en 1979 al encontrarse un alto grado de infertilidad entre peones bananeros. Nicaragua lo hizo en 1993 y Panamá por ejemplo en 1997.

Desgraciadamente aún hoy se aplican productos químicos en ciertos lugares, mientras están prohibidos en sus países de fabricación. Se ve que no interesa que cierta información fluya y si lo hace existen otros mecanismos para tolerar el uso de ciertos productos. Los intereses económicos de algunos van primero.

Este hecho se extiende a otros ámbitos: por ejemplo en España se tolera el cultivo del maíz transgénico MON-810 y en Francia está totalmente prohibido debido a sus riesgos.

Efectivamente. Por otra parte, no parece que aquí rigiera el principio de precaución. ¿Cómo es posible que se use masivamente en la agroindustria un producto químico sin conocer bien, muy bien, sus posibles efectos entre los trabajadores que lo usan, entre los campesinos que lo manipulan?

Claramente hay colusión de la clase política que permite que las empresas presenten sus estudios. Como es lógico, una compañía no va a invertir capital en i+d para diseñar un producto que luego pueda ser prohibido por la administración.

Eso sucedió con el DBCP y desgraciadamente ocurre hoy. En algunas entrevistas y presentaciones he resaltado que en este sentido no aprendimos de las enseñanzas del caso DBCP. No se aplica el principio de precaución. Hoy en día siguen siendo las empresas quienes presentan sus monografías sobre los riesgos de un producto, tecnología, industria, etc. Evidentemente son favorables a sus intereses, aunque tengan que esconder pruebas y tergiversar la realidad, como se ha denunciado alguna vez. Claro, los políticos asienten y por mucho que alegues no se consigue nada.

Casos hay muchos. Vivimos con decenas de miles de productos químicos de los que no se saben con certeza sus efectos. Tecnologías como la telefonía móvil o los transgénicos están ampliamente extendidas aún cuando se desconocen sus riesgos a largo plazo. En España hay muchas infraestructuras o industrias contaminantes que son permitidas en base a un Estudio de Impacto Ambiental que es financiado por la propia empresa. Yo he ojeado alguno de estos estudios y ofrecen planteamientos y datos surrealistas, vergonzosos y manipulados. Sin embargo, para los políticos estos estudios son sagrados y los mecanismos de participación pública estipulados están oxidados y son estériles. A esto hay que añadirle el papel de algunos científicos y centros de investigación que son subvencionados desde la empresa privada. ¿Qué podemos esperar? En el caso DBCP, el estudio de 1961 mencionado antes, fue financiado por la empresa Shell ¿No es raro que posteriormente se descubrieran datos arbitrarios?

Bien mirado no es raro siendo muy raro. No sé si es esa generalización sobre “los políticos” es totalmente afortunada pero prosigo. ¿Acaso no cuenta la salud de las gentes en la cuenta de las grandes empresas? Principalmente, ¿en qué países produjo enfermedades? ¿Se tienen cifras concretas? ¿Puede describirnos algún caso concreto que conozca para saber de qué estamos hablando exactamente?

Evidentemente para ellos la salud de las personas es un tema secundario. Sólo ven el verde de los dólares.

El DBCP se aplicó en aproximadamente 15 países, sobre todo en Centroamérica y el Caribe, aunque también en África y Asia. Si contamos con los datos ofrecidos por las propias organizaciones sociales y medios locales, la cifra de afectados podría oscilar los 60.000 en todo el mundo.

En USA tuvo un uso extendido en más de 35 cultivos, pero en el resto de países se aplicó en las plantaciones bananeras. Existe ya constancia de que fue usado en las Islas Canarias, pero no hay información. Teniendo en cuenta los problemas ocasionados en Centroamérica, las autoridades, los sindicatos, los grupos ecologistas y demás colectivos sociales canarios, deberían emprender una amplia investigación para determinar si hay afectados o si el DBCP sigue en el medio. Como me dijo un abogado estadounidense metido en el caso, si en Canarias se fumigó DBCP a gran escala, es muy probable que existan damnificados.

