Daños socio-ambientales y pérdida de soberanía, riesgos de los transgénicos
"El gobierno federal quiere instalar un gran laboratorio experimental de transgénicos en México y que seamos conejillos de indias de esta tecnología incierta e insegura. Es irresponsable que autoridades de las secretarías de Agricultura (Sagarpa) y Medio Ambiente (Semarnat) quieran experimentar el comportamiento del maíz transgénico en nuestro país, centro de origen de este grano, a pesar de que se cuenta con evidencias científicas de los daños ocasionados al medio ambiente y a la economía de los productores en Argentina y Brasil."
MILPAS BAJO ASEDIO - TEMA DEL MES
Daños socio-ambientales y pérdida de soberanía, r iesgos de los transgénicos
Peligros serios con los maíces usados para bio-reactores y antibióticos. Necesario, aplicar principio precautorio del Protocolo de Cartagena
Elena Álvarez-Buylla
El gobierno ha contravenido reiteradamente los mandatos de bioseguridad: conservar la diversidad genética del maíz en sus centros de origen y diversidad que se localizan en todo México, y no introducir a campo abierto bajo ningún régimen los maíces transgénicos. Pero la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (LBOGM) y su Reglamento no son precautorios, y ahora se propone un anteproyecto de Régimen Especial de “Protección” del Maíz con disposiciones para tramitar solicitudes de siembra de dichos transgénicos.
El maíz es promiscuo pues los granos de maíz de una mazorca resultan de la fertilización de los óvulos por polen que, movido por el viento, llega de muchas otras plantas de maíz localizadas hasta miles de metros de distancia. En México, los genes se mueven también en las semillas, que se intercambian entre productores a distancias aún mayores. Por eso es imposible evitar el movimiento (o flujo) de genes de unas plantas de maíz a otras, así como la acumulación y combinación de distintos transgenes en una misma planta, una vez que se siembra un maíz transgénico en campo.
La contaminación transgénica abre incertidumbres y riesgos, además amenaza la integridad genética, vocación alimenticia y carácter de bien público del maíz criollo. Esto se vuelve diáfano y preocupante cuando nos referimos al maíz que expresa fármacos y sustancias industriales pues, por desgracia para los pueblos de maíz, se ha decidido usar este cereal (no el trigo o el arroz para los cuales ni siquiera se ha permitido la liberación comercial de transgénicos) como bio-reactor para producir antibióticos, anticoagulantes, espermaticidas, vacunas, aceites, plásticos y muchos otros químicos que ni siquiera conocemos o de los que ni siquiera sabemos porque son secreto industrial. El maíz bio-reactor promete un gran negocio, aún mayor que los transgénicos que hoy ofrece el mercado para la agricultura industrializada.
Por otra parte, los maíces transgénicos disponibles son insuficientes para resolver los problemas importantes del campo mexicano, pero aunque fueran la panacea, no valdría la pena arriesgarse, porque implican efectos socio-ambientales nocivos, reafirman la dependencia tecnológica y la pérdida de soberanía y seguridad alimentarias, además abonan el camino al maíz bio-reactor porque: (1) en Estados Unidos más de 90 por ciento del maíz que no debía tener transgénicos ya lo tiene, y (2) ya ha habido escapes de ensayos del maíz bio-reactor, que se siembra en miles de hectáreas, y de siembras experimentales de líneas no autorizadas para el consumo humano, que llegaron a los anaqueles del mundo (arroz LL601, maíz Starlink, entre otros). Es urgente un escrutinio cuidadoso de todos los transgenes de maíz en México y el mundo, porque si uno de los genes del maíz bio-reactor se combina con otro que dé ventaja al maíz (ejemplo: Bt o tolerancia a herbicidas), la contaminación por sustancias del bio-reactor se saldría de control.
