Agrocombustibles: un retroceso agroecológico
"Los pronósticos son muy fáciles de realizar, pues se espera suceda lo mismo que con el auge de la “revolución verde”, en dimensión tal que los impactos no solamente se expresarán en los aspectos económicos y sociales que se están argumentando recientemente, sino que desde el punto de vista tecnológico y medioambiental habrá consecuencias negativas, principalmente por el hecho de que el desarrollo tecnológico actual es superior al que existía cuando se desarrolló la agricultura intensiva antes referida y por tanto los efectos degradativos serán de mayor magnitud"
Después de la Segunda Guerra Mundial se produjo un vertiginoso desarrollo de la agricultura, caracterizado por el uso de variedades mejoradas genéticamente, la quimización, la mecanización, la explotación de grandes extensiones, un poderoso sistema de suministro de insumos, la oferta de servicios especializados y un esquema de comercialización que ha contribuido a la globalización de las tecnologías tipo “revolución verde”, como son los plaguicidas y su tecnología de aplicación.
Este modelo tecnológico alcanzó tanto auge que en la mayoría de los países la proyección de la agricultura y del desarrollo agrario solo se concebía bajo el paradigma de los rendimientos de los cultivos; tal es así que la enseñanza en los diferentes niveles lo asumió como idóneo y por ello un alto porcentaje de los actores del sector agrario mantienen como percepción lo que se conoce como “síndrome de la revolución verde”, en que se considera a la agricultura como una cuestión puramente tecnológica, sin considerar las externalidades relacionadas con los aspectos medioambientales y sociales.
La realidad se encargó de demostrar las desventajas de esta agricultura; así las cosas comenzó la manifestación de graves problemas de plagas, producto de haberse seleccionado poblaciones resistentes a los plaguicidas; los suelos expresaron procesos de degradación, compactación y pérdida como resultado de la mecanización y explotación sin rotarlos; los rendimientos alcanzaron su limite y comenzaron a descender producto del agotamiento integral del sistema; se produjeron efectos colaterales por contaminación de los suelos, aguas subterráneas, ríos, mares y presas; hubo pérdidas en la biodiversidad, no solo en los sistemas agrícolas, sino en los ecosistemas naturales, principalmente por efectos de los plaguicidas y el monocultivo, entre otros.
Paralelamente diversos especialistas, sobre todo los ecólogos, comenzaron a criticar este modelo de agricultura, con una sustentación tan fuerte que dichos estudios mantienen una vigencia tremenda y es fuente de consulta para los programas de desarrollo agrario.
Otros han propuesto alternativas, apoyados por organizaciones de diversos tipos, lo que se considera un proceso desproporcionado que está influyendo sobre los agricultores de tal manera que muchos manifiestan incertidumbres tecnológicas, pues no saben si mantenerse en la agricultura intensiva, transitar por la agricultura de sustitución de insumos químicos por biológicos, transformar los sistemas para desarrollar la agricultura agroecológica, abrazar la agricultura orgánica, probar la agricultura de precisión o desarrollar la agricultura biotecnológica basada en los transgénicos.
A esto contribuye también el hecho de que debido al alto nivel de especialización y verticalización de la mayoría de los centros científicos y las universidades del mundo, no se otorga prioridad a la investigación agropecuaria en proyectos integrales que traten de palear esta situación o, simplemente, los objetivos de los programas de desarrollo agrario no conciben los cambios que han de suceder para lograr una agricultura contextualizada y de menor impacto ambiental.
Bajo este conflicto de intereses surge el tema de los agrocombustibles, biocombustibles o combustibles verdes, a partir del cultivo intensivo de maíz, la caña de azúcar, la soya y otros, lo que se considera un retroceso agroecológico, ya que en los últimos 10-15 años los agricultores comenzaron a entender las desventajas de la producción agraria intensiva, debido a los fracasos que ellos mismos han tenido en sus cultivos.
Los pronósticos son muy fáciles de realizar, pues se espera suceda lo mismo que con el auge de la “revolución verde”, en dimensión tal que los impactos no solamente se expresarán en los aspectos económicos y sociales que se están argumentando recientemente, sino que desde el punto de vista tecnológico y medioambiental habrá consecuencias negativas, principalmente por el hecho de que el desarrollo tecnológico actual es superior al que existía cuando se desarrolló la agricultura intensiva antes referida y por tanto los efectos degradativos serán de mayor magnitud.
La producción de estos cultivos demandará los mejores sistemas mecanizados y automatizados de preparación del suelo, siembra, aplicación de agroquímicos, labores culturales y de cosecha, con una optimización de mano de obra y exceso de insumos y energía tal que los efectos negativos serán múltiples y ostensibles en un tiempo relativamente corto.
Por otra parte, las externalidades de estas tecnologías se expresarán principalmente en la simplificación de la biodiversidad, el incremento de las afectaciones por plagas debido a la selección de las poblaciones de las habituales y de otras, sea por los agroquímicos, por el monocultivo, por las variedades transgénicas o por las labores culturales, entre otras causas.
Los impactos no solamente se expresarán en los sistemas agrícolas, sino en los sistemas naturales circundantes, pues se ha demostrado que la agricultura diversificada beneficia los ecosistemas no explotados; en cambio, la agricultura intensiva es altamente degradante de éstos, no solo en lo que respecta a la diversidad biológica, sino a su estabilidad funcional.
Respecto a la lucha contra las plagas, hace mucho tiempo se ha demostrado que el asunto no es “proteger” el cultivo o “controlar” las plagas, sino trabajar sobre las causas por las cuales estos organismos nocivos arriban a los campos cultivados, se establecen, se incrementan y atacan las plantas, causándoles afectaciones que conducen a pérdidas significativas en los rendimientos y la elevación de los costos de producción.
Indudablemente, la industria de los agroquímicos tendrá un nuevo auge, ya que las grandes extensiones de monocultivos demandarán estos productos; en cambio, el desarrollo de los bioproductos, sean bioplaguicidas o biofertilizantes será más lento, pues su demanda estará limitada.
La discusión está abierta, el conflicto de los biocombustibles implicará una mayor contribución a la simplificación de los sistemas agrícolas y por tanto tendrá influencias globales de carácter agroecológico.
Por Luis L. Vázquez Moreno - Doctor en Ciencias. Investigador y profesor titular. Instituto de Investigaciones de Sanidad Vegetal (INISAV). Ministerio de la Agricultura. Ciudad de La Habana. Cuba. Email: uc.vasini@zeuqzavl, se.oohay@oneromzeuqzavll