Yo pude conocer a afectados de Nicaragua. De momento, en humanos, la ciencia sólo reconoce que el DBCP causa la esterilidad y afectaciones en el ADN. En animales la lista de enfermedades es interminable; entre ellas, cánceres de varios tipos. Como afirmaron unas científicas, es cuestión de tiempo que al DBCP se le vincule el cáncer en humanos.

¿Conoce usted casos similares con el uso de otros productos químicos en la agricultura?

Hay muchos agroquímicos peligrosos que se utilizan en muchos países. Como decía antes, en algunos se prohíbe y en otros se aplican. Pocas veces se unen los afectados para emprender acciones de diversa índole. Sin embargo, en la misma Nicaragua existe un caso similar. Son los afectados de Insuficiencia Renal Crónica (IRC) de los ingenios de azúcar de la familia Pellas. En este caso si se contabilizan más de dos mil muertos, y aunque no se sabe con seguridad, los afectados relacionan la IRC con los productos químicos que utilizan en las fincas de caña.

Argentina es el segundo país del mundo en el cultivo de transgénicos. La mitad de su superficie cultivable está sembrada de soja transgénica RR que requiere fuertes cantidades del herbicida glifosato. Se han constatado en el país casos de personas afectadas por el uso de este producto e incluso recientemente un tribunal prohibió fumigarlo en las cercanías de un barrio en la ciudad de Córdoba, ya que había un alto porcentaje de personas enfermas.

Augusto Zamora, el embajador, el culto y admirable embajador de Nicaragua en España, afirma en el prólogo del libro que las trasnacionales juegan siempre el mismo papel, y que para ellas los trabajadores del llamado Tercer Mundo son poco más que carne de explotación, macacos, dice, “adiestrados para la labor que se les pide y sin derecho a nada”. ¿No exagera un pelín el señor embajador? ¿Cree usted también que esas afirmaciones son correctas?

El Sr. Zamora tiene razón en muchos casos, no creo que exagere. El mismo caso del DBCP descubre en toda su amplitud la moral de estas empresas. Hubo una (Occidental) que incluso calculó los posibles costos que le supondrían las demandas del futuro, para ver si le resultaba rentable vender DBCP en el pasado. Hoy en día, hay documentados muchos casos gravísimos. Sin salirnos de las transnacionales agroexportadoras, Chiquita fue condenada meses atrás por vender armas a los paramilitares de extrema derecha colombianos ¿Qué pueden pensar de los pueblos esos ejecutivos que desde sus despachos toman estas decisiones?

Hablando de Nicaragua, el país sandinista ha sido uno de los principales países afectados por el uso de este producto. ¿Cuál fue la actitud de los primeros gobiernos sandinistas? ¿Cuál es la actitud de los actuales gobiernos del FSLN? ¿Han apoyado las demandas de los trabajadores, les han ayudado en su lucha?

Este asunto es especialmente controvertido porque el tema se ha politizado mucho. De hecho, la actualidad política en Nicaragua está muy tensada. Todo parece indicar que el FSLN es víctima de una operación de desestabilización por parte de USA y de la UE, que ya vivió su primer punto álgido en las elecciones municipales de noviembre pasado.

Digo esto porque lastimosamente hay grupos de afectados sandinistas y otros que no lo son. Las noticias sobre el papel del gobierno del FSLN difieren radicalmente según la tendencia política de la fuente.

El grupo de afectados más fuerte, numeroso, perspicaz, reivindicativo y que protagonizó las acciones más espectaculares en esta lucha; el grupo que da nombre a mi libro, estuvo desde hace años confrontado con el FSLN. Ahora su fuerza se ha desinflado e incluso se han acercado sospechosamente a una multinacional. Sin embargo, en los años de máxima actividad acapararon muchas noticias en los medios y denunciaron muchas decisiones del FSLN. Por eso el libro es crítico con el sandinismo y efectivamente podrían haber hecho algunas cosas más, como transformar la cuestión del DBCP en una causa nacional y dar más apoyo a los afectados. En su favor, decir que han conseguido un clima relajado y sosegado en los dos últimos años, que permite a los abogados trabajar con tranquilidad. Con la derecha en el poder, la injerencia de las empresas fue descarada y eso consumió energía y tiempo de las asociaciones de afectados y sus bufetes.