Principio precautorio. En efecto, lo que en Estados Unidos pueden ser escapes residuales con baja o mínima intensidad e incidencia, y factibles de ser rectificados, en México podrían multiplicarse y causar desastres irreversibles (algo así como el cambio climático). No nos perdamos en la discusión sobre la suficiencia tecnológica para el campo mexicano de las líneas transgénicas de maíz, que actualmente se comercializan, de sus riesgos, o de las promesas de los vendedores. Rescatemos el principio precautorio del Protocolo de Cartagena que México firmó. ¡Consensuemos un NO al maíz transgénico a campo abierto en México y NO al maíz bio-reactor en cualquier parte del mundo! Potenciemos una verdadera innovación tecnológica –cada vez más constreñida por los monopolios de las patentes– en el marco de un desarrollo agrícola sustentable con apoyo público, con productores y consumidores, con desarrollos nacionales (híbridos que prometen más que los transgénicos con menos riesgo), en diálogo con el conocimiento tradicional, cuya fuerza innovadora ha quedado demostrada en la diversidad genética del maíz criollo que nunca debe privatizarse, y comprometidos con la justicia social.
Como dijo el doctor Alejandro Alagón: el que se rechace la bomba atómica, no implica que el uso de la energía nuclear para fines médicos se deba condenar. Busquemos una biotecnología segura acorde con las condiciones de México y su carácter megadiverso para resolver lo más urgente: la desigualdad social y los desastres ambientales asociados. La penetración del maíz por transgenes en su centro de origen y diversidad es una contaminación con vida propia que pone en riesgo la vocación alimenticia del maíz y su carácter de recurso público. Es urgente actuar: “Cuando ya no tengamos opciones, ya de nada nos servirá la ciencia, la evidencia, y ni siquiera la persuasión moral” ( Claire Hope Cummings). Detalles del sustento científico a estas conclusiones pronto en: www.unionccs.net .
Instituto de Ecología, UNAM
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Incómodas verdades del maíz modificado
Aleira Lara
El gobierno federal quiere instalar un gran laboratorio experimental de transgénicos en México y que seamos conejillos de indias de esta tecnología incierta e insegura.
Es irresponsable que autoridades de las secretarías de Agricultura (Sagarpa) y Medio Ambiente (Semarnat) quieran experimentar el comportamiento del maíz transgénico en nuestro país, centro de origen de este grano, a pesar de que se cuenta con evidencias científicas de los daños ocasionados al medio ambiente y a la economía de los productores en Argentina y Brasil. En cambio, Francia, Rumania y otras cinco naciones europeas ya tomaron precauciones y rechazaron las autorizaciones para sembrar el grano MON 810, de la trasnacional Monsanto.
Está demostrado que la dispersión del polen del maíz puede ocurrir a varios kilómetros y que un cultivo transgénico puede afectar gravemente a los orgánicos y tradicionales. También se demostró que el cereal modificado es dañino a la flora y fauna, al suelo y a la salud humana. La toxina incorporada al grano genéticamente modificado que sirve para eliminar al gusano barrenador, plaga inexistente en México, afecta a insectos como lombrices de tierra, mariposas, hormigas y arañas que interactúan con los cultivos. Mientras la industria biotecnológica asegura que los transgénicos son seguros para la alimentación humana, se niega a hacer pública información vital que demuestre posibles problemas de salud.
En 2005, luego de una demanda de Greenpeace, una corte alemana ordenó a Monsanto publicar sus estudios sobre los efectos del maíz Bt MON 863 en ratas. Los científicos independientes reportaron altos índices de toxicidad en los órganos internos de los roedores usados en el estudio.
A pesar de las evidencias científicas y del llamado de cientos de miles de mexicanos a prohibir la experimentación con transgénicos en nuestro país, la Sagarpa y la Semarnat se han vuelto fieles promotoras de las empresas biotecnológicas y desdeñan nuestra soberanía alimentaria violando el Protocolo de Cartagena, del cual México es signatario.
