Costa Rica: un ejemplo para el mundo: el referéndum

Esto me hace pensar que quizá no hay progreso político, pues los ciudadanos atenienses iban a decidirlo todo en el foro, y la plebe romana tenía el referéndum en la república, además del Tribuno del Pueblo para defenderlos; con las puertas abiertas para que no tuvieran que pedir audiencia, y para que no se la negaran. Pero ahora no tenemos nada: “Váyase papito, antes de que lo maten”.

O tal vez es que las sociedades humanas tienen un inevitable ciclo de vida que incluye necesariamente la degeneración y la muerte. O que algunas sociedades nacen enfermas y viven en un permanente estado de coma, peor que la muerte.

Sea como sea, si el mundo estaba pendiente de nuestro referéndum como una esperanza redentora para el poder popular, y si siguió nuestro proceso con atención: les dimos un pésimo ejemplo.

Yo me los imagino analizando las vacilaciones del tribunal electoral; el cambio, cuando ya no se pudo evitar, del referéndum popular solicitado a referéndum ejecutivo que impuso il padrone para manosearlo mejor; la ausencia total de una campaña de educación para que el pueblo supiera de qué se trataba; la desinhibida intervención del presidente Nóbel y padrone, en favor del si, con aseveraciones de demagogia increíble, como las de la motocicleta, el Hunday y el Mercedes Benz; las amenazas del embajador americano y la Am Cham, metiendo su obscena mano peluda continuamente en el proceso; el financiamiento del Department of Commerce de Bush para la “caftación”; el de las transnacionales farmacéuticas (que nos imponen su monopolio hasta sin el TLC, convenciendo a nuestros ministerios de que si no adoptamos la rigidez del registro o las pruebas de equivalencia que de hecho prohíben los genéricos, sus fabricantes nos van a “meter sirope por agua de coco”, como decía el contralor Solís, asesorado por sus abogados, amigos del bufete malinche que maneja la propiedad intelectual de una transnacional — the enemy within, que según el reportaje de Universidad lo tienen todo trasminado, hasta al Consejo de Gobierno—); la flagrante parcialidad de la prensa monopolizada; la maniobra de última hora de Bush y nuestra prensa, declarando por medio de su representante comercial que nos quitarían el mercado si el TLC no pasaba: y en fin, ese desempeño deprimente que llamamos democracia, donde está también el conflicto de intereses; la cooptación; el palanqueo de muchachitas chirotas igrupidas por el gabión y los otarios que las acamalan sin peso duradero; y están también los bis.

Si este fue el desempeño de un referéndum en Costa Rica, ¿qué puede esperar el resto del mundo subdesarrollado que está más sometido al despotismo elitista? El referéndum es para Francia, para nosotros no; y aun allí el procedimiento “democrático” neoliberal insistirá en la constitución europea hasta que pase por cansancio; para eso es la democracia. Era preferible imponer una política impopular con franqueza que imponerla con ardides seudo democráticos.

Por eso es que encontramos tan absurdo decir que a pesar de que el gobierno y los empresarios ganaron de esa manera corrompida el referéndum para su TLC, este se convierte automáticamente en ley de la república. Es como decir que porque el ladrón que me atacó ya tiene mi plata en su bolsillo, mi plata le pertenece. En una república no se hacen así las leyes, y si no podemos aprovechar ni el efecto destructor de mitos de este referéndum, habrá sido una pérdida total.

Veamos entonces, no la legitimidad del referéndum, porque esa no la puede mantener ninguna persona honrada, sino la utilidad que le podemos sacar a un referéndum corrompido así, cuando era un recurso del pueblo para quitarse de encima las decisiones que le convienen a su clase dominante, y que se nos imponen de todos modos, ya sea por la supuesta legitimidad del gobierno “elegido”, o por medio de una consulta manipulada por esta clase dominante cuando hay peligro de rechazo popular. Fijémonos no en la excelente calidad de la tela del traje, ni en el primor de la puntada, ni en el nombre del couturier, sino en que nos deja pelada la parte que por lo menos debería llevar un taparrabo. Tuvimos ciertamente el escenario mundial por breve tiempo y podíamos haber cimentado allí nuestra fama democrática, pero hicimos una pantomima ridícula y denigrante que se convirtió en ley de la república: ¡”chingos de república”!

