Desiertos verdes y silenciosos

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Los monocultivos de árboles a gran escala que se han promocionado en países de nuestro continente con especies de rápido crecimiento, tales como eucaliptos y pinos, se convierten en desiertos verdes monocromáticos que generan impactos negativos importantes tanto en lo económico, en lo social y ambiental

Desde el 2004, a partir de una iniciativa de la “Red contra el Desierto Verde” (Brasil), cada 21 de septiembre se conmemora el “día internacional contra los monocultivos de árboles”.

Deforestación

Entre las causas directas más importantes de la deforestación figuran la conversión del bosque a la agro ganadería, la urbanización y la construcción de carreteras, la actividad de las empresas madereras, la minería, la explotación petrolera, la construcción de oleoductos y gasoductos, los incendios y la construcción de grandes represas hidroeléctricas. Las grandes plantaciones forestales para abastecer a diferentes industrias de materia prima barata, son también causa directa de deforestación en la medida que estos cultivos son precedidos generalmente por la tala del ecosistema forestal nativo.

Sin embargo, el verdadero motor, causante de que todas estas actividades se realicen en forma depredadora e insustentable es el modelo de "desarrollo" vigente. Este implica la explotación irrestricta de la totalidad de los recursos del planeta, con el objetivo de alimentar un siempre creciente mercado consumidor.

El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, los bancos multilaterales regionales y la Organización Mundial de Comercio han sido fundamentales en todo el proceso, impulsando y apoyando financieramente desde la construcción de carreteras y de represas hidroeléctricas, hasta forzando a los gobiernos a centrar sus esfuerzos en orientar la producción hacia la exportación, con el objetivo de poder cumplir con el servicio de la deuda externa. Además, el ajuste estructural impuesto por esos organismos ha implicado el "achique" del Estado, una de cuyas consecuencias ha sido la falta de recursos humanos y financieros a nivel del Estado para atender a la protección y manejo sustentable de los bosques.

Según la FAO, el noventa por ciento de la deforestación es provocado por prácticas de agricultura insustentable, mientras que la tala y la plantación de árboles para explotación forestal desempeñan un papel más importante en la degradación de los bosques. Por más controvertidas que sean estas cifras, en todo caso puede decirse que la agricultura insustentable es sin duda una de las principales causas directas de la deforestación y la degradación de los bosques en muchos países del mundo.

No a los monocultivos

En Argentina, gran parte de la selva Paranaense de la provincia de Misiones ha sido sustituida por enormes monocultivos de pinos exóticos, en tanto que las plantaciones de eucalipto para celulosa avanzan en otras provincias como Corrientes y Entre Ríos.

En Brasil, grandes empresas plantadoras vinculadas a la industria de la celulosa están concentrando amplias áreas de tierra fértil en sus manos, constituyéndose en uno de los mayores obstáculos para la realización de la reforma agraria.

En Chile, la expansión de las plantaciones forestales se ha hecho a expensas de los territorios tradicionales del pueblo Mapuche y de la violación sistemática de sus derechos. Dicha expansión está además asociada a graves procesos de degradación ambiental, pérdida de biodiversidad, reducción y contaminación con agrotóxicos de las fuentes de agua superficiales y subterráneas, y la pauperización de la población local.

En Colombia, las plantaciones de pinos y eucaliptos han dado lugar a graves violaciones de los derechos humanos, y migración forzada de las comunidades locales.

En Costa Rica el gobierno incrementó el monto del subsidio para las plantaciones de monocultivos, a pesar de que los monocultivos de árboles para producir madera no han rendido lo esperado y se ha demostrado que 20 años de políticas de subsidios a las plantaciones de árboles han sido un fracaso.

En Ecuador, las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas están siendo afectadas por el avance de monocultivos de pinos, eucaliptos y palma aceitera, que destruyen las bases de sustentación de las poblaciones locales y expulsan a la población rural.

En Nicaragua se ha dado un importante paso en sentido inverso, cuando en junio de este año el Director del Instituto Forestal declaró que “No se derribarán más bosques y no permitiremos la siembra de monocultivos porque destruye la biodiversidad del ecosistema”.

En Paraguay un proyecto de ley que estaría abriendo las puertas al monocultivo de árboles a través de una política de promoción basada en subsidios y otros apoyos estatales a la forestación.

En Perú, el gobierno ha aprobado el marco legal para la expansión de los monocultivos de árboles, en base a las mismas promesas de empleo y desarrollo que ya se han demostrado falsas en todos los países de la región.

En Uruguay, los monocultivos de eucaliptos y pinos han generado graves impactos sobre el principal ecosistema del país (la pradera) y han dado lugar a un agudo proceso de concentración y extranjerización de la tierra por parte de grandes empresas, que han desplazado a los tradicionales productores de alimentos.

Los eucaliptos son especies vegetales que proceden de Australia, Tasmania y Nueva Guinea principalmente.

En todos los países donde se han implantado estos monocultivos, las consecuencias han sido las mismas: mayor riqueza y poder para unas pocas empresas nacionales y extranjeras y mayor pobreza para las comunidades locales.

Las plantaciones no son bosques

Lo único que tienen en común, los bosques nativos con las plantaciones, es la presencia de árboles. Un bosque es un sistema complejo, que se autoregenera y que incluye suelo, agua, microclima, energía y una amplia variedad de plantas y animales en mutua relación. Una plantación comercial, por el contrario, es un área cultivada, cuyas especies y estructura han sido drásticamente simplificadas para producir sólo unos pocos productos, ya sea madera, leña, resina, aceite o frutas. A diferencia de los bosques, en una plantación los árboles tienden a pertenecer a una reducida variedad de especies y la fauna no la habita, convirtiéndola en silenciosa.

Sin embargo pareciera que en la mayoría de nuestros países se hace oídos sordos a los reclamos de la gente y se continúan promoviendo políticas que están agravando la situación ambiental y social y que incrementarían las áreas de “desiertos verdes”. Las que se anuncian como “soluciones” para el cambio climático, no sólo no solucionarán el problema sino que serán causa de mayores padecimientos en las comunidades. Los mal llamados “sumideros de carbono” y los agrocombustibles son ejemplos de estas falsas soluciones que ya se están implementando en nuestros países. A ello se suma el peligro de los planes para la liberación de árboles transgénicos, que en nuestra región ya están siendo genéticamente manipulados en laboratorios en Chile y Brasil.

Robert Jackson, profesor de Biología de la Universidad de Duke, ha investigado durante varios años los impactos de las plantaciones sobre el agua. “El establecimiento extensivo de árboles podría comprometer el reabastecimiento de las aguas freáticas (capas subterráneas de agua) a escala de paisaje, con lo que su uso sería transitorio y se produciría una mengua generalizada de las aguas freáticas”, escribió en un artículo de 2004, publicado en Global Change Biology.

Actualmente la industria de la celulosa se está mudando a los países del MERCOSUR, y tiene planes de aumentar drásticamente su capacidad de producción en más de 25 millones de toneladas, o más, en los próximos cinco años. Esto significa que se necesitarán extensas superficies de plantaciones de crecimiento rápido para alimentar sus fábricas de celulosa.

Los pueblos deben oponerse a la expansión de monocultivos forestales a gran escala a nivel de toda la región, para lograr una vida más armoniosa con el medio natural.

Noticias Iruya, Internet, 20-9-08

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