¿Realmente cree el gobierno federal que es genuino el interés de la industria biotecnológica por reactivar el campo mexicano? ¡Claro que no! Estas empresas sólo buscan el monopolio del maíz, por su importancia en la alimentación mundial y por su valor económico en el mercado internacional.
Es falso que los transgénicos acaben con el hambre en el mundo: la falta de alimentos se debe al acceso limitado a las tierras para cultivo, a la escasez del agua y al poco ingreso para hacerla producir.
El problema real es la falta de voluntad de los gobiernos para implementar políticas públicas que incentiven la producción tradicional y orgánica; y que aseguren nuestra soberanía alimentaria. El gobierno federal debe implementar urgente e impostergablemente un verdadero régimen de protección especial del maíz que prohíba por completo la liberación de transgénicos en México.
Coordinadora de la Campaña de Agricultura Sustentable y Transgénicos de Greenpeace México
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Dilema del Régimen de Protección Especial del Maíz
Resguardar a México como centro de origen o facilitar la entrada de una tecnología cuestionada
Adelita San Vicente Tello
La Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (LBOGM) fue muy controvertida en su proceso de discusión y cuando finalmente se aprobó, a fines de 2004. En esos momentos era difícil lograr consensos, pero cuando se propuso establecer un régimen de protección para los cultivos en que México es centro de origen, en especial maíz, hubo un acuerdo generalizado de la relevancia que tiene el hecho de que Nikolai Vavilov (1926) ubicó a México entre los ocho centros de origen del planeta.
La idea original de los legisladores al establecer el Régimen de Protección Especial del Maíz (RPEM) dentro de la ley era considerar las recomendaciones del Informe sobre la Contaminación de Maíz en México elaborado por la Comisión de Cooperación Ambiental del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que coordinó José Sarukhan.
El taller que se realizó el 12 de junio de 2006 en la Cámara de Diputados con expertos del tema, en el que se discutió el contenido del RPEM, generó el consenso de una amplia preocupación por la conservación del maíz, que se expresó en un Manifiesto y que en sus conclusiones destaca: “el Régimen debe implementar una moratoria a la siembra de maíz transgénico en campo, de cualquier tipo, ya sea experimental o de pequeña escala, hasta que no se lleve a cabo un plan nacional de protección de la diversidad del maíz mexicano”.
Consenso global. Hoy se ratifica esta preocupación pues en el Reporte de la Evaluación Internacional de la Ciencia y la Tecnología para el Desarrollo de la Agricultura –que es una iniciativa del Banco Mundial con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Fondo Global Ambiental (GEF) y otras instancias internacionales, junto con representantes de los gobiernos, de la sociedad civil, el sector privado e instituciones científicas de todo el orbe– se remarca que: “Siendo América Latina una región importante como centro de origen de cultivos de relevancia global, como el maíz, la papa y el tomate, existe la preocupación de la contaminación génica si se introducen cultivos transgénicos en los centros de origen, por ejemplo, la papa transgénica en Bolivia o el maíz transgénico en México”.
Los argumentos científicos de la sociedad, incluso de las instituciones mundiales, en torno a la protección del maíz se multiplican; sin embargo, al publicarse el 19 de marzo el Reglamento de la LBOGM , la subsecretaria de Fomento y Normatividad Ambiental de la Secretaría de Medio Ambiente, Sandra Herrera, sostuvo que “ya se pueden realizar cultivos de maíz transgénico, pues el régimen especial de ese grano y la definición de los centros de origen son aspectos adicionales”.
Para la subsecretaria, que parece desconocer el marco jurídico, no importa que se violente la Constitución , o la LBOGM , que en su artículo segundo señala que: “Para cumplir su objeto, este ordenamiento tiene como finalidades (:..) XI. Determinar las bases para el establecimiento caso por caso (…) de cultivos de los cuales México sea centro de origen, en especial del maíz, que mantendrá un régimen de protección especial (…)” .
