Monocultivos forestales, empleos y trabajo. Boletín N° 178 del Movimiento Mundial por los Bosques

Por WRM
Idioma Español

"A lo largo de los años, el WRM ha relatado bastante las condiciones en que viven los trabajadores, hombres y también mujeres, en plantaciones de eucaliptos, pinos, palmas y árboles del caucho. Estos trabajadores suelen ser personas de las comunidades locales y ejercen actividades bastante peligrosas, como aplicación de agrotóxicos o manipulación de motosierras. En los últimos 20 años hemos visto una creciente precarización de las condiciones de trabajo de estos trabajadores."

MOVIMIENTO MUNDIAL POR LOS BOSQUES TROPICALES
Número 178 - Mayo 2012

CONTENIDOS
NUESTRA OPINIÓN

• Trabajo, economía y empleos verdes

EL FOCO DE ESTE NÚMERO: MONOCULTIVOS FORESTALES, EMPLEOS Y TRABAJO

• Trabajadoras de las plantaciones de palma en Asia: desigualdad de género y explotación

La llegada de las plantaciones de palma aceitera en gran escala en general implica un cambio importante en la estructura social y económica de las comunidades del lugar. Dentro de ese contexto, las mujeres sufren una situación especialmente agravada.

• Trabajadores de la palma en América Central: la experiencia de Rel-UITA

En las últimas décadas la plantación de monocultivos de palma aceitera a gran escala se ha expandido por las regiones tropicales de Asia, África y América Latina.Conversamos con la Rel-UITA, organización que participado en varios casos de denuncia de violación a los derechos humanos y de conflictos sindicales vinculados a monocultivos de palma.

• Brasil: eucalipto y precarización del trabajo en Mato Grosso do Sul

Inicio esta reflexión rescatando lo que está intrínsecamente conectado, aunque no esté siempre visible: la relación entre la expansión del eucalipto y la migración temporal, el símbolo más claro de la precarización del trabajo. Una situación que, por sí sola, deja al descubierto la práctica del binomio eucalipto-celulosa, integrada al discurso del desarrollo y el progreso.

• Indonesia: las plantaciones de palma aceitera socavan el derecho al trabajo en tierras comunales

El derecho al trabajo es más amplio que el de tener un empleo Para muchas comunidades rurales, sus tierras tradicionales y los conocimientos asociados son la base material de su modo de vida, de su cultura e identidad. Si pierden la tierra, pierden el derecho a trabajar, que es un derecho humano.

PUEBLOS EN MOVIMIENTO

• Apoyar la lucha contra Belo Monte, una lucha que aún no ha terminado
• Soberanía alimentaria: movimientos sociales logran que la FAO discuta el concepto
• 5 de junio: Día de Acción Global en el camino hacia Rio+20
• Plantaciones de eucaliptos transgénicos: y van cuatro…
• ¡No a la expansión de Veracel Celulose S.A. en Brasil!
• Proyecto Ejolt presenta informe sobre el MDL en África

NUESTRA OPINIÓN

- Trabajo, economía y empleos verdes

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), existen 160 millones de personas que anualmente contraen enfermedades vinculadas al trabajo, 270 millones de trabajadores que sufren accidentes de trabajo y dos millones que mueren por año como consecuencia de esos accidentes o enfermedades. El Director General de la organización, Juan Somavia, afirma que la ‘economía verde’ promovida por la propia ONU y principal punto a ser tratado en la conferencia de Rio+20 el próximo mes, debería, por lo tanto, trabajar en el sentido de promover lugares de trabajo seguros para todas y todos. Sin embargo, ¿será que las actividades que van a ser estimuladas en la economía verde van a forjar ese cambio necesario?

La ´economía verde´ de los monocultivos de árboles

Las empresas que pueden beneficiarse mucho con la economía verde son las que promueven el monocultivo de árboles, considerado ´reforestación´ por la Organización Mundial para la Alimentación y la Agricultura (FAO), ligada a la ONU. La FAO prevé un aumento brutal de estos monocultivos, entre 40 y 90 millones de hectáreas de ‘bosques plantados’ para el año 2030 , sin contar la palma africana. En el contexto de la economía verde, muchos de estos supuestos bosques serán plantaciones de monocultivos de árboles que puedan suministrar energías ‘verdes’, por ejemplo:

(1) plantaciones que no solamente abastezcan fábricas de celulosa, sino que puedan producir también agrocombustibles a partir de la celulosa en complejos industriales llamados biorefinerías. Una de ellas ya se está construyendo en Finlandia.

(2) plantaciones de árboles de rápido crecimiento para biomasa, por ejemplo, para producir carbón vegetal para abastecer hornos de siderurgias o para producir pellets de madera para generar energía en Europa. Están construyéndose varias usinas de energía en Europa para quemar madera, principalmente en el Reino Unido.

(3) plantaciones de palma africana, principalmente en Indonesia, para producir aceite que será refinado para obtener biodiesel, que pueda ser quemado para generar electricidad o abastecer automóviles y aviones, principalmente en Europa.

Hay también planes de establecer más millones de hectáreas de plantaciones para ‘vender’ carbono, por ejemplo, en Indonesia y en India, con el objetivo de ‘abastecer’ industrias en el Norte con ‘créditos de carbono’ a partir de la falsa suposición de que estos ‘créditos’ compensarían su contaminación.

Los ´empleos verdes´

En este escenario, los países del Sur se estarían beneficiando con los empleos verdes. La propia FAO, en 2009, ya decía que el ‘manejo forestal sustentable’ podría generar 10 millones de nuevos empleos. Ya que el manejo sustentable ejercido secularmente por los pueblos del bosque está cada vez más amenazado, y considerando el fuerte lobby de la industria que promueve los monocultivos de árboles con la FAO, solo podemos llegar a una conclusión: según la FAO, se crean empleos verdes cuando se implementan plantaciones industriales de árboles que, además, no paran de crecer.

A lo largo de los años, el WRM ha relatado bastante las condiciones en que viven los trabajadores, hombres y también mujeres, en plantaciones de eucaliptos, pinos, palmas y árboles del caucho. Estos trabajadores suelen ser personas de las comunidades locales y ejercen actividades bastante peligrosas, como aplicación de agrotóxicos o manipulación de motosierras. En los últimos 20 años hemos visto una creciente precarización de las condiciones de trabajo de estos trabajadores, con la tercerización y cuarterización de las actividades, la exigencia de trabajo por producción, rebaja de salarios, menoscabo de derechos y obstáculos a la organización sindical. ¿Cómo crear lugares seguros para trabajar en estas condiciones?

Son estos trabajadores los que se vieron gravemente afectados por la crisis económico-financiera que estalló en 2008, cuando se redujo la demanda global de productos industriales. Muchos y muchas fueron despedidos, viviendo la desesperación del desempleo y pagando el precio de una crisis que no causaron, para salvar las tasas de ganancias de los dueños de las empresas. Estos trabajadores pueden incluso ser contratados nuevamente, pero no tienen garantía de trabajo a mediano y largo plazo. Lo que las empresas quieren es flexibilidad.

