Estados Unidos quiere quedarse con el Amazonas
Desde Iquitos hasta Manaos. Navegamos el río más largo del mundo para conocer la región que Estados Unidos pretende declarar "protectorado internacional". Washington quiere controlar sus recursos estratégicos
Según la mitología griega, hubo una raza de guerreras que se mutilaban un pecho para mejor disponer del arco y de la flecha. Con el paso del tiempo, la palabra Amazonas cobró otra significación y se convirtió en río: un surco líquido de 3.850 kilómetros que atraviesa cinco países, desde la Cordillera de los Andes hasta el océano Atlántico. El Amazonas llega a tener 67 metros de profundidad y con sus 62 mil metros cúbicos de agua transporta arcilla, arenas, sedimentos de madera, lodo y la certeza de gigantes riquezas que están en peligro.
Esos son algunos de los datos que ilustran el torrente indetenible del río más largo del mundo, el mismo que bautiza a una región incomparable como manantial de recursos, con un futuro que puede ser apocalíptico si Estados Unidos logra su propósito: convertirla en "protectorado internacional", para asegurarse el control de sus entrañas y el poder sobre el destino de toda la América Latina.
Esa última aseveración no es consecuencia de una reflexión geopolítica ni mucho menos obra de calenturientas especulaciones. Consta en un texto escolar estadounidense aprobado por la autoridades federales y en el cual la Amazonía aparece coloreada como "reserva bajo protección internacional, al resguardo del accionar depredador de los gobiernos corruptos que imperan en la región". Ni los textos clásicos sobre "espacios vitales" pergeñados en la Alemania nazi llegaron a tanto atrevimiento (ver Nota II).
Esta es la crónica de un viaje a través del pulmón del mundo. Pretendemos descubrir sin intermediarios mediáticos la geografía para la cual Estados Unidos ha desplegado en Sudamérica el Plan Colombia y su batería doctrinaria llamada Guerra de Baja Intensidad (GBI), verdaderas aplicaciones hemisféricas de la Teoría de la Guerra Preventiva (ver Notas II y III).
Iquitos es una de las ciudades más grandes del mundo entre las urbes a las que no se puede acceder por vía terrestre. En el aeropuerto peruano, una delegación indígena de los yaguas le da la bienvenida al vuelo 5613 de la empresa Taca Airlines. La humedad es agobiante. Las ventanas de los ómnibus carecen de vidrios para que el escaso aire pueda circular con supuesta facilidad. El camino está habitado por mosquitos, no sólo por los insectos, sino por los 23.000 motociclistas que han monopolizado las calles y reciben ese mote, "mosquitos". Casi no hay autos, salvo algunas camionetas todo terreno.
El Mercado de Belem es más conocido como la Venecia del Amazonas, por la disposición de las chozas de madera sobre las orillas del río, sostenidas por pilotes u horcones hechos con la madera de un árbol llamado Huacapú. Los pilotes son la mejor defensa contra las recurrentes crecidas del río, que obligan de tanto en tanto a verdaderos exilios internos.
En este barrio humilde funciona a diario una feria comercial tan ecléctica como desordenada. En las calles de tierra se amontonan puestos de pescados, carnes sin refrigerar, aguardientes afrodisíacos y comidas como el Juane (arroz con pollo envuelto y hervido en una enorme hoja) y tabaco de la selva fuerte para espantar insectos, también de la selva.
Aparte de los licores reemplazantes del desconocido viagra, como el "Siete raíces" o el "Rompecalzones", también es muy popular "el aguaje": un carozo de piel dura color naranja y sabor amargo, que según el mito no solo recarga la libido sino que puede alterar el sexo de los niños, si se come en cantidades abundantes.
En un pasillo funciona la impactante farmacia botánica, donde los lugareños ofrecen raíces, semillas y plantas capaces de convertir en mal recuerdo a todo tipo de úlceras, malas circulaciones de la sangre, y hasta al cáncer. Muchos científicos advierten que las grandes potencias buscan salir del estancamiento de la industria farmacéutica tradicional, apostando a la ingeniería genética y la biología molecular. En ese campo, la información genética natural de las 125 mil plantas que hay en el Amazonas sigue siendo un recurso decisivo.
Las incursiones en la selva permiten descubrir un mundo infinitamente ajeno a los ojos de viajeros de otras latitudes, pero no tan distante para el plan diseñado por la Casa Blanca. Sobre la costa de Iquitos se levanta una base militar norteamericana.