Regulación contradictoria. El Reglamento emitido por la Semarnat , constriñe este importante instrumento de bioseguridad creado por el legislador para proteger la condición única de México como centro de origen a “disposiciones jurídicas relativas a la bioseguridad que establezca la autoridad.” (Artículo 65 del Reglamento) . Es ilegal que el Reglamento pretenda restringir un mandato específico y concreto establecido en Ley, a un señalamiento vago y abstracto.
Demandamos una postura clara del Poder Ejecutivo frente a una tecnología que implicaría una grave dependencia, la pérdida de soberanía sobre nuestras semillas de maíz, y finalmente, sobre el alimento central de los mexicanos. El dilema está entre la introducción de una tecnología sumamente cuestionada, frente a la situación inconmensurable de ser centro de origen del cereal más importante para nuestro país y tal vez hoy para el mundo.
Maíz brujo
Nos cuenta un joven instructor comunitario amuzgo de Guerrero: Sí conocemos ese maíz: es brujo. Ojea a los otros, les roba su alma. Nomás él quiere ser fuerte. Así es ese transgénico, así su modo.
Semillas de Vida, AC
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Monsanto y el de los alimentos
Aleira Lara
La trasnacional estadounidense Monsanto es dueña de la patente de 90 por ciento de las semillas transgénicas en el mundo. Ocultando información a gobiernos y consumidores, intenta convertir a la agricultura y la producción de alimentos en un gran experimento genético.
Sin embargo, su éxito hasta ahora ha sido muy limitado pues sólo uno por ciento de los agricultores del mundo está plantando cultivos transgénicos, de los cuales 85 por ciento están concentrados en tres países: Estados Unidos, Argentina y Canadá, con sólo cuatro cultivos (algodón, canola, soya y maíz) que han sido cultivados a escala comercial.
Interés mercantilista. No obstante, Monsanto mantiene su estrategia de hacer que los agricultores alrededor del mundo dependan de sus semillas, herbicidas y pesticidas patentados y no duda en barrer con todo lo demás: agricultura sustentable, el ambiente, los intereses del consumidor y el sustento de los agricultores si es necesario para lograr su meta de dominación de mercado.
Un reporte de 2007 del Centro para la Seguridad Alimentaria (CFS, por sus siglas en inglés) documenta miles de investigaciones y casi cien procesos legales de Monsanto contra agricultores estadounidenses.
Monsanto ocupa 75 empleados y un presupuesto anual de 10 millones de dólares con el único fin de investigar y enjuiciar agricultores. Hasta ahora, la empresa ha demandado a productores en 25 de los 50 estados de la Unión Americana. La sentencia legal promedio en contra de los productores y a favor de Monsanto es de 412 mil dólares. En una demanda judicial, la empresa le ganó más de 3 millones de dólares a un grupo de productores de Texas.
En conjunto, por las demandas certificadas contra productores, Monsanto ha cobrado más de 15 millones de dólares, sin contar lo que obtiene mediante acuerdos extrajudiciales.
Después de 10 años de plantar transgénicos en Estados Unidos y como resultado inevitable de la polinización entre estos cultivos y los tradicionales, la mitad de las semillas de maíz y soya y 83 por ciento de las semillas de canola han sido contaminadas con variedades modificadas.
Patentes y contaminación. La Ley de Propiedad Industrial de México, como la de las patentes de Estados Unidos, faculta a empresas como Monsanto a demandar a los productores que se vean contaminados por transgénicos o que hagan uso “indebido” de un producto o tecnología patentada.
La implementación de cultivos de maíz transgénico en México puede provocar una avalancha de demandas por el uso de una tecnología patentada por Monsanto, como ocurre actualmente en Estados Unidos.
La experiencia de muchos productores de ese país demuestra lo erróneo que es permitir la siembra de maíz transgénico en México, ya que únicamente traerá ganancias a las grandes corporaciones y condenará a los productores a depender completamente de su monopolio y al país entero a la pérdida de soberanía alimentaria.