La tendencia de las empresas a realizar proyectos industriales cada vez mayores tiende a agravar el panorama. En Brasil, la situación en el cantero de obras de la mayor fábrica de celulosa del mundo, Eldorado Brasil, a que se hace referencia en este boletín, no deja dudas: genera inseguridad y hasta desesperación en la vida de los trabajadores, en su mayoría venidos de afuera, así como en la población local.

¿Cómo crear lugares de trabajo seguros?

Muchas veces los trabajadores temporales de las empresas vinculadas a las plantaciones de monocultivos fueron alguna vez campesinos. Cuando tenían su tierra, tenían seguridad laboral y podían vivir en paz, en un ambiente intacto que les ofrecía riquezas como agua pura, alimento, remedios naturales, etc. Ésa es la historia de comunidades de Indonesia que vieron su ambiente destruido por empresas de palma que prometieron que la palma iba a mejorar su vida. Desilusionadas, decidieron luchar para recuperar sus tierras. Una de esas historias también es relatada en este boletín.

En suma, avanzar en la idea del trabajo seguro requiere varias medidas urgentes, algunas de las cuales son:

- políticas públicas que controlen y fiscalicen a las empresas para verificar si respetan los derechos de los trabajadores y trabajadoras y castigo riguroso a las empresas que los violan.

- políticas públicas que garanticen los derechos territoriales de las comunidades y brinden apoyo a sus producciones de alimentos y otros cultivos, de manera que tengan seguridad para continuar trabajando en sus tierras y, al mismo tiempo, conservar la naturaleza de la cual dependen.

- políticas capaces de detener el proceso en curso de privatización y concentración de tierras en nombre de inversiones de la economía verde, por ejemplo, plantando monocultivos de árboles para biomasa y agrocombustibles.

Estas medidas podrían contribuir en forma concreta para que se creen economías y trabajos decentes, asegurando y promoviendo más lugares seguros y ecológicos, con la vegetación nativa conservada, para que las personas trabajen y vivan felices.

MONOCULTIVOS FORESTALES, EMPLEOS Y TRABAJO

- Trabajadoras de las plantaciones de palma en Asia: desigualdad de género y explotación

En Asia, como en muchas otras partes del mundo, las zonas boscosas han estado habitadas por sucesivas generaciones de comunidades indígenas para quienes el bosque adquirió una importancia central para su identidad sociocultural y su supervivencia como comunidad. Pero ahora, muchos de esos bosques son arrasados y sustituidos por plantaciones industriales de palma aceitera, en muchos casos ¡concedidos por el Estado con el argumento de que eran tierras vacías u ociosas!

La llegada de las plantaciones de palma aceitera en gran escala en general implica un cambio importante en la estructura social y económica de las comunidades del lugar. La pérdida de la tierra que antes proporcionaba parte del sustento obliga a salir a buscar empleo, que en el mejor de los casos puede encontrarse en la empresa plantadora. Pero no siempre es la población local la contratada; en ocasiones se aprovecha la mano de obra inmigrante, más vulnerable y por lo tanto más fácil de explotar con menores salarios y mayor carga de trabajo.

Dentro de ese contexto, las mujeres sufren una situación especialmente agravada. Como documenta el informe de la organización FPP (1), las mujeres que encuentran trabajo en las plantaciones tienden a cumplir tareas de fumigación con plaguicidas y fertilizantes tóxicos – como el paraquat – que las expone a serios riesgos de salud. Es bastante común que no estén informadas de los peligros de esos productos químicos, ni que se las provea de un adecuado equipo protector, ni que cuenten con la protección de reglamentaciones de seguridad.

La presión por asegurar la alimentación de la familia empuja a las mujeres, en otros casos, a emigrar en busca de trabajo y buscar otras fuentes de ingresos. Según el informe mencionado del FPP, en Camboya, Indonesia, PNG y Filipinas la prostitución está en alza, coincidente con un mayor número de casos de VIH/SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual entre las trabajadoras de las plantaciones de palma aceitera.

En Indonesia, el gobierno de Suharto, con el apoyo de dineros del Banco Mundial, introdujo en la década de 1980 el modelo de fincas núcleo. En este sistema, una empresa palmicultora no solamente obtiene del gobierno una concesión para establecer su plantación industrial sino que cuenta además con el suministro de plantaciones “satélites” (llamadas plasma) - fincas de 2 hectáreas de pequeños propietarios relacionados a un esquema de transmigración. En este esquema, los pequeños productores mantienen una relación de dependencia con respecto a la empresa, que ejerce sobre ellos una posición de poder al ser el único agente comprador de su cosecha (relación monopsónica). Para las mujeres la dependencia es doble, ya que quedan relegadas al marido o al padre, a quienes la empresa núcleo reconoce como sus interlocutores. Ellas, junto con los niños, suelen trabajar en las plantaciones de palma pero como meras ayudantes de los hombres, lo que implica que trabajan sin una remuneración, según revela una investigación de Sawit Watch y Women’s Solidarity for Human Rights (2)

El programa de transmigración, que desde la época de la colonización holandesa se impuso en Indonesia y ha implicado grandes desplazamientos de población, ha resultado muy útil al negocio de las plantaciones de palma aceitera y adoptó los principios de que el papel de la mujer es ser “pareja del marido”. La política discriminatoria de este programa ha marginado a las mujeres solteras o viudas, que carecen siquiera de la posibilidad de participar en el programa y acceder como titulares a una plantación “satélite” de palma aceitera.

Reducidas a la mera posición de esposas, las mujeres de las plantaciones de palma aceitera “satélites” trabajan en la tierra realizando múltiples tareas: al comienzo el desmalezamiento, luego el tratamiento de la plantación –en general la aplicación de fertilizante con rociador – y finalmente la cosecha, en la que generalmente se encargan de recoger las frutas caídas al suelo. Son trabajadoras, de manera indirecta y sin retribución, de la empresa dominante a la que la finca familiar suministra la palma.

Estas tareas se suman a las domésticas. Pero aún cuando las esposas de los pequeños propietarios de plantaciones de palma dentro del programa de transmigración en Indonesia trabajan a la par de los hombres, no tienen derecho a la tierra ni son reconocidas como propietarias.

La investigación de Sawit Watch y Women’s Solidarity for Human Rights revela que varias mujeres de las aldeas de Olumokunde y Kamba, en la provincia de Sulawesi Central, pasaron a trabajar en el vivero de palma aceitera de la compañía Jaya Abadi, filial del grupo palmícola PT. Astra. Algunas mujeres trabajan en régimen de contratación, pero otras lo hacen sin contrato. Las mujeres que trabajan contratadas suelen llevar a sus hijos para que las ayuden a terminar más rápido su trabajo. El horario de trabajo es de 7 u 8 horas, con una hora de descanso. Generalmente, la jornada para las mujeres comienza a las 4 de la madrugada, cuando se levantan para dejar pronta la comida para la familia. En 2010 el salario ascendía aproximadamente a 3,6 dólares (32.800 rupias indonesias) por día; en caso de trabajar todo el mes el ingreso mensual podría llegar a 86,5 dólares (786.800 rupias indonesias).

