Uruguay: investigación en los viveros forestales de ENCE y Botnia: ¡Qué eucaliptos tan grandes tienes, abuelita…!

Idioma Español
País Uruguay

Una publicación* coeditada por la Rel-UITA refleja la información recogida por RAP-AL Uruguay -a solicitud del Grupo Guayubira- durante una investigación que incluyó una visita a dos viveros de trasnacionales de la celulosa asentadas en el país. La realidad en el terreno dista mucho de parecerse a la buena letra publicitaria de las empresas.

La investigación realizada por María Isabel Cárcamo se centró en dos viveros, uno propiedad de Forestadora Oriental Sociedad Anónima (FOSA), subsidiaria de la finlandesa Botnia, y el otro de Eufores, colateral de ENCE, de España. Ambos emprendimientos se encuentran certificados según las normas de un sistema internacional de certificación, el Forest Stewardship Council (FSC) que establecen como meta “apoyar el manejo ambientalmente adecuado, socialmente provechoso y económicamente viable de los bosques del mundo”, según lo establece en su página Web.**

La investigación priorizó cuatro aspectos: las condiciones de trabajo en general, las de las mujeres en particular, los agrotóxicos utilizados y sus posibles impactos en las trabajadoras y trabajadores y el grado de cumplimiento de las normas FSC.

El vivero de Eufores

Se encuentra en las afueras de la ciudad de Fray Bentos, al oeste de Montevideo, y en él se producen anualmente 4 millones de plantas clonadas de semillas traídas de Australia de diversas variedades de eucaliptos. Trabajan entre 70 y 50 personas según la estación, de las cuales el 60 por ciento son mujeres. La totalidad de las mujeres se desempeña en el sector “clonación”, y la mayor parte son trabajadoras tercerizadas, esto es que no tienen relación de dependencia directa con Eufores. Sólo los mandos medios y cargos gerenciales son empleados directamente por la empresa. En los aspectos salariales, vacaciones y demás derechos laborales, no aparecieron infracciones graves.

Los trabajadores y trabajadoras están agremiados en el Sindicato Obrero de la Industria de la Madera y Afines (SOIMA), y su horario va de 7:30 a 17 horas, aunque a esto hay que sumarle media hora para llegar hasta el vivero y otra para regresar a sus casas.

Según los testimonios aportados por las trabajadoras, hasta hace un año los agrotóxicos se aplicaban con ellas dentro de las instalaciones, a veces apenas separadas de la zona fumigada por unas cortinas de nailon. Luego se empezó a realizar las aplicaciones fuera de los horarios de trabajo y los fines de semana. No obstante, muchas dicen padecer alergias a repetición, y se quejan de que al llegar por la mañana los químicos aún impregnan la atmósfera que ellas deben respirar. Existen sospechas de que junto con el riego, que se hace desde aspersores elevados, se aplica también algún producto químico, y eso se realiza con el personal dentro del invernáculo. El líquido residual después del lavado de las mochilas fumigadoras se vierte directamente al ambiente.

El vivero de FOSA

Está ubicado en Paysandú, al noroeste de Montevideo, y como el de Eufores produce plantines de semilla y clones. Se desempeñan allí unas 130 personas de las cuales sólo 30 están en relación directa con FOSA. Aquí también la cantidad de empleados es estacional y la mitad son mujeres.

Su capacidad de producción en el momento de la visita era de 6,5 millones de plantas en crecimiento, pero se hallaba en curso una ampliación de las instalaciones con la meta de alcanzar los 15 millones de ejemplares en desarrollo para poder plantar 10.000 hectáreas anuales.

La empresa carece de un sistema de monitoreo sanitario del personal, y la información que proporcionó acerca de los agrotóxicos utilizados fue obtenida después de gestiones realizadas telefónicamente por la investigadora en Finlandia y ante autoridades de Botnia, ya que los jerarcas locales argumentaron que esa “receta química” es un procedimiento protegido por el “secreto industrial”.

Si bien FOSA considera que desarrolla una tarea “muy especializada” como la clonación, las trabajadoras que allí se desempeñan tienen categoría de peones, sin ninguna posibilidad de ascender a otro cargo ya que no existe un escalafón: todos y todas son peones, y como tales se les remunera.

En verano se trabaja desde las de la mañana hasta las 18 horas, con una hora de pausa a mediodía. En invierno comienzan a las 8 y terminan a las 17:40 con la misma pausa, además de 15 minutos de descanso a la mañana y a la tarde. Llegar apenas unos minutos tarde implica perder la jornada de trabajo. La pausa para el almuerzo no es tiempo remunerado.

Al igual que en el vivero de Eufores, los baños están en la entrada del predio y son insuficientes, ya que en el último año la cantidad de trabajadores y trabajadoras había pasado de 40 a 130, pero los baños siguieron siendo dos. Estos carecen de duchas, por lo que las funcionarias regresan a sus casas sin asearse, con los riesgos que ello implica cuando se labora en un ambiente con agrotóxicos.

La salud comprometida

Las funcionarias mencionaron alergias casi permanentes en las manos y el cuerpo, a veces picazón en los ojos, y refirieron algunos casos de enfermedades graves de piel en personas que ya no trabajan allí. Una de ellas dijo sufrir escozor en todo el cuerpo, ojos y párpados hinchados. El médico le recetó antialergénicos. Otra refirió hinchazón de manos y cara. Todas las entrevistadas manifestaron su deseo de practicarse exámenes para detectar las razones de las alergias que sufren, pero con la condición de que los haga un organismo independiente de la empresa.

