Argentina: Buenas prácticas
“Las Buenas Prácticas en el país monodependiente de la soja, como dijo el presidente, serán un gran negocio para unos pocos y la enfermedad para la tierra, el aire, el agua y miles de personas, más allá de las zonas de amortiguamiento que inventen.”
(APe) La primera tormenta nos encontró en una situación muy vulnerable, con alto déficit fiscal, sin energía propia y casi monodependientes de la soja – dijo el presidente de la Nación, el ingeniero Mauricio Macri, en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. El presidente de la entidad, en tanto, le expresó su acompañamiento: “En la Bolsa tenemos la fe intacta. Estamos seguros de que este es el camino que soñamos desde hace muchos años y los baches, las roturas del pavimento, son por el momento. No nos interesa el corto plazo”, sostuvo.
“Monodependientes de la soja”, dijo el presidente.
La soja sostiene la Argentina.
Por eso los ministerios de Agroindustria y de Ambiente y Desarrollo Sustentable emitieron y presentaron un informe final del grupo de trabajo interministerial sobre “Buenas prácticas en materia de aplicaciones de fitosanitarios”.
Además de los representantes de esas carteras, estuvieron presentes los integrantes del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), del ministerio de Salud, del ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, del Consejo Federal Agropecuario y del Consejo Federal de Medio Ambiente que, durante seis encuentros, se reunieron entre el 5 de abril y el 5 de julio de 2018. De allí surgieron 23 recomendaciones a la nación “monodependiente de la soja”, tal como sostuvo el presidente Macri.
En ese documento sostuvieron la necesidad de brindar “un marco integrador y balanceado a favor del desarrollo sostenible” y definieron la aplicación de productos fitosanitarios en “zonas de amortiguamiento o buffer”.
Entienden por Buenas Prácticas (así con mayúsculas se señala en el escrito) a las “tendientes a asegurar que el producto pueda expresar su máxima capacidad para la que fue concebido, disminuyendo al máximo los posibles riesgos emergentes a la salud y el ambiente”.
Es interesante leer las siguientes oraciones: “La delimitación de zonas de amortiguamiento es una de las herramientas disponibles en la planificación del territorio, cuya determinación concreta depende de los objetivos que se persiguen y de las características de cada localidad. Su finalidad es armonizar el desempeño económico de las producciones ubicadas en ellas con otros intereses de la sociedad”.
Lo importante es lo económico.
La salud, de la tierra, el ambiente y las personas entran en la difusa definición de “otros intereses de la sociedad”. Lo que se menciona con claridad es el “desempeño económico”.
Porque en la Argentina “monodependiente de la soja”, como dijo el presidente, lo central es el “desempeño económico” por encima de los “otros intereses de la sociedad”.
De ,tal forma la conclusión de las Buenas Prácticas es que “en consecuencia, la definición de dimensiones particulares para establecer distancias y superficies no es esencial en una zona de amortiguamiento, sino que depende de estas consideraciones”.
Se puede fumigar en las escuelas, en los patios de las casas.
De nada sirve recordar que tanto la Organización Mundial de la Salud o la Panamericana aseguran la necesidad de prohibir las fumigaciones a por lo menos cinco mil metros de los cascos urbanos y eliminar las aéreas. No tiene sentido. Porque las Buenas Prácticas con sus buffer defenderán el “desempeño económico” por encima de los “otros intereses de la sociedad”.
En consecuencia, cada zona de amortiguamiento es variable y funcional a las particularidades de cada lugar: los metros vedados a los fitosanitarios pueden ser de unas pocas unidades en ciertas circunstancias o de unos cientos en otras, o depender de los tipos de productos utilizados y las condiciones metereológicas.
El trabajo propone también 12 principios “guía”, que hacen foco en un adecuado monitoreo de las aplicaciones, (incentivando al sector privado a establecer sistemas de “autocontrol”); el rigor científico en las políticas de gestión de riesgo, y la promoción de una “comunicación proactiva” para que el público interesado pueda acceder a información vinculada a las aplicaciones de fitosanitarios.
De tal forma, los 819 productos que son más peligrosos que el Roundup de Monsanto y los 678 que están clasificados con la misma toxicidad seguirán aplicándose en la geografía argentina sin ningún problema.
Las Buenas Prácticas en el uso de los fitosanitarios parecen ser el permiso institucional para crear zonas liberadas para envenenar. Casi una licencia para matar.
Mientras la provincia de San Luis ya tiene prohibida la fumigación aérea y solamente acepta la terrestre a más de mil quinientos metros de los cascos urbanos, esta sugerencia del gobierno nacional establece que el veneno será esparcido según el criterio de la empresa y el capital privado salvo la advertencia que podría realizar un municipio o una comuna.
Un principio irrealizable. La mayoría de los pequeños pueblos del país no tiene el poder político ni económico suficiente para regular las aplicaciones de los agroquímicos ni cuentan con el mentado dispositivo técnico y científico del que habla el documento interministerial.
Una recomendación que, sin dudas, firmaría Monsanto y cualquier otra de las empresas que producen y venden estos cientos de fórmulas que afectan la salud y el medio ambiente.
Las Buenas Prácticas en el país monodependiente de la soja, como dijo el presidente, serán un gran negocio para unos pocos y la enfermedad para la tierra, el aire, el agua y miles de personas, más allá de las zonas de amortiguamiento que inventen.
23 de julio, 2018
Por Carlos Del Frade
Fuente: Pelota de Trapo