Colombia: los desiertos verdes abonados por la sangre del Magdalena Medio
La implantación de monocultivos de banano, maíz, pinos, yuca industrial, eucaliptos, cipreses y palma aceitera sustituyen ecosistemas de enorme biodiversidad por desiertos verdes de una sola especie.
La aplicación masiva de plaguicidas en los monocultivos afecta a las pocas especies de fauna que logran sobrevivir en los monocultivos. El paquete de agroquímicos utilizados, que son producidos y vendidos en su mayoría por trasnacionales como la Monsanto, afecta también los recursos hídricos, lo cual impacta sobre la salud de las poblaciones locales y de la flora y fauna asociada a ríos, arroyos, lagunas y humedales.
Esta es una de las problemáticas que vive hoy el mundo entero, gracias a la sed de la industria de hidrocarburos, de alcoholes hidrocarburantes y combustibles verdes. Por esta razón se está desarrollando e impulsando la idea que se expone a continuación, que se escucha muy bonita, dice: los biocombustibles, son fuentes alternas de energía, derivadas de productos agrícolas como el maíz, sorgo, palma de aceite entre otros; de los que se obtiene principalmente etanol, biodiesel y alcohol de azúcar, llamadas energías verdes que además son recursos renovables y amigables con el medio ambiente.
Leyendo esta idea de energías verdes, nos viene a la cabeza cuidar la tierra, proteger el planeta entre otras cosas, pero miremos un poco más a fondo en el tema. Primero examinemos cuánta demanda mundial existe de estos productos para el consumo. Dicha demanda es aproximadamente de 35 mil millones de galones de ese tipo de combustible, para que estén operando en el año 2017, pero ¿cuánto es eso en plantas y extensión de tierras? Tomemos un ejemplo: el maíz, y miremos las cifras. Hoy se conoce con toda precisión que una tonelada de maíz sólo puede producir 413 litros de etanol como promedio, de acuerdo con densidades, lo que equivale a 109 galones. Se requieren por tanto 320 millones de toneladas de maíz para producir 35 mil millones de galones de etanol. Tengamos en cuenta que el maíz utilizado para este fin es tratado con muchos agroquímicos y su producción por hectárea está alrededor de 1.57 toneladas. Según datos de la FAO, la cosecha de maíz de Estados Unidos en el año 2005 se elevó a 280,2 millones de toneladas. [1].
Claro, esta es la necesidad del mayor consumista de hidrocarburos en el mundo (Estados Uniodos), que diariamente consume 21 millones de barriles de crudo para toda su industria. Otro dato impresionante es la demanda pedida para exportación de nuestro país, la cual es que para el 2008, Colombia producirá 645 mil toneladas anuales de biodiesel extraído de la palma aceitera, como resultado de ocho megaproyectos, cuatro de ellos ya en ejecución y el resto en carpeta, según la Federación Nacional de Cultivadores de Palma de Aceite (Fedepalma). ¿Por qué no mejor utilizar todo este terreno en tierras dedicadas a la producción directa de alimentos para el pueblo y en la protección del medio ambiente? Esta estrategia energética lo que incita es al aumento del hambre en el mundo y a más cambio climático debido a la deforestación. Si seguimos con esto, como dijo Fidel Castro, estamos dejando condenados a muerte prematura por hambre y sed a más de tres mil millones de personas en el mundo. Ahora aterricemos este tema a nuestra región, el Magdalena Medio, donde se está impulsando este tema con los monocultivos de palma aceitera.