Coordinadora de la Campaña de Agricultura Sustentable y Transgénicos de Greenpeace México.
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Preocupan patentes transgénicas en maíz nativo mexicano
Inminente, la desregulación oficial del grano modificado
José Antonio Serratos Hernández
Hace diez años la discusión acerca del maíz transgénico se concentraba, como sigue ocurriendo ahora, en la bioseguridad y sólo parcialmente se analizaban las patentes y su posible impacto sobre el maíz. Al mismo tiempo, se enfrentaba la presión de empresas biotecnológicas para que se permitiera, injustificadamente, la siembra de maíz transgénico en “ensayos experimentales” de gran escala.
Ante el acoso, y después de un análisis exhaustivo, algunos miembros del extinto Comité Nacional de Bioseguridad Agrícola preparamos la moratoria para pruebas en campo con maíz transgénico. Hoy estamos en una situación semejante a la de 1998, pero en condiciones mucho más difíciles para la protección del maíz.
La estructura de la Ley de Bioseguridad; la publicación del reglamento de esa ley, y el régimen especial de protección del maíz, diseñado para prácticamente dejarlo indefenso ante el grano transgénico, conforman un escenario desalentador para la conservación del maíz nativo mexicano. A diferencia de lo que se logró en 1998, esta vez se hará oficial la proliferación de ensayos en campo con maíz transgénico y en consecuencia su desregulación. Ante esta expectativa es conveniente retomar el tema de las patentes y las consecuencias que la distribución comercial de maíz transgénico podría acarrear al germoplasma de maíz mexicano.
En 13 estados de la República se ha reportado la presencia de maíz transgénico desde los primeros hallazgos de Quist y Chapela en Oaxaca en 2001. La mayoría de estos reportes han sido minimizados (INE-Conabio 2001-2005), descalificados (Ceccam-ONGs, 2003) y ocultados (Sagarpa-Cibiogem, 2002-2004) por los encargados de la bioseguridad. Así, aunque la desregulación de maíz transgénico inicia este 2008, existen ya desde hace varios años focos de dispersión de maíz modificado en México.
Según los representantes de las empresas trasnacionales (Agrobio) y el secretario ejecutivo de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem), en aproximadamente seis años se habrán autorizado varios tipos de maíz transgénico en México. Por lo tanto, al aplicar un modelo de dispersión de estos maíces de 2001 a 2014, encontramos que la desregulación incrementará la tasa de su difusión a grados altísimos, en particular después de 2014. En esas circunstancias, es seguro que en los próximos años los transgenes se incorporarán en un gran porcentaje en las razas de maíz nativo y en algunas poblaciones de teocintle.
Si el maíz contiene transgenes, ¿cuáles son las consecuencias? El impacto de la introducción de transgenes en el maíz nativo o en el normal es inmediato y se da en el ámbito de la ley de propiedad industrial. El campesino que no haya comprado semilla transgénica, pero que su maíz haya sido contaminado con transgenes aunque no se haya dado cuenta, al poner en circulación su producción de grano estará cometiendo una infracción administrativa que le costaría hasta 20 mil días de salario mínimo por no tener una licencia para usar la patente. En otras palabras, al legalizar la producción de maíz transgénico, la ley de bioseguridad no tiene aplicación y los productores de maíz quedarán a merced de las disposiciones de la ley de propiedad industrial.
Mayor contaminación en comunidades mexicanas. Otra consecuencia es que con el incremento de la difusión de maíz transgénico, los transgenes estarán incorporándose a un mayor número de comunidades en las que todavía se conserva el maíz nativo de México. En esos lugares se estarán incubando los maíces nativos transgénicos por la inserción de transgenes, con la etiqueta de las compañías biotecnológicas. Los programas de conservación in situ tendrán que contender con esa nueva variable si es que no quieren conservar germoplasma patentado. En paralelo, la conservación en bancos de germoplasma será cada vez más complicada porque deberá asegurarse que las semillas de su colección activa no han sido infiltradas con algún transgene. En los bancos de semilla locales, la integridad del maíz será mucho más difícil de conservar ya que la infraestructura y los recursos para su mantenimiento no son adecuados. El riesgo de almacenar maíz nativo transgénico será muy alto y se abre la posibilidad que las empresas poseedoras de los transgenes reclamen derechos sobre esos maíces nativos.