Pero por suerte hay postales más gratificantes, como la de los delfines rosados. Son escurridizos para el avistaje porque no deben vender su fuerza de trabajo a ningún Acuario.
Los brazos pequeños del Amazonas inquietan: aguas densas con burbujas terroríficas que parecen respiros de piraña y árboles secos de crecimiento incivilizado.
Para caminar en la jungla es necesario respetar ciertas normas: no apoyarse en nada porque las ramas pueden ser filosas o tener espinas, observar las trampas del suelo (las hormigas pueden devorar los pies del que no posea las botas adecuadas) y no seguir el rastro de las seductoras mariposas porque desvían del camino en momentos que es difícil percibir el trazado del recorrido.
Caminar en círculos es el ejercicio natural de los desprevenidos. Para trasladarse, lo mejor siguen siendo las lianas y las epifitas, las que además crean un hábitat especial entre las ramas y favorecen el crecimiento demográfico de las especies animales.
Pero vayamos con la gente. Los mestizos o ribereños son aquellos que habitan en la "baja selva" y tienen alguna relación con la sociedad urbana. Los denominados nativos pertenecen a la "selva media" y los mal llamados aborígenes se encuentran en la "alta selva". Los últimos plantan arroz y bananas que intercambian o venden para conseguir los tres elementos básicos de supervivencia diaria: fósforos, kerosén y sal.
Debido a la hibridación cultural, los ribereños se ganan la vida con oficios que, en principio, suenan extraños.
Leyton, de escasos 20 años, locuaz y extrovertido, sobrevive gracias a una ilusión que lo lleva a la captura de animales. De tigrillos, perezosos, anacondas y boas de sangre fría que devuelve a la jungla cada vez que su esperanza se revela poco menos que imposible. Es que Leyton suele internarse en la selva por dos semanas porque un zoológico de Nueva York promete 500 mil dólares a quien capture una anaconda de 14 metros.
Los indígenas yaguas (la palabra significa animales con mucho pelo) permiten que las agencias de turismo organicen excursiones dentro de sus comunidades a cambio de un puñado de billetes. Los varones lucen faldas confeccionadas con filamentos de palma mientras que sus compañeras se cubren con telas rojas y rebajan sus cabellos con un diente de piraña.
Ofrecen su danza típica al ritmo de bombos y cicus, utilizan la cerbatana para lanzar dardos a una escultura de madera y maquillan a la visita con la tinta roja que desprende la curcumala. El paseo culmina con la venta de artesanías elaboradas con los insumos del río y de la selva: semillas, dientes de piraña, huesos de anaconda, plumas de aves y pinches de puercoespín. A los ribereños siempre les sorprende que su sus vidas cotidianas coticen en dólares.
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Los recorridos nocturnos en canoa son excitantes. Un mar de luciérnagas hace plataforma sobre plantas acuáticas. La quietud abruma cuando los animales parecen dormir aunque ciertos sonidos permanecen latentes. La orquesta de la selva está dirigida por unas ranas diminutas verde agua, que junto a la pupila roja del caimán agazapado entre los arbustos trazan una paleta fluorescente que despega de la oscuridad. Caminar entre tarántulas y vampiros atraídos por linternas potencia la adrenalina de quienes ven en vivo y en directo a los grandes protagonistas de los cuentos de terror.
Por 50 dólares, una lancha rápida llega hasta Leticia, la ciudad colombiana de la Triple Frontera con Santa Rosa (Perú) y Tabatinga (Brasil). El 40 por ciento de la población de Leticia sufre de SIDA. Hace ya muchos años, por aquí paso el estudiante de medicina Ernesto Guevara en su primer viaje por América Latina, después de haber estado en un leprosario de San Pablo.
Colombia y Brasil están separados por una avenida que también divide los husos horarios. Viviana, de 19 años, está a cargo de la única agencia de turismo de Leticia. Su novio Albeiro es de una región colombiana cuyo gentilicio es "pijas" y como suboficial del ejército colombiano patrulla la selva fronteriza para combatir el mayor dolor de cabeza del presidente Alvaro Uribe, la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Una gran embarcación con capacidad para 200 personas bautizada "Manoel Monteiro II" se traslada por el río Amazonas, desde Tabatinga hasta Manaos. Es un viaje de tres días que parecen una eternidad. Se duerme sobre coloridas hamacas paraguayas pero la intimidad queda reducida a un baño minúsculo, donde apenas cabe el cuerpo de una persona. Hay que comer a horarios militares (el desayuno se sirve a las 6 de la mañana), formando fila para entrar en un pequeño comedor tapizado con imágenes religiosas, entre ellos, valga la paradoja, una de "La Ultima Cena"?.
