Sembrar maíz nativo es un asunto político, por Aldo González
La contaminación del maíz atenta directamente contra nuestras culturas, nos hiere en la esencia, en algo con lo que estamos íntimamente y milenariamente relacionados: el maíz es uno de los pilares de nuestras culturas, la base de nuestra resistencia; sin nuestros maíces no somos pueblo, no somos comunidad, no somos gente
Cómo resolver el problema de la contaminación del maíz por transgénicos en México. Qué podemos hacer las comunidades. Qué pueden hacer las ONGs. Qué hacen las transnacionales. ¿Necesitamos movilizarnos?, ¿y cómo?
A los pueblos indígenas nos preocupa resolver estas preguntas porque tenemos el problema encima y nos damos cuenta de que no es una comunidad, dos comunidades o una región la que está afectada: es un problema de todo el país.
En México no todos vemos el problema de la contaminación del maíz de la misma manera. Los grandes agricultores maiceros no están interesados en el asunto porque no siembran semillas nativas, la gran mayoría utiliza híbridos y paquetes tecnológicos de la primera revolución verde, el capitalismo los hizo sus presas, su preocupación es que se eleve el precio del maíz.
Algunas organizaciones campesinas ven el problema desde otra perspectiva y tienen demandas que compartimos: que no se siga importando maíz de Estados Unidos, que el gobierno entregue a los campesinos subsidios directos a la producción y no siga engañando con sus migajas de Procampo, que nuestro país sea soberano en la producción de alimentos.
Quienes hemos estado discutiendo cómo resolver este problema en México somos sobre todo organizaciones indígenas; las organizaciones campesinas han participado poco, de vez en cuando aparece algún dirigente en las reuniones; en cambio las comunidades indígenas se siguen sumando a la reflexión de este asunto.
La contaminación del maíz atenta directamente contra nuestras culturas, nos hiere en la esencia, en algo con lo que estamos íntimamente y milenariamente relacionados: el maíz es uno de los pilares de nuestras culturas, la base de nuestra resistencia; sin nuestros maíces no somos pueblo, no somos comunidad, no somos gente. Por eso las comunidades indígenas se movilizan más por defender el maíz que los grandes y medianos agricultores.
En 2003, como parte de una gran movilización las comunidades de diferentes pueblos buscamos saber si la contaminación se localizaba sólo en Oaxaca y Puebla como ya se había confirmado, o se extendía a otras regiones. Se tomaron muestras en nueve estados de la república y se hicieron pruebas de laboratorio. La contaminación está presente en los nueve estados y es probable que se extienda por todo el país. A partir de eso, muchas comunidades quieren saber si su maíz está limpio o contaminado, pero nos preguntamos si vale la pena seguir muestreando o tenemos que hacer otro tipo de movilización para enfrentar el problema. No contamos con recursos económicos para hacerlo. Entonces tenemos la necesidad de movilizarnos de manera distinta, no sólo con marchas y plantones para llamar la atención del gobierno o de la opinión pública. Sabemos que el gobierno y el congreso no tienen oído para nuestra palabra y sólo escuchan a sus patrones: las transnacionales.
Pensamos entonces que la movilización debe ser en nuestras comunidades. Es probable que poca gente la note porque no será estridente, pero es seguro que será contundente: se tiene que hacer en cada comunidad, en cada parcela, en cada pensamiento, en cada sentimiento de quien esté dispuesto a ser guardián del maíz. Durante mucho tiempo nuestras comunidades sembraron el maíz como tradición. Hoy sembrar maíz nativo es un asunto político, una acción directa contra el modelo neoliberal que intenta destruirnos. Cada indígena y cada campesino consciente del valor de lo nuestro, tendrá que encontrar las formas para escapar de la trampa de la dependencia, sus baluartes podrán ser: la tradición, la agroecología, la filosofía de respeto a la madre tierra, el saber que sólo somos uno de sus hijos y no el centro del universo.
Hay organizaciones interesadas en incidir en las políticas públicas, en hacer leyes que realmente protejan la salud, el medio ambiente, los maíces mexicanos; en hacer denuncias ante organismos internacionales para poner en evidencia la injusticia que impera en México. Bienvenidas todas las iniciativas, todas las acciones que intenten cuidar nuestros maíces. Pero es difícil que las organizaciones indígenas las adoptemos, porque estamos desencantados de ese mal llamado "gobierno del cambio". No sabemos hacer "lobby". Es muy reciente la herida provocada por la traición del Estado mexicano al legislar contra los pueblos indígenas en la Constitución y al querer seguir legislando en los estados de igual forma. Nos han hecho desconfiar de instituciones y leyes. Vemos que las políticas y las leyes ya no se hacen en México, los machotes de la globalización neoliberal recorren el mundo para hacer una sola política, una sola ley: la que protege al gran capital transnacional.
Los indígenas defenderemos nuestros maíces nativos sembrándolos en nuestras tierras, que no son sólo nuestras, también son del maíz.
Aldo González es Comisariado de Bienes Comunales de Guelatao, Oaxaca. Integrante de la Unión de Organizaciones de la Sierra Juárez de Oaxaca.
15 AÑOS OJARASCA 90 - octubre 2004.
Fuente: Suplemento Ojarasca N° 90, La Jornada, México