Las trabajadoras denunciaron que la empresa no les brindaba ni equipo protector ni herramientas adecuadas por lo que muchas veces debían llevar ellas mismas herramientas como machete, azada y balde. El informe brinda el testimonio de una de las mujeres trabajadoras del vivero, que dice:

“cuando empezamos a trabajar, la empresa no nos dio las herramientas adecuadas. Sólo nos dieron una tela para usarla en la cara. Recién en los últimos meses la empresa nos dio una máscara y otras herramientas”.

Esta última mejora en realidad fue el resultado del reclamo de las trabajadoras, expuestas a productos tóxicos como el Matadol, un insecticida del laboratorio Syngenta en cuya descripción se identifican posibles efectos corrosivos en los ojos y la piel, que puede ser letal si es inhalado, que puede causar irritación respiratoria y provocar reacciones alérgicas en la piel. También usan Decis, un insecticida del laboratorio Bayer definido como tóxico para peces, organismos acuáticos y abejas, y en cuya descripción se advierte que puede producir efectos crónicos en la salud humana, además de causar grave irritación ocular y que puede ser fatal si se absorbe a través de la piel o se inhala.

Según datos obtenidos de la clínica comunitaria de Olumokunde, muchas de las trabajadoras consultan por dolores de cintura, agarrotamiento, erupciones y alergias en general. Las trabajadoras denuncian que la empresa no brinda ningún tipo de tratamiento para los males que las aquejan como resultado del trabajo en el vivero.

Algunos testimonios recogidos por la investigación:

“Es peligroso trabajar en la empresa, hay una cantidad de enfermedades o problemas de salud. Tenemos que irnos de casa a las 4 de la mañana y volver recién en la tarde. Los niños quedan desatendidos”. “Trabajar en la plantación (de la empresa) es muy duro… Hay que soportar el calor y la lluvia. Aparte de la responsabilidad de la casa está el trabajo fuera de casa, desde la mañana hasta la tarde, y una vez en casa todavía quedan más cosas para hacer”.

Antes de la presencia de las plantaciones, gran parte de las mujeres de las aldeas trabajaban en los campos de arroz. Después de la cosecha tenían tiempo libre y solían realizar varias actividades sociales en días festivos, como el 17 de agosto, día de celebración de la Independencia. Las mujeres solían participar activamente en competencias deportivas y actividades artísticas comunitarias, como grupos vocales. Pero ahora, se quejan algunas mujeres, ya no hay casi tiempo libre para esas actividades. “La presencia de la plantación de palma aceitera está matando el arte de la comunidad, en especial para las mujeres. Prueba de eso es que las mujeres ya no participan en las competencias de las celebraciones del 17 de agosto”, revela ibu Lianaka mama Yosua.

La perspectiva de obtener un salario en el vivero o en la plantación industrial ha resultado un atractivo para muchas mujeres que desean complementar el ingreso familiar. La entrada a la economía monetaria ha provocado también un cambio en el estilo de consumo; se compra más y las compras a crédito introdujeron el endeudamiento, antes prácticamente inexistente, que a su vez las encadena al trabajo asalariado y a la empresa.

Sin duda que en Asia, el trabajo en las empresas de palma aceitera no ha mejorado la situación de las mujeres, como lo revelan distintas investigaciones: continúa y se acentúa la desigualdad de género, a la que se suma la explotación en el trabajo tanto en las plantaciones industriales como en los viveros.

Artículo basado en las investigaciones: (1) “Oil Palm Expansion in South East Asia: Trends and implications for local communities and indigenous peoples”, Forest Peoples Programme, Sawit Watch y otros, julio de 2011, aquí; (2) “The Oil Palm Plantation System Weakens the Position of Women”, Sawit Watch y Women’s Solidarity for Human Rights, 2010, aquí (pdf)

- Trabajadores de la palma en América Central: la experiencia de Rel-UITA

En las últimas décadas la plantación de monocultivos de palma aceitera a gran escala se ha expandido por las regiones tropicales de Asia, África y América Latina.

Conversamos con Giorgio Trucchi, corresponsal en Centroamérica para la Rel-UITA (Regional Latinoamericana de la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación y afines), organización que ha estado involucrada en varios casos de denuncia de violación a los derechos humanos y de conflictos sindicales vinculados a monocultivos de palma.

- La Rel-UITA tiene sindicatos afiliados en la mayoría de los países de América Latina, entre sus afiliados en Centroamérica ¿hay sindicatos palmeros?

La situación de los trabajadores de la palma en los distintos países de Centroamérica es muy similar: es impensable que existan sindicatos palmeros. Nosotros hemos dado seguimiento al proceso de expansión en Guatemala, Honduras y Nicaragua, donde la tercerización y las presiones empresariales impiden la sindicalización.

Según testimonios de personas que trabajan o han trabajado en plantaciones de palma, es imposible organizarse porque inmediatamente la actitud de la empresa es despedirte e incluso a veces ponerte en una lista negra para que después tengas problemas al buscar trabajo en otras fincas. Entre los grandes terratenientes manejan una misma política laboral, de derechos y comercial.

Otro tema particular es que los dueños de estas fincas con plantaciones de palma casi no aparecen, el que trata con los trabajadores es el contratista, persona radicada en el lugar que conoce muy bien la zona y las necesidades de la gente. El contratista negocia en forma directa con la empresa una determinada propuesta de trabajo: cantidad de hectáreas a plantar, monto y condiciones de pago (por tareas o por jornada) y condiciones de alimentación para los trabajadores y el porcentaje que recibirá por cada trabajador. Una vez que el contratista acepta el negocio, sale a buscar gente.

- ¿Cómo se dan las relaciones laborales entre trabajadores y contratistas?

Por lo general se pueden diferenciar cuatro formas en las relaciones laborales:

Trabajadores permanentes con contrato, a quienes se les pagan todas las prestaciones sociales. En esta categoría se encuentran los administrativos de confianza, capataces o ingenieros, nunca los trabajadores dedicados a la cosecha o a otras tareas vinculadas directamente con la plantación.

Trabajadores permanentes sin contrato, que no acceden a las prestaciones sociales pero que en algunos casos llegan a acordar el pago del seguro social.

Trabajadores temporales locales, que viven con su familia en la comunidad cercana a la plantación, donde posiblemente tengan una parcelita propia para cultivo de subsistencia, pero para completar sus ingresos trabajan en temporada en las plantaciones, sin contrato y sin ningún tipo de prestación social.

Trabajadores temporales que vienen de lejos. Si el contratista necesita contratar gente por la temporada, hace un llamado por distintos medios de comunicación en otras zonas del país. Las personas que no tienen empleo en sus comunidades y que acuden a este llamado, terminan viviendo en muy malas condiciones dentro de las plantaciones, sin prestaciones sociales, lejos de su familia, sin el sustento que obtenían de su parcela. Quedan libradas a los vaivenes de las temporadas o zafras de trabajo y a las condiciones que impongan contratistas e ingenieros.