Manoel Monteiro II atraca en puertos del estado brasileño de Amazonas. En el periplo deja y recoge pasajeros, alimentos y correspondencia. En cada puerto, el pueblo revolotea y admira la nave, ya que su llegada es el acontecimiento más celebrado por todos.
Cuando la monótona marcha continúa, pareciera que el barco permanece detenido, y que sólo por momentos respeta su destino.
Es en ese momento cuando uno se percata de que en el "pulmón del mundo" increíblemente falta el aire, irrespetuosamente se ausenta y la vida se estanca como agua de pantano. La lentitud pacífica de la vida remarca como el río transporta las heridas de la selva, troncos, hojas, ramas y ahora también la basura que la gente arroja sobre él con total impunidad.
Con las primeras palpitaciones del día nuevo, el Amazonas vuelve a impactar con su eternidad primitiva, su andar cansino y poderoso, su oasis de aguas turbias, su fachada tupida que extiende un recorrido indetenible, como reguero de pólvora solo flanqueado por el idioma extraño de los animales.
Mientras tanto, salvo los cuatro pintores colombianos que expondrán sus obras en una feria de Belem du Pará, y quienes está historia contamos, el resto de los pasajeros pertenecen a la galería local: un padre con una barriga enorme y con un hijo que era una réplica en miniatura; una niña morena que pasa el día comiendo "chontaduro" (un fruto tropical afrodisíaco) y una mujer con pasado masculino que roba sorpresas cuando inspecciona la cremallera de su pantalón en el cubículo de una ducha con temperatura de sauna.
En la cubierta funciona una especie de bar, donde suenan un disco "umplugged" de Maná y otro de música brasileña. Beber de cerveza es moneda corriente porque apaga el fuego de la atmósfera amazónica. Por la noche, infinitas perlas plateadas trazan figuras surrealistas en el cielo de la selva que peligra debido a la sistemática deforestación practicada por empresas extranjeras. La mayoría de estas corporaciones operan en forma ilegal y arrasan con buena parte de la biodiversidad. Después, en sus casas matrices contarán los millones obtenidos a través de la genética patentada.
A medida que se acorta la distancia con Manaos, las orillas se ensanchan. La vegetación comienza a mutar y no es tan frondosa, el horizonte gana claros para adivinar chozas a lo lejos. Cada tanto un inmenso árbol viejo se convierte en un rascacielos juglar. Las embarcaciones próximas son más "civilizadas".
Nuestra nave, en tanto, avanza firme después de alumbrar los secretos de la selva con una potente farola. Lentamente, y otra vez, el susurro del agua conquista el sueño, después de tanto cansancio húmedo.
Al otro día, al llegar a Manaos se desploma un aguacero que camufla la visión de la periferia industrial, reluciente con las llamaradas de las petroquímicas. La cosmopolita capital del Amazonas brasileño es un gigante de 2 millones de personas. Se nota en la venta de comida callejera, dominada por las hamburguesas. Las calles del centro revientan de teléfonos celulares y artefactos electrodomésticos extranjeros. Estamos en medio de una de las "zonas francas" (libre de impuestos) más grandes de Sudamérica.
La arquitectura de Manaos es antagónica. Tiene su cara moderna en los grandes edificios, en los centros comerciales y en los puentes urbanos, mientras que en los suburbios las chozas están agrietadas y sucias como en cualquier otra favela brasileña.
Alejados de esta contradicción clasista, las construcciones históricas delatan las travesuras coloniales de cuando Manaos era una reina fastuosa. Se destacan el Teatro Amazonas y Palacio Río Negro. Cerca de la ciudad se levanta la Base de San Pedro de Alcántara, antes en poder de Estados Unidos, ahora recuperada por Brasil para investigaciones científicas.
A diferencias del "Brasil Caipiriña" de la costa atlántica turística del Sur, en Manaos todos los negocios cierran a las 19 horas y a nuestros oídos su portugués suena más indescifrable que una lengua africana. Sobre el Río Negro, parte del Amazonas brasileño que nace a partir de las afluencias del Orinoco y el Suriname, hay plataformas para proveer combustible a las embarcaciones.