La mayor utilidad de ese referéndum hubiera sido devolvernos la sobriedad, hacernos aceptar que todavía no damos el ancho, y procurarnos algún propósito de enmienda. Pero he aquí que desperdiciamos también ese chance, y alegan que aquella fue la voluntad popular. No en balde los pueblos mismos reconocen sus defectos descollantes asignándoles palabras especiales: nosotros hemos acuñado “conchudo” para un estado extremado de desvergüenza, igual que los nicas han acuñado “tapudo” para una extremada mendacidad, o los hondureños “valeverguismo” para un extremado desenfado.

Yo por eso digo siempre “referéndum a la tica”. Y me imagino que si el pobre mundo lo observó con atención ahora nos estamos engañando nosotros solitos, aunque tal vez eso sea útil. Cuando un tico esté rapsodiando sobre nuestra cultura exquisita, nuestra democracia, y nuestro estado de derecho, el extranjero puede ayudarnos mucho diciéndonos “dejá de hablar paja”.

Por algún lado hay que empezar. Y aunque era mejor empezar reconociendo que algo hiede en Dinamarca, también es útil destapar la podredumbre porque entonces sí hay que hacer algo; a menos que seamos carroñeros.

Para tener “estado de derecho” se necesita una decencia básica, fundamental, porque de otra manera solo sirve para que los abogados discutan interminablemente si el pájaro es una golondrina o si es una tijereta, como discuten ahora si hay que pedir permiso o no. Y para que escriban prolijas monografías describiendo el bicho, ya como golondrina, ya como tijereta. Con el agravante de que ellos insisten en que de esa manera vamos a lograr la clasificación correcta. Que así vamos a convertir la mentira en verdad. Que así nos vestimos con un traje excelente, de buena tela, con puntadas primorosas y marca reconocida, sin advertir que nos deja el rabo pelado.

Cuando los ticos hablamos de referéndum deberíamos por lo menos ponernos colorados, porque eso indicaría que estamos recuperando la vergüenza.

Yo sugiero que como memorial de aquel desafortunado referéndum le hagamos un bustillo barato a Mark Lansgale y lo pongamos en algún lugar donde los pájaros lo cuiteen. Podríamos poner a la par uno de Maquia-bello, el pocapena de aquí. Y se pueden hacer de cemento, como el de Présbere.

Ahora se habla de otro referendo. Uno para decidir sobre la adhesión al convenio de la UPOV, que permite a las grandes transnacionales y sus malinches bufetes de lujo patentar aquí los seres vivos que hizo Dios, como si fueran inventos industriales. Esto es lo que se le debe decir al pueblo; que le quieren robar su obra a Dios por una decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos a favor de sus transnacionales; acogida en la Europa industrial con entusiasmo. Y en eso podría ayudar mucho la iglesia católica, si no fuera socia de SAMA. Y para este buey manso está la otra puya del Tratado de Budapest, donde comparado con un elefante un chancho es un microorganismo, lo que tampoco le preocupa a la iglesia, que solo está por una entre los millones de especies del planeta. Budapest está diseñado para escamotearnos la descripción del invento que garantizaba su paso al dominio público al caducar la patente, lo que ya han erosionado parcialmente reclamando continuidad de la propiedad para la “información no divulgada”. Esto es lo que explica el excelente artículo de doña Silvia Rodríguez en Seedling de enero 2008.

Pero claro que la potencia económica defenderá su agresión incapeable diciendo que solo está abogando en beneficio de los inventores que le modifican la obra a Dios, y que el problema es que a nosotros no nos gusta la “libertad de comercio”; como de verdad no nos gusta la de ellos, cuando instituye el monopolio, y robando propiedad. Además, en el caso remoto de que ganáramos el referendo sobre la UPOV, la Ley de Obtenciones Vegetales sirve para lo mismo que UPOV, porque la conspiración transnacional ataca todo el tiempo, y por varios frentes, mientras nosotros dormimos. Los recuerdo en la Comisión legislativa de Propiedad Intelectual, vigilando como las plañideras de Sorba, el momento en que muriera Bubulina para despojar la casa. Allí estaban “en milpa” pastoreando, los bufetes cómplices que menciona el periódico Universidad: el único que nos alumbra. Y por si usted no lo sabe, el derecho de patentar “microorganismos” está concedido también en la Ley de Patentes Industriales, donde no debería estar: ¡Qué maravilla es el estado de derecho! ¡Le sirve tan admirablemente al que tiene la plata! Las transnacionales monopolísticas y la oligarquía local -la del café, la subsidiada “sustitución de importaciones”, y las no menos subsidiadas “exportaciones no tradicionales”— harán con nosotros lo que les de la regalada gana.

Tribuna Democrática, 18-2-08