Carga usted también contra la revolución verde, que si bien, afirma no es en si el motivo principal de la crisis mundial de la agricultura tradicional, sí que contribuye en cuanto que “ha subyugado y maniatado al campesino”. ¿A favor de qué tipo de agricultura está usted? ¿Qué agricultura tradicional sería para usted la más razonable, la más deseable?

Pues una que garantice la soberanía y seguridad alimentaria. Que sea respetuosa con el medio ambiente. Que de vida al campo, que genere trabajo y ilusión. Que esté en manos de los agricultores y que no sacrifique la producción de alimentos en favor de biocombustibles, forraje y otros cultivos para la exportación.

Que no esté dominada ni manoseada por especuladores, terratenientes, supermercados, cadenas de distribución, aristócratas, monarcas, inversionistas, trasnacionales, ni demás morralla por el estilo.

Parece usted en ocasiones poco partidario del uso de las técnicas científicas en la agricultura y actividades afines. A veces incluso parece ver la ciencia con ojos poco, muy poco, afables. ¿Es el caso? ¿Piensa usted que la ciencia, que llama usted a veces “ciencia privatizada”, es un aliado del capital y sus finalidades y que poco hay que esperar de ella desde el punto de vista de los campesinos pobres y de las finalidades ecologistas?

La ciencia ha logrado y logrará avances vitales, de utilidad pública y sostenibles. Soy partidario de esta ciencia. Nunca de la que trabaja por y para el capital, con el objetivo de obtener grandes réditos para éste sin tener en cuenta otros factores. Desde el punto de vista de los campesinos, la ciencia poco tiene que ofrecer para superar la actual agonía que padecen. Se necesitan otro tipo de medidas.

Habla usted en un momento determinado del Bhopal y del DBCP. ¿Observa usted alguna similitud entre ambos casos? ¿Cuáles?

La más importante es que estamos ante dos graves casos de irresponsabilidad y mala praxis de transnacionales del norte en estados del sur.

Luego, en ambos asuntos está implicada la empresa Dow Chemical. Tanto en Bhopal como en el DBCP las compañías han eludido sus responsabilidades posteriores. Y cuando afectados de ambas tragedias plantearon denuncias en USA, fueron repelidas usando la misma doctrina legal. Éstos serían algunos parecidos.

El Epílogo de su libro se titula “El principio del final feliz”. ¿Nos puede contar de forma resumida ese principio de final feliz? ¿Cree usted entonces que la justicia finalmente prevalece?

Como decía en la respuesta anterior, los afectados vienen demandando a las empresas en USA desde hace años. Aunque últimamente ya han empezado a litigar en sus propios países, tradicionalmente lo hacían en USA porque allí sí hay legislación para casos tan complejos como el del DBCP y además, en caso de victoria, las indemnizaciones podrían ser más suculentas.

Lo que sucedió es que muchas demandas no se transformaron en juicios porque fueron paralizadas gracias a una doctrina legal denominada “Foro No conveniente” (también usada en algunas causas de afectados por el accidente de Bhopal). En teoría, los peones bananeros sí que podían denunciar a las empresas en USA, pero al aplicarse esta doctrina, se vieron abocados a demandar a las multinacionales en sus respectivos países. Esto se tradujo, en el mejor de los casos, en una demora por varios años del procedimiento legal. Sin embargo, en la mayoría de casos y por motivos complicados de explicar ahora, las denuncias se archivaron y las esperanzas de los trabajadores se esfumaron.

Esto acaeció en los 90. Ya con el nuevo milenio se produjo un giro de 180º, gracias a la lucha de los trabajadores y a la tenacidad de algunos abogados. Por una parte Nicaragua aprobó una ley específica para tramitar casos de afectados por el DBCP, que derivó en varias sentencias favorables a los afectados por un monto de varios miles de millones de dólares. Lo que ocurrió después es que las transnacionales se negaron a pagar las compensaciones. Desconocieron la justicia nicaragüense y en una actitud despótica llegaron a menospreciarla. En la actualidad, algunos bufetes trabajan incansablemente para ejecutar estas sentencias en cortes de USA. Este es un frente judicial que podría traer buenas noticias en un futuro. Posteriormente y siguiendo el ejemplo de Nicaragua, otras causas se han abierto en países vecinos.