Los ríos Solimoes y el Río Negro conviven de la misma manera que el agua y el aceite, no se juntan por las diferencias de velocidad, densidad y temperatura. El primero es marrón por contener sedimentos, su contracara negra debe su color a la imposibilidad de acumular minerales; por eso adopta la tonalidad de las piedras del fondo y además posee una gran cantidad de ácidos.
Allí habita el pez más peligroso del Amazonas: el "Canyirú", que demuestra ser un animal más temible que la mítica piraña. Vive en aguas turbias y puede entrar por el recto de humanos o animales, abrir los intestinos y comer todo el cuerpo hasta dejar los huesos huérfanos.
En este punto, el viaje tiene infinitas opciones, si se quiere recorrer el laberinto recargado de la selva. Un mundo que muere y nace diariamente por la lucha dialéctica entre el hombre y la naturaleza, mediada por la política. También se puede permanecer allí, preso de un atardecer que enciende el cielo, reteniendo las historias y los rostros de la resistencia latente.
IIEn un libro escolar estadounidense, el pulmón del mundo es un "protectorado internacional" a salvo de "países crueles". El agua, los minerales y la biodiversidad todo lo justifican
Según El libro "Introducción a la geografía", de David Norman, destinado a los alumnos del sexto curso de la enseñanza básica de Estados Unidos, la región amazónica es un "territorio de patrimonio universal, regido por la protección de Naciones Unidas (ONU).
En ese texto aparece una descripción infame de los pueblos de América del Sur: "la Amazonía está localizada en Sudamérica, una de las regiones más pobres de la tierra, rodeada por países irresponsables, crueles y autoritarios. Era parte de ocho países diferentes y extraños, los cuales en la mayoría de los casos son reinos de violencia y narcotráfico. Son iletrados, poco inteligentes y con gente primitiva".
Se trata de un libro difundido hasta el hartazgo por Internet en los últimos meses y catalogado como una broma por algunos medios de comunicación, lo que enturbio más el debate.
El hipotético chiste pierde legitimidad al recordar la histórica tradición anexionista de Estados Unidos. Basta recordar la ocupación territorial de México, de Filipinas, de Puerto Rico y los intentos empedernidos y sistemáticos contra Cuba. Sirve también tener en la memoria a las invasiones a Santo Domingo, Panamá y Granada, y a las cientos de intervenciones militares y a cargo de los servicios de inteligencias en Vietnam, en Corea, en Africa y en toda la geografía de América Latina, desde el lanzamiento de la Doctrina Monroe, a principios del siglo XIX, hasta la actualidad.
Para la doctrina "de la ocupación de espacios vacíos", vigente en el Pentágono según se desprende de sus propios documentos públicos, la intervención militar y política es necesaria para controlar dos disfuncionalidades territoriales: "los asentamientos terroristas" y "el desarrollo de la economía asistémica".
Dejar "espacios vacíos" sería el último pecado cometido por los gobiernos latinoamericanos, al "permitir el contrabando de drogas y armas". La tesis etnocéntrica del eje del mal caracteriza entonces al Amazonas como una tierra gobernada por la barbarie, sin que haga falta -tan sólo por el momento- imputarle el diseño y construcción de arsenales de destrucción masiva, el argumento comprobado como falso y que sirvió como excusa para la invasión y ocupación de Irak.
Cabe recordar con preocupación que esa doctrina de los "espacios vacíos" esta siendo tomada como propia, gracias a la "cooperación hemisférica" con Estados Unidos, por las fuerzas armadas de los países miembros del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) según se desprende los informes reservados de las reuniones multilaterales de mandos efectuadas en Buenos Aires a principios de septiembre de 2004.
Pero sigamos con el tema que nos ocupa. La geografía de ningún país del llamado "Primer Mundo" iguala a la región amazónica, donde se encuentra el ecosistema más diverso del planeta. Por eso Estados Unidos ya sembró de bases militares la frontera colombiano-brasileña y el actual gobierno de Perú -claramente alineado con Washington- presiona al de Bolivia para la instalación de un asentamiento militar sobre el río Itonomas, abastecido y asesorado por el Pentágono.