Uno de los riegos más grandes para la investigación y el mejoramiento de maíz por la presencia de patentes en el grano transgénico es el bloqueo de las actividades de desarrollo tecnológico en las instituciones públicas. Se puede argumentar que las empresas poseedoras de las patentes permiten, sin cargo, el uso de sus patentes en investigación. Sin embargo, este tipo de acciones pierden su carácter altruista cuando consideramos que las licencias gratuitas sólo son para investigación y así las instituciones públicas se convierten en maquiladoras de tecnología con mínimos beneficios económicos para ellas. Con la difusión masiva de maíz transgénico, la investigación y el desarrollo del maíz se convertirían en un área exclusiva de las empresas biotecnológicas, y se estarían privatizando.
Pérdida de riqueza genética. Los peligros y los riesgos para el maíz nativo por la incorporación del transgénico al agroecosistema mexicano son aspectos de bioseguridad que necesitan tiempos muy largos de investigación para definirlos con precisión y que, por lo visto hasta ahora, no parecen ser prioritarios para las personas a cargo de la bioseguridad. Las patentes, sin embargo, desde el primer reporte del maíz transgénico en Oaxaca ya plantean una serie de problemas que en unos cuantos años podrían convertirse en la pérdida del patrimonio genético, histórico y cultural de México, el maíz nativo.
Investigador de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México - moc.liamg@sotarresa
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Granjeros modernos o siervos de Monsanto
Ana de Ita
La moratoria a la siembra de maíz transgénico establecida en México hace diez años llegará a su fin cuando se otorgue el primer permiso de siembra experimental y en cuestión de meses será legal la siembra comercial.
Para Monsanto el levantamiento de la moratoria mexicana es una prioridad, pues aun con ella México ocupa el cuarto lugar en sus ventas, una vez que las compañías semilleras nacionales sucumbieron ante la feroz competencia y que fue eliminada la empresa estatal Pronase. A escala mundial Monsanto triplicó sus ganancias en el primer trimestre del 2008 con base en la venta de semillas de maíz (transgénico e híbrido) y de herbicidas. El auge de los agrocombustibles y el uso de maíz para la fabricación de etanol en Estados Unidos aumentaron el valor de sus acciones en 21 por ciento. En este entorno favorable, lograr la siembra de maíz transgénico en México, en donde cerca de la mitad de la superficie agrícola se destina a este cultivo, parece un negocio jugoso.
Monsanto ha contado con el apoyo de los legisladores que aprobaron a su favor la Ley de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados (LBOGM), y con el respaldo de funcionarios de las secretarías de Agricultura y Medio Ambiente, que publicaron el reglamento de la ley y burocráticamente intentan concluir el Régimen de Protección Especial al Maíz.
Los permisos para siembra experimental cancelados por ilegales en los años anteriores se ubicaban en Chihuahua, Sonora, Sinaloa y Tamaulipas, y aunque los funcionarios se empeñan en negarlo, en esos estados existe una amplia diversidad de razas y variedades nativas. En Chihuahua hay 23 razas catalogadas y teocintle, que también se registra en Sinaloa (Turrent y Serratos 2004).
Ilusiones. Algunos productores comerciales de estas entidades, ávidos de aprovechar los años de buenos precios para el maíz que el auge del etanol provoca, ponen su fe en la tecnología y sostienen, como la publicidad de Monsanto, que el maíz transgénico mejorará su rentabilidad y rendimiento; que reducirá sus costos y aumentará el volumen de producción, y tendrá un impacto benéfico sobre el ambiente al reducir el uso de plaguicidas.
