Brasil: las víctimas del etanol
Al mismo tiempo que la producción de etanol a partir de la caña de azúcar crece vertiginosamente en Brasil, también se incrementa el número de desplazados
La introducción de máquinas en la cosecha de caña de azúcar desemplea cerca de 2.700 personas cada zafra por cada uno por ciento de área mecanizada. Como en Brasil el área sembrada de caña crece considerablemente debido a su utilización en la elaboración de etanol, el número de los puestos de trabajo que se pierden aumenta en forma directamente proporcional.
Los datos del desempleo que genera la mecanización surgen del estudio realizado por un grupo de investigadores del Instituto de Economía Agrícola ( IEA) de la Secretaría de Agricultura y Abastecimiento. Para el cálculo se utilizaron datos de la zafra 2007, como la cantidad recogida por hombre, producción de caña y tiempo de duración de la zafra (estimado en 132 días efectivamente trabajados).
El estudio sobre la calificación de los trabajadores de la caña de azúcar -incluyendo aquellos que serán desempleados por la mecanización- fue solicitado por la Comisión Especial de Bioenergía del Gobierno del Estado de São Paulo y permite concluir que el desempleo en la cosecha de caña se aceleró, pues la meta de 30 por ciento de caña cosechada por máquinas ya fue superada, alcanzando la marca del 41 por ciento.
Según los investigadores del IEA, la caña de azúcar es responsable por cerca del 20 por ciento del trabajo formal en la agricultura paulista. Y añaden que por ser un cultivo estacional, de la misma forma que contrata un gran número de trabajadores, despide casi su totalidad al finalizar la cosecha. Tal como ocurrió en el cultivo del maní y de la soja, la caña de azúcar está en franco proceso de mecanización, principalmente en la cosecha. Los motivos que llevan a los productores a sustituir el trabajo manual por el mecanizado son fáciles de imaginar: disminuye el tiempo de cosecha, aumenta la productividad y reduce los costos en la contratación de mano de obra.
Por otra parte, la preocupación ambiental llevó a los gobiernos federal y paulista a establecer plazos para erradicar la quema de la caña antes de su cosecha, lo que aceleró la sustitución del trabajo manual por el mecánico. El Protocolo Agro Ambiental establece el año 2014 -originalmente estaba previsto el 2021- para la eliminación total de la quema de la caña en la áreas mecanizables. Los ingenios que se adhieran al Protocolo y cumplan con las metas establecidas serán beneficiados con el Certificado Agro Ambiental, que les facilitará la comercialización del etanol.
Para los investigadores del IEA es fundamental conocer el perfil de esos trabajadores -género, grado de instrucción y franja etária- en caso que se pretenda adoptar una política de reubicación. Al mismo tiempo señalan que es necesario conocer el perfil de los otros grupos de trabajadores insertos en la cadena de producción de la caña, como tractoristas, operadores de máquinas, supervisores, así como otras ocupaciones agrícolas y no agrícolas. En opinión de los especialistas del IEA, difícilmente los cortadores de caña desplazados serán absorbidos por el sector sucro-alcoholero o dentro del sector agropecuario. Incluso pronostican su difícil retorno al mercado de trabajo en otros sectores económicos.
Para los investigadores, antes de la reinserción es necesario que los trabajadores pasen por tres fases importantes: motivación del individuo para que comprenda su papel dentro de la economía brasileña y la importancia de cambiar de empleo; recalificación del trabajador, en la cual muchos pasarán por cursos de alfabetización; y, por último, cursos para que puedan desempeñar nuevos oficios. Lo que los investigadores no indican es quien se hará cargo del costo que esos cursos generen. Por nuestra parte pronosticamos que, como no serán ni los terratenientes ni los propietarios de los ingenios, el costo lo cubrirá el Estado, es decir, la población brasileña.
Si queremos profundizar en las consecuencias sociales que la aplicación del modelo sucro-alcoholero está teniendo en Brasil -y por extensión en aquellos países que lo adopten- es imprescindible agregar otros datos al informe preparado por los investigadores del IEA, por ejemplo:
· Cuando en la década de 1990 se consolida el uso intensivo de cosechadoras de caña capaces de sustituir hasta 120 trabajadores, se produjo simultáneamente la precarización de las condiciones de trabajo, llegándose a condiciones similares a la esclavitud y un aumento de la productividad promedio por cada trabajador de 12 toneladas de caña cortada por día, con ocurrencia de muertes súbitas producto de la fatiga y toda una legión de mutilados.
· La media exigida en la década de 1980 era de 5 a 8 toneladas de caña cortada cada día, en 1990 pasó a 8-9; en 2000 a 10 y en 2004 a 12-15 toneladas.
· Para cortar un total de 10 toneladas de caña son necesarios 9.700 golpes de machete, vale decir un promedio de 1.000 golpes por tonelada.
· Estos rendimientos se logran a través de la violencia inserta en el ambiente laboral, donde se considera flojo o débil aquel que no consigue alcanzar el promedio exigido, además de la amenaza de perder el empleo. Pese a esta autodisciplina férreamente inducida, los técnicos del IEA consideran necesario motivar al desempleado a ser reinsertado en otro trabajo, “para que comprenda su papel dentro de la economía brasileña”.
· Actualmente el promedio nacional de cosecha de caña de azúcar con máquinas se ubica entre el 35 y el 37 por ciento, con picos altos como el Estado de São Paulo de 42 a 45 por ciento. El precio de una máquina cosechadora es de cerca de R$ 800 mil (454.545 dólares) y la empresa Case IH acaba de celebrar la producción de su cosechadora de caña número mil en Brasil. La compañía produjo 265 unidades en 2006, llegará a 550 en 2007 y espera producir 40 por ciento más el próximo año.
· Como en el ejemplo anterior, las compañías transnacionales son las grandes beneficiadas por el modelo, entre otras cosas por su capacidad para comer con los dos lados de la boca. Es el caso de Cargill -una de las grandes en la producción de etanol en Brasil- que está expandiendo sus operaciones en el Sur, mientras continúa protegiendo sus negocios con el maíz en el Norte a través de los aranceles estadounidenses de importación sobre el etanol.
· Para la molienda de toda la caña prevista para las próximas cosechas, el sector debe invertir 17 mil millones de dólares e incrementar en el corto plazo 76 nuevos ingenios, que se sumarán a los 336 ya existentes. Un estudio de la consultora KPMG señala que las grandes empresas adquirieron ocho plantas en el 2005 y nueve el año pasado, previendo que el número deberá llegar a 12 en el 2007. Desde 2005, nuevos propietarios adquirieron 29 plantas en Brasil, de las cuales 13 pasaron a manos de grupos internacionales. Con este ritmo, en cinco años casi el 10 por ciento de la molienda (70 millones de toneladas) estará en manos de extranjeros. Pese a que generalmente se asocia al capital extranjero con los Estados Unidos, el país que más compra plantas sucro-alcoholeras en el Estado de São Paulo es Japón, actualmente son cerca de 40.
Lo hasta aquí reseñado y sin agotar las consecuencias sociales, ya es suficiente para mostrar los peligros que encierra la producción de etanol a partir de la caña de azúcar como combustible. A ello se le deben agregar otros factores, como el incremento del precio de la tierra; la expansión de la frontera de la caña; los impactos económicos en la alimentación con el aumento en los precios de los alimentos; las consecuencias ambientales y un largo etcétera del que nos seguiremos ocupando.
En Montevideo, Enildo Iglesias
Rel-UITA
30 de octubre de 2007
SIREL # 1671