Los OGM sirven también para hacer la guerra

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Numerosos especialistas temen además una otra forma de bioterrorismo: aquella dirigida a actuar sobre la agricultura. “Las armas orientadas hacia la producción agrícola serían mucho más eficaces -dice David Sourdive. En primer lugar, el efecto de desastibilización de una enfermedad agrícola es seguro y bien conocido: vean por ejemplo lo que sucedió con la fiebre aftosa en el año 2001. La agricultura es además más vulnerable porque presenta mucha menos diversidad genética que las poblaciones humanas”. El trabajo en torno a las enfermedades agrícolas era ya durante la guerra fría uno de los principales programas de investigación en armas biológicas, tanto de los Estados Unidos como de la URSS.

Los OGM sirven también para hacer la guerra

Por Hervé Kempf

Mondialisation.ca, 16 de abril de 2008

Stephen Hawking no es un extravagante. Es sin duda el científico más célebre del mundo, luego de la venta de cerca de 10 millones de ejemplares de su “Breve historia del tiempo”. El 16 de octubre de 2001 lanzaba en el Daily Telegraph una advertencia de especial gravedad. “Si bien el 11 de septiembre constituyó algo espantoso, afirmaba Hawking, no amenazó la supervivencia de la especie humana, como sí lo hacen las armas nucleares. Sin embargo, a largo plazo, estoy más preocupado por la biología. Las armas nucleares necesitan grandes usinas, mientras que es posible realizar manipulaciones genéticas en un pequeño laboratorio. Es imposible controlar todos los laboratorios del mundo. El peligro es que, por accidente o voluntariamente, creáramos un virus que nos destruyese”.

Evocando en esta inquietante declaración la destrucción de la especie humana mediante un organismo genéticamente modificado [OGM], el físico se hacía eco de una preocupación que crece día a día en los medios científicos y militares: la ingeniería genética permite en la actualidad, mediante la manipulación del genoma de los agentes clásicos de la guerra biológica -peste, enfermedad del carbón*, tularemia**, etc.-, hacer a esos agentes mucho más peligrosos de lo que ya lo son actualmente.

Esta idea se impuso definitivamente en diciembre de 1997, cuando, en un artículo de la revista científica Vaccine, científicos rusos explicaron cómo habían modificado genéticamente una cepa de antrax ( Bacillus anthracis) con el objeto de insensibilizarla a las vacunas que existían contra la bacteria.

Fue durante el mismo mes de diciembre de 1997 que el presidente norteamericano Bill Clinton tuvo la ocasión de conversar largamente con Craig Venter, un especialista del desciframiento del genoma humano: en el transcurso de esa cena que tuvo lugar en una lujosa residencia de una pequeña isla de Carolina del Sur –cuentan tres periodistas del New York Times en su libro Germs- Venter explicó al presidente que el conocimiento de los genomas “podría ser extremadamente peligroso si se encontrase en las manos equivocadas”. “Clinton –agregan los periodistas- preguntó si la viruela podría ser combinada con otro agente nocivo para hacerla aún más peligrosa. Venter respondió que sí era posible”.

¿Cómo es posible que la ingeniería genética sirva para desarrollar nuevas armas biológicas? La lista de posibilidades, descrita por los especialistas, es desagradablemente larga. Podemos convertir en patógena una bacteria inofensiva y bien conocida, la Escherichia coli, insertándole genes de toxicidad extraídos del genoma de bacterias peligrosas. Podemos modificar una bacteria patógena a los fines de que no sea reconocida por el sistema inmunológico o de que las vacunas existentes sean ineficaces. Podemos intentar convertir al agente patógeno en insensibe a los antibióticos, lo cual haría muy difícil -incluso imposible- la protección de las poblaciones blanco.

Éstas son técnicas ya prácticamente controladas. Los especialistas ven aún más lejos, como lo relata un artículo co-escrito por Claire Fraser, la esposa de Craig Venter, en Nature Genetics del 22 de octubre de 2001: por ejemplo, la posibilidad de introducir un virus “silencioso” en el genoma de una población determinada, virus que sería posteriormente activado por una señal química. “La idea -explica David Sourdive, un especialista francés del estudio de los genomas- es desarrollar un arma selectiva que actúe sobre una población elegida y previamente ‘marcada’ por un virus”.