Pero el maíz transgénico ?–a diferencia del paquete de la Revolución Verde –? no aumenta el rendimiento de las cosechas, excepto al reducir los daños por plagas. Monsanto avanzó en los años recientes desarrollando un maíz genéticamente modificado que ataca al barrenador europeo, pero también controla a los gusanos cogollero, elotero y de la raíz, los cuales, a diferencia del primero, sí son plagas mexicanas Pero si la parcela no tiene un daño considerable por estas plagas, no habrá ningún aumento de rendimiento o de volumen de producción. Además las plagas desarrollan resistencias, por lo que entre un 20 y un 35 por ciento del área debe sembrarse con cultivos convencionales. Las otras plagas deben ser atacadas con otros venenos.
El maíz resistente a herbicidas los usa intensivamente, así que además del costo del producto y de su aplicación, cuestiona los supuestos beneficios al ambiente. La semilla transgénica es más cara que la convencional y adicionalmente los productores deben pagar el costo de una licencia por el uso de la tecnología. Actualmente con maíces híbridos ?no transgénicos? los productores en esos estados están obteniendo muy altos rendimientos, entre cinco y 12 toneladas por hectárea, que será muy difícil incrementar con transgénicos.
Así la rentabilidad de la siembra del maíz transgénico debe ser cuidadosamente analizada por los productores, contra la incidencia de plagas, los costos y precios del maíz, además de considerar el rechazo de los consumidores.
En el contrato de compra de semillas genéticamente modificadas los productores se comprometen a no venderlas, intercambiarlas, regalarlas o guardarlas, a riesgo de ser demandados penalmente por la corporación.
Así mientras es poco probable que los productores obtengan beneficios extraordinarios, es inevitable que la siembra de maíz transgénico contamine a la de maíz convencional, pues la coexistencia es imposible, Además, debido al control monopólico del mercado de semillas que ejerce la compañía, si los productores deciden dejar de sembrar transgénicos dependen de la existencia en el mercado de otras variedades que pueden no estar disponibles tal como les ocurrió a los productores en Estados Unidos. Los consumidores no tendrán la posibilidad de optar por maíz convencional, pues al cabo de algunos ciclos todo el maíz será transgénico o estará contaminado. A menos que la sociedad civil muestre activamente su rechazo al maíz transgénico, la ilusión de los productores de convertirse en granjeros modernos nos colocará a todos como siervos de Monsanto.
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La causa de nuestras desgracias
De cómo se logró el maíz y cómo se perdió
Elisa Ramírez Castañeda
En la narrativa y mitología indígenas siempre hay un acuerdo inicial entre los hombres y los dioses. En los primeros y buenos tiempos los creadores y sus criaturas no son iguales pero coexisten; tienen trato cotidiano, pleitos amorosos, celos, envidias. Pero, ante todo, observan una serie de normas y reglas que no se deben transgredir.
La violación del pacto con los dioses rompe el equilibrio. Los hombres pierden cualidades divinas y ya no puede transitar entre la esfera terrenal y la sobrenatural. La transgresión a veces es accidental: se tira la comida, se destapan las ollas, se hiere a un animal con dueño; pero en otros casos es intencional: incredulidad, falta de respeto a los dioses. Y por la desobediencia premeditada a reglas fundamentales se paga un precio muy elevado.
En el imaginario indígena es claro que muchos aspectos de la civilización occidental violentan el orden cósmico. Y esta ruptura tiene costos: los males económicos, sociales, ambientales y espirituales que hoy nos aquejan remiten esta transgresión básica. Así, los actuales relatos indígenas sobre logros y pérdidas culturales pueden leerse, también, como alegorías de nuestra crisis civilizatoria.