El proyecto estadounidense, explicitado en el Plan Colombia, consiste en el tendido de un cerco armado sobre la Amazonía, y para ello también requiere de la participación de Argentina, Paraguay y Brasil en torno a la Triple Frontera que comparten eso países sobre la región de Iguazú. ¿La excusa que esgrimen los servicios de inteligencia de Washington? Como siempre, muy simple: en esa Triple Frontera funcionan células de apoyo al terrorismo internacional de matriz islámica, hecho que, por supuesto, como los arsenales de Sadam Hussein, nunca fueron probados.
La realidad también es muy simple. Sobre ese punto sudamericano tripartido se encuentra el epicentro de la reserva subterránea de agua dulce más importante del planeta (el Sistema Acuífero Guaraní). "Puede decirse que los intentos estadounidenses de instalación militar en la Triple Frontera apuntan a consolidar la estribación Sur del Plan Colombia, y que esa estrategia procura crear las condiciones para una eventual y muy posible intervención militar norteamericana en la subregión", afirmaron los periodistas argentinos Stella Calloni y Víctor Ego Ducrot, dos de los especialistas que con más detalles han desarrollado el tema en los últimos tiempos.
"Estados Unidos siempre procuro el control de la Amazonía y de otras áreas de la región. En realidad, ello explica la constante instalación de bases militares en el área. Ese es el objetivo final del Plan Colombia y de la Iniciativa Regional Andina", aseguró Elsa Bruzzone, especialista en Defensa Nacional, Estrategia y Geopolítica y secretaria del Centro de Militares por la Democracia Argentina (CEMIDA).
El Plan Colombia es la mayor operación político militar de Estados Unidos en América Latina. Colombia recibe la segunda subvención presupuestaria más grande del mundo detrás de Israel, con el pretexto de que sus ejércitos luchan contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y contra el llamado "narcoterrorsimo", uno de los supuestos "nuevos enemigos" según estrategas y académicos orgánicos de Washington, como el conocido Samuel Huntington.
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En la actualidad, Estados Unidos dispone de bases militares en 9 países de América Latina. Pero como un jugador voraz del clásico entretenimiento Táctica y Estrategia de la Guerra (TEG), pretende seguir desparramando fichas hacia el Sur, para ganar el continente. En pos de ese objetivo, informes no tan secretos del Pentágono, de la Secretaría de Estado y de la Central de Inteligencia (CIA), revelaron que Washington prepara tres nuevos desembarcos para sus marines: en el Chapare, Bolivia; en la Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay, y la ciudad de Tolhuin, Tierra del Fuego. No podemos dejar de mencionar que Bolivia se ha transformado en prioridad uno para Washington en atención de sus reservas gasíferas, sobre todo a partir de una constatación severa para el futuro de la economía estadounidense: el agotamiento de las cuencas propias, en particular el de las que yacen en el subsuelo de California.
Estados Unidos consolidaría así sus posiciones militares en toda el área, conforme lo demanda la doctrina oficial sobre Guerra de Baja Intensidad (GBI), y ejercería el control directo sobre territorios ricos en recursos naturales: fuentes de agua, yacimientos petrolíferos y zonas estratégicas en biodiversidad, claves a la hora de aportar importantes caudales en el marco del programa económico para la región, basado en el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA).
En la década del ´50, Washington ya se valió de la "balcanización" del espacio como estrategia tendiente a debilitar el control brasileño sobre la región amazónica. A través de una operación conducida por la CIA, Washington incitó y financió entonces un levantamiento de los indígenas yanomanís, en la frontera norte con Venezuela, para lograr que una porción de ese territorio se declarase independiente de Brasil.
Las respuestas políticas dadas entonces por Brasil fueron varias: la fundación de Brasilia como capital nacional dentro del espacio profundo de su interior, la colonización de tierras en Amazonas para fundar ciudades, la construcción de la carretera Transamasónica, el control terrestre, aéreo y fluvial de toda la región y la fundación de fortines militares a lo largo de todas las fronteras.
El programa brasileño fue completado en el año 2000 con el Sistema de Protección Amazónica (SIPAM) y su similar SIVAM (un sistema de vigilancia por radares conectados a satélites, tendiente al control permanente con patrullajes de ríos y sobrevuelos militares).
Esa escalada a favor de la soberanía política brasileña avanzó el año pasado con el cierre de la base de San Pedro Alcántara. Brasilia recuperó lo que previamente hicieron volar por los aires los militares estadounidenses antes de irse, dejando un tendal de muertos y heridos, y llegó a un acuerdo con Ucrania para llevar adelante un programa de investigaciones científicas en el sector espacial.