Una estrategia que se aplica a los trabajadores no permanentes es contratarlos por dos o tres meses (depende del país) y luego despedirlos. Pasan un mes en su casa y se los vuelve a contratar; eso les permite no registrar nada ante el Ministerio de Trabajo ni tramitar seguros.

Más del 90% de los trabajadores no cuentan con prestaciones sociales, trabajan en régimen de subcontratación y además tienen la presión de saber que detrás suyo hay una lista de personas esperando ocupar su lugar. Por lo tanto es prácticamente imposible que esta gente se organice en sindicatos para exigir sus derechos o siquiera demande mejoras en sus condiciones laborales.

- Este modelo de producción a gran escala y con una especie exótica implica el uso de importantes cantidades de agrotóxicos. ¿Esto ha impactado de alguna manera en la salud de los trabajadores/as?

Sobre este tema se habla muy poco, casi no hay información por la falta de registros, lo que responde al alto grado de tercerización y precariedad laboral. Conversando con trabajadores, todos hablan de falta de medidas de higiene y seguridad laboral en la aplicación de agrotóxicos y que no se les facilitan los implementos de protección necesarios. Muchas veces las mochilas con las cuales se aplican los productos se derraman sobre el cuerpo de los trabajadores; hay casos de intoxicaciones, pero todo se “soluciona” con el contratista que es quien asume los riesgos. A los trabajadores que con suerte son asistidos en hospitales públicos luego les resulta muy difícil acceder a los medicamentos o darle continuidad a un tratamiento; si no trabajan no hay dinero. Ni qué hablar de afecciones permanentes o muertes; están en una situación de desamparo total. Las empresas se mantienen ajenas a estas situaciones, no se responsabilizan por nada de lo que pase en las plantaciones.

- La expansión de los monocultivos de palma implica un cambio en el uso y propiedad de la tierra. ¿Qué había en estas tierras antes de ser ocupadas por las plantaciones de palma?

Tanto en Honduras, Guatemala como Nicaragua, la palma reemplaza a otros monocultivos (banano, algodón, caña) destruidos por fenómenos climáticos o por caídas en los precios del mercado internacional que ya no los hace tan convenientes, pero por sobre todo ocupa también tierra que antes estaba en manos de comunidades campesinas e indígenas.

Uno de los principales impactos de los monocultivos de palma es la concentración y acaparamiento de tierras en pocas manos. Los grandes empresarios llegan para comprar la tierra a las comunidades indígenas y campesinas. En muchos casos esto no es sencillo, las comunidades que tienen siglos de vivir allí con sus cultivos de subsistencia, su cultura, se niegan a vender. Son muy pocas las familias que deciden vender voluntariamente, lo común es que esto se logre mediante amenaza y represión o a través del engaño, con promesas que nunca se cumplen. Un claro ejemplo de esto es la situación en el Bajo Aguán en Honduras.

Ante esta situación, las familias reaccionan de manera diferente; algunas se niegan a vender la tierra y resisten las amenazas y la represión, otras venden porque fueron amenazadas pero se quedan con una pequeña parcela para seguir cultivando alimentos, porque saben que esto es necesario para sobrevivir; o bien venden todo y alquilan una o media hectárea para subsistencia. Por último están las familias que venden todo, son las que más sufren la pérdida de seguridad y soberanía alimentaria. Pasan de ser pequeños productores con un cierto grado de autonomía, a ser totalmente dependientes de la finca palmera. De esa forma son mucho más propensos a ser chantajeados y deben aceptar todas las condiciones laborales que se les imponga.

- Al comienzo las plantaciones de palma estaban destinadas a la industria farmacéutica y de producción de comestibles; en los últimos años, y con la excusa del cambio climático, se ha sumado la producción para agrocombustibles y como sumideros de carbono.

Como forma de promover estas iniciativas, tanto empresarios como autoridades del BID o del Banco Mundial afirman que estas plantaciones traen inversión, desarrollo y trabajo a zonas rurales con altos niveles de pobreza. ¿Se percibe esto en las comunidades donde has estado?

Los organismos financieros internacionales están promoviendo estos monocultivos como MDL (mecanismos de desarrollo limpio) en países del Sur, justificando así la continuidad de la contaminación en países del norte.

La fuerte implementación de la palma africana desde la década del 90 ha sido promovida sobre todo por el BID y el Banco Mundial, con una responsabilidad directa y con ese discurso benefactor. En realidad están generando trabajo esclavo y provocando inseguridad alimentaria, conflicto y muerte.

En Honduras, por ejemplo, el empresario Miguel Facusé ha dicho que la palma brinda bienestar y desarrollo a la comunidad. Conversando con los trabajadores de la palma en el Bajo Aguán, dicen que eso fue lo que les vendieron, lo cierto es que desde que llegó la palma africana aquí los únicos que se beneficiaron, además de los propios empresarios, son los dueños de las pulperías y que nunca ha habido tanto endeudamiento de las familias como ahora cuando casi todo el mundo trabaja en las plantaciones de palma.

Algunos trabajadores reflexionan: “antes no tenía el dinero en efectivo que tengo ahora, pero ahora ya no produzco mis alimentos en mi parcela”. Con el dinero que ganan compran en la pulpería una serie de productos impuestos por el mercado. Más dinero y más consumo no equivale a mayor bienestar. Además el salario es tan bajo -generalmente no llega a un salario mínimo- que antes de que termine el mes se termina el dinero y terminan comprando fiado (a cuenta de la próxima mensualidad) en la pulpería.

Con la palma se han generado empleos, aunque comparativamente siempre menos que en otros monocultivos como el banano o el algodón, y con el problema de las malas condiciones en las que se trabaja. La implantación de la palma no ha implicado mejoras para las familias de los trabajadores ni desarrollo para la comunidad.

- ¿Trabajan mujeres en las plantaciones?

Las mujeres en general son contratadas para trabajar en los viveros. Se contratan con el mismo régimen y horario que los hombres pero con una discriminación en el pago que es sensiblemente menor que el de los hombres.

Todos los cambios descritos anteriormente (en las formas de producción, acceso a la tierra, ruptura de trama social y familiar) repercuten en mayor grado y directamente sobre las mujeres. Si ya no se plantan alimentos en la huerta hay que comprar comida, pero si no hay dinero o si no da para llegar a fin de mes, no hay comida. Son las mujeres quienes se las ingenian siempre para encontrar cómo sobrevivir. Las relaciones interpersonales en la familia se complican; un hombre que no trabaja o que es sobre-explotado en su trabajo es proclive a transmitir esas frustraciones a la familia y en especial a la mujer.

Entonces las mujeres se ven impactadas doblemente, por la afectación directa del trabajo en los viveros y por los impactos que genera la palma africana sobre el núcleo familiar, que terminan repercutiendo en especial sobre las mujeres.

