Argentina: recuperar la soberanía alimentaria no es una opción ni una alternativa: es la única salida posible

Idioma Español
País Argentina

En Argentina el modelo extractivista agropecuario (basado en el cultivo con semillas transgénicas en tándem con potentes herbicidas e insecticidas) que desde la década de los 90 ha generado inmensos perjuicios ambientales, está llegando a un punto altamente sensible: el envenenamiento masivo de poblaciones rurales o semi-urbanas localizadas próximas a los cultivos.

No es solamente la pérdida en la diversidad de flora y fauna que convierte los campos en desiertos solo aptos para el monocultivo, ni la contaminación verificada de napas y cursos de agua superficiales y profundos, ni la deforestación creciente en abierta violación de la Ley Nacional de Bosques Nº26.331 practicada por aventureros rodeados de sicarios con amparo oficial, ni el desplazamiento de familias campesinas y grupos originarios convertidos en masa creciente de refugiados ambientales, ni la pérdida consentida de soberanía al permitir que deban importarse todas las veces las semillas y que se acepten patentes sobre recursos naturales propios, sino que todavía es mucho mas que eso: es el envenenamiento sistemático y progresivo de la población radicada en proximidad con los cultivos en una situación tal de riesgo y enfermedad que los profesionales de la salud que los atienden y las organizaciones ambientales que denuncian, así como los propios damnificados no dudan en señalar tal situación como el genocidio del siglo XXI en nuestro país.

Ya no son solo los cultivos de soja y granos los que se someten a este mecanismo de semillas modificadas y potentes herbicidas, también los cultivos regionales como algodón, arroz, tabaco, yerba mate, té, frutales de todo tipo, algunas verduras, vides, nogales y almendros son fumigados con glifosato y endosulfan. La irresponsabilidad de su empleo llega a tal nivel que hasta los laterales de las vías férreas, en plena ciudad de Buenos Aires y su Región Metropolitana son fumigados con estos productos para eliminar yuyos y malezas.

Todo esto sucede con el beneplácito de las patronales agropecuarias, el apoyo de las autoridades nacionales y provinciales, de los grandes medios masivos de comunicación hegemónicos, de los importadores y proveedores de los insumos y de un reducido sector científico, junto a la complicidad de las escuelas de agronomía, de economía y de otros organismos académicos de la mayoría de las universidades. La renta que esta forma de producción produce, acalla todo escrúpulo y obnubila las conciencias de quienes deberían actuar para prevenirlo y evitarlo y no lo hacen.

Mientras tanto, los indicadores que señalan el envenenamiento y las graves enfermedades que produce esta práctica son ya inocultables. Durante años se trató (y se trata todavía) de silenciar, desprestigiar, combatir, incluso amenazar o agredir a los que denunciaban esta situación. Se buscó (y todavía se lo hace) de enfrentar a victimas evidentes con pobladores en riesgo, con el argumento siempre presente de que los que denuncian solo quieren perjudicar al resto y hacerles perder su actividad o empleo. Callarse por temor o por sumisión, tragarse las lágrimas y llorar sus muertos en silencio. Esa es la consigna.

Afortunadamente en toda sociedad siempre están los que no se resignan, los que luchan por la verdad y la justicia, los que finalmente y después de mucho tiempo algo consiguen como los Médicos de los Pueblos Fumigados o las Madres del barrio Ituizangó de la Ciudad de Córdoba, en donde después de 10 años de reclamos, se realizará el primer juicio con acusados por envenenamiento en junio de 2012. Junto a ellos y apoyando su acción, están las Universidades Nacionales de Córdoba o Rio Cuarto, la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario, un conjunto de organizaciones sociales y ambientalistas y las personas de buena voluntad y de pensamiento propio que van despertando y enterándose a pesar del hermetismo impuesto, y al hacerlo, asumen en libertad y con coraje el deber cívico de denunciar este bien llamado genocidio de los agronegocios.

Las enfermedades causadas por lo agrotóxicos

En base a estudios científicos reconocidos y publicados en medios internacionales, los Médicos de Pueblos Fumigados organizados en la Red Universitaria de Ambiente y Salud arman el cuadro de situación en salud de las poblaciones asentadas en proximidad de los cultivos transgénicos.

Es así como se detecta que los recién nacidos con malformaciones son porcentualmente el triple en esas poblaciones que en la media del resto del país, que las muertes por cáncer son el 30% de las muertes cuya causa ha sido declarada (mientras que la media del país es del 18%) que los abortos espontáneos alcanzan al 20% de las mujeres embarazadas, que los niños con leucemia son cuatro a cinco veces mas frecuentes allí que en el resto y todo esto sumado a dificultades reproductivas tanto en hombres como en mujeres, enfermedades respiratorias, reacciones alérgicas, dermatitis y aumento en la gravedad de los enfermos de epilepsia, los inmuno-deprimidos o con distintas enfermedades neurológicas.

Estos efectos alcanzan, por supuesto, también a los animales. Se reportan casos en los que el 100% de las cabras hembras perdieron sus embarazos, mortandad masiva de lechones, de aves de corral, etc.

El empleo cada vez mayor de agrotóxicos

Los agrotóxicos se clasifican según sus efectos en herbicidas (glifosato, 2.4D o Atrazina) o insecticidas (endosulfan, dimetoato o clorpirifós) y los producen corporaciones transnacionales como Monsanto, Dupont, Novartis, Syngenta, Bayer, etc. bajo diferentes nombres comerciales (por ejemplo la forma mas común de presentación del glifosato es bajo la marca Round-up)

En Argentina en el año 2001 se emplearon unos 30 millones de litros de estos productos y se aplicaban 2 o 3 litros por Ha.