Con la llegada del nuevo siglo, la Casa Blanca parece recostarse más en Disneyworld que en el Pentágono para construir su discurso inquisidor. El mapa que David Norman incluye en su texto escolar ilustra la dimensión de "la Primera Reserva Internacional de la Floresta Amazónica (PRINFA)".
La alocada redacción afirma que esta iniciativa fue apoyada por la comunidad internacional y que simboliza "una misión especial para nuestro país (Estados Unidos) y un regalo para todo el mundo, visto que la posesión de esas tierras tan valiosas en manos de pueblos y países tan primitivos condenaría a los pulmones del mundo a su total destrucción en pocos años".
El texto continúa delatando la naturaleza del proyecto, en la ficción y en la realidad: "Podemos considerar que este área tiene la mayor biodiversidad del planeta, con una gran cantidad de especímenes de todos los tipos de animales y vegetales. El valor de esta área es incalculable, pero el planeta puede estar seguro de que Estados Unidos no permitirá que esos países latinoamericanos exploten y destruyan lo que es verdadera propiedad de toda la humanidad. PRINFA es como un parque internacional, con severas reglas para la explotación".
Más allá de la geopolítica, materia siempre condicionada por la coyuntura y los renovables análisis de situación de los bloques de poder, los recursos naturales conforman el elemento objetivo e inapelable que permite comprender el apetito de Washington.
"Un reciente informe del Pentágono determina que, debido a los cambios climáticos operados por la contaminación atmosférica, en los próximos años la Tierra vivirá grandes catástrofes, como sequías, hambrunas y carencias de agua potable", advirtió Bruzzone.
En la región amazónica se ubica el río más caudaloso y largo del mundo, el Amazonas, en el que desembocan más de l0.000 afluentes que podrían irrigar a todo el territorio de Estados Unidos. Para calmar la angustia del Pentágono, aquí se acumula una quinta parte del total de agua dulce con que cuenta el planeta. El territorio amazónico, con una superficie aproximada de 8 millones de kilómetros cuadrados desparramados en 8 países, representa el 44 por ciento del territorio de América del Sur.
En el alto Río Negro se encuentra el mayor yacimiento de niobo, que, combinado con acero, es indispensable para la construcción de naves espaciales y misiles intercontinentales. El bosque amazónico, con más de 300 especies de árboles por hectárea, ayuda a regular la temperatura del planeta consumiendo bióxido de carbono y produciendo oxígeno.
La cuenca del Amazonas contiene también entre el 40 y el 50 por ciento de las especies de la tierra (un rango estimado de 20 a 30 millones) y la mitad de los bosque tropicales del mundo. Esta inmensa biodiversidad obedece, en gran parte, a las repetidas contracciones y expansiones de la selva durante el período del Pleistoceno. Los botánicos estiman que hay más de 125 mil plantas, indispensables para los laboratorios medicinales que producen grageas, inyecciones y otras aplicaciones.
Hacia el futuro, la región desempeñará un papel clave en la economía mundial y para la supervivencia de la especie humana. Estados Unidos aspira a convertirse en el Estado de la raza superior, en el contralor supremo del planeta. Por eso quiere apropiarse del Amazonas.
III.
Detrás de un proyecto gubernamental brasileño se esconde el peligro de que los recursos de la economía futura queden en manos de un puñado de corporaciones estadounidenses y europeas
El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, presentó al Parlamento un proyecto de ley que prevé la privatización del 15 por ciento del territorio amazónico -unos 500 mil kilómetros cuadrados-, con la declarada intención de "proteger" el área de las distintas formas de depredación, especialmente de aquellas explotaciones forestales de carácter ilegal.
Se trata de una iniciativa gubernamental fundada en la búsqueda de la gestión y del uso sustentable de los bosques que se ubican en el estado de Amazonas y contempla tres modalidades de aplicación: las unidades de conservación, el uso comunitario por indígenas y pobladores tradicionales y, la más polémica, la concesión a privados de parcelas dedicadas a la explotación forestal limitada.
Este último punto establece un régimen de licitaciones para empresas privadas, supuestamente sometido a rigurosas normas establecidas por el Estado pero aun sin definiciones precisas.
"Entre las organizaciones ambientalistas surgen opiniones diversas. Están los que rechazan la posibilidad de confiar al capital privado la defensa de una de las zonas más ricas en biodiversidad a nivel planetario, y quienes sostienen que, con un adecuado control público, se trataría de un camino apropiado para la erradicación de negocios ilegales y depredadores del medio ambiente y los recursos naturales", explicó el economista argentino y especialista en el tema, Julio Gambina.