Origen de la abundancia. El niño maíz, Sentiopil o Tamakatsin, pelea con el rayo y al final hace un trato: Centello le dijo al niño maíz: espíritu del maíz, sácame de aquí y te perdonaré la vida; dime en qué puedo ayudarte. El santo del maíz dijo al Centello: sí, te diré lo que necesito. Para sobrevivir quiero que cuando yo esté tierno me bañes con agua de lluvia, para que crezca. Así lo harás año con año, por los siglos de los siglos. El santo del maíz regresó a la tierra y se convirtió en maíz, y así continúa hasta hoy en día. El Centello o rayo, quedó en medio del mar y desde allá truena y relampaguea cuando empieza el tiempo de aguas” (Zoque-popoluca).
Una vieja se encontró un grano de maíz y, curiosa, sembró la semilla. Al siguiente año volvió a sembrar y de así obtuvo todo el maíz que necesitaba. La vieja tenía un perrito que andaba en la milpa. Un día se perdió y al buscarlo vio que sus ojos se le habían convertido en frijoles y la cabeza en calabaza.
Cuando murió el primer jefe kikapú, la gente se dio cuenta de que en el sitio donde lo enterraron crecieron distintas plantas. De su cabeza salieron las calabazas; de sus dientes el maíz y de sus dedos las matas de frijol.
Causas de la escasez. El Señor Ángel tenía cuatro hijas: Sme' Ixim, Madre del Maíz, tenía el pelo rubio y la ropa llena de masa; Sme' Chenek', la Madre del Frijol, era morena y tenía el pelo negro; Sme' Bojch, la Madre de la Jícara , tenía la piel muy blanca y la cara redonda; Sme' Ch'um era la Madre de la Calabaza y su pelo era rojizo y amarillo. La muchacha del maíz debía casarse con el primer sembrador y, durante un lapso acordado con su padre, no debía hacer nixtamal, moler ni tortear. Pero la suegra, enojada, la obligó a trabajar y la piel de la muchacha maíz se descascaró y sangró al molerse a sí misma. La joven regresó a su casa, pero el maíz se había perdido y a partir de entonces se obtiene con grandes sacrificios. Y no sólo el maíz se perdió, también la potestad de crecer rápidamente, los instrumentos que ayudaban a hacer el trabajo, los granos que hasta de a uno eran llenadores, los recipientes que se colmaban mágicamente. Al perderse el maíz, se perdió para siempre la capacidad de que el fruto fuera siempre del tamaño del hambre (Tzeltal).
Antes se cocía el maíz y con un solo grano alcanzaba para hacer pozol, con un solo grano alcanzaba para hacer tortillas; ahora, bastante maíz hay que cocer para hacer tortillas; bastante para hacer pozol. Y todo por culpa de la codorniz. Había una muchacha que a las doce iba a dejar el maíz al trabajadero de los hombres. Pero al ir a agarrar un rastrojo, se levantó una codorniz y la muchacha se espantó y regó el maíz que llevaba. Ya no lo pudo levantar completo y ahí quedó tirado un poco. Entonces se regresó a su casa y, con el espanto y para acabar más rápido, para ya no entretenerse agarró maíz de a bastante, con una jícara (Huave).
En diversos cuentos se narra cómo quien penetra a la casa del rayo y vuelca las ollas de la lluvia y del viento ocasiona ciclones y tempestades. Entonces se rompe para siempre la comunicación entre los seres de este y los del otro mundo: ya ningún muchacho regulará la lluvia, ningún sembrador divino recorrerá la tierra en busca de esposa, nadie podrá mirar más lejos que sus propios creadores.
El modo de hacer milpa, el conocimiento del clima y la reverencia y ceremonia con que se trata a los alimentos remiten a un antiguo maridaje del hombre con la naturaleza, no la Arcadia idílica que quería el romanticismo, pero sí una relación ordenada y potencialmente armoniosa. Cuando esta relación se fractura, se desatan ciclones y lluvias torrenciales, las cosechas disminuyen, el maíz escasea y el hambre acecha. Habrá que preguntarse, entonces qué norma de convivencia hemos violado.
Fuente: La Jornada del Campo