La FAO en el punto de mira
"En su Cumbre Mundial sobre Alimentación de 1974, la FAO se propuso acabar con el hambre en el mundo en una década. Sin embargo, la industrialización alimentaria ha conseguido todo lo contrario: a) Aumento de la deuda externa en los países más débiles, por tener que importar tecnologías, productos y alimentos básicos; b) Orientación de sus cultivos hacia las necesidades de los mercados internacionales más que hacia la alimentación de sus poblaciones..."
La FAO [1] se crea en 1943 en Hot Springs, Virginia-Estados Unidos como una organización internacional para la agricultura y la alimentación. Se constituyó en 1945 en Québec (Canadá), como organismo especializado de las Naciones Unidas para intervenir en la situación alimentaria producida por la Segunda Guerra Mundial. Su objetivo fundacional fue la lucha contra el hambre y la satisfacción de las necesidades alimentarias de la población mundial. La FAO tiene carácter multidisciplinar y se encarga tanto de “las granjas, bosques y pesquerías del mundo” como “de las necesidades [alimentarias] de los seres humanos y sus productos”.
En el contexto del Plan Marshall de los años 40 y 50, junto a la reconstrucción de las infraestructuras de las ciudades de Japón y Europa, atendió las necesidades alimentarias de sus poblaciones. Más adelante, actuó de forma similar Asia, en proporción menor en América Latina y nunca en África.
Con el proceso de descolonización de los años 60 y 70, muchos nuevos países ingresaron en las Naciones Unidas. Paralelamente aparecieron nuevos organismos de la ONU: Organización internacional del Trabajo (OIT); Organización Mundial de la Salud (OMS); Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Agricultura (UNESCO). Así como, El Programa Mundial de Alimentos (PMA 1963); el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA 1972) y el Fondo Monetario Internacional del Desarrollo Agrícola (FIDA1977). Todos ellos interactuando con el Grupo Consultivo sobre investigación Agrícola Internacional (GCIACI 1971), encargado de promover la industrialización de la producción alimentaria a escala mundial.
En sintonía con el GCIACI y el GATT [2], a partir de los años 80 la mayoría de los estados han creado marcos jurídicos e institucionales para facilitar el protagonismo del sector privado en la gestión de la agroindustria y de los insumos [3]. Los gobiernos han ido cediendo a las empresas la gestión de los servicios e infraestructuras básicas. La iniciativa privada ha jugado un papel cada vez más relevante, haciendo cada vez más dependientes a los productores agrícolas respecto su la tecnología, insumos y distribución a gran escala.
En su Cumbre Mundial sobre Alimentación de 1974, la FAO se propuso acabar con el hambre en el mundo en una década. Sin embargo, la industrialización alimentaria ha conseguido todo lo contrario: a) Aumento de la deuda externa en los países más débiles, por tener que importar tecnologías, productos y alimentos básicos; b) Orientación de sus cultivos hacia las necesidades de los mercados internacionales más que hacia la alimentación de sus poblaciones; c) Empobrecimiento de la biodiversidad por un modelo productivo basado en la cantidad; d) pérdida de la calidad nutritiva de los alimentos; y e) pobreza y migraciones por la destrucción masiva de población campesina. [4] La Cumbre de 1996 se propuso reducir a la mitad el numero de personas desnutridas en el 2015. En 2002 fijó un Plan de Acción para lograr la seguridad alimentaria universal.
La Cumbre Mundial de la FAO en 2005 estableció ocho “Objetivos de Desarrollo del Milenio” (ODM). Su balance, dos años después, considera que ha obtenido resultados en el 1º: “erradicar la pobreza extrema y el hambre”, realizado aportaciones importantes en el 3º y 7º: “promover la igualdad entre los géneros” y “garantizar la sostenibilidad del medio ambiente”, pero que ha fracasado en el resto de objetivos. 2º “Lograr la enseñanza primaria universal”; 4º “Reducir la mortalidad infantil”; 5º “Mejorar la salud materna”; 6º “Combatir el SIDA, el paludismo y otras enfermedades,” y 8º “Fomentar una Asociación Mundial para el Desarrollo.”)
La FAO valora positivamente haber facilitado la “revolución verde” aportando ingenieros y agrónomos que participaron en la difusión de variedades de cultivos y planes de riego. Esta “revolución” promueve la modernización de la agricultura con técnicas y métodos industriales (productos químicos, mecanización, semillas mejoradas) para aumentar la producción y reducir mano de obra en el cultivo, recolección y preparación de los campos. También, ser corresponsable de un aumento del consumo de alimentos en un 23 % desde los años 60. Lo que no muestra es la ruina de multitud de campesinos ante la caída de los precios de los alimentos originada por su producción en masa.
Entre sus logros declarados la FAO destaca también: redactar leyes que velen por los derechos de la pesca artesanal; desarrollar programas para que las familias pobres gestionen recursos forestales frágiles; asegurar reservas de agua y medios de subsistencia familiares; difundir entre l@s pequeñ@s agricultor@s un aprendizaje de cultivos saludables y rentables frente a la dependencia de plaguicidas dañinos (que la propia FAO ha potenciado con la “revolución verde”); intervenir en labores de socorro y rehabilitación de comunidades agrícolas perjudicadas por desastres naturales. Reconoce haber contribuido con sus planes agrarios a la destrucción de bosques primarios convertidos en pastos con la correspondiente pérdida de biodiversidad biológica y cultural, destrucción del hábitat natural y problemas de sequía, uso del regadío sin considerar la futura improductividad de la tierra al salinizarse; contaminación de los recursos hídricos por los plaguicidas y fertilizantes; esquilmación de la pesca; altas emisiones de metano por la ganadería intensiva, etc.