El secretario de Bosques y Biodiversidad del Ministerio de Medio Ambiente de Brasil, Joao Paulo Capobianco, sostuvo por su parte que la iniciativa del gobierno "permite la concurrencia a licitación de cualquier empresa constituida en el país, aunque sea controlada por capital extranjero, pero ello no significa privatización, ya que la propiedad de la tierra seguirá siendo pública."
La región amazónica brasileña cubre más de cinco millones de kilómetros cuadrados. De esa área, el 25 por ciento ya es propiedad privada, y el 29 por ciento está ocupado por unidades de conservación y reservas indígenas.
Actualmente, la deforestación total alcanza a unos 500.000 kilómetros cuadrados, a un ritmo de 19.000 por año. El gobierno del Brasil, que posee el 60 por ciento de ese territorio, se ha preocupado por el problema e impuso normas según las cuales sólo el 20 por ciento de la superficie boscosa puede ser "limpiada" con miras a su utilización en agricultura. Por ello canceló las licencias de las compañías explotadoras de madera que mostraban irregularidades.
Muchos de los países que forman parte de la cuenca amazónica (Perú, Colombia, Venezuela y Ecuador, entre otros) necesitan aumentar sus exportaciones para obtener recursos que puedan ser aplicados al pago de sus respectivas deudas externas. Los incentivos gubernamentales para el uso de la tierra amazónica en emprendimientos agrícolas obtienen buenos rindes económicos inmediatos pero por otro lado generan efectos ecológicos de signo contrario.
La expansión de las fronteras productivas siempre provocó altos índices de deforestación pero en las últimas tres décadas ese proceso adquirió un ritmo vertiginoso, provocando un desgaste en la masa de biodiversidad de imprevisibles consecuencias. Las voces críticas al proyecto gubernamental sostienen que la privatización del territorio implicará la necesaria privatización de la biodiversidad.
El interés de las empresas transnacionales por controlar la masa de biodiversidad se explica porque la misma es el recurso vivo estratégico del desarrollo tecnológico del futuro inmediato. De esas fuentes biológicas se espera obtener y luego multiplicar fármacos, agroquímicos, materiales médicos, órganos para transplantes, materiales de construcción, energía y materias primas para todo tipo de industria.
Sin embargo, lo que más preocupa a esos críticos es que la propuesta gubernamental aparece inmersa en el proyecto denominado "Canje de deuda por naturaleza", impulsado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Se trata de un programa que prevé una quita de las deudas externas latinoamericanas a cambio de una cesión considerable de territorios ricos en recursos naturales. En realidad, el primer proyecto privatizador fue el intento de Estados Unidos de convencer al gobierno brasileño para que acceda al reconocimiento del Amazonas como Patrimonio de la Humanidad, iniciativa que aún no prosperó.
El plan "Canje de deuda por naturaleza" está estrechamente relacionado con proyecto ALCA (Acuerdo de Libre Comercio para las Américas), desde donde se manejarían los subsidios a las exportaciones, aunque lo más peligroso se encuentra en los 4 capítulos finales de esa iniciativa impulsada por Estados Unidos, referidos a inversión, competencia, propiedad intelectual y solución de controversias.
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Elsa Bruzzone, experta del Centro de Militares por la Democracia Argentina (CEMIDA), explicó al respecto que esos capítulos finales "obligan a los estados suscriptores del ALCA a poner todos sus servicios públicos y emprendimientos referidos a recursos naturales al servicio de explotaciones privadas. De la misma forma, los estados podrán generar políticas ambientales sólo en la medida que las mismas no impidan las inversiones extranjeras, tanto en agua como en biodiversiad. Por el mismo proyecto, los países suscriptores tampoco podrán someter a sus tribunales locales los conflictos que puedan surgir del Acuerdo. Por el contrario, la única jurisdicción que se prevé es la de los jueces estadounidenses".
El ofrecimiento de recursos naturales como garantías para el endeudamiento público ya ha tenido lugar en varios casos. Entre otros vale recordar el del "salvataje financiero" de México, cuando el estallido de la llamada Crisis del Tequila, en 1995. En esa oportunidad, el FMI incluyó como respaldo para los nuevos créditos a una parte importante de la producción petrolera mexicana.