De la central petrolera salen diariamente 23.566.277.78 galones de combustible. [2] Debe también producir por ley cerca del 5% de este volumen de producción en alcoholes hidrocarburantes. Pero, ¿cuántas hectáreas aparte de las ya existentes que son alrededor de 303.768 mil, quiere sembrar nuestro gobierno en el país? [3] Miremos lo que dijo el mismo presidente de la República: “el país no se puede conformar con 200, con 300 mil hectáreas de palma, ni con 600 mil, hay que tener millones”. [4]
El aumento en el consumo de combustibles verdes brinda oportunidades más que interesantes para varios productos agrícolas, en nuestro caso, la palma aceitera. ¿Pero es un negocio rentable para el campesino? "Las labores de campo -recolectores, chalaperos, abonadores, fumigadores, repeperos- son las que más trabajadores requieren, y para ellas las cooperativas contratan la mano de obra al destajo, es decir, pagan por la cantidad de labor hecha, no por las horas trabajadas. Excepto en las plantas extractoras de aceite, que son cinco en la región de Puerto Wilches, donde, por tratarse de un proceso en tiempo continuo, no permite cuantificar la producción al destajo. Allí, entonces, el pago es por jornada y se reconocen horas extras. Además, las condiciones laborales son extremas debido al calor y el ruido imperantes en la planta, que semeja una gigantesca y trepidante cocina con varios hornos encendidos las 24 horas del día. A precios de hoy (febrero de 2007), por tonelada cosechada las empresas están pagando a las cooperativas 27 mil pesos en promedio, suma a la cual hay que hacerle los debidos descuentos, cuya lista es larga, y sobre todo tortuosa para el bolsillo, 15 mil pesos suman los descuentos, de modo que al final el asociado sólo recibe 12 mil pesos por tonelada. En los meses de pico de cosecha se desquita, pues alcanza a cosechar dos toneladas, de pronto hasta tres, si extiende la jornada. Y entonces su ingreso neto diario ya es de 40mil pesos o más". [5]
Como se pudo notar, lo que se necesita es tierra para poder sembrar toda esta cantidad de cultivos. ¿Cómo la pueden conseguir y cómo lo han hecho? El testimonio de un testigo resume claramente la situación al decir: “La palma aceitera está abonada por la sangre de nuestros hermanos, amigos y familiares”. Algunos ejemplos de personas de la implementación de esta estrategia de muerte y dolor para la consecución de tierras para el cultivo de la palma son: la del señor Miguel Pinto Liévano, trabajador palmero asesinado el 8 de junio de 2002; Alberto Rico Meléndez, líder comunal muerto el 7 de junio de 2002; Wilfrido Camargo Aroca, sindicalista palmero, asesinado el 31 de julio de 2002 por las AUC; Abelardo Barbosa Páez, trabajador palmero asesinado el 22 de enero de 2003; Manuel Salvador Medina, asesinado el 2 de junio de 2004 por las AUC; Kemer Arriola Alvarino, asesinado el 25 de octubre de 2004 por los paramilitares de las AUC. [6] Estos son sólo algunos ejemplos de las continuas masacres vividas y sufridas por las personas legítimas de la región.
Como se puede notar, lo ocurrido en el Magdalena Medio es muy sobresaliente. Otro ejemplo para dimensionar la ola de muerte y dolor vivida en la zona, fue el caso de Puerto Wilches, a nivel sindical. En este municipio se encuentra una buena parte de los cultivos y existen plantas procesadoras del fruto, en total cinco, alguna de estas son: Bucarelia, Brisas y Monterrey. Además existe presencia permanente de grupos paramilitares que operan con total apoyo de las fuerzas del estado. En los años 90, en estas empresas se crearon pequeños sindicatos que buscaban mejores condiciones laborales. ¿Qué lograron dichos sindicatos? Su existencia estuvo enmarcada en una constante persecución, y para el año 2000 todos los sindicatos habían desaparecido, porque sus integrantes fueron asesinados, desaparecidos, intimidados y desplazados. En este punto surge la siguiente pregunta ¿Quiénes fueron los beneficiados de estas masacres?
Las historias de las plantaciones son dolorosas. Están manchadas de sangre y lágrimas de las comunidades negras y campesinas.
El monocultivo industrial de palma y otras especies se presenta así mismo como un método muy efectivo de control del territorio, e indirectamente de control social, merced a la implementación de un modelo globalizado a gran escala.
Este tipo de megaproyectos aumenta la concentración de la tierra en pocas manos y favorece la continuidad de despojo territorial que han sufrido las comunidades campesinas durante todas las épocas.
Además, modifican las costumbres de variedad de cultivos que aportan y aseguran producción de alimentos y que favorecen la riqueza natural de la tierra, contrario a las consecuencias de los monocultivos.
Mirando toda esta problemática sólo nos queda decir que como comunidades en resistencia exigimos al estado colombiano y al mundo el derecho a existir como pueblo, ejercer nuestra cultura, preservar nuestra identidad y nuestros territorios ancestrales, garantizando la soberanía alimentaria, educación, salud, integridad física, entre otros derechos fundamentales.
[1] Ver: La tragedia…alimentos para combustibles
[2] Ver: Producción
[3] eltiempo.com
[4] Presidente Álvaro Uribe Vélez al entregar proyecto de palma aceitera para el Magdalena Medio en Sabana de Torres (Santander), 22 de septiembre de 2003.
[6] Revista enfoque humanitario. (CREDHOS)
Agencia Prensa Rural, Colombia, 6-08-07