Pero por otra parte, el otro gran acontecimiento fue que los abogados lograron tumbar lo que hasta ahora había sido la muralla inexpugnable del “Foro no Conveniente”. De esta forma, en 2004, una corte estatal de Los Ángeles admitió por primera vez una demanda de varios afectados nicaragüenses. Ésta se falló en noviembre de 2007 y dos transnacionales fueron condenadas a indemnizar a 6 peones agraviados por el DBCP. Actualmente la sentencia está apelada, pero ésta supuso un avance histórico y que puede traer consecuencias muy positivas, no sólo para el caso DBCP, sino para otros casos de abusos de corporaciones norteamericanas en el extranjero.

Precisamente por esas connotaciones que podría tener este asunto en los juzgados norteamericanos, y por el interés que para mí tuvieron todos estos acontecimientos, decidí incluir un capítulo en el libro para explicar y dar a conocer exclusivamente los detalles legales de la historia del DBCP.

Déjeme hacer un poco de abogado del diablo, insistiendo en algún vértice anterior. Señala usted que “el mercado determina si una aplicación tecnológica es o no apropiada, independientemente de su importancia y de sus consecuencias para la sociedad y el medio ambiente”. Sea así, supongamos que en el fondo el máximo beneficio lo dirija todo; también las aplicaciones tecnológicas. Eso, si no entiendo mal, habla en contra del mercado pero no en contra de la ciencia ni de los saberes científico-tecnológicos que en otro marco, con otras finalidades, con más precauciones y controles, podrían ser beneficiosos para amplios sectores de la humanidad. ¿Es el caso en su opinión?

Totalmente. Los avances científicos son y han sido muy importantes. El problema es que la ciencia, cada vez más, está en manos privadas y muchas tecnologías se dirigen a perpetuar modelos que benefician económicamente a unos pocos. De los transgénicos por ejemplo, años atrás, se decía que podían ser la solución ante la agonía económica que padece el pequeño agricultor. Eso es una gran patraña. El problema de la agricultura deriva de la aplicación de los postulados neoliberales. Hablamos pues de factores económicos, políticos y comerciales. Por lo tanto, las soluciones deben ser estructurales y partir de esos ámbitos. La ciencia en este caso, poco tiene a decir.

Si no llega a ser por los grupos sociales que han plantado cara al capital, hoy los transgénicos estarían ampliamente extendidos en el mundo. Nos encontraríamos ante un modelo agrícola impuesto en base a una falsa filantropía. Ante un modelo que no soluciona los problemas de cientos de millones de pequeños agricultores, simplemente porque ellos no cuentan ni para las migajas del gran pastel que supone la globalización neoliberal. En definitiva, estaríamos ante un caso en el cual la ciencia ha sido fundamental para la consolidación de un modelo agrícola insostenible e impopular.

Para ir finalizando, ¿qué lecciones cree usted que debemos extraer de la historia que usted cuenta?

Bueno, en principio cada lector podrá extraer diferentes conclusiones según el interés y conocimiento en cada uno de los aspectos que abarca el libro. Aún así he dicho en algunas ocasiones que el caso del DBCP es como un manual, una especie de guía para otras luchas que hay dispersas en todo el mundo. Durante la era del “republicanismo bananero”, las agroexportadoras configuraron países a su antojo. Ahora, unas cuantas décadas después, 6 obreros de sus antiguas fincas les han ganado una demanda en su propia casa. Algo está cambiando.

El ensayo también pretende mostrar cuáles han sido y siguen siendo las relaciones norte-sur. Hay quién cree que las transnacionales y sus inversiones generan empleo y futuro. Eso muchas veces es falaz y el caso del DBCP es un ejemplo más de los muchos que hay. Por ejemplo en la actualidad, empresas españolas como Unión Fenosa, Repsol, Endesa, etc. han sido señaladas muchas veces por sus atropellos en estados de América Latina.

“El parque de las hamacas” es una crítica al actual modelo agroexportador sustentado en el neoliberalismo. Y también, a través de la truculenta historia del DBCP, el lector podrá apreciar la desprotección hacia la ciudadanía que existió y que todavía persiste cuando hay productos y tecnologías peligrosas en manos de grandes intereses económicos.