Para el siglo XXI la FAO se propone continuar la lucha contra el hambre. Las buenas intenciones vuelven a resplandecer en su agenda de trabajo: a) atender la preocupación de los consumidores por la nocividad alimentaria; b) Vigilar las amenazas por plagas y enfermedades transfronterizas de animales y plantas; c) Combatir la degradación y pérdida de bosques; d) Reducir la pesca excesiva; e) Paliar las catástrofes “naturales” como el cambio climático, el agujero de ozono, la polución, erosión, urbanización, cambio en los hábitos de consumo, etc.
Para los próximos 60 años, la FAO redefine sus programas en dos grandes bloques:
A) Sistemas alimentarios Agrícolas sostenibles. Este bloque incluye cuatro campos:
1. Agricultura, bioseguridad, nutrición y protección de l@s consumidor@s: a) Producción y conservación agrícola y ganadera; b) Prevención y erradicación de plagas y enfermedades transfronterizas; c) Incremento de a la calidad de los alimentos, la biodiversidad y protección de l@s consumidor@s; y Aplicaciones en biotecnología (uso de transgénicos).
2. Montes: Conservación de los bosques, prevención y control de incendios forestales y repoblación.
3. Pesca y agricultura: Mayor atención a la acuicultura para favorecer producción global y la vida en zonas rurales.
4. Recursos naturales, tecnología y desarrollo sostenible: a) Refuerzo de la atención sobre las repercusiones de actividad agrícola sobre el clima; b) Atención al papel del agua para garantizar sistemas productivos; c) Atención a la degradación de la tierra, la biodiversidad, desarrollo de zonas de montaña, así como la interacción con la producción agrícola, ganadera, forestal y acuicultora; d) Investigación, desarrollo y divulgación de tecnologías; y e) La mejora de infraestructuras rurales y agroindustrias.
B) Descentralización y cooperación en el ámbito de las Naciones Unidas y ejecución de programas.
1. Se fomentarán los programas de cooperación con los demás componentes del sistema de Naciones Unidas.
2. Se contemplarán tanto las acciones de cooperación técnica habituales con el exterior como con la gestión de emergencias.
3. Se apoyarán las iniciativas relacionas directa e indirectamente con los ODM.
4. Se llevará a cabo un programa de Cooperación Técnica (PCT) para mejorar el funcionamiento y relaciones con donantes y fuentes nacionales de financiación.
Los planes más verosímiles de la FAO son los que tienen que ver con su propia estructura burocrática: a) Transferir competencias a las oficinas regionales y subregionales; b) Reforzar la gestión basada en los resultados; c) Incrementar los puestos profesionales no funcionarios; d) Reforzar los mecanismos de conocimientos y enfoques interdisciplinarios; e) Simplificar procedimientos de trabajo delegando y estableciendo responsabilidades más claras; f) Reforzar el seguimiento, la evaluación y la supervisión de los programas que desarrolla. Para ello se valdrá de: redes telemáticas de conocimientos; divulgación de buenas prácticas, y la creación de capacidad para personas e instituciones que influirán en la elección y ejecución de sus programas. Utilizará como instrumento el centro de Información Agraria Mundial (WAICENT) y los servicios de la biblioteca de la FAO y del Sistema Mundial de Información y Alerta (SMIA).
La FAO prevé hasta 2030, la disminución del hambre en África y Asia meridional y el ascenso en otras áreas no especificadas. Considera que las medidas a emprender pasan por: satisfacer las necesidades de la población; no dañar ni consumir los recursos naturales; no acelerar el cambio climático; y no empobrecer a las sociedades rurales. Sin embargo, la supuesta reducción del 50% en el número de personas desnutridas antes de 2015, va camino de convertirse en el doble. En el último año, los hambrientos han crecido de 850 millones de personas a 925.
Un ejemplo paradigmático de la industrialización y globalización alimentaria [5], además de la fresa en Huelva [6], es el monocultivo de soja transgénica en Argentina [7]. En este último caso las consecuencias son: a) Reducción de la producción ganadera y agrícola de alimentos básicos y tradicionales; b) Destrucción masiva de empleo rural; c) Peligro de extinción de especies al acabar con su hábitat natural por la tala masiva de bosques; d) Desertización de las tierras; y e) Envenenamiento de su población por el consumo de soja que contiene restos de productos químicos, excedente de la exportación a otros países para agrocombustibles o consumo animal.
A medida que la interdependencia mercantil de los países avanza, los problemas alimentarios y ecológicos se globalizan. Precisamente porque la FAO promueve las políticas causantes del hambre: el libre comercio de alimentos mediante la apertura de los mercados y la supresión de barreras arancelarias; el uso de abonos químicos, fitosanitarios, el despliegue de cultivos energéticos (agrocombustibles) y la aplicación de biotecnología, incluyendo la coexistencia con los cultivos transgénicos. Más de 50 años de revolución verde demuestran que el control del mercado alimentario por parte de las multinacionales sólo ha servido para aumentar tanto la contaminación como el número de hambrientos y las enfermedades alimentarias inducidas por el cambio en los patrones alimentarios de la población.
¿COEXISTENCIA CON TRANSGÉNICOS?, ¡NO, NO Y NO! NI CONSUMIDOS, NI IMPORTADOS, NI PRODUCIDOS. ¡PROHIBICIÓN!
CAMPAÑA: LUCHA CONTRA EL HAMBRE