- ¿Cuál ha sido el rol de los gobiernos nacionales al respecto?

En Centroamérica ha sido de total respaldo a los terratenientes, con el discurso de siempre de que trae bienestar y trabajo. Se han promulgado leyes de trabajo temporal y por hora, donde uno de los sectores más beneficiados fue el agrícola, especialmente los bananeros y palmeros. Esto acaba en cualquier lugar, si existen o sin son incipientes, con los sindicatos. Acaban con la posibilidad de protesta o demanda de derechos, porque se contrata por tres días al trabajador y si cae bien lo re-contratan y si no, toman a otra persona.

- ¿Cuál ha sido el trabajo de Rel-UITA en relación a esta problemática y cuáles los desafíos encontrados?

La Rel-UITA le ha dado un importante seguimiento al tema de los monocultivos agrícolas en Centroamérica. Lo que hemos visto es que donde más ha habido problemas fuertes, represión, muertes y violación a todo tipo de derechos -derechos humanos en el sentido más amplio- es en la palma africana y en la caña.

A través de la cobertura periodística se le ha dado un apoyo constante a los trabajadores y comunidades locales, dando a conocer a los gobiernos locales y a la comunidad internacional los impactos de estos monocultivos sobre la gente. Fue así que se ha logrado destapar algunos casos concretos como por ejemplo la situación en el Bajo Aguán. Integramos la Misión Internacional de verificación en el terreno para registrar la situación de los derechos humanos, la cual ha presentado su informe final al Alto Comisionado de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas y ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, entre otros, vinculando directamente la expansión de la palma africana con la violación de derechos humanos.

Como ejemplo de nuestro accionar, en estos momentos estamos organizando y convocando una audiencia pública y seminario internacional sobre los derechos humanos en el Bajo Aguán en coordinación con organizaciones de derechos humanos y organizaciones campesinas del lugar. Brindaremos además la cobertura periodística del evento.

Estamos totalmente comprometidos con este tema, articulando con organizaciones internacionales como FIAN y WRM entre otras, a la vez que es muy importante el vínculo que hemos ido creando y reforzando con organizaciones campesinas y de derechos humanos en cada uno de los países afectados.

- Brasil: eucalipto y precarización del trabajo en Mato Grosso do Sul

“Nada gusta del eucalipto. Si usted suelta ganado en el eucalipto los animales van comiendo lo de afuera, donde se dice que es reserva. Al ganado no le gusta el eucalipto, ni a los pájaros ni a las avispas. Lo más duro de un lugar como ése son las avispas, y ni a las avispas les gusta el lugar del eucalipto.” (Vídeo entrevista a Manuelzão, 1989 - personaje de la obra de Guimarães Rosa).

Inicio esta reflexión rescatando lo que está intrínsecamente conectado, aunque no esté siempre visible: la relación entre la expansión del eucalipto y la migración temporal, el símbolo más claro de la precarización del trabajo. Una situación que, por sí sola, deja al descubierto la práctica del binomio eucalipto-celulosa, integrada al discurso del desarrollo y el progreso, visto que esta actividad económica busca apoyo a través de la divulgación de su potencial generación de empleos, pero no revela las características del empleo creado.

Este cuestionamiento es fundamental en el caso de Três Lagoas, en Mato Grosso do Sul, una ciudad que fue denominada recientemente como “la capital de la celulosa”, en virtud de la presencia de las fábricas de las gigantes IP, Fibria y Eldorado Brasil. En este municipio, la danza de los números de las contrataciones pretende construir un imaginario colectivo en el que el eucalipto y el empleo tienen vínculo directo. Para ello, la prensa local divulga con insistencia los balances del registro general de empleos del Ministerio de Trabajo que, por ejemplo, en 2011 publicó que la economía local contrató a 24.708 trabajadores. Sin embargo, ese mismo año el número de trabajadores despedidos fue de 22.818. Si bien el saldo es positivo, ésta no debe ni puede ser la lectura principal de la situación.

Es fundamental advertir, en estas cifras, una de las características del sector eucalipto- celulosa, relacionada con la inestabilidad del empleo, porque se trata, en su gran mayoría, de empleos temporales. Por otro lado, las industrias instaladas en Três Lagoas cuentan con la exoneración de importantes impuestos, incluso en la etapa de construcción de las fábricas. A ello se agregan las enormes sumas liberadas por el gobierno federal a través del BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social). La última fue de R$ 2.700 millones (US$ 1.500 millones) para Eldorado Brasil – la mayor parte de la cual es dinero público y proviene del Fondo de Amparo al Trabajador.

Y ¿quiénes son los trabajadores inmigrantes de la construcción en Três Lagoas? Veamos el reciente caso de la construcción de la “fábrica de celulosa más grande del mundo”, que se prevé estará pronta para iniciar sus actividades en 2014 y que pertenece a Eldorado Brasil. En ella trabajan cerca de 7 mil hombres, provenientes en su mayoría del Nordeste de Brasil, gente desterrada y en situación de alta vulnerabilidad. Al vivir en esa migración temporal, no son ni de allá ni de acá. Vistos con desconfianza por gran parte de la población local y debido a la baja remuneración que perciben, esos trabajadores terminan viviendo en “alojamientos” que, muchas veces, parecen guetos.

Este año, en cuatro ocasiones esos trabajadores rompieron el silencio con sus huelgas y manifestaciones, para denunciar a todo Brasil que en este momento son las principales víctimas de la contradicción social producida por el modelo eucalipto- celulosa. ¿Qué reivindican? Derechos, como el pago de salarios y horas extras atrasadas, mejores condiciones de trabajo y de alojamiento, mayor número de días libres, mejora en el transporte no solo para llegar al cantero de la obra sino también para ir a la ciudad, ya que algunos alojamientos quedan en zonas periféricas. Se observa que, a pesar de las huelgas, la agenda poco se altera y, según los trabajadores, ello se explica por el incumplimiento de los acuerdos firmados.

Corresponde destacar que cuando hablamos de las condiciones de trabajo no se debe pensar sólo en la construcción de la fábrica, sino también en las áreas de plantación y cultivo del eucalipto, que implica, por ejemplo, la aplicación de agrotóxicos. Se sabe que son individuos que comienzan su jornada de trabajo a las 4 de la madrugada y que ganan algo así como un salario mínimo. Otra cuestión de la que poco se habla es la paradoja que subyace a la expansión del eucalipto: si bien, por un lado, genera empleos (precarios), por otro genera desempleo debido al arrendamiento de las haciendas para la plantación de eucalipto, que implica la destrucción de áreas de pastoreo utilizadas por los trabajadores de la ganadería. A causa de este proceso, en los últimos años decenas de familias emigraron del campo a la ciudad de Três Lagoas, provocando el estancamiento de las comunidades locales.

