Alimentos y hambre. A debate
Establecer una redistribución de los recursos alimentarios básicos para satisfacer las necesidades de toda la Humanidad es una prioridad tan asumida en teoría como irresuelta. El desarrollo creciente de los biocombustibles ha puesto descarnadamente en evidencia los desequilibrios e injusticias que condenan a una parte del mundo a la desnutrición
POR GUSTAVO DUCH GUILLOT
DIRECTOR DE VETERINARIOS SIN FRONTERAS
Cuando les digan que el hambre en el mundo es un problema de falta de alimentos, por favor, no se dejen engañar. Por lo tanto, si escuchan propuestas –normalmente de instituciones tipo Banco Mundial, Fondo Moneterario Internacional, Organización Mundial de Comercio o empresas ligadas a sectores productivos, y con mucho poder dentro de esas organizaciones internacionales tan poco democráticas– en la línea de que la lucha contra el hambre pasa por el aumento de la producción de alimentos a toda costa, desconfíen de sus iniciativas. En estos cuarenta años de neoliberalismo lo que ha funcionado a la maravilla es la ley del mercado, que es muy simple: a menor disponibilidad de un bien, más alto será el precio al que se puede vender. Como explica el sociólogo Jean Ziegler, «la actividad prioritaria de los señores del imperio de la vergüenza (léase las instituciones arriba mencionadas) es organizar la escasez de los bienes». Miren, hace cuarenta años 400 millones de personas sufrían desnutrición permanente y crónica, hoy en día (aunque es cierto que la población mundial ha aumentado) la cifra se ha doblado, mientras que existen datos vergonzosos. ¿Saben que cerca del 40% de la comida que compramos se acaba lanzando al cubo de la basura? En el mar, una tercera parte de lo que se pesca en el mundo, en lugar de dedicarlo directamente a la alimentación humana, se destina a fabricar harinas de pescado que sirven para alimento de nuestras ganaderías, de nuestros animales domésticos o para alimentar a peces de piscifactorías perdiendo muchas proteínas por el camino. Normalmente, para que un pescado de piscina engorde un kilo se le han de suministrar entre 3 y 6 kilogramos de pescados perfectamente comestibles. Así, los más de 10 millones de niños menores de cinco años que mueren cada año de desnutrición no mueren por carencia de alimentos, sino por una distribución desigual, por una carencia organizada. El ejemplo más actual lo tenemos con la imposición de los agrocombustibles. El valiente análisis de Jean Ziegler me hace pensar que de nuevo se organiza una carencia de cereales que sólo traerá beneficios para grandes empresas tipo Cargill y Monsanto, y hambre y desforestación para los más débiles. Ante la gran demanda de cereales para los automóviles, la alimentación del ganado y la alimentación humana, el precio de éstos subirá todo lo que estos constructores de pobreza se propongan. Los alimentos ya se han encarecido en muchos países donde la población pobre es lógicamente la más afectada. En nuestra Europa la subida de precios se espera para otoño. Veremos.
POR MARGARITA RIVIÈRE
ESCRITORA
Se anuncia una subida generalizada del pan, entre cinco y diez céntimos. Parece una tontería, pero el pan sigue siendo aún la gran metáfora de la supervivencia. En otras épocas una subida del pan generaba revoluciones, hoy nos contentamos con que nos den alguna explicación. La gente ahora es comprensiva incluso con lo incomprensible. Héte aquí, nos dicen, que el pan subirá por la gran demanda mundial de cereales para la elaboración de biocombustibles. Es decir: el pan subirá para que podamos seguir circulando en coche. Ésta es la explicación que todo el mundo acepta. ¡Parece imposible, pero es verdad! Suena a chiste, pero quizás éste sea el castigo por pedir tanto del medio ambiente y de la economía global. Menos pan y más coche: ¿Es ésta la alternativa? Eso parece cuando los cerebros que rigen el mundo observan sorprendidos –no será porque desde hace décadas no se previene sobre la ecología del mundo– que no sólo falta petróleo sino que el planeta no resistirá a mil millones de indios y de chinos con sus cochecitos de gasolina… Y se lanzan, de cabeza parece –incluido Bush– a la locura del biocombustible. ¿Quo vadis Lula? El presidente de Brasil es el gran impulsor de la idea. La consecuencia inmediata de esta historia es el acaparamiento y la especulación con los cereales, que se han convertido, con la garantía de la ciencia ficción, en el ¡nuevo oro negro! Los diez céntimos que subirá nuestro pan confirmarán cosas de Perogrullo: la fantasía humana es tan imparable como el afán contemporáneo por el enriquecimiento. Todo lo cual se produce con el aval de los presuntos líderes del mundo y sus bien pagados ‘cerebros grises’. Otro error que sumar a la larga cadena de equivocaciones que han hecho, en las dos últimas décadas, del progreso humano una pieza de museo. ¿Vivirán nuestros hijos mejor que nosotros con el pan tan o más caro que la gasolina? ¿Aprovechará, al menos, a los países pobres esta subida de los cereales? Me gustaría ser menos escéptica, pero, desde ¡1990!, vengo leyendo en la prensa norteamericana que ‘ecology is bussiness’. Más de lo mismo.
Publicado en EL CORREO, 10-9-07