El mercado del hambre
El mercado del hambre, se produjo hace un par de años y ahora se está divulgando con ocasión de la crisis alimentaria
El libre mercado no existe. Es una gran mentira. Solo domina la ley del más fuerte
¿Estaría usted de acuerdo en privatizar el servicio del agua? ¿En que la mayor parte de la producción mundial de alimentos esté en manos de empresas cuya prioridad es la de maximizar sus propias ganancias? ¿Preferiría usted consumir alimentos naturales o, más bien, los genéticamente modificados? ¿Se inclina más por los alimentos sabrosos de la agricultura para el mercado interno o prefiere los que le proporciona la producción industrial de masas? ¿Cree usted que esta garantiza la alimentación de todos?
Diversas respuestas a estas preguntas -y nuevas interrogantes- aparecen en el documental del cineasta austríaco Erwin Wagenhofer, que con el título de Alimentamos al mundo - El mercado del hambre, se produjo hace un par de años y ahora se está divulgando con ocasión de la crisis alimentaria.
Al final del filme, la entrevista con el presidente de la Nestlé, Peter Braback, puede resultar devastadora para la sensibilidad de muchos o quizás a otros les reafirme la visión economicista pura y dura que está dirigiendo la economía internacional. Nestlé es la primera industria alimentaria del mundo. Ocupa el puesto 27 de todo el aparato industrial del planeta. Es la principal proveedora de agua mineral del mundo. Emplea alrededor de 275.000 trabajadores de manera directa, controla 8.000 marcas de alimentos y mueve anualmente unos 90.000 millones de francos suizos.
Si en nuestro país los siguientes argumentos los hubiera dicho un partidario del no al TLC como acusación a sus adversarios, hubieran sido descalificados de inmediato, pero son, de hecho, posiciones oficiales del Sr. Braback, presidente de la Nestlé. Para él, sobre el tema del agua, la cosa está clara. Piensa que hay extremistas, representados por algunas ONG, que defienden el servicio del agua como algo que debe ser nacionalizado, para garantizar el acceso de todos a tan importante materia prima. Sin embargo, la posición alternativa, que él defiende, considera el líquido elemento como otro bien alimenticio más que, como tal, tiene valor mercantil. Por lo tanto, dice que lo lógico es privatizarlo y que, para aquellas franjas de población que tengan dificultad de acceso a su compra, se pongan en práctica medidas específicas.
Sobre la discusión en torno a los transgénicos, lo considera propio de la hipocresía europea, porque en la producción alimentaria de los EE. UU. se utilizan desde hace 15 años, sin problemas. Considera que antes se pensaba que lo natural era bueno, pero ahora no lo ve así porque se ha demostrado que el hombre es capaz de gerenciar los equilibrios naturales. En cuanto a su obligación como presidente general de una compañía productora de alimentos -la número uno-, no le cabe la menor duda: cree sinceramente que su responsabilidad es asegurar y preservar un porvenir de máximas ganancias y éxitos a su compañía.
El documental del ingeniero Wagenhofer, antes de llegar a esa entrevista, ha impactado ya a quienes lo ven. Entrevistando, entre otros, a campesinos pobres, a biólogos, a comerciantes e industriales, a directores de producción de semillas, de pesca artesanal e industrial, de gigantescas granjas mecanizadas de pollos y al delegado de las Naciones Unidas para la Defensa del Derecho a la Alimentación, hace ver hechos que cuestionan profundamente.
Sobresalen los temas de la diferencia de gusto y calidad entre los alimentos producidos naturalmente, con ventaja sobre los de producción industrial. Las contradicciones de una Unión Europea que subvenciona sus productos de legumbres, frutas y papas, para exportarlos y venderlos luego a un tercio del precio local en el mercado agrícola más grande de Dakar (Senegal), desplazando los producidos localmente, dejando sin trabajo a los campesinos a quienes no les queda más opción que la inmigración ilegal, para irse a trabajar ¡a la misma Europa!, en condiciones de explotación. O las subvenciones estatales de un solo año para que los campesinos rumanos compren semillas híbridas, y queden dependientes de las mismas en los siguientes años, cuando tendrán que comprarlas sin subvención. O también, la deforestación de la Amazonia, para sembrar soya que se exportará para alimentar el ganado europeo, -los animales de Europa están así devorando las selvas vírgenes brasileñas-. Por supuesto, el terror del hambre está presente a todo lo largo del filme.
Es la enorme contradicción de un planeta con capacidad agrícola para alimentar 12.000 millones de individuos, en el que, sin embargo, mueren cada día 100.000 personas, cada 5 segundos, un niño por hambre, cada 4 minutos, alguien por falta de vitamina A, y 842 millones padecen de desnutrición crónica, sin la menor posibilidad de realizar una vida normal sexual, familiar o profesional.
Si de causas del problema, responsabilidades y vías de salida se trata, hay afirmaciones gruesas que dejan abierta la puerta a viejas discusiones. Una, la de Jean Ziegler, el delegado de la ONU para el Derecho a la Alimentación. Con contundencia afirma: ?El libre mercado no existe. Es una gran mentira. Solo domina la ley del más fuerte. En el 2005, el 52% del producto mundial bruto ha sido controlado por 500 empresas transnacionales cuyo único fin es la maximización de sus ganancias. La otra, de Karl Otrok, director de producción de Pioneer-Rumania: Desearía que la situación no cambiara rápido. Pero va a cambiar y las multinacionales van a destruir toda la agricultura tradicional. No se puede ir para atrás aunque se debería.
Queda por verse lo que creemos sobre todo esto los costarricenses y si estamos dispuestos a debatirlo.