Señalan que se utilizan guantes de goma y no de látex, lo que dificulta la tarea. El sindicato (también el SOIMA) los ha reclamado, “pero como son más caros la empresa no los proporciona”, dicen las trabajadoras y, además, subrayan que no hay una enfermería, ni siquiera un maletín de primeros auxilios.

Refieren también los testimonios que los médicos de la zona se asombran por la cantidad de trabajadores de esa empresa que padecen alergias, y denuncian que “cuando vienen visitas tapan todo” para disimular los problemas que existen. El agua que beben es de pozo, y aunque la empresa dice que la analiza periódicamente para asegurarse de su potabilidad y calidad, los trabajadores nunca vieron los resultados de esas pruebas.

La situación de las embarazadas es particularmente delicada, ya que los testimonios advierten que ninguna de ellas ha podido seguir trabajando después de los seis meses de embarazo: las condiciones son demasiado exigentes, el calor, a veces superior a los 40 grados, y las posturas fijas -sentadas o paradas- durante toda la jornada. Esto implica una pérdida de ingreso, ya que la licencia maternal es sólo de tres meses y lo que exceda ese tiempo es no remunerado.

Los agrotóxicos

Los trabajadores no saben con certeza cuáles son los agrotóxicos que se mezclan con el agua de riego, aplicada aquí también por aspersores elevados. Igualmente se elaboró una lista de productos detectados por algunos de ellos.

En la sala de clonación, dice el informe, se utiliza una hormona cuyo nombre comercial es Seradix, cuyo nombre químico es INDOLE-3-BUTYRIC ACID. Una de la empresas que lo fabrica es la colombiana Química MG Ltda., en cuya página Web*** advierte que el Seradix es “tóxico en caso de ingestión, irrita los ojos, la piel y las vías respiratorias (…) En caso de contacto con la piel, lavar con abundante cantidad de agua durante 15 minutos por lo menos. Quitar la ropa y el calzado contaminados. En caso de contacto con los ojos, enjuagar con abundante cantidad de agua durante 15 minutos por lo menos. Separar los párpados con los dedos para asegurar el buen enjuague de los ojos”. En ambos casos se recomienda llamar al médico.

En caso de accidente o vertido, MG recomienda “evacuar la zona; usar un aparato respiratorio autónomo, botas de goma y guantes de goma fuertes (…) Barrer, meter en una bolsa y conservar para su posterior eliminación. Evitar el levantamiento de polvo. Ventilar el local y lavar el lugar donde se haya derramado el producto una vez retirado por completo”. Para manipularlo, se aconseja “No inhalar el polvo. No permitir el contacto con los ojos, la piel o la ropa. Evitar la exposición prolongada o repetida”.

Bajo el título “Controles de ingeniería”, MG sugiere “Utilizar solamente dentro de una cabina de humos química. Ducha de seguridad y baño ocular”, y como “Equipos de seguridad” afirma que se requiere “Respiratorio: Aparato respirador aprobado por NIOSH/MSHA (Nacional Institute of Occupational Safety and Health; Instituto Nacional de Higiene y Seguridad en el Trabajo/Mine Safety Health Act; Ley sobre Condiciones Sanitarias y de Seguridad en las Minas) de los Estados Unidos. Manos: Guantes compatibles resistentes a los productos químicos. Ojos: Gafas protectoras contra productos químicos”.

Finalmente, como “Medidas generales de higiene” se recomienda “Lavar la ropa contaminada antes de volverla a usar. Lavarse cuidadosamente después de la manipulación”.

Nada de esto fue observado en uso dentro de los viveros de FOSA durante la visita que diera lugar al informe de Cárcamo. Las trabajadoras aplican el Seradix en forma de polvo, sin protección de ninguna naturaleza.

Varios testimonios denunciaron, además, el uso de agrotóxicos con las trabajadoras y trabajadores dentro de los invernáculos, y que las aguas contaminadas por el lavado de herramientas e instalaciones son vertidas en el ambiente, especialmente en canaletas que llegan al arroyo San Francisco.

Según el informe, los químicos utilizados en los viveros “se caracterizan por tener efectos adversos en la salud humana, catalogados en algunos casos como cancerígenos y mutagénicos”, y por causar diversos grados de perjuicios para el ambiente, especialmente para organismos acuáticos, abejas y aves.

“En ambos viveros -concluye el informe- la aplicación de funguicidas se realiza de forma casi permanente, lo que implica que están presentes (ndr: en el ambiente de trabajo) todo el tiempo y con acumulación creciente. Algunas persisten por meses”. Subraya también el texto que a la exposición permanente y prolongada de los trabajadores a estos químicos, se suma la sinergia que ellos pueden adquirir al mezclarse dentro del organismo y cuyos efectos adversos pueden ser mucho peores que aquellos de esos mismos químicos tomados por separado.

Con respecto a las normas FSC, Cárcamo logró poner en evidencia las contradicciones entre la información que proporciona la empresa con la que comunican los trabajadores y trabajadoras. Desde agrotóxicos que Eufores y FOSA omitieron mencionar que utilizan, hasta la carencia de monitoreos de salud, y de una política de reducción de la cantidad y variedad de agrotóxicos en uso, mucho menos de algo que se parezca a un “manejo integrado de plagas” como exige el FSC.

Como ejemplo extremo de violación de estas normas, Cárcamo cita el uso en ambos viveros del funguicida Captan, oficialmente considerado cancerígeno por el estado de California, y paradójicamente prohibido en Finlandia desde 2001. Otro ejemplo de la falta de moral de Botnia, que estima adecuado utilizar en Uruguay lo que tiene prohibido en su país de origen.

Fuente: Rel-UITA

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