En 2011, con un 60% mas de superficie sembrada, se emplearon 340 millones de litros con un promedio de 10 litros por Ha. Es que la sabia naturaleza hace que las malezas desarrollen resistencia a estos venenos y es entonces cuando se incrementa la fumigación. Como contrapartida, hasta ahora no está demostrado que los humanos hayan aumentado sus resistencia a los efectos tóxicos de estos productos, sino todo lo contrario.

A medida de que aumenta el rechazo de la población a los agrotóxicos ya están las transnacionales preparadas para lanzar al mercado supuestos sustitutos con fórmulas mágicas que serán presentadas como totalmente inocuas hasta que el tiempo, los casos y las investigaciones demuestren lo contrario. Para entonces habrán ganado tiempo y fortunas.

El riesgo se incrementa con el Plan Estratégico Agropecuario

En el 2011 el Gobierno Nacional presentó con pompa al Plan Estratégico Agropecuario. Entre otras metas se establece para el 2020 un incremento del 60% en la producción actual de granos mediante aumento en la productividad y sobre todo en el área sembrada. Es así como las actuales 32 o 33 millones de hectáreas netas sembradas con granos se convertirían para entonces en 40 o 42 millones de hectáreas sembradas con un aumento de 8 a 9 millones de hectáreas (equivalentes a 80 a 90 mil kilómetros cuadrados de superficie) ¿de dónde saldrá tamaña superficie para sembrar?

Si tenemos en cuenta que toda la superficie de la Provincia de Entre Rios es de 78 mil kilómetros cuadrados, la misma no alcanzaría aunque estuviera libre de todo cultivo y se destinara a granos. Hay que tener en cuenta que a la superficie neta hay que sumarle un 30 o 40 % mas por infraestructura, otros cultivos, poblados, etc. lo cual define una superficie total equivalente al 80% de la superficie de la Provincia de Santa Fé.. Si este plan se aplica, ¿quedarán montes o bosques en pie?, ¿habrá algún rincón del país libre del riesgo de los agrotóxicos?.

Las medidas más urgentes e inmediatas

Mantener la situación como está o complicándola con la aplicación del Plan Estratégico Agropecuario sería muy grave. Es imprescindible que la población, los sectores científicos, los estudiantes universitarios y las universidades en su conjunto, así como políticos y funcionarios tomen conciencia de la realidad y se movilicen o actúen en consecuencia. Repetir aquello de que “yo no sabía” que fue la muletilla de los que no quisieron ver lo mas evidente durante la etapa de la dictadura, es inadmisible que suceda en democracia. Sin embargo corremos el riesgo de que así sea en la medida que el manto de silencio, ocultamiento y desinformación actual siga vigente.

Lo más urgente es prohibir sin excepciones las fumigaciones aéreas y limitar las terrestres a áreas muy restringidas y alejadas de toda presencia humana. Luego e inmediatamente después prohibir a los transgénicos y a los herbicidas e insecticidas vinculados a su producción. Esto no nos alejaría del mundo civilizado sino todo lo contrario, basta recordar que en la gran mayoría de los países europeos están prohibidos.

Los crímenes de la dictadura culminaron con los juicios por crímenes de lesa humanidad. Estos son nuevos crímenes y pueden terminar de igual manera. Son crímenes por envenenamiento masivo con el solo objetivo de la renta y violando derechos humanos y derechos de la naturaleza.

La única salida es restaurar la Soberanía Alimentaria

Repoblar el campo con familias campesinas auténticas, dedicadas a una amplia variedad de cultivos orgánicos, trabajando parcelas con superficies que no superen las 50 Ha y empleando mano de obra intensiva (básicamente familiar o comunitaria), organizadas en cooperativas para la venta de sus productos y un fuerte apoyo y compromiso del Estado y de gran parte de la Sociedad para el exitoso desenvolvimiento de las mismas, puede ser el marco teórico sobre el cual comenzar a desenvolver la Soberanía Alimentaria.

Ello se completa con el no reconocimiento de ninguna patente que se quiera aplicar sobre semillas o especies vegetales, con una estructura educativa, sanitaria y de viviendas acorde, con infraestructura de servicios y transporte adecuada y un cambio de horizonte en el comercio exterior ofreciendo productos orgánicos y con valor agregado. Requiere además un muy sólido acuerdo Regional con todos los países vecinos y hermanos.

Para aplicarlo, se necesita decisión, coraje, ideas claras, gestión transparente, constancia, coherencia… En un proyecto así no entran las prácticas políticas espurias, los gobernadores o intendentes acostumbrados a ejercer un caudillismo mafioso, ni los punteros, ni los grandes negocios ni los agronegocios, ni las rentas excesivas, ni los subsidios al voleo. Se necesita sentimientos de amor al prójimo, de respeto por las diferencias, de solidaridad, de amor a la naturaleza y a la Patria Grande. Nada más (ni nada menos) que eso.

Videos:

Reduas - Medardo Ávila Vázquez en Firmat AQUÍ

Visión Siete: Los pueblos fumigados AQUÍ

Fuente: Arquitectura Sustentable

Temas: Agrotóxicos

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