“De hecho -dice un experto de la Delegación General para el Armamento [DGA]- no hay nada en el ámbito de la biología que no sea trasladable al plano de lo militar.” El desciframiento y la publicación de los genomas se convierten en una fuente mayor de preocupación: el peligro es, en efecto, que sea posible reconstruir el virus a partir de su secuencia o, cuando menos, localizar las zonas de virulencia, clonar sus genes y transferirlos a otro organismo. El director del centro HKU Pasteur, Antoine Danchin, lamenta también el hecho de que en 1992 se haya publicado el mapa genético del virus de la viruela. “¿No podíamos acaso imaginar, dice Danchin, que lo que es simple para los laboratorios bien intencionados -reconstruir un virus a partir de su secuencia- lo es también para los laboratorios mal intencionados?”.

“¿QUIÉN TIENE EL DERECHO A SABER?”

Pero voces tales como la de Dachin son aisladas: en octubre último, el centro británico Sanger anunció orgulloso el desciframiento del genoma de Yersinia pestis, la bacteria responsable de la peste negra. Una publicación que fue apreciada en forma desigual por los toxicólogos, al tiempo que eran localizadas en Madagascar cepas resistentes a todo antibiótico. “Pero no podemos dejar de publicar los resultados, dice Michèle Mock, especialista en antrax del Instituto Pasteur. ¿En base a qué criterios determinar quién tiene el derecho a saber?”.

Numerosos especialistas temen además una otra forma de bioterrorismo: aquella dirigida a actuar sobre la agricultura. “Las armas orientadas hacia la producción agrícola serían mucho más eficaces -dice David Sourdive. En primer lugar, el efecto de desastibilización de una enfermedad agrícola es seguro y bien conocido: vean por ejemplo lo que sucedió con la fiebre aftosa en el año 2001. La agricultura es además más vulnerable porque presenta mucha menos diversidad genética que las poblaciones humanas”. El trabajo en torno a las enfermedades agrícolas era ya durante la guerra fría uno de los principales programas de investigación en armas biológicas, tanto de los Estados Unidos como de la URSS.

Además de su eficacia, este tipo de investigaciones cuenta con otra ventaja: son mucho más discretas. ¿Cómo distinguir entre un laboratorio agronómico y un laboratorio militar? Por último, los OGMs agrícolas presentan ciertos puntos en común con los agentes bacteriológicos militares: así, la bacteria Bacillus thuringiensis, que es uno de los elementos más utilizados por las empresas de biotecnología vegetal, es un pariente muy cercano del Bacillus anthracis, el agente del antrax, del cual constituye un excelente modelo.

El problema del empleo de las armas biológicas no pertenece más, luego de algunos años, a la mera especulación: en el marco de la lucha contra la droga, los Estados Unidos intentaron en 1997 hacer aceptar la utilización de un hongo, Fusarium oxysporum, que destruye la planta de donde se extrae la cocaína. Una versión genéticamente modificada de ese hongo existe en laboratorio. Los Estados Unidos querían utilizarla en Colombia, incluso siendo que -según movimientos ecologistas como el Sunshine Project- este hongo podría tener efectos devastadores sobre la biodiversidad de las ricas tierras colombianas: frente a la oposición que estalló en América Latina tanto como en Europa, los Estados Unidos han aplazado por el momento la utilización del hongo. Pero ¿hasta cuándo? En el otro extremo del mundo, en Asia Central, los EE.UU. estudian también, en un laboratorio de Tachkent, en Uzbekistán, un hongo capaz de atacar a la adormidera ***, cultivada desde antaño en la región, particularmente en Afganistán. Si la opinión pública no permanece atenta y reacciona, la guerra agro-biológica está a un paso de convertirse en una trivialidad., mientras que la guerra biológica -¿o deberíamos más bien decir biotecnológica?- se ha convertido ya en una posibilidad muy seria.

Versión en francés: Le grand soir, publcada el 16 de abril de 2008.

Fuente: Mondialisation.ca

Notas

* Antrax [Nota de la traductora].
** Infección común en roedores salvajes, causada por la bacteria Francisella tularensis y transmitida a los seres humanos por contacto con tejidos animales infectados o por garrapatas, picadura de moscas y mosquitos. [Nota de la traductora].
*** Opio [Nota de la traductora].

Traducción: María Eugenia Jeria, para Acción por la Biodiversidad

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