En la Patagonia argentina, varios gobiernos provinciales apoyados por la petrolera hispano-estadounidense Repsol-YPF realizaron encuestas para medir el pulso de la población respecto de posibles aplicaciones del programa de canje de deuda por territorio. "En rigor, se trata de un accionar ideológico tendiente a justificar la dominación y la apropiación territorial y de los recursos naturales por parte del capital transnacional", afirmó Gambina.
"El plan recientemente anunciado por el gobierno de Brasil para la posible privatización de las explotaciones amazónicas podría significar la entrega de territorios a gobiernos provinciales y municipales estrechamente ligados con corporaciones privadas de Estados Unidos y de la Unión Europea (UE). Se llevarían hasta el último árbol y la última especie animal. Se intensificaría la desertificación y desmonte con el objetivo de incrementar la siembra de soja transgénica, envenenar la tierra, el agua y el medio ambiente", consideró Bruzzone.
Supuestamente, la Amazonia es prioridad del gobierno del presidente Lula. Así lo afirmó el ministro de Ciencia y Tecnología de Brasil, Eduardo Campos, en el marco de la 56 Reunión Anual de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia, realizada en Cuiabá, Mato Groso, en julio pasado. Además, allí se dijo que se destinarán para la región amazónica hasta diciembre de este año unos 5 millones de dólares para financiar becas de maestrías y doctorados en la región. El funcionario añadió que, actualmente, cerca de mil especialistas tienen como objeto de sus investigaciones la floresta amazónica.
Según Campos, de 2004 a 2007, las inversiones totales del gobierno federal en ciencia, tecnología e innovación serán de 12.500 millones de dólares, el 54 por ciento más que la cuantía aplicada entre 2000 y 2003. Campos dijo que las inversiones del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico en el área llegarán a 221 millones de dólares.
Para impedir la venta de terrenos en el Amazonas, el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA) comenzó a implantar nuevas técnicas de identificación de áreas públicas y privadas. El presidente del Instituto, Rolf Hackbart, dijo que la fiscalización del INCRA en el Amazonas será realizada con fotografías satelitales. "Este es un programa para que sea implementado en nueve años, pero ya se ha iniciando en varias regiones, y el Norte es prioridad", señaló Hackbart.
A fines de setiembre de este año, Brasil tendrá un satélite disponible: el Amazonas, fundamental para el monitoreo constante de la zona. Pertenece a la empresa Hispamar, de origen brasileño pero controlada por la española Hispasat, que quiebra el monopolio ejercido hasta entonces por el satélite Star One, de la corporación estatal Embratel. El nuevo satélite quedará ubicado sobre la región amazónica y será el primero con cobertura en banda C y KU para toda América y parte de Europa y Ã?frica.
El ALCA propone que todo sea patentable, ya sea como producto o como procedimiento. La patente permite controlar o prohibir la fabricación, multiplicación, uso, venta, distribución, exportación e importación de un producto. Autoriza a las empresas titulares de patentes, específicamente a los laboratorios, a apoderarse del conocimiento aportado por las comunidades ancestrales y originarias, con el compromiso de que cuando esos productos den ganancia, las mismas sean compartidas. ¿Suena a broma infantil, verdad?.
Las grandes corporaciones transnacionales se han dado cuenta de que la biodiversidad es tan compleja que no es posible utilizarla de manera eficiente sin contar con un conocimiento igualmente complejo. En la actualidad, ese conocimiento no proviene tanto de la ciencia sino de los sistemas colectivos de las comunidades campesinas y de los pueblos indígenas.
Los grandes conglomerados industriales, por lo tanto, necesitan monopolizar tanto la biodiversidad como el conocimiento vinculado a ella. Toda información asociada a un organismo patentado, incluso aquélla que hubiese sido suministrada por poblaciones locales, puede ser declarada confidencial y su difusión ser motivo de multas y penas. Según prevé el proyecto ALCA, todos los países tendrán la obligación de adherirse a los Tratados de Propiedad Intelectual y Derecho de Patentes.
Por eso decimos que el control del Amazonas y el ALCA son caras de una misma moneda. Si se imponen los programas estadounidenses, a veces disimulados tras discursos conservacionistas, el destino de las economías y de los pueblos de la región será incierto. Mejor dicho será de más dependencia, de más pobreza, de mayor marginación. (Agencia Mercosur / Prensa Latina).
Fuente: BolPress