México: pese al peligro, se defienden los recursos naturales
"En México defender el medio ambiente es una actividad peligrosa. La tragedia sobre la tragedia es que hay tanta violencia alrededor de la llamada guerra contra el narcotráfico, que la que sufren los activistas ambientales a menudo pasa desapercibida o disminuida en su importancia, por la magnitud de esa otra violencia."
La defensa por los recursos naturales que enfrentan los pobres, afectados en su salud y calidad de vida por el deterioro del medio ambiente, va en aumento, a pesar de que muchos han sido reprimidos o han muerto en esta lucha, advierte Luis Hernández Navarro, autor del libro Siembra de concreto, cosecha de odio, un recuento de la resistencia popular contra la devastación ambiental en México.
Hay un Fuenteovejuna ambiental, apunta. En todo el país hay resistencia de grupos locales, a veces regionales, que buscan justicia frente a la devastación del medio ambiente y el despojo de los recursos naturales, pero tienen poca visibilidad. Hay intentos de formar coordinaciones, como la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales y la Red Mexicana de Afectados por la Minería, precisa el también autor de Chiapas: la nueva lucha india y Sentido contrario.
–¿Estas luchas se han acentuado en los años recientes?
–Antes había un ecologismo de los pobres de otra naturaleza; se trataba de organizaciones de productores, enclavadas en la producción forestal, o de los cafetaleros, que buscaban empatar la agenda de desarrollo con la de protección del medio ambiente, y que construyeron proyectos alternativos de desarrollo.
“Un antecedente fue el rechazo al plan del Club de Golf de Tepoztlán, en 1994, donde antes se evitó la construcción de un teléferico. Lo que hoy tenemos es una masificación de estos problemas, en mucho porque la devastación ambiental ha aumentado con los gobiernos panistas. Con el Tratado de Libre Comercio, la frontera norte, donde se establecieron las maquiladoras, se convirtió en zona de desastre. Después vino la crisis económica, muchas de esas empresas se fueron a China, pero están regresando.
“Como el gobierno mexicano ya no podía ofrecer a esas empresas la ventaja comparativa del bajo costo de la mano de obra, como en China, les ofreció una moratoria ecológica de facto: cerrar los ojos ante las regulaciones ambientales y convertir a México en un basurero. Ha crecido el nivel de contaminación del sistema hídrico, la deforestación, la minería a cielo abierto. Esto ha provocado mucha más resistencia, al punto que hoy podemos hablar de una situación novedosa por la cantidad de movimientos.
“No podemos entender la intención de quitar el agua a los yaquis en Sonora sin la ampliación de la zona industrial de Hermosillo. Tampoco se entiende la presa Arcediano sin los proyectos de desarrollo de Querétaro que necesitan el líquido. Todos son planes panistas. Además, está la privatización del manejo de agua, de los servicios de basura, para que empresas extranjeras, muchas españolas, hagan negocio. En la minería son canadienses.
Lo más crítico es el sistema hídrico, porque la mayoría de los conflictos tienen en el agua su columna vertebral. Es el caso de los proyectos de urbanización salvaje, la contaminación, la agricultura industrial, las presas, la minería.
–En el libro habla del Fuenteovejuna ambiental, ¿cómo lo explica?
–Lo que vemos es que son muchas protestas que explotan aparentemente de manera espontánea en todo el país. Gente que bloquea caminos, cierra minas, y esto en zonas donde, aparentemente, no hay una organización. Es gente que decide hacerse justicia por su propia mano, sin que signifique violencia, porque está cansada de transitar todas las vías legales para resolverlos. Y llega un momento en que se precipita la explosión ante una situación de indignación. De repente se viven como ciudadanos de segunda sin derechos, sin posibilidades de ejercerlos, y deciden hacerse justicia por su mano con acciones directas, como bloqueos o bloqueando obras.
En México defender el medio ambiente es una actividad peligrosa. La tragedia sobre la tragedia es que hay tanta violencia alrededor de la llamada guerra contra el narcotráfico, que la que sufren los activistas ambientales a menudo pasa desapercibida o disminuida en su importancia, por la magnitud de esa otra violencia. Hay casos de héroes anónimos que al final son asesinados. Están Aldo Zamora, defensor de bosques, en el estado de México; Mariano Abarca, opositor a la minería en Chiapas. Gente que es encarcelada, como los activistas de Perote, Veracruz, que rechazan las Granjas Carroll.
–Y además son criminalizados por estas acciones
–Sí. A pesar de esto, la gente está en una situación límite: defiende sus recursos naturales, porque, si no lo hace, los pierde y también su vida, su salud se deteriora. Una de las consecuencia es una crisis sanitaria en ciertas regiones. En El Salto, Jalisco, uno se horroriza de lo que se ve, igual que en la zona del río Atoyac, donde se escuchan historias de cánceres en un nivel que no hay en otros lugares.
Luis Hernández Navarro considera que una salida a todo esto es respetar la regulación ambiental; instaurar el derecho a la consulta, sobre todo de los pueblos indígenas, afectados por grandes proyectos de infraestructura, y construir una corriente de opinión que entienda la gravedad del problema.
Tampoco se puede dejar en saco roto acudir a instancias como el Tribunal Latinoamericano del Agua, que es de conciencia, pero se plantea presentar una demanda por la destrucción del sistema hídrico en lo global. Además está el tribunal permanente de los pueblos, donde hay una mesa sobre la devastación ambiental, agrega.
El libro, editado por Para Leer en Libertad y la Fundación Rosa Luxemburgo, tendrá su primera presentación el miércoles 7, a las 12 horas, en el auditorio Ho Chi Minh de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Fuente: La Jornada