Esta marca de la precarización del trabajo es intrínseca al sector forestal; mejor dicho, no es un caso aislado, porque cuando fue construida la fábrica Horizonte de Fibria, durante los años 2007 y 2008, la ciudad de Três Lagoas también vivió una experiencia similar. Existen registros de que para abaratar los costos de los gastos de hospedaje para los trabajadores de la referida obra, las empresas contratistas sobreocupaban las residencias y los hoteles con “camas que no se enfriaban nunca”, sin importar las malas condiciones de higiene en que estaban los trabajadores, entre otras situaciones de precarización y violencia. Este hecho llegó a ser denunciado ante el Ministerio Público del Trabajo, que creó una comisión de trabajo para investigar la situación. Se constató en aquel momento que había más de 120 alojamientos en la ciudad (entre casas residenciales y hoteles) relacionados con aproximadamente 250 empresas contratadas por Fibria para la construcción de la industria. También se constataron varias irregularidades en acciones de inspección del Ministerio Público del Trabajo, que desembocaron inclusive en la interdicción de cinco alojamientos de las empresas contratistas

Es muy común, además, que, cuando estallan las huelgas así como las denuncias de malos tratos a los trabajadores y de incumplimiento de la legislación laboral, las empresas buscan pasar desapercibidas en los medios, delegando la responsabilidad en las empresas tercerizadas y cuarterizadas, como si el proyecto no les perteneciera.

Como saben que los períodos de mayor turbulencia y exposición de los conflictos laborales tienden a ser superados con el avance de las obras, estas empresas garantizan que las paralizaciones no atrasen el cronograma. De esta forma, cientos de nuevas contrataciones van substituyendo a quienes resisten el proceso de explotación.

¿Y cómo queda luego el trabajo en la fase de funcionamiento de la fábrica del complejo eucalipto-celulosa? En teoría no hay paralizaciones, manifestaciones ni huelgas porque el trabajo vivo es escaso; lo que sí hay es un sofisticado grado de mecanización (trabajo muerto), que puede llegar al 85% en la plantación y el corte del eucalipto - como alardean los defensores del modelo.

En Brasil no es novedad la migración dominada por el ritmo irregular de las grandes obras públicas y privadas; al contrario, es motivo de celebración y símbolo de progreso. Tampoco es nueva la estrategia de presentar el fenómeno como algo natural, escamoteando las condiciones y los efectos sociales del movimiento temporal de individuos hacia el capital que los desocializa sin resocializar.

Sin embargo, la historia no es una mera repetición de hechos, y así vemos a los migrantes del presente que usan las armas de su tiempo, como celulares, redes sociales y periódicos, para denunciar su presencia explotada pero digna de reivindicar los derechos que se les niegan en el territorio del eucalipto.

“Imaginate, se trabaja 8 horas por jornada. Vos llegás al alojamiento para bañarte, vas a bañarte y ¿dónde está el agua?”. Y puede que alguien piense 'pucha, qué descuido el de este tipo, está apestoso, no se bañó'. Y al otro día cuando vas a trabajar te ponés el uniforme, volvés, no hay agua, y ahí ¿qué vas a hacer? Vas a reivindicar, somos seres humanos.” (Trabajador del cantero de obra de la fábrica Eldorado Brasil. Entrevista concedida el 14/12/2011 a Guilherme Marini Perpetua y Tayrone Roger Antunes de Asevedo).

Por Rosemeire A. de Almeida- Profesora de la UFMS/ Campus de Três Lagoa

- Indonesia: las plantaciones de palma aceitera socavan el derecho al trabajo en tierras comunales

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) es el organismo de la ONU que supervisa las cuestiones laborales, formulando políticas y programas relacionados principalmente con las normas destinadas a la protección de los trabajadores.

Sin embargo, el derecho al trabajo es más amplio que el de tener un empleo. La OIT ha incorporado también el concepto de trabajo decente: “El trabajo decente es esencial para el bienestar de las personas. Además de generar un ingreso, el trabajo facilita el progreso social y económico, y fortalece a las personas, a sus familias y comunidades. Pero todos estos avances dependen de que el trabajo sea trabajo decente, ya que el trabajo decente sintetiza las aspiraciones de los individuos durante su vida laboral.” (OIT, ver aquí)

Para muchas comunidades rurales, sus tierras tradicionales y los conocimientos asociados son la base material de su modo de vida, de su cultura e identidad. Si pierden la tierra, pierden el derecho a trabajar, que es un derecho humano.

La Comisión Nacional de Derechos Humanos de Indonesia, y Sawit Watch – la red indonesia de ONGs contra las plantaciones de palma aceitera – publicaron recientemente un informe sobre el conflicto entre el derecho a hacer uso de la tierra, que el Estado otorga a las empresas (HGU), y los derechos humanos (HAM). Dicho informe, titulado “HGU & HAM, derechos de uso de la tierra y derechos humanos”, refuerza el argumento de que se está priorizando el derecho de las empresas en desmedro de los derechos humanos, que suelen recibir menos consideración e incluso son ignorados por el Estado.

Lo que sigue es un extracto de partes del referido informe, que hemos editado con el fin de resumir lo referente a los impactos de las plantaciones industriales de palma aceitera sobre el derecho de las comunidades a trabajar sus tierras.

Las plantaciones de palma aceitera de Indonesia ocupan en total una superficie de 9,1 millones de hectáreas, el 40% de las cuales son plantaciones a gran escala. La estructura de la producción de palma aceitera está controlada por 27 grandes grupos, que poseen unas 6.000 filiales en 19 provincias. Sin embargo, las compañías estatales, como PTPN, aplican el mismo modelo a gran escala. Por otro lado, el tipo de plantación desarrollado en las tierras comunitarias es el llamado “plasma”, es decir un conjunto de plantaciones en pequeña escala controlado por una compañía central, que terminan formando una unidad a gran escala. Esto significa que las plantaciones de palma aceitera a gran escala ocupan la mayor parte de la superficie total.

La palma aceitera no es un producto nuevo en Indonesia. La plantación a gran escala con fines comerciales comenzó en 1911 en Deli Serdang, Sumatra del Norte. Después de la independencia, en 1948, las plantaciones de palma aceitera sufrieron algunos inconvenientes cuando el presidente Sukarno aplicó la política de nacionalización de las compañías holandesas y otras empresas extranjeras. Sin embargo, la industria volvió a florecer a fines de los años 1980, cuando el presidente Suharto estimuló el establecimiento de más plantaciones a gran escala.

En la actualidad, diversas medidas adoptadas y aplicadas por el gobierno de Indonesia han acelerado la expansión de las plantaciones de palma aceitera; por ejemplo, el acuerdo firmado con el sector empresarial para dedicar 3 millones de hectáreas a este cultivo, especialmente destinado a la producción de biodiésel. El gobierno también ha otorgado incentivos, bajo la forma de equipamiento y fondos para revitalizar las plantaciones, y ha distribuido tierras estatales a los menos favorecidos para que puedan contribuir a cubrir las necesidades de las empresas de palma aceitera.

