Las semillas tienen dueño
Se habla mucho de las ´armas de destrucción masiva´ y de la preocupación de los Estados Unidos y de Europa por protegernos de ellas, cuando Occidente no solamente tiene los mayores y más sofisticados arsenales sino que también cuenta con un habilidoso mecanismo de funcionamiento económico globalizado que ha venido a resultar el arma más eficaz de destrucción masiva
Como aquel constructor de patíbulos de que hablaba Ítalo Calvino, que se entusiasmaba tanto con sus construcciones que no le daba ninguna importancia al fin que perseguían -segar vidas-, los gobernantes y los ideólogos de nuestra sociedad mundializada se regodean con su libre mercado negándose a ver su poder mortífero. Ya no reconocemos el origen de las desgracias que van cayendo sobre la especie humana.
Una gigantesca amenaza que la humanidad está sufriendo -en muchos sitios, concreta realidad- es la escasez de agua y el vertiginoso encarecimiento de los alimentos. En algunas zonas del planeta las ´epidemias de hambre´ son ya frecuentes pero ahora el precio de la comida se dispara: los ´grandes objetivos del milenio´ de la ONU para reducir la pobreza retroceden ante la realidad como un solitario bañista ante la llegada del tsunami.
La fabricación de biocombustibles vino a agravar la situación: los agricultores, lógicamente, prefieren vender los cereales ´a precio de petróleo´. Pero el origen del drama viene de antes y el proceso resulta ahora imparable, como todos los ´fenómenos´ que parecen atacarnos por sorpresa simplemente porque nunca se han sometido a debate ni jamás hemos podido decidir nada sobre ellos. Se trata, sobre todo, de la concentración en un puñado de multinacionales de la ´propiedad´ de los procesos transgénicos que han revolucionado la agricultura. El poder económico generado por este dominio sobre procedimientos científicos -alta tecnología también, obviamente- ha hecho que los campesinos no puedan disponer libremente de las semillas. Se han creado situaciones tragicómicas, como la de un agricultor norteamericano que fue acusado por una multinacional de utilizar ilegalmente sus semillas, a lo que el hombre alegó que no podía controlar lo que hicieran el viento o las abejas, que eran los ´culpables´ de que aquellos transgénicos hubieran fructificado en su granja. Pero las multinacionales de la alimentación disponen de una ´tecnología exterminadora´: pueden ´desactivar´ los procesos productivos de modo que las semillas recogidas sean estériles si los agricultores intentan volver a plantarlas.
La profesora india Vandana Shiva escribió: "Los derechos humanos se han reducido exclusivamente a las libertades civiles. Como consecuencia de ello se están destruyendo tanto los derechos socioeconómicos como las libertades civiles. La noción dividida de los derechos humanos ha dejado a la gente sin alimento y sin libertad". Porque, naturalmente, "el derecho humano fundamental es el derecho a la vida (...) por encima de todo, esto significa el derecho a no padecer hambre".
Ahora hay unos 600 millones de personas amenazadas por el hambre pero esta cifra se duplicará en los próximos años. Estas cosas están, como quien dice, al margen de la democracia. No se sabe muy bien quién toma las decisiones que derivan en estas hambrunas con sus secuelas de enfermedad, infravida y muerte. Nosotros, entre tanto, estamos preocupados por 8 millones de ´sin papeles´ que se han ´colado´ en Europa, a quienes Sarkozy y Berlusconi -con el probable apoyo general- quieren reenviar al mundo de las hambrunas, no vaya a ser que estos 8 millones escapen a la suerte de los otros 1200 millones que serán aniquilados con la infalible arma de destrucción masiva del poder económico de las multinacionales.