¿Hay que confiar en las evaluaciones de las empresas? ¿Qué control debe ejercer el Estado sobre sus resultados?

No, no hay que confiar. Ya no sólo por el caso del DBCP. Anteriormente puse algunos casos actuales en el estado español. Los gobiernos no deberían permitir que las empresas realizaran las evaluaciones de sus productos, industrias, etc. Las tendrían que hacer organismos independientes y eso sí, con capital de las empresas interesadas por supuesto.

Muchas veces, la ciudadanía y las organizaciones sociales, sin apenas medios, son las que denuncian que tal producto o infraestructura es peligrosa. Incluso en esos casos las autoridades competentes cierras ojos y oídos y acaban satisfaciendo los intereses empresariales. Eso es intolerable y demencial, pero sucede con mucha frecuencia. Que se lo pregunten a los grupos ecologistas o a las plataformas ciudadanas que en cientos de municipios luchan contra instalaciones altamente peligrosas e insostenibles. Quién crea que vive en democracia está soñando.

Las empresas afectadas, ¿han mostrado algún propósito de enmienda? ¿No es un poco ésta la historia interminable? ¿No es ésta otra vuelta más en la eterna noria de la infamia?

Las empresas no han mostrado el más mínimo interés por los trabajadores, ni han tenido voluntad en reparar el daño que hicieron. Todo al contrario. Han dilatado los juicios y cuando han podido los han bombardeado para que siga reinando la impunidad. En numerosas ocasiones han tildado de mentirosos a los enfermos e incluso negaron los riesgos que la ciencia le atribuye al DBCP.

Creo que esta actitud hostil obedece a la gran cantidad de afectados que hay. Una respuesta positiva de las compañías impulsaría que miles de damnificados buscaran su pedazo de justicia.

A nivel de imagen, un acuerdo justo y amistoso con los trabajadores sería como reconocer la turbiedad de sus negocios y sus malas prácticas sociales y ambientales. A nivel más general, una transnacional de este tipo no puede mostrar señal de flaqueza o sentimientos hacia un colectivo humano. Debe mantener esa imagen poderosa, lejana, cruel, intocable e invencible, que de a entender a todo el mundo que una lucha contra ella será larga, dura y llena de obstáculos desagradables para el osado u osada que decida emprender ese camino.

¿Cómo fue la edición del libro? ¿Ha habido organizaciones que lo han apoyado? ¿Cómo van las presentaciones?

La publicación fue complicada. Me costó año y medio poder encontrar a alguien que apostara por el proyecto y fue en un momento en que estaba empezando a darme por vencido.

“El parque de las hamacas” no existiría sino fuera por la ONG Paz Con Dignidad, que fue quién financió su edición con una subvención del Ayto. de Córdoba, y que además preparó algunas presentaciones y divulgó información del libro. También han colaborado otras organizaciones como Ecologistas en Acción, Amigos de la Tierra, CERAI, ACSUR - Las Segovias y Amigos de Honduras. Recientemente el sindicato USTEA organizó una presentación en Almería y quedamos encantados tanto el responsable de acción sociopolítica del sindicato como yo mismo. A ver si este hecho sirve para realizar más actos por Andalucía.

Aparte de Almería, he estado en Bilbao, Madrid, Toledo, Valencia, Castellón y dos veces en Barcelona. En las próximas semanas visitaré Alicante y nuevamente Barcelona. Para más adelante hay pensada una mini gira por Centroamérica gracias a la Rel – UITA, pero de momento no hay nada concretado. De todas formas, allá donde me llamen acudiré sin problema alguno.

Como ha hecho en el caso de esta entrevista. Gracias por su amabilidad y el mayor de los éxitos. Su libro y sus justas y razonables denuncias lo merecen.

PS: Entre las páginas de interés sobre el ensayo de Vicent Boix, cabe citar las siguientes:

Rel-UITA- Foto 17

Rel-UITA- Foto 33

El Parque de las Hamacas-Fotos

Fuente: Rebelión

Temas: Transgénicos

Comentarios

19/02/2009
el camion de la basura, por andrtea carolina chavez
hoy el camion de la basura el el paso que hace de recoger la basura en vez de recogerla la tiran en la calle pues no la ponen al fondo del camion y botan las basurasv en las autopistas