Algunos medios de prensa publicaron el plan del gobierno, anunciado por el presidente, de destinar una superficie total de 1,8 millones de hectáreas a lo largo de la frontera para establecer la plantación de palma aceitera más grande del mundo. Los datos reunidos por Sawit Watch indican que casi todas las provincias gubernamentales han planeado expandir la superficie destinada a la plantación de palma, que llegaría a abarcar 19,8 millones de hectáreas.

Este violento empuje del negocio de la palma aceitera a gran escala está entrando en conflicto con los derechos consuetudinarios a la tierra comunal.

En el distrito de Sanggau de la provincia de Kalimantan Occidental, se han establecido plantaciones en los sub-distritos de Kembayan y Parindu. La superficie total de Parindu – originalmente habitado por dos grupos étnicos, los Malays y los Dayaks – es de unas 59.390 ha, en su mayor parte cubierta por plantaciones de palma aceitera en el sistema “plasma”.

Los Dayak Parindu poseen un sistema de propiedad colectiva de la tierra, reglamentado por la costumbre, según el cual la tierra se hereda pero su cultivo por parte de cada familia o individuo se realiza dentro de un sistema de propiedad colectiva o comunal. Tradicionalmente, la comunidad Parindu aplicó siempre el método de cultivo itinerante, pero esto prácticamente ha desaparecido debido a la expansión de las plantaciones de palma aceitera que han invadido y arrasado las tierras comunales y los bosques.

Una de las empresas de palma aceitera es PT.Perkebunan Nusantara XIII (Persero), o PTPN XIII. Se trata de una compañía estatal dedicada a la agroindustria que opera en Sanggau desde 1984 y sus principales productos son la palma aceitera y el caucho.

PTPN XIII invadió el “tembawang” de los Dayak Parindu, es decir la zona de bosque comunal donde la población cultivaba la tierra según la costumbre, y que le había asegurado su sustento pues allí obtenían alimento de varias clases, como los frutales. Pero los planes y las prioridades de la comunidad se desmoronan en segundos cuando se instala una plantación de palma aceitera.

Durante casi 20 años, PTPN operó en la región sin poseer la concesión exigida a cualquier compañía para cultivar con fines comerciales tierras pertenecientes al Estado; esas concesiones son llamadas Derechos de Uso de la Tierra (HGU) y tienen una duración máxima de 25-35 años.

Al comienzo, la compañía no dio participación a la comunidad, y las necesidades de mano de obra las cubrió con inmigrantes venidos de Java. Esto dio lugar a protestas de la comunidad local. Como consecuencia de eso, en 1997 la compañía comenzó a aplicar el sistema plasma (Pir-Bun), según el cual una comunidad cede formalmente 7,5 ha de sus tierras y recibe a cambio 2 ha de plantaciones de palma aceitera. En lo sucesivo, la comunidad debe reembolsar al banco los préstamos otorgados.

El estudio de campo realizado en la Comunidad Tradicional Sanggau de Kalimantan Occidental mostró que se atrajo a la gente y se la convenció de participar en el programa plasma con la promesa de que mejoraría sus condiciones de vida. Sin embargo, los miembros de la comunidad de Dayak Parindu manifestaron que ahora comprendían que habían sido engañados por PTPN XIII, y que nunca habían gozado de la prosperidad prometida por la empresa. De hecho, el resultado ha sido que la comunidad perdió la mayor parte de sus tierras.

Cuando decenas de hectáreas de tierras comunitarias de Kalimantan Occidental fueron cedidas al gobierno para que éste las arrendara a las empresas plantadoras, la situación legal de dichas tierras cambió, pasando a ser tierras estatales. Como consecuencia, la comunidad tradicional ya no tiene derechos ni autoridad sobre esas tierras, ni siquiera cuando expira el plazo del arriendo.

La adquisición de tierras comunitarias para favorecer los intereses de las empresas plantadoras provocó protestas que, en Sumatra Occidental, adoptaron la forma de ocupación y recuperación de tierras. La recuperación se ha convertido así en una suerte de movimiento social, en respuesta a la tentativa de diversos grupos dominantes, económicos y políticos, de privar a las comunidades locales de su derecho a trabajar y vivir en su territorio ancestral.

Artículo basado en “HGU & HAM Land Use Rights and Human Rights”, Comisión Nacional de Derechos Humanos y Sawit Watch, 2011, ver aquí (pdf)

PUEBLOS EN MOVIMIENTO

- Apoyar la lucha contra Belo Monte, una lucha que aún no ha terminado

El Movimiento Xingu Vivo para Sempre organizará en la ciudad de Altamira, Pará, Brasil, entre el 13 y el 17 de junio, en la víspera de la conferencia Rio +20, un encuentro llamado Xingu+23. Este número se refiere a los 23 años pasados desde 1989, cuando tuvo lugar en Altamira un histórico encuentro que, logró, en aquel entonces, detener el proyecto de embalses/represas sobre el Rio Xingu. Aunque la construcción de la hidroeléctrica de Belo Monte ya se inició a pesar de las numerosas irregularidades, ilegalidades y protestas, un gran número de ribereños, pescadores, indios, agricultores, poblaciones urbanas y defensores de la lucha pretenden reunirse durante cuatro días en una de las comunidades más impactadas por la represa, organizando actividades festivas, de discusión y de protesta para unir sus fuerzas nuevamente contra la realización de esta obra, que causará la devastación de 50 mil hectáreas de bosque amazónico, la violación de los derechos y la expulsión de miles de personas.

Para saber más sobre el evento, entrar en http://www.xinguvivo.org.br/x23

Para contribuir, haga clic aquí

- 5 de junio: Día de Acción Global en el camino hacia Río+20

El WRM se suma a la convocatoria de una movilización gobal el 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, para exponer y denunciar las causas estructurales de las crisis y las falsas soluciones que los creadores de las mismas quieren imponernos para refundar el capitalismo. Es una movilización también para dar a conocer y promover las reales soluciones de los pueblos para erradicar la injusticia social, económica y ambiental.

Esta acción global será seguida de dos acciones más en el marco de la Cumbre, que se convocan para el 18 de junio contra el G20 (que en esta oportunidad se centrará en el “crecimiento verde”) y la marcha de la Cumbre de los Pueblos el 20 de junio, a realizarse en Río de Janeiro y en todo el mundo.

Por más información ver http://cupuladospovos.org.br/

- Soberanía alimentaria: movimientos sociales logran que la FAO discuta el concepto

Hasta ahora, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) se ha centrado en la búsqueda de la “seguridad alimentaria” y, por consiguiente, en acciones para generar alimentos suficientes para todo el planeta.

Sin embargo, varios movimientos sociales han resistido ese concepto por considerar que ha sido muy útil para la agroindustria, y que no considera quién produce los alimentos, cómo son producidos ni para qué.

Secundando la iniciativa de La Vía Campesina, movimientos sociales del mundo entero han propuesto en cambio el concepto de “soberanía alimentaria”, como “condición previa de una seguridad alimentaria genuina y como solución real a la crisis alimentaria, así como a la crisis climática y de los derechos humanos fundamentales”.

La soberanía alimentaria se ha convertido en una plataforma común para las luchas sociales y ahora, los movimientos sociales han obtenido “un logro histórico”: la FAO aceptó comenzar a debatir sobre “soberanía” alimentaria. Movimientos de todas partes del mundo presentaron una declaración, pocos días antes de la Trigésima segunda conferencia regional para América Latina y el Caribe, realizada en Buenos Aires del 26 al 30 de marzo.

“La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a controlar sus propias semillas, tierras, agua y la producción de alimentos, garantizando, a través de una producción local, autónoma (participativa, comunitaria y compartida) y culturalmente apropiada, en armonía y complementación con la Madre Tierra, el acceso de los pueblos a alimentos suficientes, variados y nutritivos, profundizando la producción de cada nación y pueblo”, señalaron los movimientos sociales, organizaciones y redes en la declaración de su IIIª Conferencia.

“La soberanía alimentaria es un principio, una visión y un legado construido por los pueblos indígenas, campesinos, agricultores familiares, pescadores artesanales, mujeres, afrodescendientes, jóvenes y trabajadores rurales, que se ha convertido en una plataforma aglutinadora de nuestras luchas y en una propuesta para la sociedad en su conjunto”, dice la declaración.

Sin embargo, "que comience un debate profundo y esto se transforme en políticas requerirá de un largo camino que no podrá estar aislado del necesario replanteo del modelo capitalista de producción y de quitar de las manos del agronegocio nuestros alimentos”, recordó Carlos Vicente, representante de Grain, organización internacional que apoya a campesinos y movimientos sociales. (Más información aquí).

- Plantaciones de eucaliptos transgénicos: y van cuatro…

Hace algunos meses (ver Boletín Nº 172 del WRM) informábamos sobre los planes de la empresa Suzano Papel e Celulose S. A. – que ocupa el segundo lugar en la producción de celulosa del mundo – de invertir en plantaciones para biomasa. La energía a partir de biomasa es una de las respuestas de mercado al cambio climático, que implica ocupación de tierras y evade enfocarse en reducir efectivamente las emisiones de dióxido de carbono en la fuente.

Ahora llega la información de que en noviembre de 2011, FuturaGene Ltd. U.K., adquirida por Suzano en 2010, obtuvo autorización de la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad de Brasil (CTNBio) para llevar a cabo un ensayo de manipulación genética del contenido de lignina y celulosa del árbol con el objetivo de incrementar el rendimiento de las plantaciones de eucaliptos para su utilización como biomasa. Se trata del cuarto ensayo de la empresa en Brasil, utilizando ingeniería genética a pesar de las denuncias sobre los graves riesgos que implica para el ambiente y la vida en general (ver Boletines 44, 119, 171 y varios artículos más del WRM sobre el tema).

La empresa ya controla en ese país 722.000 hectáreas de tierra, de las cuales 324.000 están cubiertas de eucaliptos.

- ¡No a la expansión de Veracel Celulose S.A. en Brasil!

Veracel se expande en Brasil, con anuencia oficial. La reciente decisión del Instituto de Medio Ambiente y Recursos Hídricos (INEMA) que concede la Licencia Previa para el proceso de ampliación de la empresa de celulosa Veracel Celulose S.A. va en el sentido opuesto a la resolución de la Justicia Federal que en 2008 anuló la licencia ambiental concedida a la empresa en 1993.

La decisión histórica exigía a Veracel Celulose (propiedad de las empresas Stora Enso y Aracruz) restaurar la Mata Atlántica destruida en 96.000 has de plantaciones de eucalipto, además de pagar una indemnización en dinero por los daños ambientales y una multa diaria hasta tanto no cumpliera lo dispuesto (ver Boletín 132 del WRM).

La empresa apeló el fallo, acción que junto al poder económico que ésta tiene en la región ha enlentecido el proceso, que al día de hoy continúa sin resolución.

En una exposición de motivos, diversas organizaciones sociales convocan a firmar una carta ( ver aquí) que reclama a las autoridades competentes, entre otras cosas la anulación de la licencia previa que permite la ampliación de la fábrica de celulosa y la expansión de los monocultivos de eucaliptos en el Estado de Bahia y el redireccionamiento de las inversiones del BNDES (Banco Nacional de Desarrollo de Brasil) y otros bancos nacionales hacia la agricultura familiar y la soberanía alimentaria así como la demarcación y titulación de tierras de las comunidades tradicionales indígenas, afrodescendientes y ribereñas impactadas por el agronegocio.

Para firmar la carta, enviar un mensaje a cepedes@cepedes.org.br hasta el 5 de junio.

- Proyecto Ejolt presenta informe sobre el MDL en África

El proyecto Ejolt (Environmental Justice Organisations, Liabilities and Trade) es un ambicioso proyecto de colaboración entre 23 entidades activistas e integrantes del ámbito académico para mapear los conflictos sobre la distribución ecológica y producir material que sirva a las organizaciones de justicia ambiental en su lucha contra la injusticia ambiental (ver www.ejolt.org).

En el marco del trabajo de Ejolt se ha publicado recientemente un análisis crítico con estudio de caso sobre el papel jugado por el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) en África. El MDL es un mecanismo concebido dentro del Protocolo de Kyoto de la Convención sobre el Cambio Climático, que permite a los países contaminantes del Norte invertir en proyectos que supuestamente conducirían a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en países del Sur. Pero lo que ha hecho es beneficiar a grandes empresas (del Norte y del Sur) y a los gobiernos sobre los que éstas influyen y a menudo controlan, siendo Sudáfrica un caso ilustrativo.

El informe "The CDM in Africa Cannot Deliver the Money", producido por la Universidad del Centro KwaZulu-Natal para la Sociedad Civil y el Proyecto de Investigación sobre Justicia Climática del Instituto Dartmouth, explica por qué el MDL es un fracaso.

Numerosas fuentes de emisiones de carbono en África – como la quema de gas derivada de la extracción de petróleo, la combustión de carbón para electricidad, la deforestación, por citar algunas – exigen una atención urgente, al igual que la proliferación de “falsas soluciones” a la crisis climática – como las mega-represas, las plantaciones industriales de árboles o los agrocombustibles. El MDL financia en toda África esas peligrosas actividades con fines de lucro, haciéndolas más rentables para las multinacionales en su mayor parte con sede en Europa, Estados Unidos o Sudáfrica.

Una vez más, quienes terminan perjudicadas son las comunidades, al igual que los trabajadores y los ambientes locales. Pero han surgido distintos tipos de resistencia, que en algunos casos enfrentan la represión o la cooptación a través de estrategias de “divide y reinarás”.

El informe puede leerse en inglés aquí (pdf)

Boletín mensual del Movimiento Mundial por los Bosques (WRM)
Este boletín está disponible también en Inglés, Francés y Portugués
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Redactora responsable: Raquel Núñez Mutter
Apoyo editorial: Elizabeth Díaz, Flavio Pazos, Teresa Perez

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Temas: Economía verde, Monocultivos forestales y agroalimentarios

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